LA
GANADERIA EN FUENTE ÁLAMO
En los cortijos mayores y en las casas “más
ricas” de Fuente Álamo, sobre todo, durante la Posguerra y hasta principio de
los años 70, la crianza de cochinos, cabras, pavos y otras aves, era un sistema
de ganadería, mediante el cual los animales en semilibertad eran careados por
los campos fuentealameños y a cuyo cuidado solía estar un niño, que a su vez
hacía de chichanguero.
El
cuidado debía ser extremo, dada la situación de miseria y la escasez de
alimentos. En el desgraciado supuesto, de que los animales escapasen de la
vigilancia del niño y entrasen a heredades privadas y prohibidas, podía tener
un fatídico desenlace para el cabeza de familia, que podía costarle, incluso, la
correspondiente paliza a cargo de la Guardia Civil. Esto le ocurrió, entre
otros, a Matías Pérez Lizana, quien, mediados los años 50, fue delatado y por
consiguiente llamado a presentarse en la taberna que estaba ubicada en la
actual Casa Brígido, dónde le esperaba la Benemérita, y a presencia, o más bien,
a oídos, de su hijo menor Matías, le pusieron más “rojas” aún, sus carnes. Recibió
un fuerte correctivo, solamente por la posible distracción de un niño, a lo que
se unió, sin duda alguna, su pasado “rojo”.
En cada cortijo o casa hacendada había un
porquero, un cabrero, los respectivos gañanes que se encargaban del cuidado de
los mulos que utilizaban para la labranza del cortijo y el llamado
chichanguero, que era un
muchacho que le llevaba la comida y el agua a los segadores. Cuantas
veces hemos oído, “yo estuve guardando cochinos con…” o “yo estuve de mulero
con …”
En
el Coscojar Bajo, hasta los años cincuenta, D. Francisco Serrano del Mármol,
alternó la agricultura, (llegando a tener más de 7 yuntas de mulos), con el
ganado caprino, (llegando a tener un pequeño grupo de cabras), que se careaba y daba pasto en la Haza Granada, y de cuyo
cortijo salía diariamente hacia Alcalá la Real el carro conducido por Antonio
Aguilera Pareja que transportaba la
leche producida. Así era en todos los cortijos grandes.
En el cortijo de Clavijo a cuyo cargo
estaba Ceferino Aguilera Castillo, pastorearon ovejas hasta los años setenta.
Desde
los años 50 hasta los 70, Vicente
Aguilera Castillo, ex-alcalde durante la Segunda República, fue el cabrero
de Fuente Álamo. Mantuvo la explotación hasta tres o cuatro años antes de
morirse, (según su nieto Juan), que se hartó y vendió las cabras a Manuel
Palomino. Tenía un sistema particular para identificar a cada cabra, las bautizaba,
en femenino, con el apodo del dueño, quien se la había dejado para cuidarla a
cambio de que “se pillase” y así explotarla hasta que perdiesen la leche. Las cuidaba
por la leche, y cuando ya se quedaba sin ella, tenían que recoger cada uno la
suya. En cada casa había dos o tres cabras. También tenía una libretilla para
anotar cuando “se pillaban” y poder llevar el control de cada cabra. Las cabras
las encerraba en los corrales de Pedro Cañuelos. Su mujer Dolores Cano Ruiz
hacía queso, con la ayuda de sus hijas, que tenían que fregar a diario las
tablas del queso y demás utensilios de fabricación del queso, como era la
pleita de esparto. Después los quesos se colocaban en una despensa, que había
en la cámara, y comenta, su nieto Juan, que: “antes no pasaba nada, nadie se moría, y no había tanto control
sanitario”. Sigue comentando que: “se
llevaban los quesos en los serones de los mulos y las talegas llenas. La pareja
de la Guardia Civil cada vez que venían les daba un queso a cada uno, que echaban
en el morral, pues antes venían andando, así las cabras tenían más libertad
para comer y no le denunciaban.”
