miércoles, 3 de febrero de 2016

ANTONIO AGUILERA VALVERDE. UNO DE “LOS FLORIOS” DE FUENTE ÁLAMO.



Nació un día como hoy del mes de febrero de 1928. Nació y se crió en el Cortijo de Los Florios, (le dio nombre su familia apellidada Flores) hasta que la Guerra Civil les obligó a abandonarlo temporalmente. Hijo de Antonio y Ana, es el 5º de  10 hermanos  de los que actualmente solo quedan 6: Inés (f), Adoración (f), Lorenzo (f), Francisco (f), Antonio (él),  Custodia, Clemencia, Benito, María y Carlos.
 No hizo la Primera Comunión aunque no sabe por qué, parece ser que por entonces no se hacía, debido a que durante la Segunda República el estado se declaró aconfesional y  no había mucha tradición; es posible también  que la Guerra Civil estuviese relacionada.  Aprendió a leer y a escribir con un maestro de los llamados “garrotero” que iba con una yegua a dar clase desde la Pilas de Fuente Soto y que recuerda que le apodaban “El Zopillo”. Al toque de la  trompeta del maestro acudían a un cortijo determinado todos los niños de los cortijos de los alrededores. Todos los meses sus padres le pagaban el dinero correspondiente, era lo que hoy podría entenderse como  enseñanza privada. También  aprendió a sumar, restar y multiplicar, pero no pudo aprender a dividir por culpa del estallido de la Guerra Civil.
 El inicio de la Guerra le cogió con 8 años de edad estando en el cortijo, y recuerda que por la noche llegaron los rojos y se los llevaron a San José de la Rábita para protegerlos. Se llevaron con ellos  la olla cocida  en la mano y se la comieron en San José. Allí estuvieron 41 días en unas cuadras que fueron incautadas a  Francisco Casanova Camacho. Pero se habían quedado atrás su hermano Lorenzo y su primo Anastasio, que estaban guardando cochinos en el Cortijo del Ayozo propiedad de la familia Cornicabras; cuando pudieron, volvieron en su busca, pues sus padres no dejaban de acordarse de ellos. Fueron acogidos durante un mes en el Cortijo del Encinar (cerca de la Chinche) donde vivía su tía materna Inés, y desde allí se pasaron a la Zona Nacional, llegando a Alcalá la Real donde estuvieron otro mes, pernoctaron en una casa de la calle Ancha que se había quedado vacía al haber sido abandonada por otra familia que había huido de la Guerra. Estando allí, lo que no le hicieron las bombas que caían, se lo hicieron el sarampión y la escarlatina, atacándole al oído izquierdo; una deficiencia que tuvo que soportar durante toda su vida, y no solo esa sordera de la infancia, sino el sobrenombre de “Sordillo”, como seña de identidad. Recuerda que, durante los bombardeos de la ciudad, se refugiaban en la Iglesia de Consolación. Después, huyendo de la guerra y buscando lugares más seguros, llegaron a Las Lagunillas de Priego, donde estuvieron unos 6 meses, hasta que llegaron a Cabra  donde permanecieron 5 años.  En el año 1943 ó 1944  volvieron a su cortijo natal, después de casi 7 años de peregrinaje, ya casi hecho un hombre. Ya se había venido su compadre Rafael de Cabra, y les había  apañado su casa y labrado su tierra  durante un año o dos; cuando volvieron, ya se encargaron ellos de esas tareas.
Durante la Postguerra se dedicó a trabajar en el campo fuentealameño, dando  jornales, aquellos de sol a sol. Aunque cuando murió su padre en 1951 tuvo que emigrar dos temporadas a la siega en Bujalance,  donde daban unos 40 ó 50 jornales por temporada. Le pregunté lo de la pelliza y dice que ese era el Carbonero de la Colonia; se ríe a golpe de carcajada e insiste que él con pelliza no ha segado nunca.
 Se incorporó a filas en el año 1950, siendo destinado a Villa Sanjurjo, la actual Alhucemas. Allí estuvo dos meses cabales, pues a causa de la referida deficiencia en un oído lo licenciaron.  Le pregunté, de nuevo, si era verdad eso de que los mandos militares le arrojaron al suelo y a su espalda una moneda para comprobar si la había oído y se volvía para recogerla, él dice sonriendo que no es cierto, y que si se la echaron, él por lo menos no la oyó… y se vuelve a reír. De su quinta son: Santiago Cano Muñoz, Luis Cano Nieto, Juan Ibáñez Sánchez, Antonio Anguita Montañez, Juan Jiménez Pérez, Francisco Expósito Nieto, Manuel González Palomino, Emilio Malagón Ochoa (aunque éste no se incorporó al ser hijo de viuda)…
A su mujer, Iluminada, la conoció en los bailes que se celebraban en las casas de Domingo Aguilera “Arroyo”, Daniel Aranda de la “Casa la Huerta”, que por entonces era el alcalde de Fuente Álamo, de Los Guardillas (en la casa actual de Feliciano), donde había baile a menudo con músicos que venían de La Rábita. Mateo “Perote” tocaba el clarinete y su hermano Ángel la batería. Recuerda que Antonio Castillo “Caejo”, en la casa  que después fue de Pedro “El Trasperlista” tocaba el acordeón y visto que  nadie salía a bailar, dijo el músico enfadado: “esto no es baile, ni mierda”,  y se vuelve a reír.  También Enrique el del Molinillo tocaba el laúd, y se formaban buenos bailes, más arriba del Puente Suarez.
