sábado, 30 de noviembre de 2013

OCIOS Y DIVERSIONES EN FUENTE ÁLAMO. I PARTE. LOS BARES Y LAS TABERNAS



        Las tabernas y bares han sido el principal centro de diversión y de ocio, por no decir el único, en una sociedad rural como la fuentealameña, pues como dice la canción “Pueblo Blanco” de Joan Manuel Serrat “…de la siega a la siembra se vivía en la taberna… “.
En ellos se desenvolvía gran parte de la vida social de la aldea, sobre todo para los hombres, pues las mujeres en cierta forma lo tenían vedado e incluso estaba hasta mal visto. Era una sociedad rural y machista, en donde el hombre, en algunos casos, acudía diariamente, sólo por el mero hecho de aparentar, pues a lo mejor no tenía dinero para sostener a la familia, pero sí para tomar diariamente los cuatro o cinco vasos de vino. Se citaban en la taberna para concretar la jornada de trabajo del día siguiente, por lo que se hacía casi obligatoria su asistencia, se cerraban tratos, se hacían negocios, se estrechaban las amistades y también se producían discusiones y hasta peleas, ect… Los juegos de cartas como el chinchón, la brisca o el dominó provocaban la ineludible cita diaria y casi siempre con los mismos jugadores y las mismas mesas de juego.
Cuando llegaron las primeras televisiones, a finales de los años sesenta, las tabernas se convirtieron en centros audiovisuales, pues solamente se podían ver en ellas, además de las 4 ó 5 casas privilegiadas. Serían el local de Antonio Anguita “Taberna Braguetas”, y luego también en el de Antonio Arenas “Salón  Porruo”, los lugares habituales para acudir toda la familia a presenciar la retransmisión de la corrida de toros, donde comprando una gaseosa “La Pitusa” o “La Revoltosa” que era compartida por toda la familia, se tenía el derecho a presenciar el espectáculo. En la tienda-taberna de Domingo Aguilera, se podía seguir el programa televisivo “Cesta y Puntos”, incluso algún partido de fútbol como la final de la Copa del Generalísimo entre el Real Madrid y el Valencia del año 1970, siendo el que relata, uno de los espectadores privilegiados, con tan solo 7 años de edad. Recuerdo que uno de los goles lo marcó Fleitas.
Posteriormente, entre los años setenta y ochenta, cuando llegaba a la aldea algún cine itinerante, el “Salón Charraga” de Pepe Ramírez  se convertía en una sala de cine improvisada, donde se proyectaban películas como “Los Siete Magníficos” y otros western. Los teatros, las marionetas, los números de contorsionismo, de magia, o hipnotismo (éste provocó hipnotización a Loli Pérez, dejándole el cuerpo rígido extendido sobre dos sillas), ect… se representaban también en este salón, pues no había locales habilitados para ello y era el lugar más apropiado para atraer al público, aprovechando que el padre estaba ya allí. Estas representaciones se producían una o dos veces al año, pues no sería muy rentable para los artistas y el poder adquisitivo de los fuentealameños era más bien bajo.
Las tabernas hasta los años 70, también se convertían en improvisados cuartelillos de la guardia civil, siendo obligatorio lugar de reposo para la pareja, con invitación incluida, y donde solían citar a los “infractores”, para propinarle el correspondiente correctivo, como el suceso ocurrido a Matías Pérez en la taberna de Brígido, por el caso de los cochinos ya relatado en otra entrada.
Desde los años 40 ó 50 podemos contabilizar los siguientes bares o tabernas:
               Bar Royal, regentado por un vecino de La Rabita, hermano de Capitanes. Estaba situado en la parte alta de la fuente, bajando las Escalerillas. También era tienda. Sirvió de sobrenombre a Anica del Barroyal, quien vivió después en dicha casa-taberna.
       La taberna de Antonio Cano “Taberna Ranaco”, situada en la calle bajo la escuela, también llamada en una canción popular el Bar de la Arenca:

“En Fuente Álamo señores, hay unas cuantas tabernas,
pero entre ellas hay una, esta es el Bar de la Arenca,
con comida de todas clases, vino, aguardiente y cerveza.
Este bar está instalado por debajo de la Escuela …

        A principio de los años 40, Francisco El Pelón regentó una taberna en lo que después sería la casa de Brígido Ruiz, la cual no tenía ni siguiera mostrador o barra, y en donde se servía fundamentalmente vino blanco, que traía en garrafas en un mulo desde Alcalá la Real. En 1945, los quintos de ese año tomaron unos vasos de vino en dicha taberna, y Antonio “Caejo” amenizó la fiesta con su acordeón, pero poca era la alegría, pues no estaba la cosa para celebraciones con tanta hambre.
   
