viernes, 27 de noviembre de 2020

RAFAEL AGUILERA VALVERDE. “RAFALILLO FLORÍO”. MAESTRÍA, SABIDURÍA Y BONDAD. II PARTE

         En la primera parte[1] vimos como Rafael y la música siempre han estado unidos, y como dijimos aprendió a tocar primero la flauta y después el clarinete de oídas,  formando incluso un grupo musical con su primo Benito que tocaba la batería y al violín, Pepe Aguilera el hijo de Víctor, hermano de Bonifacio. Tocaron en Cañahonda, en la Cruz de la Setilla y otros muchos festejos que se formaban por aquellas cortijadas. Amenizaron bodas, junto a Mateo “Perote”, entre ellas la de Custodio Zuheros y Mercedes Aguilera.

     En 1951 se alistó en el ejército, la quinta de este año hicieron la fiesta en la taberna de Francisco “El Pelón”. De su quinta eran José Jiménez Pérez, Antonio Montes López,  Pedro Ibáñez Nieto, entre otros, además del grajereño Román Aguilera “Romanillo”. Todos fueron destinados a Barcelona. Hizo 16 meses de servicio en el Cuartel de Lepanto en el cuerpo de Ingenieros Zapadores en el 41 batallón, donde coincidió con el fuentealameño Pedro Arenas Aguilera, que era de una quinta superior y recuerda y reconoce que  le ayudó mucho. Allí también coincidió con otro de su quinta, Juan Aguilera Cano “Cascorro”, a quien le escribía las cartas para la novia y era el encargado de los jardines. 
         Otro acontecimiento que le sobrecogió fue en 1954 el fallecimiento de una amiga de la juventud, llamada Flore, quien se quitó la vida a temprana edad y él acompañó a la familia en su triste despedida, cargando en sus hombros el ataúd, fue todo un triste acontecimiento que sobrecogió a familiares y amigos.

En la temporada 1956-57 estuvo trabajando en la reforestación de pinos en la provincia de Burgos, en concreto, en Agüera de Montija, Villasana de Mena, Irún de Mena. Allí coincidió con Manuel Aguilera “Remigio” y  su primo Julián de Valenzuela, Manuel, Antonio y Francisco Jiménez “Remendao”. Después estuvo unos cuatro meses en una fábrica de fundición  en Arga-El Berrón. Paraba en una pensión con Manuel Jiménez. Se vino con la intención de volver a la fábrica, solo se quedó allí Manuel “Remigio”.

       El 9 de diciembre de 1957, se casó con Rafaela Pareja Valverde, de los Cerinos, (familia a la que siempre estuvieron muy unidos los Floríos). Se unieron en matrimonio en la Iglesia de San Antonio de Padua de Fuente Álamo.  D. Santiago Cozar ofició la ceremonia y  la boda la celebraron en la era del cortijo de Los Cerinos. Como quiera que hacía poco tiempo del fallecimiento del abuelo Lorenzo, costumbres de la época, se casaron de luto, es decir, ambos con trajes negros.

    Siguiendo los pasos de su hermana mayor Francisca, casada con Mariano Sánchez del cortijo de los Martillos, y en 1958  se fueron a vivir a Villanueva de la Reina, donde él comenzó a ganarse la vida como maestro ambulante[2] por el campo, mientras que los fines de semana pelaba en su casa y si alguien enfermaba también ejercía de practicante. Por pelar cobraba de 3 a 5 pesetas. Con aquel cambio, al principio, le costó mucho adaptarse y se quedó muy delgado. Aún conserva una casa en aquel pueblo, donde sigue siendo recordándole como “El Maestro” y donde nacieron sus dos hijas. Fueron seis años de maestro de campo, de cortijo en cortijo en bicicleta, enseñando a la vez que preparaba a los niños para hacer la primera comunión. Les enseñaba lo básico, incluido gramática y los llevaba para hacer la primera comunión a Villanueva. Realizó una verdadera labor humana y pedagógica, de lo contrario hubiesen quedado muchos niños sin escolarizar en aquellos campos. Cobraba de 3 duros a 5 duros al mes, llegando a tener hasta 80 alumnos. Algunos  se colocaron en la metalúrgica Santana-Linares y uno de ellos llegó a ser diputado nacional por el PSOE en una de las primeras Cortes Democráticas (1982), Jorge Francisco Cremades Sena[3], con quien después de algún tiempo ha tenido un reencuentro telefónico y quien ha querido dedicarle estas palabras de agradecimiento:

