Santiago de Córdoba/// Historiador
Como
historiador social, lo más importante de la historia de un pueblo, de una aldea
o de un barrio no son los que ocupan un lugar privilegiado que dan los
estamentos políticos y económicos, sino son su gente, sus vecinos, las
familias. Es lo que Miguel de Unamuno definía como la intrahistoria, aquella
que "... los periódicos nada dicen de la vida silenciosa de los millones
de hombres sin historia que a todas horas del día... se levantan a una orden
del sol, y van a sus campos a proseguir la silenciosa labor cotidiana y
eterna...esa vida intrahistórica, silenciosa y continua...es la sustancia misma
del progreso, la verdadera tradición eterna".
Es desde este
concepto que tengo sobre la historia de los pueblos que titulo «Noviembre 2011-
Diciembre 2025: Memoria de catorce años de una aldea universal». No obstante,
el historiador ha de justificar el relato por las fuentes primarias de los
hechos, aquellas que se plasman en los
documentos y por las fuentes orales.
Cuando en
noviembre de 2011, Domingo Pérez inicia su blog “para la reconstrucción de la
Historia de una aldea olvidada: FUENTE ÁLAMO”, desde ese momento Fuente Álamo
entró en Internet dejando de ser solo un
lugar físico y pasa ser también un lugar accesible para los habitantes de cualquier
parte del mundo.
Hasta 2011, la
memoria de la aldea vivía sobre todo en tres sitios: en las casas (álbumes,
cartas, relatos), en los archivos y en la conversación entre vecinos. Con el
blog, esa memoria se publica, se ordena y se comparte, y por tanto se vuelve
universal: puede leerla un emigrante en Francia, un nieto en Cataluña, una
investigadora en Londres, o alguien que nunca ha pisado Fuente Álamo pero busca
comprender la vida rural, la emigración, la guerra, los cortijos, las fiestas o
los Baños de Ardales.
“Universal” no
significa “famosa”; significa ser y estar en la Tierra. Significa que la
historia local ya no depende de estar presente en el pueblo o de conocer a
alguien que te la cuente. Significa que Fuente Álamo entra en el mapa digital
del mundo y puede ser consultada, citada, compartida y transmitida. Internet
convierte una aldea pequeña en una aldea abierta.
Además, el
título funciona como una segunda lectura: Fuente Álamo es “universal” porque lo
que cuenta el blog —familia, trabajo, emigración, patrimonio, memoria, pérdidas
y esperanza— no es solo de Fuente Álamo. Es la historia de muchos pueblos, y
por eso cualquier lector puede reconocerse. Lo local, cuando se narra con
verdad y detalle, se vuelve universal.
Una vez que he justificado el
porqué Fuente Álamo es “universal”, también el por qué es la “Memoria de
catorce años de una aldea”, resumiendo los días, meses y años que el titular
del blog, Domingo Pérez Pérez ha dedicado a la que fue su cuna: Fuente Álamo.
▄
El mes de diciembre
de todos los años es el mes que siempre llega con su manera particular de poner
orden en la memoria: el frío aprieta, el calendario se estrecha y, casi sin
darnos cuenta, buscamos en los cajones —los de casa y los de la cabeza— aquello
que no queremos que se pierda. En Fuente Álamo, donde el tiempo parece avanzar
a otro ritmo, esa necesidad de rescate se vuelve todavía más urgente, porque lo
que no se escribe se desvanece, y lo que no se nombra corre el riesgo de no
haber existido.

Cuando Domingo
Pérez abrió este blog el 26 de diciembre de 2011, lo hizo con una idea sencilla
y obstinada: dejar constancia. No para “contar historias bonitas”, sino para
reconstruir, pieza a pieza, la historia de su aldea que durante demasiado
tiempo ha vivido en la periferia del relato. Desde aquella primera entrada, el
gesto fue mucho más que escribir: fue rescatar. Rescatar nombres, fotos,
historias, documentos, paisajes y costumbres; rescatar, en definitiva, la
certeza de que una aldea también merece relato, y de que el paso del tiempo no
tiene por qué llevarse lo esencial. Con los años el blog ha sido, sin
pretenderlo Domingo, una casa abierta: una ventana para quien está cerca, una
brújula para quien se fue y un pequeño faro para quien un día querrá saber de
dónde viene.
