jueves, 11 de diciembre de 2025

NOVIEMBRE 2011- DICIEMBRE 2025: MEMORIA DE CATORCE AÑOS DE UNA ALDEA UNIVERSAL

Santiago de Córdoba///   Historiador
      Como historiador social, lo más importante de la historia de un pueblo, de una aldea o de un barrio no son los que ocupan un lugar privilegiado que dan los estamentos políticos y económicos, sino son su gente, sus vecinos, las familias. Es lo que Miguel de Unamuno definía como la intrahistoria, aquella que "... los periódicos nada dicen de la vida silenciosa de los millones de hombres sin historia que a todas horas del día... se levantan a una orden del sol, y van a sus campos a proseguir la silenciosa labor cotidiana y eterna...esa vida intrahistórica, silenciosa y continua...es la sustancia misma del progreso, la verdadera tradición eterna".

         Es desde este concepto que tengo sobre la historia de los pueblos que titulo «Noviembre 2011- Diciembre 2025: Memoria de catorce años de una aldea universal». No obstante, el historiador ha de justificar el relato por las fuentes primarias de los hechos, aquellas  que se plasman en los documentos y por las fuentes orales.

     Cuando en noviembre de 2011, Domingo Pérez inicia su blog “para la reconstrucción de la Historia de una aldea olvidada: FUENTE ÁLAMO”, desde ese momento Fuente Álamo entró en Internet dejando  de ser solo un lugar físico y pasa ser también un lugar accesible para los habitantes de cualquier parte del mundo.

         Hasta 2011, la memoria de la aldea vivía sobre todo en tres sitios: en las casas (álbumes, cartas, relatos), en los archivos y en la conversación entre vecinos. Con el blog, esa memoria se publica, se ordena y se comparte, y por tanto se vuelve universal: puede leerla un emigrante en Francia, un nieto en Cataluña, una investigadora en Londres, o alguien que nunca ha pisado Fuente Álamo pero busca comprender la vida rural, la emigración, la guerra, los cortijos, las fiestas o los Baños de Ardales.

     “Universal” no significa “famosa”; significa ser y estar en la Tierra. Significa que la historia local ya no depende de estar presente en el pueblo o de conocer a alguien que te la cuente. Significa que Fuente Álamo entra en el mapa digital del mundo y puede ser consultada, citada, compartida y transmitida. Internet convierte una aldea pequeña en una aldea abierta.

     Además, el título funciona como una segunda lectura: Fuente Álamo es “universal” porque lo que cuenta el blog —familia, trabajo, emigración, patrimonio, memoria, pérdidas y esperanza— no es solo de Fuente Álamo. Es la historia de muchos pueblos, y por eso cualquier lector puede reconocerse. Lo local, cuando se narra con verdad y detalle, se vuelve universal.

         Una vez que he justificado el porqué Fuente Álamo es “universal”, también el por qué es la “Memoria de catorce años de una aldea”, resumiendo los días, meses y años que el titular del blog, Domingo Pérez Pérez ha dedicado a la que fue su cuna: Fuente Álamo.

 

         El mes de diciembre de todos los años es el mes que siempre llega con su manera particular de poner orden en la memoria: el frío aprieta, el calendario se estrecha y, casi sin darnos cuenta, buscamos en los cajones —los de casa y los de la cabeza— aquello que no queremos que se pierda. En Fuente Álamo, donde el tiempo parece avanzar a otro ritmo, esa necesidad de rescate se vuelve todavía más urgente, porque lo que no se escribe se desvanece, y lo que no se nombra corre el riesgo de no haber existido. 

Cuando Domingo Pérez abrió este blog el 26 de diciembre de 2011, lo hizo con una idea sencilla y obstinada: dejar constancia. No para “contar historias bonitas”, sino para reconstruir, pieza a pieza, la historia de su aldea que durante demasiado tiempo ha vivido en la periferia del relato. Desde aquella primera entrada, el gesto fue mucho más que escribir: fue rescatar. Rescatar nombres, fotos, historias, documentos, paisajes y costumbres; rescatar, en definitiva, la certeza de que una aldea también merece relato, y de que el paso del tiempo no tiene por qué llevarse lo esencial. Con los años el blog ha sido, sin pretenderlo Domingo, una casa abierta: una ventana para quien está cerca, una brújula para quien se fue y un pequeño faro para quien un día querrá saber de dónde viene. 