 "Querido amigo Rafael, mi maestro, el que tanto me ha dado, entre otras cosas a no estar condenado a ser un analfabeto, quiero que sepas que te agradezco profundamente todo lo que hiciste por mí y por otros tantos niños condenados entonces en los campos andaluces a ser víctimas de todo y unos analfabetos recalcitrantes. Todavía llevo en mi mente y en mi corazón aquella llegada al cortijo en tu bici para darnos clases en circunstancias tan difíciles......y eso no tiene precio. La emoción que siento al volver a conectar contigo y saber que estás bien es indescriptible, aunque ni tú ni yo ya seamos aquel maestro joven ambulante y aquel chiquillo que era capaz de ver la luz a través de tus enseñanzas (yo también dediqué mi vida posterior a la educación, salvo un paréntesis que lo dediqué a la política) y seamos ahora dos personas con mucha edad que tuvieron la suerte de cruzarse en el momento oportuno para poder seguir adelante en aquellos años difíciles de los años cincuenta y más difíciles aun en el ámbito rural en que estábamos inmersos. En fin, maestro y amigo (los maestros siempre son amigos de los alumnos y viceversa), tendría que escribir un montón de folios para poder agradecerte todo lo que te debo, todo lo que hiciste por mí, pero como este no es el espacio adecuado para hacerlo, valga este breve mensaje de agradecimiento como osada intención de poner en valor lo que a lo largo de mi vida has representado ya que siempre tuve un infinito agradecimiento por todas las enseñanzas que pude aprender gracias a ti. Un abrazo inmenso y cuídate."

Después, en el año 1964, se fueron a vivir a Linares, comenzó a trabajar en la fábrica siderometalúgica relacionada con la fabricación de automóviles “Santana-Linares”. Un alumno llamado Pedro, a quien preparaba para su ingreso, se lo dijo y le rellenó la solicitud,  hizo un examen oral y entró después de hacer un cursillo de rectificadora de máquinas que hacían las piezas. Se colocó de rectificador, pero tuvo un accidente con la moto y pasó a control de calidad. Obtuvo varios reconocimientos, uno de ellos por puntualidad y no faltar nunca al trabajo. Allí estuvo hasta que se prejubiló en 1990.

Después de su prejubilación llevó una vida muy tranquila y feliz hasta que el 13 de junio de 2014 falleció Rafaela, su amiga, compañera, esposa y madre de sus dos hijas, con la que había estado unida cerca de 80 años, es decir toda la vida a excepción de los primeros 12 años, edad en la que se conocieron. Aquí nos detuvimos un rato para que me contase una preciosa historia de amor. Como en el horno de yeso que tenía quien luego fuera su suegro (Benito “Cerino”),  debajo de una piedra, se dejaban las cartas de amor. Allí, me cuenta, que Rafaela le dejó su primera foto. Aunque ya habían pasado algunos años de noviazgo, Rafaela no quería que su padre se enterara. Pues seguían siendo muy jóvenes. Pero ella hablaba por las noches y su hermana lo descubrió. Y empezó a hacerle un chantaje de hermana: "Si no vas tú a por el agua al pozo, le digo a papa que tu novio es Rafalillo el Florío". Y allá que iba ella a por el agua al pozo. Un día ya cansada de esto, le dijo:

"se acabó, si quieres decírselo, se lo dices, pero yo ya no voy a ir más a por agua sola" La casualidad, o no tanta casualidad, quiso que su suegro lo escuchara: " ¡Ah! Con que tu novio es Rafalillo el Florío... y ¿por qué no le dices que venga por aquí un día y habla conmigo?"  Ése fue el principio de lo que entonces se llamaba "una relación formal".


 Estos 90 años de vida puede valorarlos por lo general positivamente, aunque, como hemos visto, ha pasado por situaciones que le sobrecogieron.

    Reconoce que no tiene fuertes aficiones, salvo por la música, quizás algo por los toros, como linarense de adopción que es. Es totalmente apolítico. Le gusta estar bien informado y leer, aunque la vista ya no le da mucho juego. Es muy, muy familiar, siempre ha intentado mantener los vínculos familiares y sus amistades de la infancia y adolescencia,  permaneciendo aún clavados sus recuerdos en sus Floríos natales.

