sábado, 6 de junio de 2015

RINCONES O LUGARES ESPECIALES EN FUENTE ÁLAMO. V



EL RUEDO Y LA VILLA ROMANA

Mucho tiempo antes de que a finales de los noventa fuese descubierta la Villa Romana, ya para nosotros, los fuentealameños, era un lugar misterioso y con cierto gusto a prohibición. En mis notas que conservo del 29 de agosto de 1979 y como una especie de anticipo al gran descubrimiento que se produciría dos décadas después, reseñaba: “Parece ser que el pueblo estuvo asentado anteriormente en el lugar denominado Ruedo, pues son numerosos los restos de tejas partidas, yesos, ect… También son numerosas las monedas antiguas encontradas en esta zona, concretamente en un olivo denominado por ello, El Olivo del Tesoro”. Todos los fuentealameños intuíamos que allí había habido algo, pensando siempre en los “moros”, por las monedas y objetos que iban apareciendo sobre todo en los alrededores del referido olivo, pero sin sospechar para nada de los romanos.
 Era un lugar especial, por el agua tan fresca que emanaba en aquel estanque, por su llanura y por su cercanía a la Torre y a la Mina. Era para jóvenes y niños un lugar prohibido, por la tentación de comer las frutas de temporada que se criaban alrededor de aquel estanque y por los baños a “escondidillas”. Quizás era esa prohibición la que provocaba entre nosotros una mayor curiosidad en conocer y visitar el lugar, y eludir la vigilancia de su guarda Juan Aguilera “Gazpacho”, cuando la zona era propiedad de D. Francisco Serrano del Mármol y posteriormente José Pedro “El Alcalde”, cuando fue adquirido por un tal Domingo “El del Ruedo”. Su estanque de aguas frías y escasas agarraderas ocasionó algún susto o disgusto, entre otros a Juan Pérez Vera, “Capullo de la Sancha”, que estuvo a punto de ahogarse. Sus guardas lograron “pillar” a algún niño, guardarle la ropa y crujirle el “ato”, mientras se intentaba escabullir enganchándose en las escurridizas agarraderas que había en los bordes; entre ellos, según cuenta de propia voz, Quisco Pérez “Cantares”.
Lo histórico del lugar se iba a descubrir casualmente como consecuencia de las obras de intersección de la carretera A-339 con la aldea de Fuente Álamo, como hemos dicho en los años noventa del siglo pasado y que supuso la paralización de las obras. Se descubriría un asentamiento romano de gran entidad, así como otras estructuras anejas como una mina explotada en época romana, una necrópolis asociada al asentamiento romano y otro asentamiento bajomedieval con su correspondiente necrópolis.
El asentamiento romano correspondería a una villa de grandes dimensiones, que entre sus actividades económicas incluía la explotación minera (según parece atestiguar la existencia de algunos nódulos de limonita y el abundante carbón de encina detectado) y un importante complejo productivo rural, centrado en la producción agrícola y metalúrgica. La organización espacial de esta villa es desconocida, no obstante se sabe por evidencias superficiales que se trata de una entidad compleja con una extensión aproximada entre 3 y 5 ha (incluyendo la mina). Se han observado estructuras de gran porte y calidad constructiva (grandes muros de sillares procedentes probablemente de las canteras próximas, columnas, etcétera), junto a otras de usos directamente productivos (balsas, cisternas, almacenes, etcétera), apreciándose una superposición y reutilización de elementos ya desde el siglo I de nuestra Era. Relativamente cercana a la zona de hábitat romana se localiza una necrópolis asociada a ésta que se inicia en el período republicano. En las excavaciones realizadas en la parte romana se han documentado elementos que indican la actividad que en ellos se realizaba, como balsas y piletas de decantación, piedras de molino, “doliae” y la presencia de nódulos de limonita junto a abundante carbón de encina, como ya hemos señalado. También se han registrado diferentes pavimentos que indican diversos niveles de ocupación. Junto al material altoimperial romano se han detectado artefactos de época bajoimperial, visigoda y califal.
De época bajomedieval, de los siglos XIII y XIV, pertenece una torre medieval. Igualmente la necrópolis musulmana fue objeto de las excavaciones arqueológicas, hallándose 70 enterramientos depositados en posición de decúbito lateral derecho, con los brazos y las piernas ligeramente flexionados. Se encontraban sin ajuar, orientados norte-sur, pero mirando hacia el este. Se fechan en torno a los siglos X y XI d. C.

LA PANORÁMICA DE LA ERA DE LORE.


 ¿Quién no se ha sentado en el borde de la era de Lore? Mirador natural de Fuente Álamo, modelado por el hombre, para cubrir sus necesidades.  Era un lugar que te hacía sentir más libre y más alto, porque el campo visual era tan amplio, que no sólo abarca Las Escalerillas, La Torre, el molino de aceite, la Fuente, el tejado de la Iglesia, la Panadería, la Escuela… sino que se perdía por las Sierras de la Hortichuela, la Sierra de Vizcantar, tras suya la Tiñosa y las Sierras de las aldeas de Priego (El Poleo, La Higuera, Castil de Campos…), y la Sierra de San Pedro dirección a la Rábita, etc… Proporcionaba la sensación de no tener límites, por no tener ninguna barrera como impedimento visual ni físico, que te protegiese de la caída al vacío. El hecho de situarte al borde de la era ya suponía una subida de adrenalina, pues la caída al precipicio se sentía cuando se estaba erguido, y te bajaba progresivamente en el momento que se bajaba el centro de gravedad al sentarse en el mismo borde.
Desde la Fuente, mirando de abajo a arriba, se podía observar un semicilindro, erigido de mampostería de piedra irregular, rodeado de chumberas, higueras y almendros salvajes “fuertes” y de pitas con sus esbeltos tallos centrales que aumentan la sensación de altura.
 Se sacaron muchas cosechas de cereales y legumbres en ella, pues su orientación era ideal para las embestidas del viento. El altillo que había en su parte superior servía para guardar los utensilios de la trilla. Su difícil acceso hizo que su utilización en el tiempo no fuera prolongada. Solo se tenía acceso a través estrechas y serpenteantes veredas polvorientas en verano y embarradas en invierno, bordeadas de hierbas secas o verdes según la estación, y por donde sólo pasaban los animales de carga y los paseantes en fila india. Era uno de los pasos obligados para acceder a la Mina o a los Cerros y a las Cuevas.
 Por su parte izquierda o parte norte estaba flanqueada por un tronco de almendro que yo nunca vi verdecer, ni florecer, aunque alguna vez le brotaron unas cuantas varetas en su parte baja. En la base de su borde sur habían unos pequeños huecos entre las piedras que la conformaban, que sirvieron de nido para gallinas, que huyendo de los corrales cercanos de los Ibáñez, Consuelo, Pilar, María del Carmen, Pedro Vega “El Bañero” o Manuel Carrillo, ponían en aquellas oquedades para proteger sus futuros polluelos. En una ocasión encontramos los niños un huevo más grande de lo normal, y los mayores nos decían que era de serpiente, yo creo que era de pava, y lo que intentaban era infundirnos miedo y alejarnos de los nidos.
A finales de los años 70 sus inmediaciones sufrieron un incendio que provocó una alarma general en el pueblo, acudiendo en masa a la llamada del repique de la campana de la iglesia. Se intentó sofocar con agua que se subía  en cubos transportados manualmente desde la fuente, con tierra, y con cualquier ramaje. Siempre se le atribuyó a un juego con cerillas que Paco Anguita, “Huesa”, siendo un niño, experimentó.

Actualmente se ha convertido en un recinto cerrado y privado.

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