Manuel
Palomino “Manuel el de las Cabras”, continuaría
con las explotación caprina otras dos décadas pues como hemos dicho se las
había comprado a Vicente.
Pero el verdadero continuador de la saga
de cabreros sería Juan Aguilera Cervera,
apodado “El Agüelajo”, en honor a su abuelo Vicente, que fue quien le enseñó
y le transmitió el amor a la profesión. Desde que tenía corta edad, le tomó
cariño a este ganado y sobretodo a la libertad de estar andorreando por el
campo, pues la escuela no le gustaba. Nació el 11 de noviembre de 1954, en
Fuente Álamo, fue a la escuela (eso sí, poco), con D. José Oria e hizo la primera
comunión en 1961, entre otros, con Loli Pérez, con El Mingui de la Torre, (que era
mayor que ellos), o con el Chele de Euge, pero se confiesa no creyente.
“El Agüelajo”, a quien no le importa que
le llamen así sus amigos, como actividad principal ha dedicado prácticamente
toda su vida al ganado caprino y como, él mismo, reconoce desde que tenía unos
5 años ya estaba detrás de las cabras y lo dice con orgullo, enfatiza mucho y
dice: “Sí que estaba, ¿iba a estar,
entonces, detrás de los perros?” Su abuelo les avisaba (a él, a Antonio y
al Quini) con una trompetilla, daba un pitido y bajaban corriendo por Las Escalerillas.
Le preparó una cayailla a su altura. Antonio apodado El Tarugo (Antonio El
Bañero, tenía unas cabras) y el Quini de la Sancha, (Joaquín, su padre, tenía
unas ovejillas) estaban con su abuelo con las cabras, y le ayudaban a saltar los
barranquillos, montándolo a “acuestas”… Se acuerda que estando él, chicuelo, y
aún lloviendo bastante, su abuelo tenía que sacar a las cabras para comer, pues
no tenía paja en el invierno, las llevaba al barranco de la Callejama y a veces
tenía que meterlas de olivo en olivo y en un ratillo las hartaba, y estaba
tranquilo que la Guardia Civil no le denunciaba, pues ya les había dado los
correspondientes quesos. Tres o cuatro años antes de morirse su abuelo, se
harto y las vendió a Manuel Palomino, pero él siguió los pasos de las cabras y
se puso a trabajar con Manuel, pero al poco tiempo preparó unas cuantas cabras
y las cuidaba a la vez que las de Manuel. Recuerda que antes de irse a trabajar
a la hostelería mediados los años 70, ya tenía unas 15 ó 20 cabras, que se las
dejaba a Manuel. Tendría 18 ó 20 años cuando se hizo ganadero independiente.
Lleva más de 50 años en el mundo de las cabras
y actualmente tiene unas 200 cabezas, 3 machos y un perro. Ha contribuido al
mantenimiento del medio ambiente, pues todos los “pechos” que van desde las
Lagunillas de las Grajeras al Barranco Muriano están abonados con materia
orgánica y preservados de la erosión. Dice, que ahora ya no se puede entrar al
Barranco del Salado, pues hay unos barrancos muy grandes, ni a las Amoladeras.
Actualmente es socio de una cooperativa de Carcabuey, donde le retiran
diariamente la leche. Manifiesta que: “ahora
la leche vale algo más, pero los quesos no han subido.”
También
hubo otros cabreros temporales, como Antonio Cano “Carrillo”, que casi siempre
ha mantenido la actividad pero a pequeña escala y para el autoconsumo y hoy en
día produce unos quesos de cabra de muy buena calidad.
Hubo una etapa de los años setenta, en la
que Antonio Fuentes Nieto alternó la
panadería, con la crianza de cerdos, que después vendía a los vecinos de Fuente
Álamo. Anteriormente su padre, Faustino Fuentes, también criaba cochinos, pero
se careaban por los campos de Fuente Álamo, y a cuyo cuidado estuvieron
empleados jovenes fuentealameños.
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