Fuente Álamo, como atractivo turístico, no se ha dado a conocer lo suficiente a lo largo del tiempo, a excepción, de la época de auge de los Baños de Ardales sobre la segunda mitad del siglo XIX, y muy levemente en los años noventa del siglo pasado, con el llamado turismo rural.
El turismo receptivo está constituido,
básicamente, por los fuentealameños emigrantes que con la visita a sus
familiares, aprovechan para traer a su memoria los recuerdos de aquellos años
de su infancia, dando a conocer, de paso, a sus hijos, su aldea natal.
Esporádicamente, encontramos visitantes ocasionales, como maestros, párrocos,
trabajadores del campo, ect…, que alguna etapa de su vida la pasaron en Fuente
Álamo, y que regresan para recordar viejos tiempos.
Dicho esto, la aldea presenta un variado
atractivo turístico tanto desde el punto de vista paisajístico-natural, como
histórico-monumental.
Desde el Cerro se divisa una extensa
depresión de olivares que proporciona unas vistas, (en forma
semicircular), inmensas tanto en
amplitud como en belleza, que van chocando con los cerros de la Hortichuela
(Cerro de la Zarza), de Brácana, la Sierra de Vizcantar, la Tiñosa, las sierras
de las aldeas de Priego de Córdoba, la Sierra del Esparragal “La Alcaide”
o la más cercana Sierra de San Pedro,
dirección a La Rábita. Pueden visitarse una serie de enclaves que tienen cierto
encanto tanto por sus vistas, como por lo que entrañan en sí: es el caso de la
zona de la Mina, La Coronilla, La Era de Lore, El Peñón, La Cornicabra, el
Barranco Muriano, la Cruz de Clavijo, La Fuente de la Encina, ect… La visita quedaría casi completa con una
ruta por los vestigios que quedan de los cortijos que fueron reflejados por
Pascual Madoz en 1842 en el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones
de Ultramar, (Loma de Zalamea, Suárez, el Palio, Casa-sola, Coscojar Alto y
Bajo, Cornicabra, Gallardo, Valenzuela, Fuente de la Encina Alta y Baja, Clavijo,
La Cuesta y Árdales) que por supuesto también forman parte de nuestra historia.
Finalmente, la ruta se completaría con una visita a la moderna almazara de la
Cooperativa Nuestra Sra. del Rosario y así poder degustar nuestro excelente
aceite picual y obtener alguna noción de
lo que fue la antigua almazara de empriedro, prensas y capachos.
En cuanto al atractivo desde el punto de vista histórico-munumental, qué decir de la Villa Romana; si bien
sus grandes muros de sillares, columnas, y otros departamentos de uso directamente productivos
como balsas, cisternas, almacenes, etcétera, no soportaron el devenir del
tiempo, sí podemos apreciar una superposición y reutilización de elementos ya
desde el siglo I de nuestra era, quedándonos las bases o cimientos para conocer
una parte importante de historia de Fuente Álamo. Su Torre Almenara Atalaya,
por su tipología se adscribiría a los siglos XIII y XIV, época bajomedieval,
que pese a estar dentro de un recinto privado, no se puede olvidar que está
declarada Bien de Interés Cultural, con la categoría de Monumento, en
el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz. Es por eso que
debería ser más cuidada y convertirse en un buen reclamo turístico. A estos
monumentos se puede unir otros más modernos como la Iglesia de San Antonio de Padua del siglo XVIII, la Escuela de la Sagrada Familia,
reconstruida en 1948 y restaurada en tejado en nuestros tiempos.
Como dijimos, el turismo de balneario medicinal se desarrolló de forma no regular en
los Baños de Ardales durante prácticamente tres cuartos de siglo y que ya ha
sido objeto de amplio estudio, dedicando el presente trabajo al aspecto
turístico. Fue un negocio que se inició con la construcción en 1831 de la casa-hospedería y que haría
que llegasen a Fuente Álamo, enfermos de todas las procedencias sociales cuyas
dolencias esperaban corregir con un tratamiento intensivo de terapia a base de
aguas minero-medicinales. Si bien, en la mayoría de los casos eran pobres, en
otros, eran acomodados labradores que pagaban hasta 20 reales cada día. La afluencia de bañistas nos sirve para ver los
altibajos que sufrieron hasta su total declive o abandono, que fue progresivo.
Dicha concurrencia dependía en gran medida de la presencia o no de un
director-médico, o de los años buenos, cuando los pobres labradores recogían
cosechas regulares. Los primeros datos que tenemos son del año 1846 en el que el número de
concurrentes se regula de 150 a 200 en la temporada. Cada enfermo permanecía en
los baños de 15 a 25 días y la temporada se extendía desde el 1 de junio hasta
el 30 de septiembre. Según el Tratado completo de las fuentes minerales de
España, escrito por Pedro María Rubio en 1853, el precio de cada baño era de medio real. Constaba de 21
habitaciones de diferente capacidad. El precio de las viviendas era desde 3 a
12 reales diarios. Se establece una concurrencia anual calculada por un
quinquenio de 60 a 80 personas, cuyo número disminuyó. Componían la mayoría de
concurrentes, las mujeres de labradores poco acomodados. El numerario que quedaba
anualmente en el país por todos conceptos podía valuarse en 12 ó 14.000 reales.
