A partir de abril de 1939, los nacionales que habían huido o se habían visto obligados a abandonar la aldea (unas 25 familias según la lista que entregó el concejal socialista del Ayuntamiento de Alcalá la Real, D. Salvador Frías Pino, al Alcalde pedáneo de Fuente Álamo, Vicente Aguilera Castillo), regresaron a ella, montados en mulos y agitando banderas al grito de: “Franco sí, Comunismo no”.
El regreso fue paulatino, algunos volvieron
hasta dos años después, pues tras tres años de exilio ya se habían adaptado a
otro sistema de vida, (caso de la familia Ibáñez Castillo); regresaron desde
Alcalá la Real, Almedinilla, El Cañuelo, Baena, Castro del Río, ect... Comenzaría
una nueva convivencia difícil de llevar, relativamente pacífica, pero con
ajustes de cuentas y denuncias, donde los perdedores fueron detenidos y
represaliados en la misma aldea o algunos fueron encarcelados y llevados a
campos de concentración (de Zamora) a espera de su imputación y posterior
detención preventiva. Sus esposas y familias tuvieron que convivir con los que
les habían denunciado, rogándoles día a día para que informasen bien o avalasen
la “buena conducta” de sus maridos, siempre bajo determinados favores. Es el
caso de Matías Pérez, el cual comunicó a su esposa, que bajo ningún concepto
entregase dinero, ni otras prebendas al entonces Alcalde pedáneo de Fuente
Álamo, Daniel Aranda, pues tarde o temprano saldría de prisión. En otros casos
el objetivo no siempre se conseguía, pues anteriormente al inicio del llamado Movimiento
Nacional habían sido humillados con las formaciones y revistas diarias (tres de
ellos, incluso, detenidos durante 3 meses y uno asesinado) y una vez caída
Alcalá la Real fueron obligados a abandonar la aldea y dejar sus posesiones en
manos de los rojos, por lo que estaban bastante resentidos.
En Fuente Álamo podemos hablar de dos grupos
de fuentealameños: los que fueron vencidos al inicio y resultaron vencedores al final (nacionales) y
los dominadores al principio, que fueron vencidos (republicanos). En el primer
grupo estarían los nacionales que tuvieron que huir y que volvieron vencedores
y en el segundo los republicanos que durante toda la Guerra se quedaron en
Fuente Álamo y que al final fueron vencidos, unos represaliados y otros encarcelados.
Con esta entrada intentaremos que Fuente Álamo también tenga su propia memoria
histórica, que todos debemos conocer, de la que debemos aprender, para que no
vuelva a suceder.
En la primera celebración
del Día de San Antonio después de la Guerra Civil, el 13 de Junio de 1939, se cuenta
que aquellos que la ganaron, en concreto algunos de los que estuvieron a punto
de morir en manos de los milicianos como Juan León Castillo, Juan Gutiérrez Pérez
y su hijo Matías, detenidos 3 meses, organizaron la fiesta y le ofrecieron una
misa al Santo, en agradecimiento a la suerte que corrieron.
Cuando volvieron a Fuente Álamo recuperaron
las tierras que habían sido colectivizadas durante la Guerra Civil, pero perdieron
las trojes que habían dejado llenas de trigo después del verano de 1936, así
como los mulos (alguno apareció en Alcaudete, adonde se llevó el grano y el
aceite de Fuente Álamo para abastecer a las tropas, unas 16.000 arrobas de
aceite del molino de Francisco Serrano), los aperos de labranza y demás objetos,
así como ganado de carne y las cabras guardadas en el corral-leñera de Faustino.
Antonio “Marineta”, quien antes de marcharse tenía pollos y pavos y cuando se
inició la Guerra “los repartió” y se marchó, comenzó a reclamar sus aves al
volver tres años después. En casa de Matías Aguilera Anguita “Matías Candio” se
identificaban los objetos y se devolvían a sus propietarios. Se juntaron todos
los objetos y enseres apropiados por los rojos, como camas, colchones, sillas, e incluso una
bicicleta, que Joseillo Carrillo se la quiso dar a Juan Sánchez Ibáñez siendo
un niño, pero su padre no le dejó que la cogiera porque no era suya. A los
pocos días, cuenta, que se la quedó el tal Matías. No hubo pocos casos de nacionales
que reclamaban los objetos como suyos, y acababan por quedárselos y llevarlos a
sus casas. Según Juan Ibáñez: “En el patio de La Torre se encontraban arados,
maquinillas, gradas y demás aperos de labor utilizados por la “Colectivización”,
y para repartírselos después, los nacionales se liaron a tirones de los ubios,
diciendo cada uno que le pertenecían”. También se repartieron los mulos reclamados
por sus supuestos propietarios, pues se habían requisado más de siete yuntas,
que eran cuidados en el molino de Pedro González “Cañuelos”, donde había unos
pesebres. El cuidador era un tal Cerrillo, que era de Cuesta Blanca. En los
corrales-leñeras de Faustino Fuente se guardaban cabras, Blas Zamora quiso
llevarse alguna cabra que se encontraba encerrada allí, y se lo impidió la
esposa del ex-alcalde republicano, diciendo que no era suya. Varios objetos y
enseres fueron sustraídos de los
cortijos y casas, como el robo de una cama del Cortijo de la Cornicabra, que
Félix Carrillo quiso atribuir a Antonia Pérez Vera, que lo negó rotundamente.