       La taberna y hospedería de Brígido Ruiz, situada en la parte izquierda de la fuente. Después estuvo alquilada y regentada en los años 60 por Crescencio “El Chofer”, que también hacía de taxista. Era el lugar habitual de celebración de bodas y verbenas, así como ocasionalmente de fonda. Los propietarios compartían vivienda en la parte alta del edificio. Se cuenta como anécdota que estando Brígido de tabernero, no quería poner tapa con el vaso de vino con la excusa de que la morcilla  se repetía, respondiendo Tomás Zurrón que se la pusiese, que eso es lo que él quería, que se le repitiese. Con el hambre que había, pretendía que le aguantase más tiempo el sabor a morcilla.
               Domingo Aguilera mantuvo casi cuatro décadas, desde los años 50, la taberna-tienda, y a finales de los 90 la reaperturó su hija. Estaba situada en el centro de la aldea. Celebraba también bodas y se vendían productos frescos de la huerta  “El Higuerón”.
                Otro local para fiestas sin llegar a ser bar, lo regentó Irene del Guardilla, situado en la subida hacia el Cerro, en la casa que actualmente es de Feliciano Ibáñez, en donde se celebraban bailes amenizados por su hijo Juan “El Chato” que era músico, apodado “El Guardilla”, junto con otros amigos. Compraban unas cuantas garrafas de vino y se liaba la fiesta.
               Antonio Anguita alquiló a Puche el “Bar Braguetas” donde mantuvo el negocio hasta finales de los años 60, después trasladaría la tienda a la Casa de la Galla, y por último en la zona de la Cantera. Compaginó el negocio con la profesión de taxista oficial.
                Antonio Arenas “Salón El Porruo”, celebraba bailes en los años 60 y 70. Recuerdo que en uno de esos bailes, cuando tendría unos 5 ó 6 años me tiré la actuación completa mirando y escuchado al batería, que era Juanito Funes. Su hermano tocaba el acordeón.
               A principios de  los 70, en el local que había dejado Antonio Anguita, estableció José Ramírez una pequeña tienda-tabernilla, y convirtió unos locales bajos en salón de bailes, donde también tenía unas zahúrdas. Posteriormente, a finales de los 70, hizo un salón-discoteca en toda regla, “Bar Salón-discoteca Charraga”, donde cada fin de semana había música en directo con grupos como Los Came ros´s, Flash, Reflexión, Reacción…, mantuvo el negocio hasta finales de los ochenta.
              
               En los años 70 con una población cercana a los 500 habitantes, había en Fuente Álamo,  tres bares y tres o cuatro tiendas de comestibles y bebidas.
                Bar Antonia, regentado por su marido Paco, desde los años ochenta hasta los primeros años del siglo. Fue arrendado en los veranos en varias ocasiones a vecinos de Fuente Álamo. Después lo vendió a unos ingleses. Como alternativa para los jóvenes, debajo del bar se estableció el disco-pub “El Agujero”, que funcionó relativamente durante la década de los ochenta.
               Bar Chivani, que supuso la llegada de cierta competencia y alternativa para el anterior, sobretodo para los clientes más jóvenes, evitando de esta forma el monopolio, y sobre todo la subida de precios, que a veces era inevitable, sobre todo cuando llegaban las fiestas. Con estos locales amplios llegaron las maquinas de pinball, los futbolines, las mesas de billar, los dardos…     
        Como hemos dicho, desde principio de siglo, el Bar Paco, fue vendido a ciudadanos ingleses, que lo regentaron una década aproximadamente. En el Centro Social, se ha establecido el “Bar Padi”, que es él único bar abierto actualmente en Fuente Álamo.
               Por último no podemos olvidarnos de la Tabernilla del Chempo, regentada por José Pérez, situada en la zona de la Setilla. Fue el local habitual de reunión para  los cortijeros de la zona y para los transeúntes fuentealameños a la vuelta del viaje a Alcalá la Real. A la luz de candiles, de bombonas de gas y por último de luz producida por baterías, se pasaron más de tres décadas, jugándose muchas briscas y bebiéndose muchos vasos de vino.