En este pequeño resumen biográfico se ha podido ver que la música le ha acompañado gran parte de su vida. Hemos visto como hacía sus propias flautas de caña, como le llegó su verdadera flauta y su primer clarinete, como componía las letrillas de las coplas y las coordinaba, como formó parte de aquellas murgas navideñas y de aquella agrupación familiar y de amigos que tocaban en las fiestas fuentealameñas…. Cuando se prejubiló, le regalaron sus hijas un clarinete para que retomara esta afición, e incluso estuvo dos años estudiando en el Conservatorio de Música de Linares, disfrutando de esa experiencia. Con el paso del tiempo se unió a un grupo en el Centro de Personas Mayores de Linares, en este caso tocando el laúd, actuando en locales de forma aficionada. Pero el destino hizo que su clarinete lo heredase su nieto Jaime, quien también ha heredado la misma pasión por la música. Hoy está en el Conservatorio Superior de Música de Granada estudiando Composición y Clarinete. Es el gran orgullo de Rafael, que ha visto como su afición se prolonga y se engrandece. Sin olvidar, que a su faceta pedagógica, también le han dado continuidad sus dos hijas: Josefa y Lourdes, a quienes agradezco su colaboración.


 PD.  Desde aquí animo a familiares,  amigos y  seguidores del blog, (al igual que ha hecho su alumno y amigo, paco cremades), que en el apartado de comentarios, dejen una pequeña dedicatoria a Rafael, seguro que le hará ilusión.


miércoles, 18 de noviembre de 2020

RAFAEL AGUILERA VALVERDE. “RAFALILLO FLORÍO”. MAESTRÍA, SABIDURÍA Y BONDAD. I PARTE

 


Desde que falta su mujer, me cuenta que ha perdido mucha ilusión y algunas memorias a corto plazo. Aunque noto, que conforme avanza la conversación le va viniendo un torrente de recuerdos, que no cesa de exteriorizarlos, mostrando su agradecimiento a todo lo que suena a fuentealameño. Desde que pude contactar con él, todo ha sido bondad,  generosidad y predisposición. Se le nota una fuerte carga emocional hacia lo que fue su aldea natal y sus gentes y más en concreto al paraje denominado Los Floríos[1], que le dio nombre el apellido de su abuela materna. Por ello debemos ser los demás fuentealameños los que estemos agradecidos a personas como Rafalillo, que dejaron huella, y que llevaron por bandera nuestro pueblo allí donde estuvieron. Son el símbolo de aquella época de los años 50, donde las murgas navideñas y las fiestas por cualquier acontecimiento se vivían de una forma especial, contribuyendo Rafael con su clarinete hacer la vida más llevadera después de tanta miseria. Aquella época en la que la familia y los amigos estaban por encima de todo. Estoy doblemente agradecido, cuando una persona de 90 años me dice: “He leído su libro dos veces…”, eso da mucho respeto de quien te lo dice y por otra parte demuestra su  interés por lo fuentealameño. La sencillez es una virtud de los hombres grandes, y Rafael es uno de ellos.

Rafael nació en su recordado paraje de los Floríos, el 17 de abril de 1930,  lugar que abandonaría temporalmente a los 6 años de edad con el inicio de la Guerra Civil y definitivamente en año 1958. Sin embargo sus raíces eran tan fuertes que hasta que pudo, siempre volvía para visitar a familiares y amigos e incluso los primeros años después de su marcha, cada temporada volvía a su antiguo trabajo en el molino de la Chinche. Allí se crió junto  con sus primos, los hijos de sus tíos Antonio y Anica, (que a su vez eran hermanos de sus padres), aunque las casas-cortijos estaban separadas, ellos vivían en la loma y sus primos más cercanos al arroyo. La saga Aguilera-Valverde eran tan grande y todos en edades similares, que cuando se les aplicaba las vacunas en el llamamiento el apellido se repetía una y otra vez.  Es el menor de seis hermanos.  Hijo de Rafael Aguilera Flores 1891 y de  María Valverde Pulido 1896. Tuvo como hermanos a  María Luisa 1917 casada con Mateo “de la Viñuela”, Francisca 1919 casada con Mariano Sánchez “Los Martillos”, Domingo 1920 con Rufina Zafra, Anastasio 1923 con Elena Garzón, José 1926 con Josefa Expósito. Cada uno de ellos, excepto  Francisca que vivió un poco tiempo en Los Martillos, y José que fue él último que habitó la casa familiar, por diversos motivos fueron saliendo de la casa-cortijo. Fundamentalmente era  la necesidad de abrirse caminos en otros lugares, muchas veces porque habían contraído matrimonio con personas de otras localidades. El mayor de los varones,  Domingo, ingresó en la guardia civil en los años 40 y vive también en Linares. Otros se situaron en las Caserías de San Isidro o en la Viñuela (Escarrihuela).