Se casó con Iluminada Valverde Ramírez el día 6 de abril de 1958 en la Iglesia de San Antonio de Padua, oficiando la ceremonia el párroco D. Santiago. El ambigú se ofreció en la taberna de Domingo Aguilera, donde  pusieron  aperitivos de queso y jamón y vino ect… le supuso un gasto de 2.500 pesetas, si bien en regalos obtuvieron 5.000 pesetas. La boda estuvo amenizada por un músico que tocaba el violín llegado de la Pilas de Fuente Soto.
Recién casados estuvieron viviendo 6 meses en casa de su suegro Luis. Después se fueron a vivir a Las Escalerillas durante 3 años, casa que fue después de José Arenas. Recuerda que aquella casilla se la puso  a su suegro Julián, por servirle. Estuvo allí 3 años y después se fue a la casas actualmente de de Feliciano Ibáñez que también fue de El Guardilla donde estuvo otros 4 años y después se hizo la casa en un local de su suegro, siendo su actual residencia, en la calle Sacristán.
Estuvo entre finales de los 60 y principios de los años 70, siete temporadas trabajando en el acondicionamiento de carreteras, en las provincias de Burgos y Santander. Donde recuerda como un mal momento aquel accidente, cuando un grupo de fuentealameños se desplazaban en autobús al norte de España para trabajar en el acondicionamiento de carreteras. Ocurrió sobre las 12 y cuarto de la noche, él todavía iba despierto. Un camión marca “Pegaso” cargado de azulejos venía a impactarles de frente, así que el chofer del autobús dio un volantazo a la derecha y el camión le golpeó en el lateral. A él le pillo sobre el medio y se dio con la cigarrera en la nariz.  Fue el verano de 1973, (año en que murió su madre). Iban, Juan Pérez Hinojosa,  Emilio y Pedro Malagón Ochoa y el hijo de este  Francisco Malagón Castillo,  Juan y Feliciano Ibáñez Sánchez, Juan y Miguel La Rosa Rodríguez, Rafalillo Castillo “Pandehigo”, Juan Aguilera Cano “Cascorro” y su hijo Juan Aguilera Cervera, Luis Valverde Pérez, el Agüelo de Puertollano, Chele, (el cuñado de la Boni de Lázaro) y alguno más que no recuerda. En el que desgraciadamente falleció el joven Francisco Malagón y resultó gravemente herido Juan Pérez.  Cuando vio que Juan no hablaba, ayudó a bajarlo y se lo alargó a los que estaban abajo, paró un coche y se fue con él al hospital de Valdepeñas. El autocar se quedó allí con todas las maletas por el suelo. Recuerda que cuando llegaron al hospital, vieron que se les había olvidado su carnet de identidad; el guardia le pidió los datos y se los facilitaron, haciéndoles al otro día unas preguntas en el cuartel. Los dos más perjudicados como ha dicho fueron Francis  y Juanillo, a quienes antes de venirse fueron a verlos al hospital. Al otro día, los recogió un autocar con destino a Fuente Álamo. Los que resultaron menos heridos volvieron, estuvieron 3 ó 4 días, durante los cuales se celebró el sepelio de Francisco y se marcharon de nuevo, ahora en tren, destino a Burgos. Tras esto le dieron unas 5.000 pesetas.
En los destajos de Fuente Álamo estuvo en La Cabrera y en las tierras de Paquito Sierra durante 18 ó 20 años recogiendo aceitunas, con quien tuve la suerte de coincidir en la cuadrilla en alguna temporada finales los años 70  y donde nunca le vi tan enfadado como aquel día, en el que Paco Anguita, siendo un jovenzuelo, le dio dos golpes sin querer con la vara: el primero lo resistió con resignación y sin hacer ningún gesto y solo dijo: “pos no que me ha dado el nene con la vara”, cuando a los pocos segundos de terminar la frase, sufrió otra descarga, y ya no pudo resistir y cogió la vara, se fue al medio de la hilera y en un intento de partirla por la mitad, la cogió con las dos manos e intentó golpearla contra la rodilla, sufriendo otra frustración, la arrojó al suelo.
