En la entrada dedicada a la emigración hicimos referencia a la salida de los fuentealameños para incorporarse en el cuerpo de la Guardia Civil, como otra alternativa. Como dijimos, a aquellas “emigraciones forzosas” habría que sumar las originadas por el gran número de jóvenes fuentealameños que fueron nombrados guardias civiles. Lo que supuso el salir de la agricultura o “cultura del terrón” aportando nuevos ingresos procedentes del Estado, que sirvieron de alivio para la economía familiar, (siendo los sueldos no demasiado altos). Poníamos algunos ejemplos como Custodio Pérez Aguilera, Daniel Aranda, José Vega Ávila, Francisco Jiménez Pérez, Eusebio Fuentes Vera, Francisco Arenas Aguilera, José Escribano Moyano, Antonio Castillo Padilla, Perálvarez “Campiñas”, Custodio Sánchez González, Francisco Ibáñez Nieto o José Ibáñez Nieto, quien será el protagonista de esta entrada.
Los que le conocen de la infancia o de la
juventud solo tienen buenos recuerdos de él y cuando voy a Fuente Álamo,
siempre me los dan para que se los transmita. Hombre tranquilo, educado,
disciplinado, exquisito y cuidadoso con las expresiones. Puedo destacar de
primera mano, su carácter formal, amigo de sus paisanos, por los que se
interesa y está siempre disponible para charlar de su pueblo de nacimiento. De
allí salió cuando tenía 26 años, (además de los 5 años en la Guerra Civil y los
16 meses de mili).

Tenía dos años cuando estalló la Guerra
Civil, de la que no recuerda prácticamente nada, tan solo lo que le contaron
sus padres. Con esa edad tuvo que marcharse de Fuente Álamo con toda su familia, excepto sus abuelos paternos y su hermano Pedro, regresando cinco años después. Se marcharon a
Baena, ya que a su padre, juntos con otros nacionales, cada día les cogían los
milicianos, les formaba y después les decían que se podían marchar, por lo que
temía qué podrían hacer con él cualquier día. Consiguió a través de su cuñado Joaquín
Pérez, que tenía relación con los de izquierdas, que le dejaran y decidió
marcharse. Para ello cogió un mulo, cuatro mantas y las cosas imprescindibles, pasando
la primera noche en un cortijo cerca del río de Almedinilla, en casa de un
amigo. Después a los dos días siguientes continuaron hasta Baena, donde encontró
trabajó en un cortijo, pasando allí la guerra y dos años de posguerra.
En Fuente Álamo, su padre (antes de
marcharse), tenía, además de algunas propiedades, dos mulos, de los cuales uno
fue requisado por los milicianos, dejándole el otro para que pudiera marcharse.
En 1941 regresaron de Baena, recuperando su padre el otro mulo en Alcaudete. Las
tierras también las recuperaron, pero los troces de trigo que habían dejado
llenas, estaban vacías, pues habían sido gastadas por los milicianos en los
años de la guerra.
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Es
de la quinta del 55, compañero de Pedro Pareja, quien fue excedente de cupo y
no se fue. Fueron los dos a Jaén, Pedro volvió y él se quedó allí. Pedro es
primo segundo de él. Le tocó a Jerez de la Frontera en artillería antiaérea donde estuvo 16 meses
desde el día 14 de marzo de 1956 y hasta que se licenció en julio del 1957.
Recuerda que tres día después de incorporarse, el día de San José, su santo, estuvo todo el
día lloviendo, y él se lo tiró cosiendo botones de la ropa que le habían
entregado. El campamento lo hizo en San Fernando, fue cabo instructor y volvió
dos veces al dicho campamento como cabo instructor, cabo furriel, ordenando las
imaginarias. El brigada Iborra, le animó a hacer el curso de cabo primero, pero
si lo hacía tenía que renunciar al permiso de volver a casa, por lo que no
quiso hacerlo. Confiesa que le tiraba el ejército y eso luego le influyó para
su incorporación a la Guardia Civil.
Cuando regresó del ejército, estuvo
trabajando en los campos de Fuente Álamo. Trabajaba siempre con su padre, y
cuando terminaba sus aceitunas, alguna vez cogía aceitunas al destajo en el
Coscojal. El campo no le tiraba y pensaba cambiar, mientras estuviera soltero
estaba bien, pero vio la necesidad de independizarse. Las salidas eran arrendar
un cortijo, o trabajar como jornalero, cosa que no le gustaba y decidió
prepararse las pruebas para la Guardia Civil. Se exigían las cuatro reglas, un
problema, un dictado sin muchas faltas, teniendo siempre en cuenta la
caligrafía.
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Fue premiado en 1986 con condecoración
medalla y una placa por la emisión del mejor informe del año. En merito al más
destacado de los servicios de información del año.
Recuerda que uno de los peores momentos fue
cuando su hijo con 20 años se fue a la Guardia Civil en unos años de que tenía
muchas posibilidades de marcharse al País Vasco.

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