Nunca fue a la escuela oficial, debido a que cuando tenía 6 años estalló la Guerra Civil, y cuando regresaron a la casa natal, era casi ya un mozuelo en edad no escolar. Él mismo lo resume con la frase: “una noche se pasó y otra, nunca llegó”.  Eso no quita que tuviese una buena formación, pues era aplicado y sus padres pagaban a maestros no profesionales que iban por los cortijos enseñando las reglas básicas. Él solamente le pedía  a su padre que fuesen maestros que no pegasen. Unas veces les daban clases en la casa de sus primos, otras en la suya, o en el cortijo de los Cerinos. Antes de la Guerra Civil, durante la II Republica, ganó un premio en la aldea de las Pilas de Fuente Soto, tendría 5 años. Su primer maestro que se llamaba Julián, quiso llevar a sus alumnos más destacados a un concurso en la mencionada aldea. Recuerda que le pusieron encima de una mesa y le hacían preguntas sobre geografía, me dice: “los ríos y esas cosas”.  El premio fue un libro de historias. Su prima Inés consiguió también el primer premio de las niñas, y su otro primo Antonio “El Sordillo”, el segundo. Aquel maestro quería sacarse el título oficial de maestros y  les iban a llevar a Granada, según les dijo. La Guerra Civil lo truncó todo, se llevó su formación y lo que fue más grave: a su maestro, del que según le contó Pedro “El Trasperlista”, un proyectil le impactó de tal manera que no le encontraron ni las botas que llevaba.

Después de la Guerra tuvo otros maestros de campo, recuerda a Juan Rey Rojano “Topillo”. También tuvieron como maestro a Ángel la Calle, de Frailes, que les daba gramática. Pero con quien se profesaba verdadera fe mutua era con Matías Pérez “Borracho” de Fuente Álamo, quien también iba al cortijo a darles clase y algunas veces les pillaba guardando los marranos y como estos se le escapasen, la clase se pasaba. Después, en los años 50, estuvieron trabajando juntos en la recolección de la aceituna en Bujalance. Él  llevaba las cuentas de la cuadrilla y  entre ambos las ajustaron.

De los inicios de la Guerra Civil, sus recuerdos no son buenos. Tiene grabado el hecho de la muerte de una persona ocurrido en las cercanías del lugar donde vivían, en concreto de una persona de Algarinejo, que un destacamento rojo asentado en el Cerro del Ayozo mató.  Fue enterrado en la parte baja del Cortijo del Coscojar Bajo, a una distancia de 4 ó 5 hileras de olivos.  Pocos días después les llevaron los milicianos a San José de la Rábita.  Fueron al cortijo con mulos y les dijeron que no se movieran de allí, que no se cambiaran con los fascistas que los mataban, y al otro día fueron y se los llevaron, cosa que nunca entendió muy bien, pues eran una familia humilde. En San José estuvieron unos pocos días,

