miércoles, 30 de octubre de 2019

ANTONIO CASTILLO PADILLA: HISTORIA DE LA YEGUA BLANCA DEL CORTIJO ARRIBA


       Antonio conocido en el pueblo como “Caejo”, padre de familia de trabajadores del campo y de oficio esparteros. Músico de afición, con su acordeón amenizó las fiestas fuentealameñas de los años 50. Nació en el Castillo de Locubín en 1906, hijo de Francisco Castillo Aguayo y de Petronila Padilla Rueda naturales de Castillo de Locubín y Fuente Álamo, respectivamente. Casado con Francisca Padilla García, con la que tuvo cuatro hijos. Tenía como rasgos característicos una  estatura 1.660 cm., pelo negro, barba poblada, cejas al pelo, color sano, ojos pardos y como señas particulares: una cicatriz en la cabeza.
            En el Procedimiento Sumarísimo de Urgencia nº  56313 es enjuiciado a raíz de la denuncia  del hijo del  labrador del Cortijo de la Fuente la Encina Alta “Cortijo de Arriba”. Dice de Antonio que es un sujeto de mala conducta, pues con anterioridad al 18 de julio de 1936 pertenecía al Partido Socialista, concretamente de la Directiva; que al venir la Revolución se lanzó a la calle y, provisto de una escopeta, intervino en todos los robos y saqueos cometidos en la Aldea de Fuente Álamo; y que fue uno de los que participaron en el saqueo de la Iglesia y la quema de los Santos; que fue a su casa, se llevó una yegua y que hasta la fecha ignora su paradero.
            En el informe, “a la carta”, de la Falange Española se dice: que conociendo el lugar donde se encontraban las Imágenes de la Iglesia, que habían sido escondidas por personas de orden, fue en unión de otros a dicho lugar, apoderándose de ellas y quemándolas.
            En el Auto de procesamiento de 16 de mayo de 1940 se reseña que con anterioridad al 18 de julio de 1936 pertenecía al Partido Socialista, siendo miembro de la Directiva. Al venir la Revolución se lanzó a la calle y, provisto de una escopeta, se puso de parte del marxismo. Tomó parte muy activa en los robos y saqueos de los domicilios de las personas de derechas entre los que se encuentran D. Vicente Aguayo Serrano, del que se llevó una yegua. Fue uno de los que más se distinguieron en la destrucción de la Iglesia y quema de los Santos. Más tarde ingresó en el Ejército Rojo. Está conceptuado como peligroso.
            En su declaración indagatoria judicial del día 16 de mayo de 1940, manifiesta que con anterioridad al 18 de julio del 36 pertenecía al Partido Socialista y de cuyo partido era de la Directiva. Preguntado si es cierto que al venir la Revolución se lanzó a la calle con una escopeta contesta que sí. Preguntado si es cierto que intervino en robos y saqueos contesta que sí. Preguntado si es cierto que intervino en la requisas de los domicilios de las personas de derechas entre ellas la casa de Vicente Aguayo Serrano, llevándose un yegua, contesta que sí. Preguntado  si es cierto que intervino en la destrucción de la Iglesia y quema de los Santos contesta que sí. Preguntado si es cierto que ingresó en el Ejército Rojo contesta que sí.
            Por lo que en Sentencia de 22 de julio de 1941, resultando probado que era afiliado al partido socialista antes del 18 de julio, de cuya organización fue directivo, miliciano y que a partir de esta fecha, prestó servicios de control, requisas, guardias y tuvo intervención en la destrucción de la Iglesias del anejo; se le condena a la pena de doce años y un día de reclusión temporal, como autor responsable de un delito de auxilio a la rebelión militar sin circunstancias, con las accesorias de inhabilitación absoluta durante el tiempo de la condena.
            Solicita el indulto el 12 de noviembre de 1945. El 29 de julio de 1946 el fiscal informa favorable  a la concesión del indulto, cuando ya había cumplido parte de la condena.
….
            Nos encontramos ante un nuevo caso de condena injusta, pese a reconocer Antonio todos los hechos que se le imputan. No pudo haberlo hecho sino coaccionado o mal asesorado, o por lo contrario en un acto de valentía impropio de aquellos tiempos de terror.