A lo largo de estos años el blog ha crecido con una constancia admirable: el archivo muestra un recorrido continuado desde 2011 hasta 2025, con años especialmente fecundos y una variedad temática que habla de trabajo y de amor por lo propio. Y esa variedad no es dispersión: es una forma de mirar. Escribir sobre Fuente Álamo exige mirarla entera: lo íntimo y lo colectivo, lo cotidiano y lo excepcional. Por eso Domingo siempre que ha escrito es como quien recorre un álbum familiar y un archivo histórico a la vez: lo doméstico y lo público van de la mano, y de ahí nace el valor del conjunto. 

El titular del blog ha intentado que Fuente Álamo aparezca en todo aquello que es vital para la conciencia social de sus habitantes: no solo en sus fechas señaladas, sino en su vida diaria; no solo en sus monumentos, sino en su gente; no solo en lo que ocurrió “arriba”, sino en lo que pasó aquí abajo, en los cortijos, en los caminos, en las cocinas, en las celebraciones y en las ausencias. Porque la historia de un lugar pequeño no es pequeña: es íntima, y por eso mismo duele y enseña. En un pueblo, una fecha no se recuerda por el día del calendario, sino por la cara de quien la vivió, por el sitio donde se dijo, por el trabajo que había en el campo, por la lluvia que no llegó o por la carta que vino de fuera.

        Quizá el corazón del blog esté en “Gente de Fuente Álamo”. Ahí la historia deja de ser abstracta para volverse humana, con biografías que conservan lo que en los pueblos se pierde con demasiada facilidad: la vida concreta de cada persona, sus circunstancias, sus caminos, su dignidad cotidiana. En el décimo aniversario del blog Domingo recordó que ya se habían publicado “más de 230 artículos”, y que una parte importante estaba dedicada precisamente a la vida y obra de fuentealameñas y fuentealameños. Y fue así: poner nombres y apellidos a lo vivido es una forma de justicia. Es también una forma de cariño. Escribir para que nadie se borre del todo.

         Pero no todo en esta memoria es amable. Otro de los grandes pilares —quizá el más delicado— es la Guerra Civil y la posguerra, donde el blog se convierte en memoria y en documento. Domingo ha abordado el conflicto desde lo local (que es donde más duele y más enseña), y también el movimiento obrero agrario anterior, con referencias concretas a la organización en la aldea —como aquella sociedad obrera “La Espiga Floreciente” (1931)— y a las sombras posteriores: incautaciones, violencia, represión y silencios que duraron décadas. Esa mirada no busca reabrir heridas: busca nombrar lo que existió, porque lo innombrado se repite y lo documentado, al menos, se entiende.

    Cuando ya no quedan testigos directos, la responsabilidad pasa a los papeles, a los archivos, a los recuerdos dispersos y a quienes quieran reunirlos sin odio y sin miedo.     
    En paralelo, el blog ha ido levantando un mapa sentimental y patrimonial: monumentos, lugares, cortijos, caminos, aquello que sostiene una identidad. La Torre Almenara Atalaya, declarada Bien de Interés Cultural, aparece como símbolo del patrimonio que no debe resignarse a la ruina: no basta con describirla; hay que defenderla. Porque la Torre no es una piedra vieja: es un testigo. Y los testigos, si se dejan caer, dejan al pueblo sin espejo. Del mismo modo, el cuidado del patrimonio religioso y artístico (con la Virgen de las Mercedes y otras piezas necesitadas de atención) se convierte en una llamada a la responsabilidad compartida; y ese compromiso ha continuado en 2025 con el seguimiento de la restauración de cuadros en colaboración con el taller universitario especializado. A veces, conservar una pintura o un marco es conservar un trozo de la vida que pasó por la iglesia: bautizos, bodas, funerales, fiestas patronales… El arte, en un pueblo, no es solo arte: es memoria en forma de imagen. 