de allí solo recuerda que había muchas botellas rotas por el suelo, por lo que podía ser una antigua taberna. Pero como su hermano Anastasio y su primo Lorenzo se habían quedado con Antonio Ramírez  “Andanas” en el Cortijo del Ayozo, volvieron a por ellos y se pasaron con los nacionales. Primero estuvieron unos días en  las casillas de Estaban García en la Dehesa, después en el Cortijos del  Encinar en casa de una tía materna, y desde allí se marcharon a Alcalá la Real. Estuvieron parando en una casa en la Calle Ancha y después en una casa grande en el Llanete del Conde donde se acomodaron con un hombre llamado Tío Jarico que se les habían marchado sus hijos a la zona roja. En Alcalá permanecieron aproximadamente un año, pues recuerda que estuvieron la temporada de aceitunas. Se acuerda de los bombardeos sufridos desde el Puerto del Castillo donde disparaban los cañones, aún tiene grabado aquel silbido de los proyectiles y su impacto. En la Calle Ancha no explotaron y lo sacaron los artificieros. Circunstancias de la vida, sin que sepa el porqué, salvo que se debiera a una visita de enfermos,  vio a Antonio Ramírez Vico, hijo de Vicente Ramírez, en el hospital, muerto, y otro llamado Mere de las Caserías. Pudo escuchar a Vicente decir muy afectado: “Qué le ha pasado a mi hijo”.  Fue con su padre al hospital, donde  había en el suelo algunos muertos. Reconoció a Mere, aunque estaba muy negro. De pronto un hombre le dijo: “Niño que haces tú, aquí”. Y le recriminó a su padre: “Hombre, llévese a este chiquillo de aquí, no hace falta que vea estas cosas”. Piensa que pudo ser en el ataque a Alcalá la Real en febrero de 1937. Desde Alcalá se fueron a las Lagunillas de Priego. Durante el camino veía cómo los aviones por la Setilla batían sus alas y cómo los olivares movían sus ramas. Desde allí a Cabra. Paraban en un cortijo llamado Casilla la Mina a tres kilómetros de la ciudad. También pudo presenciar otro ataque republicano el 7 de noviembre de 1938 a dicha ciudad, recuerda que estuvieron tres mañanas seguidas sobrevolando los aviones, y al tercer día los bombardearon. Le pareció que se abría la tierra,  muchas de las personas que huyeron llegaron ensangrentadas al cortijo a refugiarse. Allí no sabían nada de guerra, estaban tranquilos. Su padre era el mulero mayor y su hermano Anastasio trabajaba con una yunta, a su hermano Domingo se lo llevaron a la guerra, estuvo en el frente nacional durante once meses en Peñarroya.

Una vez finalizada la guerra vuelven a los Florios en el año 1941. No hizo la primera comunión, la hizo después en la mili. Una vez reasentados, la familia intentó rehacer sus vidas. Él cuidaba los marranos, hasta que siendo un jovenzuelo, comenzó a trabajar como jornalero y con las yuntas del Cortijo del Coscojar, sustituyendo a su hermano Pepe y labrando las 4 fanegas de tierra de la familia. Trabajos que compatibilizó como contable en el molino de aceite de la Chinche, a donde volvía cada campaña incluso estando viviendo en Villanueva de la Reina. Hizo una gran amistada con Juanito el de la Chinche, su empleador, parando incluso en su casa.

Desde niño se le despertó la inquietud y la pasión por la música, él se hacía sus propias flautas con cañas, hasta que su hermano mayor Domingo, que estaba de Guardia Civil en un pueblo de Granada le mandó con José “El de la Cabrera” una flauta, que al verla y como no se lo podía creer, solo exclamó: ¡una flauta de verdad! Tocaba de oído, pues nunca pudo estudiar música,  pero  este arte, como veremos, va ser un continuum en su vida. 

Se inició en la Postguerra una de las etapas más felices de su vida, su familia, pese a las necesidades, era muy alegre y le gustaba formar fiestas tanto en las navidades, como en otros  acontecimientos festivos como arremates de aceituna, hasta el punto que Matías “Candio”, decía que como ellos no había otros, que era la mejor murga de todos los alrededores. Fueron muchos años de comparsas, donde su hermano Anastasio era el maestro, su primo Benito cantaba los estribillos y tocaba los platillos, y él la flauta  y el clarinete, que le cambió por un reloj de pulsera a un hijo del apodado “El Huérfano”. También era coordinador de las coplillas, para enlazar unas con otras. Su prima Inés era la que llevaba la voz cantante. La murga la formaban hombres y mujeres, después solo hombres. Se juntaban con los Cerinos y con los hijos de Fernando “Cagarruto”, de quien un hijo murió en una navidad de una meningitis. Formaban una gran comparsa en la Nochebuena, donde primero cantaban villancicos compuestos por ellos  y después pedían permiso al personal para cantarle coplillas a las mocitas. Aquello le gustaba mucho a la gente. Era una murga dirigida por el maestro, con zambombas, carrañacas, panderetas... que eran elaboradas por ellos mismos, incluso con un tambor que tocaba su primo Antonio “Sordillo”. También las coplillas eran compuestas por ellos, los más destacados eran su hermano Anastasio y Pedro Pareja “Cerino”, y una de las coplas comenzaba: “Anastasio el Florio y Pedro de los Cerinos, han inventado estas coplas para divertir vecinos”. Cosa que no gustó a algunos por señalarse, pero piensa, que seguramente fue a los que no componían nada. Como hemos dicho entremedias de los villancicos se cantaba:

“Señores ya han terminado las coplas de los murguistas, ahora vamos a empezar con varias de las mocitas (Pedro Pareja “Cerino”):

 “Las mocitas de hoy en día feas no existe ninguna,

 mientras existan cremas, coloretes y pintura” (Rafael Aguilera).