En 1866
hubo una concurrencia de 209 bañistas, de los cuales, 6 personas, lo
hicieron por gusto y no por enfermedad. En años anteriores sólo venían 80 ó 100, debido a que ese año hubo
médico-director. Había 25 habitaciones
de diferentes capacidades para ser ocupadas por los bañistas, pagando por ellas
desde 3 hasta 8 reales dependiendo de la capacidad de las salas. Contiguo al
establecimiento pero unido a él, se
construyó y estrenó esa temporada un departamento donde podían estar 15 ó 20
pobres muy cómodamente y sin que tuvieran que pagar nada por habitarlo.
En
tratado “Aguas minerales. Tratado de hidrología médica: con La guía del
bañista y El mapa balneario de España”
escrito por Anastasio García López de 1869,
se indica que en el establecimiento había unas 30 habitaciones para alojamiento
de los bañistas, que se alquilaban desde 3 hasta 12 reales diarios. Los baños
se tomaban en pilas cuadradas pagándose por ellos una módica retribución, pues
sólo se abonaba medio o un real.
En la década de los 70, debido a que
el número de acomodados que concurrían era bajo y eran pocos los que pagaban 20
reales, el mantenimiento resultaba imposible. En concreto, en las temporadas de
1877, 1878 y 1879 su médico-director D. Luis Ramón
Trinidad Gómez de Torres, en sus informes, se dedica a hacer constar el estado
de abandono del establecimiento, mostrando su malestar con una serie
lamentaciones por ocupar los últimos lugares del escalafón balneario. Exponía
la falta de condiciones de este balneario para figurar en la lista oficial,
pues no tenía aguas, instalación, albergue, ni bañistas. Si bien esto podía ser
verdad, no era más cierto que los médicos estaban sometidos por la incompatibilidad y por la obligación de residir
forzosamente en establecimientos y tener que ocupar una plaza de oposición
donde obtenían escasos ingresos. En 1877 la concurrencia fue de 119 bañistas y según la estadística de
la temporada 1878, hubo 34 bañistas,
12 de Alcaudete, 8 de Priego de Córdoba, 11 de Alcalá la Real y 3 del Castillo
de Locubín de ellos 22 pobres y 12 acomodados. Unos podían pagar diez reales y algunos pagan veinte. Estos eran los
menos.
La procedencia de bañistas en la
temporada 1879 fue: 13 de Carcabuey,
21 de Alcaudete, 18 de Luque, 11 de Almedinilla, 10 de Priego, 10 de Alcalá la
Real, 14 de Fuente Tójar y 14 de Zamoranos, en total 109.
Desde
principios de siglo XXI fue llegando a Fuente Álamo, como en otros lugares, otro
tipo de “turismo sanitario”: el turismo anglosajón y cuyo asentamiento
definitivo ayudó a inflar la burbuja inmobiliaria, produciendo la
revalorización de las viviendas, que siempre estuvieron depreciadas. Todo ello
provocó que una veintena de fuentealameños hicieran el “negocio del siglo”,
comprando otra vivienda más cara en Alcalá la Real. Hoy, tras desinflarse la
burbuja inmobiliaria, la situación se está normalizando, muchos de los
“ingleses” se están marchando, dejando como legado las casas remodeladas pero
deshabitadas y en venta.
En
los años 90 con el boom de la economía española, también llegó a Fuente Álamo,
el turismo rural. Fueron varias las
casas que se rehabilitaron y se acondicionaron para atraer a los amantes de la
naturaleza y del paisaje de olivar. La casa de Emilio Malagón “La Tórtola”, la
casa de Feliciano Pérez en el Cerro y algún cortijo, se solían alquilar durante
los puentes, en Semana Santa o en el verano.
El
llamado “turismo familiar”, es el
procedente de la emigración definitiva y se produce sobre todo en días de vacaciones
de navidad y veranos, que se suelen utilizar para visitar a sus familiares que
aún les quedan en la aldea. Aquellos que en otros tiempos se llamaron
cariñosamente “limpiaorzas”.
En estos últimos años se han realizado visitas turísticas guiadas a la
almazara de la Cooperativa Nuestra Sra. del Rosario; o rutas rurales para
visitar la Torre, la Villa Romana, y demás
cortijos de Fuente Álamo; así como actos festivos para recordar las
tradiciones, como la celebración del día del Arremate.
Gracias Domingo por poner toda esta historia de Fuente Alamo me gusta recordar todo esto y esta interesante .Ya has tenido tu trabajo para hacer esto. Claro pero muy pocas persona lo podríamos haber hecho. Te Felicito por tu trabajo quedará para la historia.
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