Pero su verdadera profesión y vocación como ya contamos, ha sido la de talador, pues casi toda su vida profesional ha estado dedicada a ese oficio, en concreto 45 temporadas, 40 a hacha  y 5 con máquina de talar (motosierra). Todo empezó aquel día estando trabajado como aceitunero en el Cortijo de la Cabrera, cuando José Vera Torres le pidió que se fuera con él de aprendiz. Durante 40 temporadas estuvo a golpe de hacha, haciendo cortes parejos y lavados a muchos olivos de Fuente Álamo. Tenía verdadera  afición al hacha,  para lo que no solo es necesario tener buenos conocimientos sobre las ramas a cortar, sino disponer de la destreza suficiente y unas buenas hachas afiladas. Era también albañil aficionado, hacía cuatro chapuzas, pero no reconoce que le gustaba.
Le pregunté para que me contase uno de sus malos ratos y me contó con rabia contenida que una vez, hace ya más de 25 años le estafaron, para lo cual le echaron por debajo del sobaco un gas con un espray, de lo que se percató después pues se olía raro. Le pusieron de tal manera que él no se explica cómo pudo hacer aquello. Uno de los estafadores se sentó al lado suyo y junto con otro estafador, le dieron un cupón de la ONCE diciéndole que estaba premiado. Así que fue al banco y sacó 500.000 pesetas y se las entregó a cambio del billete, que evidentemente no estaba premiado. Me cuenta que también lo intentaron con otro vecino de Fuente Álamo llamado Vale González, pero éste corrió mejor suerte, pues le llamaron para que quitase la moto que estaba estorbando y por eso se salvó. Dice que cada vez que recuerda este episodio se pone malo.
En el verano de 1979, también se llevó un pequeño disgusto, por ese afán sobreprotector de sus hijos. Se lo dio su hijo Antonio, quien junto con un grupo de jóvenes fuentealmeños habían estado toda la noche de fiesta. Estaba trabajando en el paro, en el Camino del Baño, cuando el alcalde por entonces Antonio Pérez, le comunicó la buena noticia y le dijo que no se preocupara que su hijo ya estaba en su casa.
También ha tenido buenos momentos y alegrías, como el nacimiento de sus 5 hijos y 7 nietos. Otra de ellas cuando a finales de los años 70 tuvo la suerte de acceder en régimen de aparcero a una parcela del Cortijo de Clavijo, donde en un primer reparto se apuntaron todos los agricultores de Fuente Álamo. Les tocó a unos que tenían ya parcelas y a otros que no tenían, por lo que se decidió que el reparto fuera solo para los jornaleros que no tenían tierra  o menos de una fanega, estuviesen dados de alta en la cartilla agrícola y fueran los más necesitados. Así que fueron 21 fuentealameños los aparceros agraciados  (3 parcelas a cada uno), por las que tenían que pagar una renta anual de 6.500 pesetas al Ayuntamiento de Alcalá la Real. Después pudieron acceder a la propiedad mediante compra. 
También se siente orgulloso de haber hecho con sus propias manos una pequeña parcela en Las Amoladeras. Rompió el terreno que estaba lleno de retamas, porque el por entonces alcalde José Pedro, le dijo que aquello  no tenía dueño, que lo labrase y lo sembrase de habas, cebada… para cebar el cochinillo y le sirvió de pequeño sustento para la familia.
Foto familia Aguilera.
Siempre tuvo una burra como animal de carga y a la vez de compañía, que le llamaba Parda, porque nunca ha conducido vehículos a motor.
Ha colaborado con cualquier fuentealameño para el mantenimiento de la Hermandad, siendo hermano mayor de San Antonio, junto con Antonio Fuente “Tajos” y José “Benino”; así como en cualquier acto que se le ha pedido colaboración.
Cuando estaba soltero le gustaba ir a Sierra Morena con un grupo de amigos, pero no ha viajado mucho, salvo por los casos obligados de la emigración a Burgos o Santander, o de la mili, donde tuvo la oportunidad de montarse en barco y ver el mar. Después ha ido a Sevilla, ha visitado las Cuevas de Nerja, o el Pantano Cubillas, pero no ha ido nunca a bañarse a la playa. Volvió a ver el mar cuando acudió a la jura de la bandera de su hijo Antonio, que también sirvió en Melilla.
Aficionado a los toros, le gusta jugar a la baraja, sobre todo  al  tute, y brisca de compañeros, pero nunca se ha jugado el dinero. Cuando no encontraba compañero, le gustaba ver las otras partidas y les contaba los tantos a los jugadores, y le preguntaban cuantas llevamos Antonio y respondía “vámonos, 61” y se ríe.
La jubilación le vino a los 60 años, le mandaron una carta diciéndole que o se jubilaba o le quitaban el paro. Le empezaron a dar 42.000 pesetas.
Por lo que a enfermedades respecta, solo se ha operado de piedras en la vesícula y padece de artrosis en las rodillas, que le está imposibilitando poco a poco la movilidad, a parte del alto acido úrico. Y ahora se dedica a la vida contemplativa, a tomar el sol, a charlar con los amigos, a descansar, que ya se lo merece y a seguir con ese buen sentido del humor.

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