A lo largo de
estos años el blog ha crecido con una constancia admirable: el archivo muestra
un recorrido continuado desde 2011 hasta 2025, con años especialmente fecundos
y una variedad temática que habla de trabajo y de amor por lo propio. Y esa
variedad no es dispersión: es una forma de mirar. Escribir sobre Fuente Álamo
exige mirarla entera: lo íntimo y lo colectivo, lo cotidiano y lo excepcional.
Por eso Domingo siempre que ha escrito es como quien recorre un álbum familiar
y un archivo histórico a la vez: lo doméstico y lo público van de la mano, y de
ahí nace el valor del conjunto.
El titular del
blog ha intentado que Fuente Álamo aparezca en todo aquello que es vital para
la conciencia social de sus habitantes: no solo en sus fechas señaladas, sino
en su vida diaria; no solo en sus monumentos, sino en su gente; no solo en lo
que ocurrió “arriba”, sino en lo que pasó aquí abajo, en los cortijos, en los
caminos, en las cocinas, en las celebraciones y en las ausencias. Porque la historia
de un lugar pequeño no es pequeña: es íntima, y por eso mismo duele y enseña.
En un pueblo, una fecha no se recuerda por el día del calendario, sino por la
cara de quien la vivió, por el sitio donde se dijo, por el trabajo que había en
el campo, por la lluvia que no llegó o por la carta que vino de fuera.
Quizá el
corazón del blog esté en “Gente de Fuente Álamo”. Ahí la historia deja de ser
abstracta para volverse humana, con biografías que conservan lo que en los
pueblos se pierde con demasiada facilidad: la vida concreta de cada persona,
sus circunstancias, sus caminos, su dignidad cotidiana. En el décimo
aniversario del blog Domingo recordó que ya se habían publicado “más de 230
artículos”, y que una parte importante estaba dedicada precisamente a la vida y
obra de fuentealameñas y fuentealameños. Y fue así: poner nombres y apellidos a
lo vivido es una forma de justicia. Es también una forma de cariño. Escribir
para que nadie se borre del todo.

Pero no todo
en esta memoria es amable. Otro de los grandes pilares —quizá el más delicado—
es la Guerra Civil y la posguerra, donde el blog se convierte en memoria y en
documento. Domingo ha abordado el conflicto desde lo local (que es donde más
duele y más enseña), y también el movimiento obrero agrario anterior, con
referencias concretas a la organización en la aldea —como aquella sociedad
obrera “La Espiga Floreciente” (1931)— y a las sombras posteriores:
incautaciones, violencia, represión y silencios que duraron décadas. Esa mirada
no busca reabrir heridas: busca nombrar lo que existió, porque lo innombrado se
repite y lo documentado, al menos, se entiende.
Cuando ya no
quedan testigos directos, la responsabilidad pasa a los papeles, a los
archivos, a los recuerdos dispersos y a quienes quieran reunirlos sin odio y
sin miedo.

En paralelo,
el blog ha ido levantando un mapa sentimental y patrimonial: monumentos,
lugares, cortijos, caminos, aquello que sostiene una identidad. La Torre
Almenara Atalaya, declarada Bien de Interés Cultural, aparece como símbolo del
patrimonio que no debe resignarse a la ruina: no basta con describirla; hay que
defenderla. Porque la Torre no es una piedra vieja: es un testigo. Y los
testigos, si se dejan caer, dejan al pueblo sin espejo. Del mismo modo, el
cuidado del patrimonio religioso y artístico (con la Virgen de las Mercedes y
otras piezas necesitadas de atención) se convierte en una llamada a la
responsabilidad compartida; y ese compromiso ha continuado en 2025 con el
seguimiento de la restauración de cuadros en colaboración con el taller
universitario especializado. A veces, conservar una pintura o un marco es
conservar un trozo de la vida que pasó por la iglesia: bautizos, bodas,
funerales, fiestas patronales… El arte, en un pueblo, no es solo arte: es
memoria en forma de imagen.
Si hay un
asunto que atraviesa el blog como una corriente subterránea, es el de los Baños
de Ardales: su auge, su importancia social y económica, y su desaparición. Ya
desde el inicio el tema se situó en primer plano, y después se amplió con datos,
propietarios, descripciones, y hasta con el peso de lo material: comunicaciones
malas, caminos difíciles, abandono… Los Baños son, en el fondo, una metáfora de
Fuente Álamo: lo que pudo ser, lo que fue, lo que se perdió, y lo que aún puede
recuperarse al menos como conocimiento y memoria. Hay pérdidas que no se pueden
reparar con ladrillos, pero sí con verdad, con investigación y con relato.