Mateo Pérez Lizana, una vez detenido, reconoce que se había llevado una máquina
de coser de la casa de Antonio Aguilera, que luego devolvió a su propietario, o
Fernando González Arjona reconoce que unos milicianos rojos le entregaron una
cuna, cuatro sillas y una tinaja, que devolvió al dueño del cortijo de Clavijo;
Vicente Ramírez Valverde dice que “se marchó a Alcalá la Real, pero que una vez
liberado por los nacionales, encontró su
casa saqueada a la vuelta, sin saber expresamente quienes fueron”. También está
el caso del molino de aceite de Francisco Serrano del Mármol, o el molino de harina
de Faustino Fuentes, quienes una vez terminada la Guerra se apresuraron para
recupéralos. Así, el 12 de abril de 1936, presenta denuncia Don Paco, quien
manifiesta que a mediados de Agosto de 1936 le fue incautada la fábrica de
aceite y sus tierras. También se recuperaron otras tierras incautadas, dos
fincas de Don Juan Díaz Aguilera denominadas los Cortijos Alto y el Coscojal,
otra de Don Francisco Córdoba denominada el Baño y la Vega de de la Fuente de
la Encina y de un Cortijo Clavijo, propiedad de la beneficencia municipal de
Alcalá la Real, en los cuales se colocaba unos banderines rojos para indicar
que estaban incautadas.
Los republicanos fueron
sometidos a procedimientos sumarísimos de urgencia, comenzando por el Alcalde
Pedáneo, Vicente Aguilera Castillo, quien
fue detenido el 8 de abril de 1939 en Alcaudete, pocos días después de
finalizar la Guerra y enjuiciado en el procedimiento Sumarísimo de Urgencia nº
44723. El 20 de Agosto de 1940, se le recibe declaración en calidad de
imputado, manifestando tener 40 años de edad, casado, de profesión ganadero, reconociendo
que desde el año 1931 estaba afiliado a la U.G.T. y que el año 1932 fue
tesorero; ocupando el cargo de Alcalde de la Aldea de Fuente Álamo desde el año
treinta y dos, hasta el treinta y cuatro y después desde las elecciones del 25
de febrero de 1936 al apoderarse las masas del Frente Popular, el cargo lo desempeñaría
hasta la terminación de la Guerra en abril de 1939. Fue condenado por un delito
de Auxilio a la Rebelión Militar en Sentencia de 29 de mayo de 1943 a la pena
de 20 años de prisión, de la que cumplió 6 años en prisión y 6 años de
destierro en Lora del Río.
En el Consejo de Guerra seguido en el
Procedimiento Sumarísimo de Urgencia bajo Causa núm. 44.636 del Juzgado Militar
núm. 1 de Jaén, fueron procesando conjuntamente Matías Pérez Lizana, Mateo
Pérez Lizana y Fernando González Arjona, por el delito de Auxilio a la Rebelión
y condenados por Sentencia dictada el 11 de mayo de 1940, a la pena de doce
años y un día de reclusión temporal, como autores responsables de un delito de
auxilio a la rebelión militar, sin circunstancias. Matías Pérez Lizana, afiliado a la U.G.T. de cuya organización al
principio de la Guerra fue Presidente, unos
diez y seis meses; Mateo Pérez
Lizana, afiliado a la U.G.T. de cuya organización fue Secretario y Fernando González Arjona, afiliado a la
UGT de cuya organización fue Vicepresidente en 1938, los tres encartados, fueron directivos de le Casa
del Pueblo de Fuente Álamo, que funcionaba como Frente Popular.
José Pérez Lizana en el Procedimiento Sumarísimo de
Urgencia nº 59228/1939 fue sentenciado el 8 de Septiembre de 1943, a la pena de
seis años y un día de prisión mayor, por un delito de excitación a la rebelión
militar, acusado por estar afiliado a U.G.T antes del 18 de julio, ser familia
de un dirigente rojo de la Aldea y hacer propaganda de ideales rojos. Pero no
se demostró que realizara ningún hecho específicamente delictivo a parte de la
reseñada propaganda. Pese a que el
Ministerio Fiscal solicitó pena de reclusión perpetua a muerte por haber
servido de interprete del sordomudo
Leocadio Anguita López, “Parraco” y que fue asesinado por un jefe de una unidad
militar republicana, instalada en fábrica de Don Paco, no se llegó a demostrar
tal hecho y tampoco fue condenado por ello.