            La acusación principal fue el haber pertenecido al Partido Socialista y haber formado parte de su directiva. Antonio era Vocal de la Cooperativa afiliada a la U.G.T. poco antes del inicio de la Guerra Civil (en concreto el 10 abril de 1936), que intentaba arrendar el Cortijo de Clavijo para la Colectividad fuentealameña. La otra acusación era también la genérica para todos fuentealameños que habían pertenecido al bando perdedor y era la de haber participado en destrucción de la Iglesia y quema de los Santos, cosa que también reconoce. Pienso que hubiese dado igual, pues los otros acusados que no lo reconocieron, también fueron condenados a la misma pena. La sentencia ya estaba dictada, pues en un acto multitudinario, el hecho de estar por allí ya te condenaba.
            Curiosamente no resulta probado el hecho específico por el que fue denunciado por un vecino, que no fue otro que el apoderarse de su yegua, y que también reconoce. Es aquí donde más se puede sacar la conclusión de que si bien la acusación pudo ser cierta, no lo hizo él solo, como un vil cuatrero, sino en grupo y siempre cumpliendo las órdenes dadas y nunca en beneficio o aprovechamiento propio. La famosa yegua, al parecer blanca, ya apareció en el expediente abierto contra el entonces Alcalde Pedáneo D. Vicente Aguilera, que en función de su cargo se le pudo dotar de ese medio de transporte. Así Casimiro Vázquez Aguayo dice que dicho encartado, refiriéndose al Pedáneo, se presentó cuando el declarante estaba detenido en unión de otros que formaban un grupo de unos veinte o veinticinco en el cuartel de la guardia civil de San José de la Rábita montando una yegua que le robo a Cipriano Aguayo, cuyo valor en aquella fecha se elevaba a dos mil pesetas.
            Decíamos que tampoco fue él solo, pues José Vera Torres nos relata que el inicio de la Guerra le sorprendió cuando contaba once años de edad. En aquellos días estaba guardando cochinos en el Cortijo Arriba o Fuente de la Encina Alta, que labraba Cipriano, cuando llegaron unos 14 ó 15 hombres de Fuente Álamo, armados con garrotes, hachas, etc.  y  le dijeron: “Nene, ¿tú qué haces aquí?  Ahora mismo te vas y que guarde el tío éste, los cochinos con los güevos”.  A los cuatro días volvieron otros cuantos de Fuente Álamo, entre ellos Paco el apodado “El Verraco”, Tío Vera, Tío Arévalo, los hermanos Antonio y Manuel Castillo apodados “Caejo”, y “Tiromierda” y le preguntaron el por qué todavía no se había marchado. Manuel Castillo le dijo:  “Te voy a dar una patada y vas a pegar en la cañada, allí en lo hondo de los olivos”, a lo que su hermano Antonio, (nuestro encausado) le dijo: “Fíjate bien en el nene, que al nene le pegarás la patada, pero al padre, quizás no se la pegues”, y le dijo: “Vete a tu casa porque la cosa está muy mal” y dice recordándolo: “Mira tú, si estaría mal, que los cuatro días reventó la ballena”.  Aunque no recuerda si se llevaron la yegua, sí recuerda que con aquella yegua iba él a comprar tabaco a Las Grajeras, y que tenía que gastar mucho cuidado para que no le tirase entre los olivos. Como hemos visto, fue Antonio el que tuvo un cierto acto de humanidad con aquel niño-hombre, aconsejándole que se fuera a su casa porque las cosas no estaban bien.
            Para concluir, paradojas de la vida, la yegua, que fue requisada a un vecino considerado de derechas o nacional, y siendo montada por el Alcalde republicano en sus desplazamientos propios del cargo; pudo servir para salvar la vida de otra persona de los llamados de bien o de derechas, D. Francisco Sánchez-Cañete de Córdoba conocido en Fuente Álamo como “Francisquito”, según nos cuenta José, el hijo del Alcalde pedáneo: “su padre reventó una yegua  corriendo para llegar a tiempo a Alcalá la Real desde Los Martillos, (donde había una comandancia de la zona roja), y se presentó diciendo que el Sr. Sánchez-Cañete no había hecho nada”.
            Es posible que este fuera el trágico desenlace y a la vez heroico de la yegua blanca del Cortijo Fuente de la Encina, pues como declara su propietario después de la Guerra, aún no había aparecido.
            Como complemento a esta historia, su hermano Manuel también dio con sus huesos en la cárcel:
            Como anécdota que refleja el desencanto que aquella guerra produjo en las familias fuentealameñas, se dice que cuando regresaba Antonio del presidio, al asomar por la zona de la Piedra Gorda, la gente del pueblo fue a anunciarle la buena noticia a su esposa Francisca, quedando en shock y sin reacción, diciendo tan solo: “Y yo estoy aquí”.

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