Y junto al
patrimonio, la vida: la emigración (con listas, destinos, apodos, familias), la
infancia, las mujeres, las fiestas, las primeras comuniones y bodas, la mili…
En esas entradas Domingo ha ido investigando y, algunas veces, descubriendo el
pasado de sus ancestros: que la historia de un pueblo no está solo en los
grandes hechos, sino en las rutinas, en las celebraciones, en las palabras que
se dicen y se repiten. Por eso también hay espacio para el lenguaje popular,
para expresiones y dichos que guardan carácter y época, como un pequeño
diccionario vivo de la aldea. Porque la forma de hablar también es una forma de
ser; y cuando se pierde una palabra, muchas veces se pierde un modo entero de
mirar el mundo.
Con el tiempo,
este trabajo constante de Domingo ha dado un paso más: salir de la pantalla y
tomar forma de libro. No como un “capricho de autor”, sino como una manera de
fijar y ordenar, de poner un lomo en una estantería para que el conocimiento no
dependa solo de una conexión a Internet. Un libro, además, permite algo que el
blog a veces no consigue: darle continuidad lineal a un tema, juntar piezas que
estaban repartidas, sostener una lectura larga, ofrecer un cuerpo completo.
Y así fueron
naciendo cuatro publicaciones que, de algún modo, resumen también el itinerario
del blog y el propio latido de Fuente Álamo en estos años. En dos de ellas he
participado: en un prólogo y en un epílogo
1) “Baños de Ardales de Fuente Álamo” (2016):
el patrimonio perdido que aún puede contarse
Este fue el
primer salto al papel. Y no es casual que naciera de los Baños: allí confluyen
memoria, economía, paisaje y ruina. El libro reconstruye con detalle la
historia de aquel balneario que funcionó durante los siglos XIX y XX, con una
cronología sostenida por documentación y por referencias que permiten situarlo
en el tiempo con precisión. Su mérito principal es haber tomado un lugar casi
desvanecido —del que quedan ruinas y recuerdos sueltos— y haberlo convertido en
un relato coherente, comprensible y verificable.
La obra
muestra que los Baños no fueron “una anécdota” ni un rincón pintoresco: fueron
un espacio curativo y social, un foco de actividad que atrajo visitantes,
generó vida económica, y dejó huella en la zona. Al describir su materialidad
—capilla, hospedería, pilas, distribución— el libro logra que el lector “vea”
lo que ya no ve. Y al reunir documentos, fotografías, referencias y
reconstrucciones, consigue lo más importante: que el patrimonio perdido no se
convierta en fantasía. En ese sentido, su valor es doble: histórico y moral.
Histórico, porque fija hechos. Moral, porque demuestra que la desmemoria
también es una forma de abandono. Si tuviera que hacer una crítica “en
positivo”, diría que la obra tiene una virtud rara: levanta un edificio de
palabras donde el edificio real ya no está, y lo hace con respeto, con rigor y
con un tono que no cae en la melancolía vacía. No idealiza: explica. Y
explicando, salva.
2) “Patrimonio Cultural Material de Fuente
Álamo” (2019): inventario, conciencia y llamada a la responsabilidad
Si el libro de
los Baños habla de lo perdido, este habla de lo que todavía puede salvarse. Su
publicación tuvo algo de declaración de intenciones: ordenar el patrimonio
material de la aldea, ponerlo en valor y, sobre todo, recordarnos que un pueblo
sin memoria visible acaba pareciéndose a cualquier lugar, hasta desaparecer del
todo.
La obra
funciona como un inventario con alma. No se limita a enumerar: contextualiza,
compara, señala riesgos, sugiere caminos. En sus páginas el lector comprende
que el patrimonio de Fuente Álamo no es un “lujo cultural”, sino un capital
identitario que puede educar, unir, atraer y sostener. Se insiste en la idea de
“marcar” lo que somos: desde la Torre Atalaya a la villa romana y otros restos,
pasando por edificios y elementos vinculados a la historia reciente. Y hay un
detalle que me gusta porque dice mucho: la referencia a “siete maravillas”
fuentealameñas como recurso pedagógico y emocional, para que el patrimonio no
sea un listado frío, sino una forma de orgullo bien entendido. Un orgullo que
no presume: cuida.
Este libro,
además, interpela. Nos obliga a preguntarnos por qué lo evidente (conservar lo
propio) acaba siendo siempre una tarea de unos pocos. Y enlaza con un problema
que atraviesa el siglo XXI rural: despoblación, envejecimiento, falta de
relevo. Cuando no hay manos jóvenes que reciban, la memoria se queda sin manos.