        Si hay un asunto que atraviesa el blog como una corriente subterránea, es el de los Baños de Ardales: su auge, su importancia social y económica, y su desaparición. Ya desde el inicio el tema se situó en primer plano, y después se amplió con datos, propietarios, descripciones, y hasta con el peso de lo material: comunicaciones malas, caminos difíciles, abandono… Los Baños son, en el fondo, una metáfora de Fuente Álamo: lo que pudo ser, lo que fue, lo que se perdió, y lo que aún puede recuperarse al menos como conocimiento y memoria. Hay pérdidas que no se pueden reparar con ladrillos, pero sí con verdad, con investigación y con relato.     
    Y junto al patrimonio, la vida: la emigración (con listas, destinos, apodos, familias), la infancia, las mujeres, las fiestas, las primeras comuniones y bodas, la mili… En esas entradas Domingo ha ido investigando y, algunas veces, descubriendo el pasado de sus ancestros: que la historia de un pueblo no está solo en los grandes hechos, sino en las rutinas, en las celebraciones, en las palabras que se dicen y se repiten. Por eso también hay espacio para el lenguaje popular, para expresiones y dichos que guardan carácter y época, como un pequeño diccionario vivo de la aldea. Porque la forma de hablar también es una forma de ser; y cuando se pierde una palabra, muchas veces se pierde un modo entero de mirar el mundo.

         Con el tiempo, este trabajo constante de Domingo ha dado un paso más: salir de la pantalla y tomar forma de libro. No como un “capricho de autor”, sino como una manera de fijar y ordenar, de poner un lomo en una estantería para que el conocimiento no dependa solo de una conexión a Internet. Un libro, además, permite algo que el blog a veces no consigue: darle continuidad lineal a un tema, juntar piezas que estaban repartidas, sostener una lectura larga, ofrecer un cuerpo completo.

     Y así fueron naciendo cuatro publicaciones que, de algún modo, resumen también el itinerario del blog y el propio latido de Fuente Álamo en estos años. En dos de ellas he participado: en un prólogo y en un epílogo

 

1)      “Baños de Ardales de Fuente Álamo” (2016): el patrimonio perdido que aún puede contarse 

Este fue el primer salto al papel. Y no es casual que naciera de los Baños: allí confluyen memoria, economía, paisaje y ruina. El libro reconstruye con detalle la historia de aquel balneario que funcionó durante los siglos XIX y XX, con una cronología sostenida por documentación y por referencias que permiten situarlo en el tiempo con precisión. Su mérito principal es haber tomado un lugar casi desvanecido —del que quedan ruinas y recuerdos sueltos— y haberlo convertido en un relato coherente, comprensible y verificable.

         La obra muestra que los Baños no fueron “una anécdota” ni un rincón pintoresco: fueron un espacio curativo y social, un foco de actividad que atrajo visitantes, generó vida económica, y dejó huella en la zona. Al describir su materialidad —capilla, hospedería, pilas, distribución— el libro logra que el lector “vea” lo que ya no ve. Y al reunir documentos, fotografías, referencias y reconstrucciones, consigue lo más importante: que el patrimonio perdido no se convierta en fantasía. En ese sentido, su valor es doble: histórico y moral. Histórico, porque fija hechos. Moral, porque demuestra que la desmemoria también es una forma de abandono. Si tuviera que hacer una crítica “en positivo”, diría que la obra tiene una virtud rara: levanta un edificio de palabras donde el edificio real ya no está, y lo hace con respeto, con rigor y con un tono que no cae en la melancolía vacía. No idealiza: explica. Y explicando, salva.

 

2)      “Patrimonio Cultural Material de Fuente Álamo” (2019): inventario, conciencia y llamada a la responsabilidad

Si el libro de los Baños habla de lo perdido, este habla de lo que todavía puede salvarse. Su publicación tuvo algo de declaración de intenciones: ordenar el patrimonio material de la aldea, ponerlo en valor y, sobre todo, recordarnos que un pueblo sin memoria visible acaba pareciéndose a cualquier lugar, hasta desaparecer del todo.

         La obra funciona como un inventario con alma. No se limita a enumerar: contextualiza, compara, señala riesgos, sugiere caminos. En sus páginas el lector comprende que el patrimonio de Fuente Álamo no es un “lujo cultural”, sino un capital identitario que puede educar, unir, atraer y sostener. Se insiste en la idea de “marcar” lo que somos: desde la Torre Atalaya a la villa romana y otros restos, pasando por edificios y elementos vinculados a la historia reciente. Y hay un detalle que me gusta porque dice mucho: la referencia a “siete maravillas” fuentealameñas como recurso pedagógico y emocional, para que el patrimonio no sea un listado frío, sino una forma de orgullo bien entendido. Un orgullo que no presume: cuida.