 “Cuando se pintan las uñas, los labios  y los lunares,

 y se peinan a lo loco,  el demonio las ampare”.

Muchas se ponen de bien pues que les parta un rayo,

 con el peinado tan liso y la cola de caballo. (Matías Pérez).

 Matías Pérez componía estas coplillas cuando estaban en la aceitunas en Bujalance en la temporada de 1955. Allí formaron una buena cuadrilla con Mateo, hermano de Matías y sus hijos Antonia y Amador.

Aprendió a tocar primero la flauta y después el clarinete de oídas,  formando incluso un grupo musical con su primo Benito que tocaba la batería y al violín,

Pepe Aguilera el hijo de Víctor, hermano de Bonifacio. Tocaron en Cañahonda, en la Cruz de la Setilla y otros muchos festejos que se formaban por aquellas cortijadas.

CONTINUARÁ…



[1] Los Floríos es un paraje de unas cuatro fanegas de extensión  donde estaban ubicadas  dos casas-cortijos perteneciente a La Colonia de Fuente Álamo que se extiende desde de Rajuña hasta la zona alta de Los Floríos.

 


sábado, 7 de noviembre de 2020

LOS VERA. SAGA DE JORNALEROS DE LA DEHESA DE FUENTE ÁLAMO. I PARTE.

 

Foto cedida por Rafael Aguilera Valverde

El apellido Vera es uno de los más renombrados y que más ha perdurado en el tiempo en la Aldea de Fuente Álamo. Casi todos los fuentealameños o gran parte de nosotros tenemos un antecedente o antepasado de la saga, y lo que es más llamativo, muchos de nosotros estamos enlazados por la sangre o por cadenas genéticas y lo desconocemos e incluso mantenemos desacuerdos o diferencias con gente de nuestra propia sangre. Tanto es así que me atrevo a decir que más del 50 por ciento de las actuales casas de vecinos de Fuente Álamo son descendientes  de los Vera: (Daniel de Antonia Vera Moreno, Mariana, Antonio y Francisco de Antonio Pérez Vera, Mercedes Ramírez de Juliana Vera Jiménez,  Paqui Pérez de Hipólita Aguilera Vera, Antonia de Asunción Pérez Vera, Manuel de Isabel Pérez Vera, Mercedes de José Vera Torres, Antonio Aguilera Valverde nieto de José Benito Aguilera Vera, Julia Pérez Vera hija de Sancha Vera, Victoria Pérez Vera de Cándida Pérez Vera, más otras muchas generaciones posteriores como José, Raquel, María Dolores, Antonio, Rafael Aguilera, Josefa Jiménez, Julia Vera…)

Los años 50 y 60, incluso los 70 del siglo pasado, la Dehesilla fue el bastión más fuerte de los Vera, con Quintín Vera Gutiérrez y sus cuatro hijos, entre ellos Domingo y sus cinco hijos y  Valentina y su hijo Francisco García Vera; Rogelio y su hijo Antonio Vera Aguayo a quien propiamente se le denominaba “Vera” o “Tío Vera” y su esposa Leona Vera. Por otra parte los hijos de Lorenzo Vera Castillo “Nano”, en concreto Pablo Vera o Hipólita Aguilera Vera vivían en la Dehesa propiamente dicha. En el Cortijo de los Floríos los hermanos Antonio y Rafael Aguilera, hijos de José Benito Aguilera Vera habían formado su propia saga en aquel bastión. La saga se fue expandiendo entre Fuente Álamo y Las Grajeras y la emigración los fue dispersando por toda la geografía española.

