viernes, 31 de agosto de 2018

HISTORIA DE LOS TRES GUERRILLEROS DEL CORTIJO DE LA CANALEJA



Pilas de Fuente de la Encina
            Como era habitual, un día de casi finales de otoño, Antonio Ortega Serrano “Cojo Rayo” se encontraba en la zona del Cortijo de la Fuente de la Encina Alta “Cortijo Arriba”.  Iba caminando dirección a Las Mimbres para realizar la tarea propia de aquella época del año, consistente en la recolecta de setas de chopo. Lo que no resultó tan habitual fue el encuentro que tuvo  con unos hombres extraños en sus vestimentas y desconocidos por la zona,  con quienes no pudo intercambiar otra palabra que no fuese “un Dios, te aguarde”. Quedó sorprendido y con muchas dudas, que al día siguiente serían disipadas. No pudo sino observar cómo aquellos extraños se marchaban dirección al Cortijo de Valenzuela, término de partido de campo de Fuente Álamo.  
            Estos tres hombres, en la tarde noche del día 31 de octubre de 1946, llegaron al Cortijo de la Canaleja, situado al límite Este del partido de campo de Fuente Álamo. Se introdujeron en su interior solo con la fuerza estrictamente necesaria para doblegar la voluntad de sus moradores: una familia de labradores del Castillo de Locubín formada por José María, su esposa Rosario y su hijo menor Miguel, quienes eran los encargados o “caseros” del cortijo propiedad de  Manuel Duran Oria.
           
      Quizás en perspectiva de que la ocupación solo iba a durar aquella noche, o dadas las horas de llegada y “no habiendo avisado”, no obligaron a aquella mujer a que les hiciera una suculenta cena, como podría ser carne de los muchos animales que guardaban aquella familia de pastores. Tan solo les cocinó unas patatas fritas a lo pobre.
            Aquella noche no iba suponer ningún peligro para los visitantes del cortijo; el problema se planteó una vez que amaneció, pues era tarea habitual que el niño Miguel fuera a cuidar el rebaño de cabras y ovejas al Cortijo de Valenzuela propiedad de Fernando Villén, que se encontraba a unos 300 metros de distancia, enlazados por un camino. Por esta circunstancia, que se repetía día a día, José María recomendó a los inesperados visitantes, que el niño debía acudir a su trabajo como de habitual, puesto que de lo contrario comenzaría la familia Villén a preocuparse, lo que a su vez podría provocar que viniesen allí a preguntar por el niño. Ante este planteamiento, los “huéspedes” accedieron, advirtiendo al niño de que no podía decir nada ante el peligro que corrían sus padres. Pero el niño ya había sido instruido de contrario por su padre.
          
Vistas desde el Cortijo Arriba, al fondo el Cortijo Valenzuela
  Miguel llegó al cortijo de los Villén muerto de pánico, creando pronto sospechas en la familia. Tardó poco tiempo en contar lo sucedido, tal y como había procurado su padre. Mientras que el niño continuó con sus tareas habituales, Fernando Villén se desplazó a la Cortijada de Las Mimbres donde encontró a un tal Vázquez, que después fue nombrado Guardia Municipal, yerno del apodado “El Burrero”, quien se desplazó hasta Alcalá la Real y puso en conocimiento de la Benemérita todo lo que le habían contando.
            De inmediato se preparó un dispositivo formado por un pequeño ejército de Guardia Civiles, que no tardó nada en desplazarse al lugar. En dirección a la Canaleja, llegó una pequeña dotación del dispositivo al Cortijo de los Reventones, donde se encontraron con Eufemia Valverde, quien asustada fue reticente a abrirle la puerta.
           
 Una vez hicieron presencia en el lugar de los hechos, rodearon el cortijo y al darse cuenta de que habían sido delatados, dieron un tiro a José María, sin que le causara lesión grave y emprendieron la huida hacía el monte, siendo alcanzado uno de ellos a unos 200 metros en un pequeño majano de piedras  preparadas construir una choza situado en la propiedad de Manuel Pérez “Torres” tierra de rompizo situada en la parte baja de la Canaleja  denominada Loma Blanca, donde quedó un pañuelo de mano agujereado, que Custodio Pérez siendo un niño recogió. Los otros dos al saltar por un barranquillo fueron acribillados. Aquel día cuando Marcelino Pérez se disponía con su burra blanca a transportar estiércol para la hortaliza a la citada finca familiar,  su esposa Dolores le disuadió de hacerlo, pudo ser un presagio, que le evitó el verse envuelto en aquel tiroteo.
          
Foto de L.M. Sánchez Tostado
  Esta es la versión contada por Custodio Pérez Aguilera, que vivió en el Cortijo de los Reventones, próximo a la zona,  que no deja de ser más cierta o menos cierta que otra. Y a pesar de que los hechos le sorprendieron a la edad de casi 7 años, le quedaron muy grabados, y los fue reconstruyendo poco a poco en base a lo oído de su familia y vecinos.
            Los hechos han sido datados por el historiador Luis Miguel Sánchez Tostado, en su libro “Cencerro, un guerrillero legendario”, de donde hemos obtenido la identificación de los guerrilleros, las armas y objetos intervenidos, así como una fotografía que pudo ser incautada a los acribillados ese mismo día, en la que aparece retratado el grupo de “Cencerro”:  Se trata del jiennense Diego García Gómez, “Chirri”, colaborador de “Cencerro” y responsable local de las Juventudes Unificadas Socialistas de Jaén. Se había unido a la guerrilla unos meses antes, en julio de 1946, tras la redada contra un comité clandestino en la capital. Los otros dos eran los hermanos Juan Rivera Jiménez “Riverilla” y Carlos Rivera Jiménez, “Jeromo”, naturales y vecinos de Albolote (Granada), enlaces que aquel verano huyeron de los interrogatorios y las torturas. A los muertos se les intervino: “tres pistolas, una carabina Remigton, cuatro cargadores, unos prismáticos, un cuchillo de monte, un reloj, 5.950 pesetas, así como propaganda política clandestina, fotografías y documentación procedente de Jaén y Granada” (Sánchez Tostado, L.M. “Cencerro, un guerrillero legendario”, 2010”)
Foto publicada en el Diario de Jaén el 6-07-2016- Artículo de D. Luis M. Sánchez Tostado

            Los tres cuerpos acribillados fueron expuestos dos días en las puertas del Hospital de Alcalá la Real, con alto significado ejemplarizante. El número 2 y 3 son los hermanos Rivera.