En las bodas religiosas, la novia
fuentealameña era quien poseía el derecho o el privilegio de elegir el lugar
para la celebración. No podía ser otro que la Iglesia de San Antonio de Padua
de Fuente Álamo. Salía desde su casa prematrimonial, cogida del brazo de su
padre, quien la entregaba al padrino, en el caso de que tal honor no
coincidiera en su misma persona. Unos metros tras la novia y el padrino, le
seguía el novio y la madrina. Hacían el recorrido por las calles de Fuente
Álamo, seguidos de una comitiva nupcial compuesta de niños, niñas, jóvenes,
mozuelas, mujeres, hombres y ancianos, es decir, por todo el pueblo, y algún
que otro curioso, como Mateo El Guarda, que pasaba por allí. Esto es en el caso
de que el novio fuese fuentealameño, en caso contrario, y que por lo general
solía ser de una aldea cercana, esperaba en la explanada de la referida iglesia,
a cuyo lugar llegaría todo aquel cortejo nupcial, con la novia a la cabeza.
Antes de los años 70, eran numerosos los
casos en los que el novio “se llevaba a la novia” y por tanto apenas había bodas.
Se formaba lo que hoy se conoce como parejas de hecho, pero con la diferencia
de que había que consolidar a posteriori el matrimonio, bien civilmente o
religiosamente. Esto se realizaba mediante el sistema de “echarse las
bendiciones”, que en algunos casos las “echaban” unos misioneros que llegaban a
Fuente Álamo sobre los años 50, y lo hacían a grupos de 8 ó 10 parejas, caso de
Marcelino y Mariana (1953). Un cura, a principios de los años 60, puso
impedimentos para casar al hijo de Pablo Román, porque “se había llevado la
novia”, a lo que respondió Pablo: Sepa que si Ud. no quiere, “curas hay para
apestar”.
Los
motivos de que el novio “se llevase a la novia” podían ser diversos: uno de los
principales era el impedimento que los padres, sobretodo los de la novia, podían
poner a la relación; así como el no poder sufragar los gastos de la celebración.
Por poner algunos ejemplos de bodas
tenemos la de Luis Cano Nieto, quien se casó con Consuelo Carrillo Pérez el 22
de Octubre de 1955, en la Iglesia de San Antonio de Padua. Después de la
ceremonia en la iglesia, se fueron con toda la familia a celebrarlo al cortijo
de la Sangradera. En la puerta del cortijo, pusieron unas mesas y sirvieron
unos pollos asados, la tarta y también café.
En 1958, se casaron Antonio Aguilera
Valverde e Iluminada Valverde Ramírez, los dos fuentealameños, en la Iglesia de
San Antonio. La misa fue oficiada por el cura Don Cristóbal; después, junto con
todos los invitados se celebró el convite en la taberna de Domingo Aguilera.
En los años 60, se celebraban bodas
religiosas, y un previo curso prematrimonial que se realizaba en la iglesia
de Fuente Álamo, aunque algunos como
Lorenzo Pérez Cano (El Carchelejo), quien se casó con Francisca Ramírez Zuheros
(fuentealameña), se libró de hacer dicho curso, pues le aconsejó Joseíllo
Carrillo, que le dijera al cura, que trabajaba en Alcalá la Real con su
hermano, (que fue su compadre) y que pusiera que residía allí. El cura no se lo
creyó y el mismo día de la boda le dijo, según el propio Lorenzo: “¡Como me
engañaste, pájaro!”. El convite se celebró en el Bar de Crescencio “El Chofer”,
(todavía no había abierto Puche), y estuvo amenizado por el grupo de músicos de
La Rábita, Los Capitanes. Se celebró en toda la parte baja de la taberna.
Pensaron sacar mesas en la terraza, pero se puso a llover, y tuvieron que
acomodar a los invitados en la casa de Matías Candio y en la casa donde estuvo
ubicado el antiguo Bar Royal. Entre las dos casas y la taberna se celebró “el
gasto”. Recuerda que no se juntó mucha gente y sacarían en regalos unas 10 ó 12
mil pesetas. El menú consistió en aperitivos, fiambres, atún, queso,
salchichón, jamón, vino y cervezas.
