lunes, 29 de agosto de 2016

JUAN IBÁÑEZ SÁNCHEZ “EL ANDALUZ”



Nació en Fuente Álamo, en una casa adosada a la Iglesia, en el seno de una familia medio acomodada, un 14 de marzo de 1928. Hijo de Lorenzo y de María, es el tercero de los hijos varones y dos hermanas, si bien una niña llamada Puri, murió a corta edad en plena Guerra Civil en Castro del Río. La madre de su padre era Francisca Jiménez Jiménez, quien su marido, según cuenta, la abandonó. Recuerda que su abuela tenía unas  Imágenes de Santos que ella misma vestía. La familia vino a menos, pues sus antepasados dilapidaron el capital (al parecer mediante los juegos de azar) y él desde que era un joven tuvo que trabajar junto con sus hermanos para el sustento de la familia.
Tiene buenos recuerdos de la niñez, antes de que la Guerra Civil dividiera la aldea en dos partes, pero lo que más recuerda de esos trágicos momentos fue cuando pocos meses después del inicio de la Guerra, su madre le impidió presenciar, como uno de los muchos niños que había allí alrededor de aquella algarabía, la quema de la imagen de San Antonio. Recuerda también, cómo en los primeros días del inicio de la Guerra, vio morir un caballo en la Plaza de la Fuente, consecuencia de un tiro que le habían pegado en la puerta de la casa de Juan “Ninas”, al parecer los rojos, desconociéndose el motivo o la causa. Pero su último recuerdo de Fuente Álamo mientras lo abandonaba, al verse  obligada su familia a marcharse, camino del molino de la Torre, dirección al Cortijo del Coto, fue cuando quiso pillar un colorín, y su padre le dijo “anda y tira para adelante” y no le dejó que pudiera pillarlo. Su buena memoria nos hace recordar pequeños detalles de su infancia.
Como hemos dicho, su familia fue una de las muchas que tuvieron que dejar Fuente Álamo a los pocos meses de iniciarse la Guerra Civil, si bien su abuela Francisca se quedó en Fuente Álamo y le contó que en su casa paraban los milicianos. Tuvieron que hacer un largo peregrinaje, que les llevó hasta el Cortijo del Coto, donde les acogió su tío Rafael Sánchez, quien paraba en la Gorriona. Recuerda que para que no le pillasen los rojos, cuando bajaban a comer subían sus primos al pecho para avisarle, y por la noche les llevaban al Cortijo Lopera. Antes de que anocheciera, su tío Rafael y Rafalíco Zalameas se colocaban, cada uno con un retaco, en la puerta de la entrada y decían que por allí no pasaba nadie. Entonces habló su padre con los Carboneros y se fueron con Rafalico Zalameas y sus hijos al cortijo de Lopera y de Pernales de Brácana, y desde allí a Cuesta Blanca. Estando allí, faltó poco para que les pillasen, y pasaron un día o dos en  la Campana debajo de una chaparra. Se fueron con su tío José Sánchez. Ellos, que tenían un mulo, se lo llevaron a Castro del Río, donde pasaron toda la Guerra. Allí no se escuchaba nada, tan sólo dos bombas cayeron cuando al parecer los aviones iban de paso. En Castro conocieron a Don Alfredo, con quien trabajaban. De Fuente Álamo, estaba allí Joaquín y Justa, quien sería la mujer de José el de la Cabrera. Allí se murió una hermana suya, siendo Justa la que le hizo la mortaja.
A primeros de mayo del 1939, volvieron a Fuente Álamo acabada la guerra.  Recuerda que en la casa de Matías Candio, se rejuntaron todos los objetos y enseres de los fascistas que los rojos se habían apropiado, como camas, colchones, sillas… y recuerda que había una bicicleta, la cual Joseillo Carrillo “Terreras” le ofreció, pero que su padre no dejó que la cogiese porque no era suya, teniendo que devolverla finalmente.
 Cuando se acabó la Guerra, traían los mulos cargados de trigo a la panadería de Fuente Álamo y repartían el pan sólo a los fascistas, quedando el resto para los rojos. Reconoce que ellos tuvieron suerte, pero que era una cosa mal hecha.
Cuando se hizo un mozuelo estuvo 6 años conduciendo un carro y arando con su tío Cayetano Frías, con quien vivía en el Cortijo de Montenegro. Tres años antes de irse a la mili y tres años después de volver. Pero como sólo le pagaba 10 pesetas, se tuvo que ir al Cortijo del Coscojar donde le pagaban 16,93 pesetas.
Se fue a la mili con 21 años, y  estuvo 22 meses en Lérida.  Su  quinta es la del 49, de la que forman parte otros fuentealameños como Luis Cano Nieto (Seu d’Urgell), Antonio Aguilera Valverde (Alhucemas-Villa Sanjurjo), Santiago Cano Muñoz (Seu d’Urgell), Antonio Anguita Montañez (Voluntario en la Legión), Juan Jiménez Pérez, Francisco Expósito Nieto, Manolito González Palomino (Lérida) y Emilio Malagón Ochoa (no se incorporó al ser hijo de viuda). Manolito coincidió con él y otro amigo suyo apodado “Pestazos” que también estuvo sirviendo en la primera compañía de armas pesadas. 