Por eso “Patrimonio Cultural Material…” es también un libro sobre el futuro:
sobre lo que aún el gobierno municipal de Alcalá la Real y los pocos habitantes
que quedan de la vaciada aldea de Fuente Álamo están a tiempo de hacer, y sobre
lo que perderán si no lo hacen.
3) “Genealogía de Fuente Álamo. Nuestros
primeros antepasados” (2023): raíces, vínculos y el hilo que cose el tiempo
Hay aldeas que
pierden su gente por la emigración; pero hay una forma de traerla de vuelta,
aunque sea simbólicamente: devolverle su apellido, su origen, su lugar en la
cadena. Domingo lo escribió a partir de esa necesidad, que también era una
realidad: en un pueblo pequeño, los apellidos son caminos; y seguirlos es
recorrer la historia social de la aldea.
La metodología
es clara y, a la vez, emocionante: partir del padrón de 1825 —como primer
padrón específico del partido de campo de Fuente Álamo— y descender, escalón a
escalón, hasta el presente, siguiendo decenas de apellidos y conectando
aquellos primeros pobladores con descendientes actuales. El libro no se queda
en la lista: intenta reconstruir vínculos, desplazamientos, incorporaciones de
nuevas familias, y contextualiza hitos documentales que ayudan a comprender
cuándo y cómo Fuente Álamo va teniendo entidad y vida administrativa
reconocible. Su mérito es enorme porque la genealogía, cuando se hace bien,
exige paciencia, comprobación, cruces de datos y humildad ante el error
posible.
Lo más valioso
—y aquí está mi crítica positiva— es que
la obra no pretende cerrarlo todo: pretende abrir. Está pensada como punto de
partida para que cada familia continúe su árbol, para que hijos y nietos tengan
un mapa, para que quien vive lejos pueda volver con una brújula. En un mundo
donde la identidad se vuelve líquida, tener raíces no es mirar atrás con
nostalgia: es saber desde dónde se camina. Y para un pueblo con tanta
emigración acumulada, este libro cumple una función afectiva: repara
distancias. No devuelve a la gente a vivir aquí, pero la devuelve a pertenecer.
4) “Guerra Civil en Fuente Álamo. La Batalla
de la Cornicabra” (2024): memoria difícil, precisión necesaria y reparación
La Guerra
Civil suele contarse desde arriba: grandes frentes, nombres de generales,
fechas de manual. Pero la guerra se entiende de verdad cuando baja al terreno:
cuando toca las casas, divide a los vecinos, altera la vida diaria y deja un
miedo que dura generaciones. Este libro se construye desde esa convicción y lo
hace desde un episodio concreto, la batalla del 30 de marzo de 1938 en el Cerro
de la Cornicabra y Las Albarizas, presentada como un hecho con relevancia
militar y con consecuencias en la zona. A partir de ahí, el estudio se abre:
contexto previo, movimientos, retaguardia, vida cotidiana bajo tensión, y,
sobre todo, la sombra posterior.
Hay un
elemento que considero esencial y que distingue este trabajo: la unión entre
memoria y responsabilidad presente. El libro se vinculó a una iniciativa de
reparación material de obras de arte dañadas durante la guerra: un lienzo con
señal compatible con impacto y otras piezas con desperfectos visibles. Ese
gesto convierte la memoria en algo tangible: restaurar también es recordar, y
recordar también es cuidar. La historia, cuando se narra sin cuidado, se vuelve
arma; cuando se documenta y se acompaña de acciones de reparación, se vuelve
advertencia y aprendizaje. Tuve el honor de prologar el libro y decir:
«Desde
la Introducción ―pórtico que abre este libro― hasta el final, Domingo Pérez
muestra buena vecindad con todos los que habitan o se fueron de Fuente Álamo.
Personalmente le felicito por haber expuesto la verdad sobre los hechos que
sucedieron durante la Guerra Civil (1936-1939) y la Dictadura (1939-1975). Hubo
vencedores y vencidos, pero denuncia que no puede existir equidistancia en las
causas que provocaron la Guerra Civil. Con sus palabras:
“Aunque intento establecer cierta
equidistancia, me es imposible mantenerla”.
Viene a decir, pero con otras
palabras, lo que escribió François Mauriac (1885-1970), francés de profundas
convicciones católicas y premio Nóbel de Literatura en 1952:
“En las múltiples guerras de la
vieja Europa nunca hubo una más injusta y un final más injusto que el de la
guerra civil española”.