Feliciano Ibáñez Sánchez y Justa
Aguilera Cano también la celebraron, en esos años, en el mismo bar. Eran bodas
familiares.
Poco a poco, las bodas se convirtieron en
un gran acto social y económico, en el que participaba no sólo la familia, sino
prácticamente la aldea al completo. No quedaba ninguna familia sin invitar, formándose
un entramado social, que una vez que se entraba ya no se salía, por aquello de
que tu me invitas, yo te invito. Proliferaron este tipo de celebraciones,
llegando incluso a venir los novios que habían estado viviendo fuera a celebrar
la boda en Fuente Álamo, para no perder el botín que ello suponía. Eran los padres de los novios los que pagaban
los gastos del envite y los que tenían que saldar las deudas con sus invitados.
Parece todo esto muy materialista, pero era una realidad social. Cada padre o
madre quería que la boda de su hijo o hija fuera la más grande y la mejor,
porque el dinero que se “recaudaba”, era el premio que se llevaban los novios,
por haber contribuido como soltero/a al mantenimiento de la familia. Y es que en
estas épocas existía “una sola cartera” en cada casa y hasta que se emancipaban, tenían que estar aportando “a
la casa”, íntegramente todos los ingresos obtenidos por el trabajo, para
sufragar los gastos familiares. También esta recompensa solía ir acompañada de
un pequeño ajuar o del dormitorio de soltero.
Las bodas hasta los años 90 eran todas
religiosas. Una vez celebrada la ceremonia religiosa, le seguía el envite,
convite, ambigú, luch, al que como hemos dicho, estaban invitados casi todos los
vecinos. Se llevaba a cabo en el Salón de bodas Peñalver, “El Trompero” en
Alcalá la Real, para lo cual, en la Piquera esperaba un autobús de Contreras,
para trasladar a todos los invitados. El salón de El Trompero era el lugar
habitual para la celebración, donde los entrantes de jamón, salchichón y queso,
el segundo plato de atún con tomate, carne o pescado y la tarta de postre, era
el menú más repetido y casi único. Eso sí, no faltaba el puro de regalo, previa
cola y “previo pago”. No había lo que después se llamó la barra libre.
El viaje de novios en los años 60 y 70 no
estaba al alcance de muchas parejas. La noche de bodas solía pasarse en la
misma casa que se había preparado para la vida de casados, donde se ponía en
funcionamiento una mínima parte del ajuar de sábanas, ya que se preparaban
sábanas para casi toda la vida. Si era en Fuente Álamo, solía ser alguna casa o
cortijo que quedaban vacíos, como El Praíllo, la Casilla de Patrocinio, El
Peñón, ect... Alguna pareja de recién
casados, solía hacer un viaje de novios a la Alhambra, o por la costa andaluza;
normalmente se aprovechaba para visitar algún familiar que vivía en otras
provincias.
Los bautizos
eran el primer acto religioso de bienvenida y presentación en familia de los
niños en Fuente Álamo. Una vez finalizado dicho acto, los niños esperaban en la
explanada de la iglesia y con la palabra “roña”, solicitaban a los padrinos que
echasen caramelos o monedas. Después se hacían
reuniones familiares celebradas en la casa, donde los protagonistas aún seguían
siendo los padres. El nombre habitual y más usado era el de Antonio, así en un
corte poblacional del censo de 1993, de 249 censados mayores de 18 años,
encontramos 26 Antonio/a, seguido de 23 Francisco/a. Para distinguirlos es
necesario utilizar el pseudónimo o apodo, sin embargo el nombre de la patrona
“Rosario” se ha usado en pocas ocasiones. En tiempos más recientes, los nombres
“raros”, extranjeros o de telenovelas se han ido apropiando de la aldea al
igual que de otros lugares de España.
….
Las confirmaciones
se celebraban en San José de la Rábita donde venía el obispo de Jaén y se hacía
un día festivo. Yo me apunté, pero no pude ir, o sea que no estoy confirmado.
Poco eran los fuentealameños que continuaban en la fe a través de la
confirmación.
Como siempre, la entrada quedará abierta
para que cada uno de los fuentealameños/as que quieran y lo deseen, puedan
contar alguna anécdota en relación al día de su boda, bautizo o confirmación.
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