martes, 12 de noviembre de 2013

AGRICULTURA, GANADERÍA Y MINERÍA EN FUENTE ALAMO III PARTE



            LA GANADERIA  EN FUENTE ÁLAMO

      En los cortijos mayores y en las casas “más ricas” de Fuente Álamo, sobre todo, durante la Posguerra y hasta principio de los años 70, la crianza de cochinos, cabras, pavos y otras aves, era un sistema de ganadería, mediante el cual los animales en semilibertad eran careados por los campos fuentealameños y a cuyo cuidado solía estar un niño, que a su vez hacía de chichanguero.
El cuidado debía ser extremo, dada la situación de miseria y la escasez de alimentos. En el desgraciado supuesto, de que los animales escapasen de la vigilancia del niño y entrasen a heredades privadas y prohibidas, podía tener un fatídico desenlace para el cabeza de familia, que podía costarle, incluso, la correspondiente paliza a cargo de la Guardia Civil. Esto le ocurrió, entre otros, a Matías Pérez Lizana, quien, mediados los años 50, fue delatado y por consiguiente llamado a presentarse en la taberna que estaba ubicada en la actual Casa Brígido, dónde le esperaba la Benemérita, y a presencia, o más bien, a oídos, de su hijo menor Matías, le pusieron más “rojas” aún, sus carnes. Recibió un fuerte correctivo, solamente por la posible distracción de un niño, a lo que se unió, sin duda alguna, su pasado “rojo”.
 En cada cortijo o casa hacendada había un porquero, un cabrero, los respectivos gañanes que se encargaban del cuidado de los mulos que utilizaban para la labranza del cortijo y el llamado chichanguero, que era un muchacho que le llevaba la comida y el agua a los segadores. Cuantas veces hemos oído, “yo estuve guardando cochinos con…” o “yo estuve de mulero con …”
En el Coscojar Bajo, hasta los años cincuenta, D. Francisco Serrano del Mármol, alternó la agricultura, (llegando a tener más de 7 yuntas de mulos), con el ganado caprino, (llegando a tener un pequeño grupo de cabras), que se careaba  y daba pasto en la Haza Granada, y de cuyo cortijo salía diariamente hacia Alcalá la Real el carro conducido por Antonio Aguilera Pareja que transportaba  la leche producida. Así era en todos los cortijos grandes.
En el cortijo de Clavijo a cuyo cargo estaba Ceferino Aguilera Castillo, pastorearon ovejas hasta los años setenta.
            Desde los años 50 hasta los 70, Vicente Aguilera Castillo, ex-alcalde durante la Segunda República, fue el cabrero de Fuente Álamo. Mantuvo la explotación hasta tres o cuatro años antes de morirse, (según su nieto Juan), que se hartó y vendió las cabras a Manuel Palomino. Tenía un sistema particular para identificar a cada cabra, las bautizaba, en femenino, con el apodo del dueño, quien se la había dejado para cuidarla a cambio de que “se pillase” y así explotarla hasta que perdiesen la leche. Las cuidaba por la leche, y cuando ya se quedaba sin ella, tenían que recoger cada uno la suya. En cada casa había dos o tres cabras. También tenía una libretilla para anotar cuando “se pillaban” y poder llevar el control de cada cabra. Las cabras las encerraba en los corrales de Pedro Cañuelos. Su mujer Dolores Cano Ruiz hacía queso, con la ayuda de sus hijas, que tenían que fregar a diario las tablas del queso y demás utensilios de fabricación del queso, como era la pleita de esparto. Después los quesos se colocaban en una despensa, que había en la cámara, y comenta, su nieto Juan, que: “antes no pasaba nada, nadie se moría, y no había tanto control sanitario”. Sigue comentando que: “se llevaban los quesos en los serones de los mulos y las talegas llenas. La pareja de la Guardia Civil cada vez que venían les daba un queso a cada uno, que echaban en el morral, pues antes venían andando, así las cabras tenían más libertad para comer y no le denunciaban.”
