domingo, 2 de diciembre de 2012

HISTORIA DEL SERVICIO MILITAR EN FUENTE ÁLAMO. II PARTE



SEGUNDA PARTE (1960-1990)

               La mili, con la Ley de 1940 se fue haciendo más justa y a principios de los años 50, pasados los miedos de la guerra, se fue suavizando poco a poco. Así los hijos de viuda o los que sustentaban a la familia quedaban exentos, tenemos varios casos en Fuente Álamo y no por ello, dejaron de hacerse hombres, pues ya eran hombres desde niños, caso de José Antonio Serrano, Manuel Escribano, ect… Los estudiantes podíamos pedir prórrogas, lo que nos ocasionaba hacer la mili casi con 28 años de edad, como en mi caso, o podían elegir la Milicia Universitaria o de Complemento, yo también me iba a presentar a dichas pruebas, pero en los entrenamientos previos, un mal salto en el potro largo, hizo que cayese en mala posición y se me produjese un esguince de tobillo, que me impidió presentarme a las pruebas definitivas, convocadas para la semana siguiente.
En los años 60 se promulgó la Ley  55/1968, Ley General del Servicio Militar, con esta ley, “La Blanca” se cogía a los 18 meses, si eras de reemplazo, sin embargo, te podías ir voluntario antes de la edad establecida, firmando 20 meses, tenías la ventaja de elegir destino.
    Con la llegada de la Democracia y la aprobación de la Constitución, resurgieron los movimientos pacifistas y de insumisos y se fueron promulgando leyes de exención, como la Ley de Objeción de Conciencia de 1983, Prestación Social sustitutoria, etc... y así hasta el 31 de Diciembre de 2001 en que se suspendió la mili, pero no se suprimió, siendo reemplazada progresivamente por el actual Ejército Profesional.
Hecha esta introducción para conocer como era la prestación del servicio militar a partir de los años sesenta, continuaremos con ejemplos de soldados fuentealameños:

            MATIAS PEREZ PEREZ.-  Se incorporó a filas en  enero de 1966 y se licenció en abril 1967, prestó el servicio en Compañía Automovilista de Madrid en Retamares, División Acorazada Brunete, nº 1, como conductor de un REO. Durante tres meses, a la vez que prestaba el servicio militar, trabajó como extra en el rodaje de la película inglesa basada en al Segunda Guerra Mundial, “La Batalla de Inglaterra”, cobrando hasta 500 pesetas diarias. Para ello y por azar la matrícula de su camión salió afortunada en el sorteo y fue elegido a primeros del 1967, para ser trasladado en tren, junto con otros 80 camiones, hasta un destacamento en Loyola. La película fue rodada en Zarautz, Pasajes y Fuenterrabía, se les obligaba mover los labios y no mirar a las cámaras, los camiones fueron pintados y decorados como los de la Alemania Nazi. Cuenta que en el transporte de ida en  tren, se olvidaron los mandos, de proporcionar la comida para los conductores. En el rodaje de la película querían que los extras trabajasen como militares a las órdenes de otros mandos que participaban en el rodaje, siendo llamados por su jefe de Madrid para que sólo realizaran las labores propias del rodaje y no sometidos a la disciplina militar de otros mandos.
            ANTONIO PÉREZ PÉREZ.- A mediados de 1977 se incorporó como recluta al campamento de Cerro Muriano-Córdoba, después de la instrucción continuó el servicio militar en el Cuerpo de Artillería nº 14 en Sevilla, el referéndum para la aprobar de la Constitución de 1978, retrasó unos días su licenciamiento definitivo, a expensas de que no se produjese ningún incidente. El día que cambiaría el devenir de España, le cogió prestando el servicio militar.
En la mili la paga mensual era ínfima, a veces ni llegaba o cuando llegaba ya te habías licenciado, sin embargo Juan Rafael Aguilera, trajo de la mili “limpias de polvo y paja”, 1.000 pesetas, lo que contaba a los  amigos como una proeza y de hecho lo fue, creo, que más grande que haber ganado una batalla militar.
Otro día que pudo cambiar la historia de España fue el  23 de febrero de 1981 con el fallido golpe de estado de Tejero. Por pura casualidad, la mañana de  ese mismo día, fue llamada para afiliarle al Ayuntamiento de Alcalá la Real, la quinta del 83, con 19 años, entre ellos Benito Vera Pérez, José Antonio Serrano Cano, Antonio Ramírez Peinado, Vicente Martín Arévalo, y Domingo Pérez Pérez.
Este último, tras 8 prórrogas se incorporó a filas el 31 de mayo de 1.990 al CIR Centro, campamento “Santa Ana” en Cáceres. Después de tres meses de instrucción y por estar casado fue trasladado a Granada, a la Unidad de Ingenieros de Telecomunicaciones, en concreto a la custodia de la antena de telecomunicaciones ubicada en el Cerro San Miguel, donde prestó servicio dos meses de soldado, dos meses de cabo  y seis meses de cabo primero.
Como dijimos al principio cada fuentealameño tiene su propia historia de la mili y pese a dejar sin sorpresa a mis futuros nietos, esta es la mía: Mi reemplazo era el 3º del año 1.990, asignándome núm. 217 de recluta, en el CIR Centro, Campamento Santa Ana en Cáceres, y quién me iba a decir a mí, a mis veintiocho años, que fuera yo, quien “ganara la guerra”.
Era un día del caluroso mes de julio de 1990, cuando se habían programado unas maniobras militares a practicar en los bosques extremeños de alcornoques y encinas a unos 20 kms a pie del campamento de Santa Ana en Cáceres.
 En las maniobras se practicaban estrategias de ataque y defensa, es decir, “se jugaba a la guerra”, de tal suerte, que fue elegido junto a cuatro soldados, para atacar al grueso de la tropa que se encontraba en la parte alta del monte. Mientras que la tropa subía a la cumbre, los cinco elegidos nos dispersamos en la parte baja, para iniciar el camuflaje y sin ser detectados poder infiltrarnos en las tropas enemigas para atacarlas. Mis compañeros pronto fueron “apresados”, pero yo, aprovechando que pasaba una escuadrilla de reconocimiento por la zona en que me encontraba, me coloqué justo detrás del último soldado y dada mi estatura encaje perfectamente, sin que el cabo de la escuadra, ni nadie, se percatase de mi presencia. De esta forma me subieron hasta donde estaba posicionada el resto de su tropa. Una vez allí, me posicioné al lado del teniente Margallo para que pudiera ver mi presencia, llegando incluso a intercambiar alguna palabra y con la idea de que no hubiera dudas de mi “hazaña”, sin que se percatase. Una vez cumplida mi misión, pero sin llegar a matar a nadie, baje hasta el punto de partida.  Finalizado el juego de estrategias, faltando sólo un soldado en la batalla, que era yo, y todos comenzaron a buscarme dando voces por aquellos bosques extremeños y llamándome por mi nombre, quedando yo preocupado al oírles, sobre todo por el arresto que me podían caer, pues pensaba en que creerían que me había perdido. Cuando bajaron me encontraron, le explique mi táctica al Cabo 1º Belisario, que fue el que me había elegido, ordenando el teniente Margallo, al cabo de la escuadra en la que me había camuflado, que diera un paso al frente.
Recibí la felicitación del cabo primero Belisario, con las palabras: ¡Chaval, has ganado la guerra!,  mientras que el teniente Margallo decía al cabo de la escuadra: ¡Nos podía haber aniquilado a todos!
Con esta batalla se da por terminada la historia de la mili en Fuente Álamo y queda abierta la entrada para que cada fuentealameño a través de sus comentarios pueda contar la suya.

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