Mariana sufrió la Guerra Civil desde los 4 a los 7 años, le enseñó los dientes a la hambruna, conoció la embestida de la polio en un hermano, reparó la pérdida tierna de una hija…
Después,
preservó a sus hijos contra la tuberculosis, sarampión, varicela y otros males. Se vacuna cada año de la gripe. Creía que los
avances sanitarios habían creado una burbuja que les haría inmunes a las
pandemias pasadas.
Estaba casi segura de que nunca más vería caerle bombas. Que las guerras de las que hablaban en la tele, estaban muy lejos. Que a su aldea nunca jamás llegarían, aunque lo de Cataluña le fue creando ciertas dudas (allí tiene una hija, nietos y biznietos). Que en el bunker de su aldea, sería difícil que llegara algo malo, porque allí solo había bondad y lejanía.
No
quería ni pensar que podría ver una cosa
igual o parecida. Quería creer que ya había visto todo lo malo por venir. Que solo quedaría lo bueno por ver y vivir.
Pese a esa creencia, un tanto
ilusoria, siempre estuvo recelosa. Recelo que les fue inculcando a sus hijos, dejándose
llevar por ese instinto materno protector.
Para ellos, un tanto pesimista; para ella, basado en lo vivido.
El día 13 de marzo se enteró por la
tele que había, según ella, que "confitarse" a causa de un “bicho”
que mataba a muchas criaturas.
-Hoy han sido
menos de 200 en España, -anunciaba su hijo, quien intentaba
suavizar la información, para no crearle demasiada preocupación, a la vez que
intentaba concienciarla de que algo malo estaba llegando y debía protegerse.
-!Ay Dios mío!¿
Eso son pocas criaturas? -objetaba ella, un tanto
desconcertada.
Oía la palabra "alarma" y le traía recuerdos de guerra, cuando se refugiaban de las bombas en la Mina del pueblo. “Confinamiento” era ponerse a salvo, refugiándose cada uno en su casa. Esta guerra se gana evitando el cuerpo a cuerpo. Veía cómo el parque cercano de su casa era precintado y cerrado, cómo un policía pasaba por las inmediaciones (circunstancia que no era habitual), cómo las calles eran desinfectadas, cómo el alcalde repartía mascarillas a los más vulnerables…
El desasosiego
por lo vivido, volvía a intranquilizarle. Estaba viendo lo que creía que nunca vería:
que su Comadre Mercedes pudiera salir a
la calle por el simple hecho de tener un perro y ella no.
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