“Luisillo” es un fuentealameño de siempre, nacido y criado en la aldea. Vivió en la calle Escuela, donde también nació; actualmente vive en la calle Las Escalerillas, zona cercana a la mina. Es una persona afable, amable, cumplida, educada y sobretodo, responsable con sus obligaciones; tanto jóvenes, como mayores han tenido su apoyo y su consejo. Ha educado en estos valores y principios, junto con su mujer, Consuelo, a sus cuatro hijos, quienes han seguido sus consejos y han heredado su carácter y su compromiso con la aldea. Se podían decir muchas cosas más y todas buenas, pero todos los que le conocéis, estaréis de acuerdo conmigo, que ha sido y es una persona que no ha hecho mal a nadie, sino al contrario, siempre que se le ha pedido su colaboración, ahí ha estado, ayudando a vecinos y familiares. Es un hombre que ha hecho mucho por la aldea, pues cuando eran necesarios pequeños arreglos de albañilería, allí estaba Luis, con su artesa y palustre. Con él se terminó el retejo, o las nuevas tejas, terminaron con su labor. Retejó e hizo pequeñas reformas en numerosas ocasiones a la Iglesia de San Antonio de Padua, a la Escuela y a casi todas las antiguas casas particulares de Fuente Álamo. Su verdadera historia es la que sigue:
Nació
en Fuente Álamo el 21 de febrero de 1928, en la casa que hay debajo de la Escuela,
donde su padre tenía una taberna. En esa casa vivió hasta que se casó en 1955. Recuerda
que había tres casillas, una de su tío Pepe, otra de su tío Adolfo, y otra de
su padre.
La Guerra Civil le cogió entre los 8 y 11
años. Se acuerda que se refugiaba en la Mina, para protegerse de los
bombardeos; otros niños y mujeres lo hacían en la cueva de Amor. La mina en
aquellos años tendría una longitud que revolvía y se introducía más de 10
metros, a él le contaron que antes se comunicaba con la Torre.
Con su padre estuvo trabajando en la
taberna hasta que se fue a la mili, donde despachaba vino, cerveza y
aguardiente, que por entonces se gastaba mucho.
Trabajó como todos los niños de su época:
desde siempre, y ya cuando tenía unos 14 años, ajustaron a Don Paco Serrano, para
segar la Haza de Granada, junto con Marcelino Ramírez Zuheros, y con “Matacán”,
que era de Las Caserías y se vino a vivir a la casilla de la Patrocinio.
De mozuelo pretendió, entre otras, a la
Pili “de la Bocabierta”, que era muy guapa, y que para hablar con ella por la
ventana, se subió en un parral que tenía unos palos podridos, que se quebraron
y se “dejaron venir”, pegando de pies en un pesebre y “esollandose” un brazo.
Cuando tenía 20 años (es de la quinta del
49), se fue a la mili, haciendo 3 meses de campamento en Seu d’Urgell (Lérida)
y después en Ribes de Freser (Gerona); estando en la mili un total 22 meses. Sirvió con Santiago Cano, “El
Alcalde”. De su quinta son también entre otros, Antonio
Aguilera Valverde, Juan Ibáñez Sánchez, Antonio Anguita Montañez, Juan Jiménez
Pérez, Francisco Expósito Nieto, Manolito González
Palomino, Emilio Malagón Ochoa.
