Entre los maestros que nos impartirían las clases, doblando asignaturas de Lengua y Literatura y de Ciencias Sociales (Sociedad y Cultura) estaba D. Domingo Murcia Rosales, quien además era nuestro tutor. Le acompañaban en la docencia D. Joaquín Martín Villanueva (Ciencias Naturales), D. Antonio Serrano Barrios (Matemáticas) y otros maestros que impartían asignaturas menores o que por aquellos tiempos se les daba menor importancia (Idioma Francés, Expresión Plástica, Formación Religiosa, Formación Musical y Educación Física). Para nosotros no nos eran desconocidos, pues a casi todos los habíamos tenido en cursos anteriores, y no por ello nos resultaba menos novedoso aquel inicio. Teníamos la responsabilidad de haber llegado al final de una etapa, nervios, ilusión y también algo de vértigo; al menos yo así lo sentí.
Aquella
clase volvió a ser de nuevo mixta después de unos cursos 6º y 7º EGB de
segregación por sexo. Para mí suponía un añadido más de motivación, de hecho
mis mejores amigas eran ellas; sería por el inicio de la etapa de pubertad. El
aula, antes llamada clase, estaba dividida en tres filas con compañeros o
compañeras, sentados en mesa doble pero no mixta, juntos pero no revueltos o
revueltas.
Primera
fila: Consuelo Ávila Morales, María del
Carmen Viana Vera (Las Grajeras), Santiago Cano Canalejo (Santa Ana), Antonio
Arjona Marín (El Jural), Alfonso (Valdepeñas de Jaén), Laureano Pulido Pareja (Hortichuela),
José Manuel García Mesa.
Segunda Fila: Virtudes (Villalobos), Carmen Nieto Rueda (Villalobos), Josefa Vela de la Rosa, Ana María Rosales Martín, Elena Lorca Márquez (Ermita Nueva), Margarita Pérez Muñoz (Ermita Nueva), María Dolores Hinojosa (Ribera Baja), María Dolores Álvarez Martín (Ermita Nueva), Francisco Cano Cano (Puertollano), José Antonio González Barrios (Cruz del Jural), Antonio Carrillo (Ermita Nueva), José Manuel Vega Fuentes, Sánchez Sánchez,” Sanchito”
Tercera fila: Francisco Manuel Serrano Carrillo (Puertollano),
Mateo Rueda Garrido (Puertollano), Pedro Cano García (Cruz del Jural),
Pedro José Padilla Garrido (La Rábita), Julián Ángel Zafra Padilla (La Rábita),
Domingo Pérez Pérez, (Fuente Álamo), Rafael
Magaña Villén (Puertollano), Santiago López Pérez (Puertollano). Siento que de
alguno se me haya olvidado su nombre, no su cara ni su recuerdo. En esta tarea memorística
ha colaborado Pepe González “Jamones DelaJurada”
Han pasado más de 45 años y pese a que siempre hemos tenido en mente nuestro agradecimiento a aquellos maestros, nunca se lo hemos podido transmitir personalmente y menos aún públicamente. Por eso hemos aprovechado para unirnos al homenaje que el pasado día 5 de agosto se le rindió a D. Domingo Murcia Rosales, siendo nombrado Hijo Predilecto de Alcalá la Real. En estos días, las dedicatorias orales, escritas, telemáticas o audiovisuales han sido pocas para lo que este maestro se merece, que si bien el reconocimiento es a toda una vida profesional dedicada a su ciudad y sus aldeas, nosotros queremos hacerlo como maestro de escuela que fue para aquel curso y otros muchos, pues creo que en ninguna de las dedicatorias hemos visto a ex alumnos suyos, aunque posiblemente privadamente las haya recibido.
En nombre de aquel grupo escolar del curso 1976-1977 de niños y
niñas de 14 años por entonces, ya sesentones,
me he permitido hacer un pequeño recordatorio de lo acaecido en aquel
curso, como homenaje a la figura de D. Domingo Murcia maestro.
Entrar en epítetos o calificativos sobre su trayectoria
profesional y humana sería reiterar todo lo que durante estos días se ha ido
diciendo de él. Por eso queremos simplemente homenajearlo recordando cualquier
día de clase de historia o lengua en aquel curso.
Iniciamos el curso no
muchos (los nombrados anteriormente), y terminamos algunos menos. Unos se
fueron en la recolección de la aceituna, otros a medio curso para emigrar a la
hostelería en las Costas Catalanas o a Baleares, y otros no aprovecharon lo
suficientemente el curso como para obtener el Graduado Social.
Las clases de historia impartidas por D. Domingo solían ser por
la tarde, entre las 15 horas y las 17 horas. Pese a estar en horario digestivo,
no se me atragantaban, al menos a mí, se hacían amenas y participativas, pues
intentaba contarnos la historia de una manera objetiva, con referencias siempre
a la historia local, sin matices políticos. Creo que nunca lo hizo, pero menos
aún en aquellos tiempos, y además, siempre con un golpe sutil de humor. Con él
conocimos “in situ” la historia local, pues por primera vez nos llevó a la
Fortaleza de la Mota.
Tenía, como hemos dicho, muy buenos golpes de humor, aunque a
algunos alumnos no veían la ironía de sus bromas o no lo entendían así. A
Julián le recordaba, cada vez que se le bajaban las gafas, que tenía que ponerse una alcayata en la
frente. Creó su propia Real Academia de
la Lengua, donde solía situar a los niños más traviesos o menos interesados en
el aprendizaje y donde estuve a punto de tener el honor de ingresar. Fue al
pedirle permiso para poder levantarme y pedir un “saca”, a lo que me contestó:
¿a quién, a tu “compa”?, a la vez que gesticulaba
moviendo la cabeza y diciendo que a ver
si me tenía que poner en la ilustre Real Academia. Sin embargo él llamaba “mis
repes”, a aquellos que no habían aprovechado bien el curso anterior.