Después de licenciarse, estaría otros 6 años en el Cortijo del Coscojar de mulero. Recuerda que los muleros del Coscojar eran: su hermano Feliciano Ibáñez y él, Francisco Expósito, Pepe Aguilera “Florio”,  Víctor de Cañahonda,  Juanele “Cuilla”, Antonio Cano “Rubio Ramalilla”, Lore “Tabarrón” y Nardo de las Caserías. El  mulero mayor era Víctor, que era quien cortaba la besana y era el manigero de los muleros. Zamora y Matías Candio eran los manigeros de los obreros y José Pedro, el que fuera alcalde pedáneo, pesaba los kilos y los pagaba todos los días. También estuvo de cagarrache en el Molino de Don Pago. En una temporada lo estuvo explotando Julián y Bonifacio Aguilera, después sería Rafael Jiménez, con quien estuvo 7 u 8 temporadas. Eran compañeros Silverio Salazar, su hermano Alberto, Francis el de Clavijo, Miguel el Zapatero y Manuel Carrillo “Terreras”. Tenían que estar 18 horas casi continuas.
A estos años les siguieron un periplo de al menos 20 años de emigración, en los pinos, las patatas, y en la carretera, Burgos, Santander, Logroño… Nunca emigró al extranjero.  La primera vez que emigró fue en el año 70, una vez que murió su padre (1969), a un sitio que se llamaba San Antonio, donde recuerda que había una cristalera, que impedía pasar los camiones grandes y el capataz los denunciaba.
En su experiencia en la rehabilitación de carreteras, reconoce que  tenía una buena técnica a izquierdas a la hora de repartir gravilla sobre el alquitrán.  Recuerda a compañeros  como Juan Ramírez “Mandurria”, que junto con unos pocos se los llevaron a la Lectrora, a Santa María de Cayón. Ismael, que era el encargado, les dijo: “vosotros ya no sois de la cuadrilla, sino de la Panera”, que era de la misma compañía. Otros años volvieron, pero algunos no lo hicieron porque tuvieron conflictos, y a Chele le dijo Ismael que se montara en la Caldera que venía de Santa María de Cayón o de un pueblo de abajo, y le respondió que no se subía porque “eran muy caritativos”, que habían despedido a otro compañero y no le habían dado nada. Feliciano Pérez y Antonio Jiménez se fueron y él les dejó 1.000 pesetas. Hablaron con el patrón Lauro y les dio permiso para marchar,  le pidieron la cuenta a Ismael y, cuando se marchaban, quería abrirle las maletas para ver si se llevaban algo, negándose ellos rotundamente. Estaban 12 horas diarias, aunque si llovía se los llevaba a casa. Si hacía bueno por la tarde iba a recogerlos, todo esto sobre el año 1971. Su Feliciano se fue después porque estaba trabajando en el campo con Luis Montes “Pacheque”. Allí se estaba muy a gusto, hora que trabajabas, hora que pagaban. Estando la cuadrilla en un sitio que se llamaba La Horca (Burgos) llegó el capataz, y les preguntó si no había trabajo o es que no les apetecía; aunque se podían poner a la sombra hasta que no llegara el camión. Un día hacía mucho calor y Pedro Malagón estaba enfermo y le dijo el patrón que le daba lástima y que  si no fuera por los camiones, lo llevaba a la casa. Estando en el Puerto del Escudo, se lió a llover y los metieron en los coches y en los camiones para que no se mojaran.
 Fue uno de aquellos que tuvo la desgracia de sufrir el trágico accidente de 1973, ya relatado, del que resultó afortunadamente ileso. Él iba sentado a la mitad del autobús. Fue en Valdepeñas. Él no vio lo que pasó, pues iba durmiendo. Tuvo que quedarse en el hospital, donde le preguntaron si era familiar y dijo que él era amigo de los accidentados. Después de la comunión de su sobrino Feliciano se fueron otra vez.
Después estuvo en Burgos en las patatas unos 5 años. De estos años de emigración le viene el apodo de “El Andaluz”, en concreto, cuando estuvo trabajando en la provincia de Burgos, en Agüera de Montija, con una cuadrilla de Ávila. Al ser el único andaluz, se lo puso fácil al capataz, siendo Falito “Pandehigo” y otros, los encargados de difundirlo.
Se puede considerar el soltero de oro de Fuente Álamo, si bien tuvo una novia no formal (que también forma parte de una de las historias aquí contadas), llamada Antonia Pérez Bolivar, quien reconoce que intercambiaron correspondencia durante un poco tiempo, pero que  la emigración rompió la relación. Él dice que tal relación apenas existió.

Como hemos visto se le puede considerar un muy buen trabajador. Es una persona afable al trato, familiar y hogareño. No se molesta por muchas bromas que le gasten. Juan es toda una institución en la Fuente, le gusta la charla con los amigos y vivir la vida tranquilamente. Nunca le han gustado los vehículos a motor, si bien una vez tuvo un ciclomotor marca Peugeot, que apenas utilizó. Siendo pues buen caminante, nunca ha permitido que en sus paseos por las orillas de la carretera le montase nadie en su coche, ni siquiera osaba mirar al conductor, solamente levantaba la mano y seguía hacia delante.