La
mili, con la Ley de 1940 se fue haciendo más justa y a principios de los años
50, pasados los miedos de la guerra, se fue suavizando poco a poco. Así los
hijos de viuda o los que sustentaban a la familia quedaban exentos, tenemos
varios casos en Fuente Álamo y no por ello, dejaron de hacerse hombres, pues ya
eran hombres desde niños, caso de José Antonio Serrano, Manuel Escribano, ect… Los
estudiantes podíamos pedir prórrogas, lo que nos ocasionaba hacer la mili casi
con 28 años de edad, como en mi caso, o podían elegir la Milicia Universitaria
o de Complemento, yo también me iba a presentar a dichas pruebas, pero en los
entrenamientos previos, un mal salto en el potro largo, hizo que cayese en mala
posición y se me produjese un esguince de tobillo, que me impidió presentarme a
las pruebas definitivas, convocadas para la semana siguiente.
En los años 60 se promulgó la Ley 55/1968, Ley General del Servicio Militar, con
esta ley, “La Blanca” se cogía a los 18 meses, si eras de reemplazo, sin
embargo, te podías ir voluntario antes de la edad establecida, firmando 20
meses, tenías la ventaja de elegir destino.
Con la llegada de la Democracia y
la aprobación de la Constitución, resurgieron los movimientos pacifistas y de
insumisos y se fueron promulgando leyes de exención, como la Ley de Objeción de
Conciencia de 1983, Prestación Social sustitutoria, etc... y así hasta el 31 de
Diciembre de 2001 en que se suspendió la mili, pero no se suprimió, siendo reemplazada
progresivamente por el actual Ejército Profesional.
Hecha esta introducción para conocer como
era la prestación del servicio militar a partir de los años sesenta,
continuaremos con ejemplos de soldados fuentealameños:
MATIAS
PEREZ PEREZ.- Se incorporó a filas
en enero de 1966 y se licenció en abril
1967, prestó el servicio en Compañía Automovilista de Madrid en Retamares,
División Acorazada Brunete, nº 1, como conductor de un REO. Durante tres meses,
a la vez que prestaba el servicio militar, trabajó como extra en el rodaje de
la película inglesa basada en al Segunda Guerra Mundial, “La Batalla de
Inglaterra”, cobrando hasta 500 pesetas diarias. Para ello y por azar la
matrícula de su camión salió afortunada en el sorteo y fue elegido a primeros
del 1967, para ser trasladado en tren, junto con otros 80 camiones, hasta un destacamento
en Loyola. La película fue rodada en Zarautz, Pasajes y Fuenterrabía, se les obligaba
mover los labios y no mirar a las cámaras, los camiones fueron pintados y
decorados como los de la Alemania Nazi. Cuenta que en el transporte de ida en tren, se olvidaron los mandos, de proporcionar
la comida para los conductores. En el rodaje de la película querían que los
extras trabajasen como militares a las órdenes de otros mandos que participaban
en el rodaje, siendo llamados por su jefe de Madrid para que sólo realizaran
las labores propias del rodaje y no sometidos a la disciplina militar de otros
mandos.
ANTONIO PÉREZ PÉREZ.- A mediados de 1977
se incorporó como recluta al campamento de Cerro Muriano-Córdoba, después de la
instrucción continuó el servicio militar en el Cuerpo de Artillería nº 14 en
Sevilla, el referéndum para la aprobar de la Constitución de 1978, retrasó unos
días su licenciamiento definitivo, a expensas de que no se produjese ningún
incidente. El día que cambiaría el devenir de España, le cogió prestando el
servicio militar.
En la mili la paga mensual era ínfima, a
veces ni llegaba o cuando llegaba ya te habías licenciado, sin embargo Juan
Rafael Aguilera, trajo de la mili “limpias de polvo y paja”, 1.000 pesetas, lo
que contaba a los amigos como una proeza
y de hecho lo fue, creo, que más grande que haber ganado una batalla militar.
Otro día que pudo cambiar la historia de España
fue el 23 de febrero de 1981 con el
fallido golpe de estado de Tejero. Por pura casualidad, la mañana de ese mismo día, fue llamada para afiliarle al Ayuntamiento
de Alcalá la Real, la quinta del 83, con 19 años, entre ellos Benito Vera
Pérez, José Antonio Serrano Cano, Antonio Ramírez Peinado, Vicente Martín
Arévalo, y Domingo Pérez Pérez.
Este
último, tras 8 prórrogas se incorporó a filas el 31 de mayo de 1.990 al CIR
Centro, campamento “Santa Ana” en Cáceres. Después de tres meses de instrucción
y por estar casado fue trasladado a Granada, a la Unidad de Ingenieros de
Telecomunicaciones, en concreto a la custodia de la antena de
telecomunicaciones ubicada en el Cerro San Miguel, donde prestó servicio dos
meses de soldado, dos meses de cabo y seis
meses de cabo primero.
Como dijimos al principio cada
fuentealameño tiene su propia historia de la mili y pese a dejar sin sorpresa a
mis futuros nietos, esta es la mía: Mi reemplazo era el 3º del año 1.990,
asignándome núm. 217 de recluta, en el CIR Centro, Campamento Santa Ana en Cáceres,
y quién me iba a decir a mí, a mis veintiocho años, que fuera yo, quien “ganara
la guerra”.
Era un día del caluroso mes de julio de
1990, cuando se habían programado unas maniobras militares a practicar en los
bosques extremeños de alcornoques y encinas a unos 20 kms a pie del campamento
de Santa Ana en Cáceres.
En
las maniobras se practicaban estrategias de ataque y defensa, es decir, “se
jugaba a la guerra”, de tal suerte, que fue elegido junto a cuatro soldados, para
atacar al grueso de la tropa que se encontraba en la parte alta del monte. Mientras
que la tropa subía a la cumbre, los cinco elegidos nos dispersamos en la parte
baja, para iniciar el camuflaje y sin ser detectados poder infiltrarnos en las
tropas enemigas para atacarlas. Mis compañeros pronto fueron “apresados”, pero
yo, aprovechando que pasaba una escuadrilla de reconocimiento por la zona en
que me encontraba, me coloqué justo detrás del último soldado y dada mi
estatura encaje perfectamente, sin que el cabo de la escuadra, ni nadie, se
percatase de mi presencia. De esta forma me subieron hasta donde estaba
posicionada el resto de su tropa. Una vez allí, me posicioné al lado del
teniente Margallo para que pudiera ver mi presencia, llegando incluso a intercambiar
alguna palabra y con la idea de que no hubiera dudas de mi “hazaña”, sin que se
percatase. Una vez cumplida mi misión, pero sin llegar a matar a nadie, baje
hasta el punto de partida. Finalizado el
juego de estrategias, faltando sólo un soldado en la batalla, que era yo, y
todos comenzaron a buscarme dando voces por aquellos bosques extremeños y
llamándome por mi nombre, quedando yo preocupado al oírles, sobre todo por el
arresto que me podían caer, pues pensaba en que creerían que me había perdido.
Cuando bajaron me encontraron, le explique mi táctica al Cabo 1º Belisario,
que fue el que me había elegido, ordenando el teniente Margallo, al cabo de la
escuadra en la que me había camuflado, que diera un paso al frente.
Recibí la felicitación del cabo primero
Belisario, con las palabras: ¡Chaval,
has ganado la guerra!, mientras que
el teniente Margallo decía al cabo de la escuadra: ¡Nos podía haber aniquilado a todos!
Con esta batalla se da por terminada la
historia de la mili en Fuente Álamo y queda abierta la entrada para que cada
fuentealameño a través de sus comentarios pueda contar la suya.
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