En
el Procedimiento Sumarísimo de Urgencia nº 15. 839 por rebelión militar son
enjuiciados Antonio Moreno Vera,
Guillermo García Zamora, José Pérez López,
Marcelino Ramírez Zuheros, Antonio Cano Ruiz, José Pérez Roldán, y José
Fuentes García, fundamentalmente por
ser los últimos dirigentes del Comité del Frente Popular pertenecientes a la U.G.T
a través de la Sociedad Obrera de Trabajadores de la Tierra «La Espiga
Floreciente» de Fuente Álamo, afiliada a la
FNTT-UGT, en concreto, Antonio
Moreno Vera, Secretario; Guillermo
García Zamora, Vocal, aunque dice que no llegó a tomar posesión del cargo, José Pérez López, Vocal, le pusieron
porque los dirigentes se marcharon al frente, Marcelino Ramírez Zuheros, afiliado a la U.G .T. desde que se
inició la Guerra, llegando a ocupar el cargo de Vice-secretario, en su
declaración no lo reconoce; Antonio Cano
Ruiz, después del Movimiento se afilió, ocupando el cargo de Tesorero, en
su declaración manifiesta que no llegó a tomar posesión del cargo; José Pérez Roldán, afiliado después de
iniciarse el movimiento, ocupando en cargo de Vicepresidente; y José Fuentes
García, natural de la Grajeras y vecino de Las Grajeras, con posterioridad
al Alzamiento se afilió a la U.G,T. desempeñando el cargo de vocal en el
sindicato de colectivización de tierra de Fuente Álamo. Todos ellos estuvieron
en prisión preventiva desde 25 de mayo de 1939 y finalmente absueltos y puestos
en libertad el 20 de diciembre de 1939, pero obligados a permanecer en un Batallón
Disciplinario de Trabajadores.
Francisco Alba Serrano, es enjuiciado en el procedimiento
Sumarísimo de Urgencia nº 16.509. Se procesa conjuntamente con Juan Funes Mesa,
iniciándose la instrucción de la causa el 9 de mayo de 1939. No se enjuician a
Victoriano Expósito Romero (a) Rana; Justo
Gutiérrez Vera (a) Pipo; Teodoro Pérez Sáez (a) Pavillo, encartados en la
misma causa, pero no en todos los hechos, por estar encuadrados en el Ejército
Rojo y no habiendo regresado todavía. El 21 de julio de 1937 Manuel López de la Rosa, de 43 años de edad, labrador, natural de
Alcaudete, fue asesinado en el lugar llamado Carril de Santa Casilda. Los
presuntos partícipes, aunque no quedó demostrado que fueran autores materiales,
fueron: Francisco Alba Serrano, Vicente
Vera Moreno y Valentín Olmo del
Sabariego. El 1 de marzo de 1940 se dicta sentencia en la que se condena a Francisco Alba Serrano a la pena de muerte, como autor responsable
de un delito de adhesión a la rebelión militar, con las agravantes apreciadas.
En
cuanto a las esposas, madres o hermanas de los republicanos, fueron humilladas
públicamente (como era frecuente en tantos otros lugares) y se les hacía tomar
el potente purgante de aceite de ricino mientras, peladas, les hacían pasear
por las calles del pueblo semidesnudas con la burla de una algarabía que les
seguía. Entre ellas a Tía Pepa Moreno
(esposa de Eusebio Vera Castillo por los hechos cometidos por su hijo Vicente
Vera Moreno, quien murió en el frente de Teruel y presuntamente partícipe en el
mismo caso de Francisco Alba Serrano), y sus hijas Josefa Vera Moreno, “La Pepilla” y Sancha Vera Moreno (esposa de Joaquín Pérez González), Dolores Cano Ruiz (esposa del alcalde Vicente
Aguilera), Antonia Pérez Vera (esposa
de Matías Pérez, presidente del Comité), Florentina
Nieto Peinado (esposa de Antonio Cano Ruíz, tesorero), Encarna Martos “La Perejila” (esposa de Rafael Moreno Ibáñez “Perote”
presidente antes del inicio de la Guerra), Francisca
Padilla, (Antonio Castillo Padilla, “Caejo”, vocal y a quien se señala que
fue a la tienda de Casimiro Vázquez). Como anécdota o gracia, si es que la
tiene, cuentan los más viejos de la aldea que la más lista, fue la Paula (esposa de Juan Antonio Ávila
Serrano “el Zorrero”), pues guardó la melena cortada y se la puso después. Las
demás tuvieron que taparse la cabeza con pañuelos negros. Seguramente la lista
fue más grande, pero no poseo más datos respecto a las mujeres, pues sólo se
han obtenido de oídas, aunque seguramente fueron algunas más y sirva este
recordatorio para hacerle su homenaje por tan grave humillación.