         Este libro, además, interpela. Nos obliga a preguntarnos por qué lo evidente (conservar lo propio) acaba siendo siempre una tarea de unos pocos. Y enlaza con un problema que atraviesa el siglo XXI rural: despoblación, envejecimiento, falta de relevo. Cuando no hay manos jóvenes que reciban, la memoria se queda sin manos. Por eso “Patrimonio Cultural Material…” es también un libro sobre el futuro: sobre lo que aún el gobierno municipal de Alcalá la Real y los pocos habitantes que quedan de la vaciada aldea de Fuente Álamo están a tiempo de hacer, y sobre lo que perderán si no lo hacen.

 

3)      “Genealogía de Fuente Álamo. Nuestros primeros antepasados” (2023): raíces, vínculos y el hilo que cose el tiempo

Hay aldeas que pierden su gente por la emigración; pero hay una forma de traerla de vuelta, aunque sea simbólicamente: devolverle su apellido, su origen, su lugar en la cadena. Domingo lo escribió a partir de esa necesidad, que también era una realidad: en un pueblo pequeño, los apellidos son caminos; y seguirlos es recorrer la historia social de la aldea.

     La metodología es clara y, a la vez, emocionante: partir del padrón de 1825 —como primer padrón específico del partido de campo de Fuente Álamo— y descender, escalón a escalón, hasta el presente, siguiendo decenas de apellidos y conectando aquellos primeros pobladores con descendientes actuales. El libro no se queda en la lista: intenta reconstruir vínculos, desplazamientos, incorporaciones de nuevas familias, y contextualiza hitos documentales que ayudan a comprender cuándo y cómo Fuente Álamo va teniendo entidad y vida administrativa reconocible. Su mérito es enorme porque la genealogía, cuando se hace bien, exige paciencia, comprobación, cruces de datos y humildad ante el error posible.

         Lo más valioso —y aquí está mi  crítica positiva— es que la obra no pretende cerrarlo todo: pretende abrir. Está pensada como punto de partida para que cada familia continúe su árbol, para que hijos y nietos tengan un mapa, para que quien vive lejos pueda volver con una brújula. En un mundo donde la identidad se vuelve líquida, tener raíces no es mirar atrás con nostalgia: es saber desde dónde se camina. Y para un pueblo con tanta emigración acumulada, este libro cumple una función afectiva: repara distancias. No devuelve a la gente a vivir aquí, pero la devuelve a pertenecer.

 

4)      “Guerra Civil en Fuente Álamo. La Batalla de la Cornicabra” (2024): memoria difícil, precisión necesaria y reparación 

La Guerra Civil suele contarse desde arriba: grandes frentes, nombres de generales, fechas de manual. Pero la guerra se entiende de verdad cuando baja al terreno: cuando toca las casas, divide a los vecinos, altera la vida diaria y deja un miedo que dura generaciones. Este libro se construye desde esa convicción y lo hace desde un episodio concreto, la batalla del 30 de marzo de 1938 en el Cerro de la Cornicabra y Las Albarizas, presentada como un hecho con relevancia militar y con consecuencias en la zona. A partir de ahí, el estudio se abre: contexto previo, movimientos, retaguardia, vida cotidiana bajo tensión, y, sobre todo, la sombra posterior.

 Hay un elemento que considero esencial y que distingue este trabajo: la unión entre memoria y responsabilidad presente. El libro se vinculó a una iniciativa de reparación material de obras de arte dañadas durante la guerra: un lienzo con señal compatible con impacto y otras piezas con desperfectos visibles. Ese gesto convierte la memoria en algo tangible: restaurar también es recordar, y recordar también es cuidar. La historia, cuando se narra sin cuidado, se vuelve arma; cuando se documenta y se acompaña de acciones de reparación, se vuelve advertencia y aprendizaje. Tuve el honor de prologar el libro y decir:

 

«Desde la Introducción ―pórtico que abre este libro― hasta el final, Domingo Pérez muestra buena vecindad con todos los que habitan o se fueron de Fuente Álamo. Personalmente le felicito por haber expuesto la verdad sobre los hechos que sucedieron durante la Guerra Civil (1936-1939) y la Dictadura (1939-1975). Hubo vencedores y vencidos, pero denuncia que no puede existir equidistancia en las causas que provocaron la Guerra Civil. Con sus palabras:

     “Aunque intento establecer cierta equidistancia, me es imposible mantenerla”.

     Viene a decir, pero con otras palabras, lo que escribió François Mauriac (1885-1970), francés de profundas convicciones católicas y premio Nóbel de Literatura en 1952:

     “En las múltiples guerras de la vieja Europa nunca hubo una más injusta y un final más injusto que el de la guerra civil española”.