Partiendo del padrón de 1825, del que podemos decir que es el primero que considera a Fuente Álamo con entidad propia, pues en el padrón de 1801 a la gente que habitaba lo que después fuera su partido, se les anota dentro del partido de campo de La Rábita o de las Caserías. Así tenemos como base o tronco el formado por el matrimonio de Francisco de Vera, nacido en torno al año 1773 e Isabel Montañés nacida sobre el año 1790. Debo aclarar que los años de nacimiento son orientativos, dado que los datos están obtenidos de los distintos padrones municipales, y lo normal es que no concuerden con la fecha real.  Por situarnos en el tiempo y el espacio, en el padrón de 1837, Francisco de Vera aparece como jornalero viviendo en uno de los  cortijos de la Dehesa junto a su familia. Pero ya en el padrón de 1825 del que hemos partido, aparece inscrito el matrimonio con sus 5 hijos: Antonio de  15 años, Isabel (no consta edad), Francisco de 8 años, Josefa (no consta), Rosario  (no consta edad) y Antonia (no consta edad).

En el padrón de 1833 su hijo Antonio ya no aparece con la familia, pienso que por error tampoco se inscribe a su hija Josefa y se cambia el nombre de Rosario por Rosalía.

Mientras tanto, en 1837  en la Dehesa (cuna de los Vera) seguía viviendo Francisco con su esposa Isabel y sus hijos: Isabel de 24 años, Francisco de 22 años, Josefa de 20 años, Rosalía de 17 años y Antonia de 14 años. Antonio se había casado con Manuela Aguilera Reyes, y se habían instalado en el Cortijo de Loma de Zalamea, pero debió fallecer joven, pues en este padrón de 1837 Manuela ya era viuda haciéndose cargo de sus tres hijos: Francisco, María y José y sus dos hermanos huérfanos: Benito y José.

También hay que recalcar que después de 1837 no tenemos padrones hasta 1878, por lo que perderemos algunas líneas. El Registro Civil comenzó a funcionar a partir de 1870 y los Archivos Parroquiales su consulta es un tanto complicada. No obstante hemos conseguido seguir las líneas principales que continuaron asentadas en la Aldea.

Serían los hijos: Antonio, Francisco y Antonia los que continuaron con la saga en Fuente Álamo. Los demás hijos no aparecen más en los padrones de Fuente Álamo, bien porque se trasladaron a otras localidades o bien porque pudieron fallecer prematuramente.  

Ahora vamos a estudiar los descendientes de Antonio y de Antonia, dejando para otra publicación los descendientes de Francisco, entre los que me encuentro.

Antonio Vera Montañés 1809, se había casado en los años 30 del siglo XIX con María Manuela Aguilera Reyes 1810 tuvieron como hijos a Francisco 1831, María 1833, José 1835. A su cargo: Antonia, Ana, Benito 1820 y José 1823 (hermanos de Manuela). De ellos María y José continuarían la saga en Fuente Álamo, especialmente en la Dehesilla. José Vera Aguilera 1835 casado con Francisca Gutiérrez López 1833  tuvieron como hijos a Antonio 1860, Rogelio 1864, Valentina 1866,  Quintín 1869, Ángel 1873. De ellos Rogelio, Valentina y Quintín dejarían sus raíces plantadas en la Dehesilla donde proliferaron nuevas ramas, otras semillas fueron buscando terreno donde germinar en Las Grajeras o La Rábita.  María Vera Aguilera 1833 casada con Tomás Muñoz Torres 1828, pegujalero, natural de Castil de Campos (Córdoba), residencia en Fuente Álamo desde 1853 tuvieron de hijos a José 1862,  Benito 1866, Saturnino 1870, Tiburcia 1873). Tiburcia falleció en la Guerra Civil  y su hijo Miguel Ávila  Muñoz 1894 casado con Rafaela García Pérez 1897, sería víctima de la Guerra Civil al morir en la cárcel de Jaén. Sus descendientes Cipriano 1920 casó con Rosario Ávila, Gregorio 1924 y Ramona 1936 quedaron solteros y Carmen 1939 se casó Juan de Dios Anguita. Poco a poco fueron abandonando la aldea a finales de los cuarenta, algunos se establecieron en Palma del Río y otros en Alcalá la Real, en la Aldea solo quedó Gregorio Ávila García “Grigo”, donde falleció finales de los 70 del siglo pasado, sin descendencia al estar soltero.
Foto: María Anguita Ávila