Manuel Palomino “Manuel el de las Cabras”, continuaría con las explotación caprina otras dos décadas pues como hemos dicho se las había comprado a Vicente.
Pero el verdadero continuador de la saga de cabreros sería Juan Aguilera Cervera, apodado “El Agüelajo”, en honor a su abuelo Vicente, que fue quien le enseñó y le transmitió el amor a la profesión. Desde que tenía corta edad, le tomó cariño a este ganado y sobretodo a la libertad de estar andorreando por el campo, pues la escuela no le gustaba. Nació el 11 de noviembre de 1954, en Fuente Álamo, fue a la escuela (eso sí, poco), con D. José Oria e hizo la primera comunión en 1961, entre otros, con Loli Pérez, con El Mingui de la Torre, (que era mayor que ellos), o con el Chele de Euge, pero se confiesa no creyente.
“El Agüelajo”, a quien no le importa que le llamen así sus amigos, como actividad principal ha dedicado prácticamente toda su vida al ganado caprino y como, él mismo, reconoce desde que tenía unos 5 años ya estaba detrás de las cabras y lo dice con orgullo, enfatiza mucho y dice: “Sí que estaba, ¿iba a estar, entonces, detrás de los perros?” Su abuelo les avisaba (a él, a Antonio y al Quini) con una trompetilla, daba un pitido y bajaban corriendo por Las Escalerillas. Le preparó una cayailla a su altura. Antonio apodado El Tarugo (Antonio El Bañero, tenía unas cabras) y el Quini de la Sancha, (Joaquín, su padre, tenía unas ovejillas) estaban con su abuelo con las cabras, y le ayudaban a saltar los barranquillos, montándolo a “acuestas”… Se acuerda que estando él, chicuelo, y aún lloviendo bastante, su abuelo tenía que sacar a las cabras para comer, pues no tenía paja en el invierno, las llevaba al barranco de la Callejama y a veces tenía que meterlas de olivo en olivo y en un ratillo las hartaba, y estaba tranquilo que la Guardia Civil no le denunciaba, pues ya les había dado los correspondientes quesos. Tres o cuatro años antes de morirse su abuelo, se harto y las vendió a Manuel Palomino, pero él siguió los pasos de las cabras y se puso a trabajar con Manuel, pero al poco tiempo preparó unas cuantas cabras y las cuidaba a la vez que las de Manuel. Recuerda que antes de irse a trabajar a la hostelería mediados los años 70, ya tenía unas 15 ó 20 cabras, que se las dejaba a Manuel. Tendría 18 ó 20 años cuando se hizo ganadero independiente.
 Lleva más de 50 años en el mundo de las cabras y actualmente tiene unas 200 cabezas, 3 machos y un perro. Ha contribuido al mantenimiento del medio ambiente, pues todos los “pechos” que van desde las Lagunillas de las Grajeras al Barranco Muriano están abonados con materia orgánica y preservados de la erosión. Dice, que ahora ya no se puede entrar al Barranco del Salado, pues hay unos barrancos muy grandes, ni a las Amoladeras. Actualmente es socio de una cooperativa de Carcabuey, donde le retiran diariamente la leche. Manifiesta que: “ahora la leche vale algo más, pero los quesos no han subido.”
Actualmente por la zona sólo queda otro cabrero en La Rábita.

            También hubo otros cabreros temporales, como Antonio Cano “Carrillo”, que casi siempre ha mantenido la actividad pero a pequeña escala y para el autoconsumo y hoy en día produce unos quesos de cabra de muy buena calidad.

Hubo una etapa de los años setenta, en la que Antonio Fuentes Nieto alternó la panadería, con la crianza de cerdos, que después vendía a los vecinos de Fuente Álamo. Anteriormente su padre, Faustino Fuentes, también criaba cochinos, pero se careaban por los campos de Fuente Álamo, y a cuyo cuidado estuvieron empleados jovenes fuentealameños.