Los
republicanos, conforme iban siendo detenidos, eran llevados a campos de
concentración en Zamora. Aunque en la documentación consta así, la verdad es
que no está totalmente contrastado, si bien la denuncia de un paisano se hace
desde allí, y se indica que en dicho campo se encuentran los detenidos a espera
de juicio: Vicente Aguilera Castillo, Matías Pérez Lizana, Mateo Pérez Lizana,
José Pérez Lizana, Fernando González Arjona, y otros son detenidos y llevados
Alcaudete desde donde son trasladados a la prisión provincial de Jaén: Antonio Cano Ruiz, Antonio Moreno Vera,
Guillermo García Zamora, José Pérez López, Marcelino Ramírez Zuheros, José
Pérez Roldán, y José Fuentes García. Otros aparecen declarando o más bien
denunciando desde el Campo de Concentración de Zamora: , que
después estuvo preso en Alcalá, pero no consta su enjuiciamiento, al igual que Rafael
Moreno Ibáñez, Joaquín Pérez González, Domingo Vera Viana, quien consta que
estuvo preso en la cárcel de Alcalá la Real, Vicente Vera Moreno, pues falleció en el
frente en la Batalla de Teruel, Antonio Castillo Padilla, “Caejo”, (a quien se
señala que fue a la tienda de Casimiro Vázquez). Justo Gutiérrez Vera, fue
encausado en la Causa núm. 1.009/39 y condenado a muerte, cuyo nombre consta en
el monolito del Cementerio de Alcalá la Real y cuya causa está pendiente de
consulta en los archivos.
Otros huyeron a Francia
como un hijo de Arévalo, o Marcos Moreno, quien perteneció, según cuentan en el
pueblo, a la Guardia Personal de Juan Negrín.
Con los encarcelamientos
durante la posguerra, también se produjeron abusos sexuales (o al menos
intentos) sobre las mujeres de los condenados mientras estaban sus maridos presos,
con promesas falsas de liberarlos. O en otros casos la prepotencia de los
nacionales hacía más fácil el acceso carnal sobre las mujeres. Son muchos los
casos conocidos en Fuente Álamo, o al menos las sospechas fundadas, pero en
base a preservar el “honor” de las personas no se hará mención a ello.
No se haría justicia total
sin nombrar aquellas veintitantas familias que al inicio de la Guerra,
desposeídos de sus bienes se vieron obligadas a abandonar la Aldea: Lorenzo
Ibáñez Jiménez (Castro del Río), Faustino Fuentes Aguilera (Almedinilla), Francisco
Ibáñez Castillo (Baena) Pedro González Ruiz (El Cañuelo de Priego), Francisco
Jiménez Calvo (Alcalá la Real), Matías Aguilera Anguita ( Alcalá la Real), Crescencio
Aguilera Anguita (Alcalá la Real), Leocadio Anguita López, (Alcalá la Real), Antonio
Aguilera Aguilera, (Almedinilla), Genaro Fuentes Moyano (Alcalá la Real), José
Carrillo Rufián, (Alcalá la Real), Daniel Aranda Villén, (Alcalá la Real), Vicente
Ramírez Valverde, (Alcalá la Real), Rafael Sánchez Arenas, José Sánchez Arenas,
Ángel Pérez la Rosa, Juan Gutiérrez Pérez (Lucena), Matías Gutiérrez, Juan León
Castillo, Blas Zamora, Antonio Ramírez, del Cortijo de la Cornicabra, (Alcalá
la Real), seguramente se quedará alguna en el camino.
Las primeras cosechas
recogidas por los nacionales traían el trigo al molino y repartían el pan sólo para
ellos y el resto que sobraba para los rojos. Juan Ibáñez reconoce que ellos
tuvieron suerte, pero que era una cosa mal hecha. El racionamiento en el pan,
el aceite, ect…, no era igual para los vencidos que para los vencedores y si
sobraba alguna ración de pan, iba a parar a boca de estos últimos, pasando
hambre los vencidos, cuyas familias tenían que ir a comer a los dos centros de
reparto: El Molino y la Solana. Las diferencias eran tales que, como ya hemos
contado, en los cortes de siega había dos cántaros de agua: uno para los rojos
y otro para los fascistas.