Antonia Vera Montañés 1823
se casó con José Aguilera Mesa de las Caserías,  hijo de Manuel de Aguilera y Cecilia Mesa, cuyo hijo José Benito Aguilera Vera 1851 al casarse el 17 de octubre de 1874 con María Dolores Flores López 1854 formaría la Saga de Los Floríos. Si bien serían los hermanos Rafael y Antonio casados con las también hermanas María y Ana hijas de Lorenzo Valverde Díaz y Luisa Pulido Torres, lo que propiamente continuarían saga en Fuente Álamo. En la Dehesa se estableció Margarita casada con José Pérez López, siendo su hijo Eugenio quien no abandonaría la casa natal hasta finales los años 70 del siglo pasado. Estos eran los hijos: María Socorro 1884 (Priego). Vicente (Caserías). Benito (Caserías). Margarita 1886 & José Pérez López 1887: Higinio 1920, Ramón 1922, Eugenio 1924, Victoria 1926, Ángeles 1935. Rafael 1891 & María Valverde Pulido 1896: María Luisa 1917, Francisca 1919,  Domingo 1920, Anastasio 1923, José 1926, Rafael 1930[1]. Paula 1894 (Caserías) & Joaquín Fuentes Aranda. Antonio 1896 & Ana Valverde Pulido 1898: Inés 1922, Adoración 1923, Lorenzo 1924, Francisco 1926, Antonio 1928, Custodia 1930, Clemencia 1933, Benito 1934, María 1938, Carlos 1940.

Será a Rafael Aguilera Valverde  a quien dediquemos un próximo capítulo. Nos recordará aquellas murgas navideñas, los villancicos y coplillas de las mocitas que se cantaban en los años 40 y 50 y un sinfín de recuerdo acumulados en 90 años, especialmente aquellos vividos en sus Floríos natales.  



[1]  Rafael es un ejemplo de esa saga y al que le dedicaremos un capítulo especial.

martes, 3 de noviembre de 2020

LO NUNCA VISTO POR LA MARIANA DE FUENTE ÁLAMO

        


 
Mariana sufrió la Guerra Civil desde los 4 a los 7 años, le enseñó los dientes a la hambruna, conoció la embestida de la polio en un hermano, reparó la pérdida tierna de una hija…

Después, preservó a sus hijos contra la tuberculosis, sarampión, varicela y otros males.  Se vacuna cada año de la gripe. Creía que los avances sanitarios habían creado una burbuja que les haría inmunes a las pandemias pasadas.

            Estaba casi segura de que nunca más vería caerle bombas. Que las guerras de las que hablaban en la tele, estaban muy lejos. Que a su aldea nunca jamás llegarían, aunque lo de Cataluña le fue creando ciertas dudas (allí tiene una hija, nietos y biznietos). Que en el bunker de su aldea, sería difícil que llegara algo malo, porque allí solo había bondad y lejanía.


No quería ni pensar que  podría ver una cosa igual o parecida. Quería creer que ya había visto todo lo malo por venir.  Que solo quedaría lo bueno por ver y vivir.

            Pese a esa creencia, un tanto ilusoria, siempre estuvo recelosa. Recelo que les fue inculcando a sus hijos, dejándose llevar por ese instinto materno protector.  Para ellos, un tanto pesimista; para ella, basado en lo vivido.

            El día 13 de marzo se enteró por la tele que había, según ella, que "confitarse" a causa de un “bicho” que mataba a muchas criaturas. 

-Hoy han sido menos de 200 en España, -anunciaba su hijo, quien intentaba suavizar la información, para no crearle demasiada preocupación, a la vez que intentaba concienciarla de que algo malo estaba llegando y debía protegerse.

-!Ay Dios mío!¿ Eso son pocas criaturas? -objetaba ella, un tanto desconcertada.

            Oía la palabra "alarma" y le traía recuerdos de guerra, cuando se refugiaban de las bombas en la Mina del pueblo. “Confinamiento” era ponerse a salvo, refugiándose cada uno en su casa. Esta guerra se gana evitando el cuerpo a cuerpo. Veía cómo el parque cercano de su casa era precintado y cerrado, cómo un policía pasaba por las inmediaciones (circunstancia que no era habitual),  cómo las calles eran desinfectadas,  cómo el alcalde repartía mascarillas a los más vulnerables… 


El desasosiego por lo vivido, volvía a intranquilizarle. Estaba viendo lo que creía que nunca vería: que  su Comadre Mercedes pudiera salir a la calle por el simple hecho de tener un perro y ella no.