Domingo, a pesar de no ser
equidistante en las causas y sus consecuencias, sí guarda equidistancia
emocional con las víctimas nacionalistas y republicanas. No me extraña en él la
humanidad mostrada, concepto filosófico por el que hombres y mujeres tienden a
compartir y actuar socialmente en sus respectivos ámbitos, que en su caso, en
el 2023, es en Fuente Álamo, aldea despoblada con 137 habitantes, entre los que
existen, sin duda, una diversidad compleja en aspectos económicos, políticos y
sociales-religiosos-culturales-éticos».

En 2025, con
jornadas culturales y visitas al propio cerro, el libro ha seguido generando
conversación, lecturas y aportaciones. Y mi “aproximación para la lectura” que
publiqué en el blog añadiendo un marco útil para interpretar correctamente la
historia y sobre todo hechos determinados: desigualdades rurales, nacimiento de
organización obrera local, fases del conflicto, represión, posguerra y memoria.
Esa aportación ayuda a situar el relato en un paisaje social más amplio, sin
perder el anclaje local. La crítica amplia que haría de este libro es doble: por
un lado, su valor histórico (poner nombre y contexto donde suele haber rumor o
leyenda); por otro, su valor humano (recordar sin convertir el pasado en arma
arrojadiza, sino en aprendizaje y advertencia). Esa es, quizá, la parte más
difícil de cualquier historia de guerra contada desde un pueblo: mantener la
precisión sin perder la compasión.
Y ahora, al
cerrar 2025, vuelvo al origen. Este blog no lo ha sostenido solo Domingo;
también ha contado con la presencia —aunque sea mínima, conviene decirlo con
honestidad— de algunos vecinos y lectores. Donde esa participación se ha hecho
verdaderamente visible ha sido en los actos que Domingo ha convocado:
presentaciones, jornadas y encuentros en los que la palabra se convierte en
comunidad. Por eso, este no ha sido un
blog encerrado en sí mismo: ha sido un espacio de conversación e impulso
cultural, con momentos en los que la investigación sale de la pantalla y se
vuelve abrazo y encuentro. Cuando un pueblo conversa sobre sí mismo con
respeto, gana futuro; y cuando lo hace con documentos, fotografías y memoria,
gana además dignidad.
No sé qué
traerá 2026. Sí sé lo que me gustaría: que Fuente Álamo tenga más manos jóvenes
para sostener lo que queda; que el patrimonio no sea un “tema”, sino un deber
compartido; que la memoria no se convierta en un lujo; y que quienes viven
lejos sientan que, de algún modo, aquí siguen teniendo una casa. Porque un
pueblo no desaparece solo cuando se vacía: desaparece cuando deja de contarse.
Para que nada
desaparezca, mientras pueda, como vecino adoptivo de Fuente Álamo, seguiré
participando de la única forma que sé hacerlo: escribiendo sobre Fuente Álamo y
sus gentes, y acompañando —en la medida de mis fuerzas— el trabajo de Domingo
Pérez Pérez, titular de este blog. Desde 2011 hasta este 2025 que termina, él no
solo ha querido recordar el pasado para que no se olvide, sino procurar que el
futuro de su aldea, Fuente Álamo, no nazca huérfano.
Andújar, diciembre de 2025
Fuente Alamo is a beautiful village, overooking the valley and having wonderful views - particularly of the magnificent sunsets. The villagers are very friendly to me, and they organise fiestas and meetings with meals. I will always be happy to have lived here.
ResponderEliminarMuchas gracias, querido seguidor del blog, habloparlante de ingles y de seguramente de origen. Como mi inglés no es muy bueno, pues en Fuente Álamo cuando estudiábamos no enseñaron el francés, me he permitido echar de mano de Google para conoce su comentario: "Fuente Álamo es un pueblo precioso, con vistas al valle y maravillosas vistas, especialmente de las magníficas puestas de sol. Los lugareños son muy amables conmigo y organizan fiestas y reuniones con comidas. Siempre estaré feliz de haber vivido aquí". Todo lo que dice es verdad y quizás los que nacimos allí no lo sabemos valorar, especialmente esas puestas de sol y ese valle o depresión dirección a la Rábita y a la provincia de Córdoba. Me alegro que te sientas bien y que participes en los actos sociales que se organizan en la aldea. Un abrazo y te animo a que sigas participando. Hace algún tiempo coloqué en el blog un traductor de inglés pero como no había participación lo quité, pero si quiere lo vuelvo a colocar.
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