En aquellos años que
todavía se podía fumar en clase, algunas de las tardes (contadas) encendía un
puro, mientras nos explicaba la Guerra de la Independencia, el humo recreaba
cierto ambiente belicista. Santiago Cano quiso imitar al maestro, y en clase de
idioma francés, encendió un cigarrillo, lanzando la bocanada de humo por la
ventana. El viento la introdujo en el aula y la maestra lo detectó; Canalejo se ganó dos semanas de
vacaciones.
Fue un precursor de las exposiciones orales de los temas de
historia, aunque solicitaba voluntarios para ello. Nadie quería emular a
Cicerón y rehusábamos alegando nervios; pero él que era muy listo y nos decía
que no eran nervios, sino falta de preparación del tema, y eso era muy cierto.
Sin embargo, yo le pillé el tranquillo y el sobresaliente me cayó, pese a que
también estaban los nervios atacando.
Fiel a su palabra, nos
fue anunciando que en el examen final de curso de Literatura caería Antonio
Machado o Federico García Lorca y así fue. Sin embargo, para evitar el exceso
de confianza, en la 5ª evaluación cayó un autor muy conocido: Alejandro Casona,
y no pilló a todos. Fue uno de mis pocos “Insuficientes”, pues quién iba a
pensar en ese autor, tan poco conocido en aquellos tiempos. Tengo que reconocer
que después no lo tuvo en consideración. Tuvimos un pequeño fracaso y fue el no
poder llevar a escena una pequeña pieza de teatro representada por todos
nosotros. No recuerdo el título, pero el personaje principal era un tal
“Morrones”, que en principio me iba a asignar a mí, pero prefirió darle el
papel a Francisco Cano por su gracia.
En aquel curso, la delegada
era María Josefa Vela, pero por cuestiones que ahora no recuerdo, dimitió.
Yo como subdelegado tuve que ocupar el cargo, pues ya en aquellos tiempos D.
Domingo utilizó el sistema paritario, y la delegada tenía que nombrar a un niño
como subdelegado. Me duró poco tiempo, pues en la primera ausencia del maestro
fui anotado en una lista negra y perdí el cargo.
Con él empezamos a soñar en un porvenir, pues nos pidió que cada uno hiciésemos una redacción sobre lo que queríamos ser en el futuro. Pedro escribió que quería ser maestro porque tenían muchas vacaciones y trabajaban poco. Esto no le hizo mucha gracia, y cuando de forma anónima fue leyendo en voz alta, le vi muy ofuscado en su réplica, defendiendo la profesión y alegando con razonamiento los muchos inconvenientes y sacrificios que requiere, entre ellos: problemas de cuerdas vocales, pérdida de voz y de vista, que ahora cuando le escucho su voz quebrada, no me deja duda, de la razón que tenía. En particular, a mí me infundió la pasión por la investigación, y de hecho en mi redacción de aquel día así lo anoté, diciendo que quería ser historiador para investigar en el pasado. Nos dijo que las guardaría todas y que en un futuro las leería para ver hasta dónde habíamos llegado cada uno. Creo que sería imposible el archivar todas aquellas hojas manuscritas de todos los alumnos que ha educado a lo largo de su vida profesional, pues necesitaría un gran archivo.
Nos infundió también valores; a aquellos más traviesos nos hacía
recordar el esfuerzo que estaban haciendo nuestros padres por nosotros. Creo
sinceramente que sin su apoyo, yo en concreto no hubiese seguido estudiando una
carrera superior. De hecho, había echado la beca para la SAFA para aprender un
oficio, también digno, y me aconsejó que me fuera al Instituto. Creo que fui
uno de los privilegiados, sobre todo en la asignatura de Historia, no
enchufados, pues para él no había preferencias y si tenía que decirte algo no
importaba quién fueses. Es cierto que no le gustaba los que vagueaban; algunos
tuvimos que hacer absentismo escolar obligatorio durante la recolección de la
aceituna, y así lo hizo constar en el boletín de notas, pero al final pudimos
reconducir el curso.
El esfuerzo valió la pena y pese a que tuvimos que buscar a
maestros sustitutos para que nos acompañasen, el premio fue un viaje de
estudios a Benidorm, donde presenciamos aquella famosa final de Copa del Rey
entre Betis y Ath. Bilbao, y ver otros muchos “monumentos”.
Hoy algunos de aquellos alumnos terminaron sus carreras de
Derecho, Económicas, Magisterio, Enfermería, Funcionario de Correos,
Funcionarios del Estado… o tiene profesiones relacionadas con el comercio, la hostelería,
la fotografía, conductores… pero lo más importante es que todos somos personas
de bien, y de ello tiene culpa tanto Domingo Murcia como otros muchos maestros.
Aunque él era especialmente carismático.
¡¡¡UN SALUDO, MAESTRO¡¡¡
Un buen maestro y sobre todo una buena persona aun lo recuerdo como si fuese hoy cuando venia con su sinca 1000
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Gracias por recordar lo del Simca 1000, aunque yo creo que era un Simca 1200, que lo aparcaba por cierto en la alameda que había antes de que se construyera la Escuela Hogar.
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