Antes y después de la mili se iba a segar
a la Campiña (Porcuna, Valenzuela y Lopera) y cuando terminaban allí, se iban a
los Montes (Iznalloz. Domingo Pérez,
Dehesas Viejas, Benalúa de la Villas). Hizo una cuadrilla con los Bañeros (Isidoro,
Pedro, ect…) y se fueron a la Campiña, con un burro que tenía él (que era muy
alto), con Antonio “El Bañero” y con Fernando “El de la Pozuelas”. Estando en
Porcuna, recuerda, que se encontraron con José “El Ratón”, el hijo Blas Zamora,
que estaba allí de cura, y les
reconoció. El le llamaba José y no D. José, pese a ser sacerdote. Recuerda al
cura con su sotana negra y el “duro” en la cabeza. Les llevó a un bar y no les
dejó que pagasen, por ser la primera vez que había ido por allí a buscar
trabajo. Les encontró trabajo con los hermanos Morente, (Benito y Luis), que
tenían tierras también en Valenzuela y en Lopera. Estaban 35 ó 40 días y ganaban unas 300 pesetas al
ajuste, pero de sol a sol. Esto sería ya entre el año 1957 a 1960. Después, es
cuando se iban a los Montes: Domingo Pérez, Dehesas Viejas, Benalua de la
Villas, Campotéjar. En la Campiña se mantenían ellos, pero en Los Montes le
daban la comida. En Los Montes eran las cuerdas y en la Campiña, las fanegas.
Le pagaban la cuerda a 1.000 ó 1.500 pesetas cada una. Iban desde Fuente Álamo
andando, con un burro que él tenía para llevar el ato, la ropa y las hoces. Salían
por la mañana y llegaban por la noche.
Se casó con 27 años, con Consuelo
Carrillo Pérez, el 22 de Octubre de 1955, en la Iglesia de San Antonio de
Padua. No recuerda como se llamaba el
cura que les casó. Después de la ceremonia en la iglesia se fueron a celebrarlo
al cortijo de la Sangraera. En la puerta del cortijo, pusieron unas mesas y
sirvieron unos pollos asados, la tarta y también café. Los invitados eran toda
la familia, excepto el abuelo José Carrillo pues ya había fallecido. Juntó
6.000 pesetas en regalos. Cuando se casó se fue a vivir a Los Canales, al
cortijo de Pepe Villén, que era camionero y tenía un pastor con 300 ovejas.
Después se vino y compró la casa de la Escalerilla a un tal Domingo Martín,
hermano de Pedro Tangarín.
Cuando partió su suegro, heredó algunas
tierras, dedicándose principalmente al campo. Labraba Las Terreras y lo de su
padre, con los peones que daba en las aceitunas en los destajos de Fuente Álamo
y sobretodo con la obra menor, echaba la “temporá”. No emigró mucho porque su
verdadera profesión y vocación era la albañilería; tenía peón casi todos los
días en Fuente Álamo. Aprendió el oficio con un tal Andrés de la Rabita y su
hermano “El Manquillo”; y después, se puso por su cuenta. Se fue cuatro
temporadas a trabajar a la vendimia a Francia y en los años ochenta a La Mancha
(La Puebla de Almuradiel), donde ejerció
de padre, tío y tutor de jóvenes (entre ellos del que les relata), quedándose
encargado de ajustar y cobrar mi cuenta.
Siempre tuvo un mulo, que lo juntaba con
el de su cuñado Juan Carrillo, para formar una yunta. Después se quedó sólo con
su mulo y una ganga, donde el mulo iba enganchado en medio de dos raberos;
aunque ya se araba poco y sólo sembraba un poco de verde, pues se puso todo de
olivos.
Nunca le interesó la política, pese a que
se quedó con un apodo, que el nunca reconoció. El sólo reconoce el sobrenombre
heredado de su padre como Ranaco, que por cierto, le venía a su padre de un
panadero muy bueno de la Rábita, y fue porque su padre le puso “El Cabo” a Juanico
(el padre de Mateo el Guarda), y aquel le puso a su padre Ranaco, pues su padre
fue panadero en la casa que vivía Librada. La panadería se la vendió a
Francisco El “Pelón”, un hijo de Amor.
Ha
tenido sus enfermedades, como una trombosis, que le hace llevar la “cayá”, pues
le dio una parálisis en una parte del cuerpo. Tuvieron que operarle dos veces
por problemas de tripas pues se le hicieron nudos; después le salieron hernias.
Ahora a sus 85 años está bien, le falla un poco la vista, pero su mente sigue
lo suficientemente fresca, como para acordarse de todo lo relatado.
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