     Domingo, a pesar de no ser equidistante en las causas y sus consecuencias, sí guarda equidistancia emocional con las víctimas nacionalistas y republicanas. No me extraña en él la humanidad mostrada, concepto filosófico por el que hombres y mujeres tienden a compartir y actuar socialmente en sus respectivos ámbitos, que en su caso, en el 2023, es en Fuente Álamo, aldea despoblada con 137 habitantes, entre los que existen, sin duda, una diversidad compleja en aspectos económicos, políticos y sociales-religiosos-culturales-éticos».

    En 2025, con jornadas culturales y visitas al propio cerro, el libro ha seguido generando conversación, lecturas y aportaciones. Y mi “aproximación para la lectura” que publiqué en el blog añadiendo un marco útil para interpretar correctamente la historia y sobre todo hechos determinados: desigualdades rurales, nacimiento de organización obrera local, fases del conflicto, represión, posguerra y memoria. Esa aportación ayuda a situar el relato en un paisaje social más amplio, sin perder el anclaje local. La crítica amplia que haría de este libro es doble: por un lado, su valor histórico (poner nombre y contexto donde suele haber rumor o leyenda); por otro, su valor humano (recordar sin convertir el pasado en arma arrojadiza, sino en aprendizaje y advertencia). Esa es, quizá, la parte más difícil de cualquier historia de guerra contada desde un pueblo: mantener la precisión sin perder la compasión. 

Y ahora, al cerrar 2025, vuelvo al origen. Este blog no lo ha sostenido solo Domingo; también ha contado con la presencia —aunque sea mínima, conviene decirlo con honestidad— de algunos vecinos y lectores. Donde esa participación se ha hecho verdaderamente visible ha sido en los actos que Domingo ha convocado: presentaciones, jornadas y encuentros en los que la palabra se convierte en comunidad.     Por eso, este no ha sido un blog encerrado en sí mismo: ha sido un espacio de conversación e impulso cultural, con momentos en los que la investigación sale de la pantalla y se vuelve abrazo y encuentro. Cuando un pueblo conversa sobre sí mismo con respeto, gana futuro; y cuando lo hace con documentos, fotografías y memoria, gana además dignidad. 

        No sé qué traerá 2026. Sí sé lo que me gustaría: que Fuente Álamo tenga más manos jóvenes para sostener lo que queda; que el patrimonio no sea un “tema”, sino un deber compartido; que la memoria no se convierta en un lujo; y que quienes viven lejos sientan que, de algún modo, aquí siguen teniendo una casa. Porque un pueblo no desaparece solo cuando se vacía: desaparece cuando deja de contarse.  

       Para que nada desaparezca, mientras pueda, como vecino adoptivo de Fuente Álamo, seguiré participando de la única forma que sé hacerlo: escribiendo sobre Fuente Álamo y sus gentes, y acompañando —en la medida de mis fuerzas— el trabajo de Domingo Pérez Pérez, titular de este blog. Desde 2011 hasta este 2025 que termina, él no solo ha querido recordar el pasado para que no se olvide, sino procurar que el futuro de su aldea, Fuente Álamo, no nazca huérfano.

Andújar,  diciembre  de 2025

2 comentarios:

  1. Fuente Alamo is a beautiful village, overooking the valley and having wonderful views - particularly of the magnificent sunsets. The villagers are very friendly to me, and they organise fiestas and meetings with meals. I will always be happy to have lived here.

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    1. Muchas gracias, querido seguidor del blog, habloparlante de ingles y de seguramente de origen. Como mi inglés no es muy bueno, pues en Fuente Álamo cuando estudiábamos no enseñaron el francés, me he permitido echar de mano de Google para conoce su comentario: "Fuente Álamo es un pueblo precioso, con vistas al valle y maravillosas vistas, especialmente de las magníficas puestas de sol. Los lugareños son muy amables conmigo y organizan fiestas y reuniones con comidas. Siempre estaré feliz de haber vivido aquí". Todo lo que dice es verdad y quizás los que nacimos allí no lo sabemos valorar, especialmente esas puestas de sol y ese valle o depresión dirección a la Rábita y a la provincia de Córdoba. Me alegro que te sientas bien y que participes en los actos sociales que se organizan en la aldea. Un abrazo y te animo a que sigas participando. Hace algún tiempo coloqué en el blog un traductor de inglés pero como no había participación lo quité, pero si quiere lo vuelvo a colocar.

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