martes, 12 de noviembre de 2013

AGRICULTURA, GANADERÍA Y MINERÍA EN FUENTE ALAMO III PARTE



            LA GANADERIA  EN FUENTE ÁLAMO

      En los cortijos mayores y en las casas “más ricas” de Fuente Álamo, sobre todo, durante la Posguerra y hasta principio de los años 70, la crianza de cochinos, cabras, pavos y otras aves, era un sistema de ganadería, mediante el cual los animales en semilibertad eran careados por los campos fuentealameños y a cuyo cuidado solía estar un niño, que a su vez hacía de chichanguero.
El cuidado debía ser extremo, dada la situación de miseria y la escasez de alimentos. En el desgraciado supuesto, de que los animales escapasen de la vigilancia del niño y entrasen a heredades privadas y prohibidas, podía tener un fatídico desenlace para el cabeza de familia, que podía costarle, incluso, la correspondiente paliza a cargo de la Guardia Civil. Esto le ocurrió, entre otros, a Matías Pérez Lizana, quien, mediados los años 50, fue delatado y por consiguiente llamado a presentarse en la taberna que estaba ubicada en la actual Casa Brígido, dónde le esperaba la Benemérita, y a presencia, o más bien, a oídos, de su hijo menor Matías, le pusieron más “rojas” aún, sus carnes. Recibió un fuerte correctivo, solamente por la posible distracción de un niño, a lo que se unió, sin duda alguna, su pasado “rojo”.
 En cada cortijo o casa hacendada había un porquero, un cabrero, los respectivos gañanes que se encargaban del cuidado de los mulos que utilizaban para la labranza del cortijo y el llamado chichanguero, que era un muchacho que le llevaba la comida y el agua a los segadores. Cuantas veces hemos oído, “yo estuve guardando cochinos con…” o “yo estuve de mulero con …”
En el Coscojar Bajo, hasta los años cincuenta, D. Francisco Serrano del Mármol, alternó la agricultura, (llegando a tener más de 7 yuntas de mulos), con el ganado caprino, (llegando a tener un pequeño grupo de cabras), que se careaba  y daba pasto en la Haza Granada, y de cuyo cortijo salía diariamente hacia Alcalá la Real el carro conducido por Antonio Aguilera Pareja que transportaba  la leche producida. Así era en todos los cortijos grandes.
En el cortijo de Clavijo a cuyo cargo estaba Ceferino Aguilera Castillo, pastorearon ovejas hasta los años setenta.
            Desde los años 50 hasta los 70, Vicente Aguilera Castillo, ex-alcalde durante la Segunda República, fue el cabrero de Fuente Álamo. Mantuvo la explotación hasta tres o cuatro años antes de morirse, (según su nieto Juan), que se hartó y vendió las cabras a Manuel Palomino. Tenía un sistema particular para identificar a cada cabra, las bautizaba, en femenino, con el apodo del dueño, quien se la había dejado para cuidarla a cambio de que “se pillase” y así explotarla hasta que perdiesen la leche. Las cuidaba por la leche, y cuando ya se quedaba sin ella, tenían que recoger cada uno la suya. En cada casa había dos o tres cabras. También tenía una libretilla para anotar cuando “se pillaban” y poder llevar el control de cada cabra. Las cabras las encerraba en los corrales de Pedro Cañuelos. Su mujer Dolores Cano Ruiz hacía queso, con la ayuda de sus hijas, que tenían que fregar a diario las tablas del queso y demás utensilios de fabricación del queso, como era la pleita de esparto. Después los quesos se colocaban en una despensa, que había en la cámara, y comenta, su nieto Juan, que: “antes no pasaba nada, nadie se moría, y no había tanto control sanitario”. Sigue comentando que: “se llevaban los quesos en los serones de los mulos y las talegas llenas. La pareja de la Guardia Civil cada vez que venían les daba un queso a cada uno, que echaban en el morral, pues antes venían andando, así las cabras tenían más libertad para comer y no le denunciaban.”
Manuel Palomino “Manuel el de las Cabras”, continuaría con las explotación caprina otras dos décadas pues como hemos dicho se las había comprado a Vicente.
Pero el verdadero continuador de la saga de cabreros sería Juan Aguilera Cervera, apodado “El Agüelajo”, en honor a su abuelo Vicente, que fue quien le enseñó y le transmitió el amor a la profesión. Desde que tenía corta edad, le tomó cariño a este ganado y sobretodo a la libertad de estar andorreando por el campo, pues la escuela no le gustaba. Nació el 11 de noviembre de 1954, en Fuente Álamo, fue a la escuela (eso sí, poco), con D. José Oria e hizo la primera comunión en 1961, entre otros, con Loli Pérez, con El Mingui de la Torre, (que era mayor que ellos), o con el Chele de Euge, pero se confiesa no creyente.
“El Agüelajo”, a quien no le importa que le llamen así sus amigos, como actividad principal ha dedicado prácticamente toda su vida al ganado caprino y como, él mismo, reconoce desde que tenía unos 5 años ya estaba detrás de las cabras y lo dice con orgullo, enfatiza mucho y dice: “Sí que estaba, ¿iba a estar, entonces, detrás de los perros?” Su abuelo les avisaba (a él, a Antonio y al Quini) con una trompetilla, daba un pitido y bajaban corriendo por Las Escalerillas. Le preparó una cayailla a su altura. Antonio apodado El Tarugo (Antonio El Bañero, tenía unas cabras) y el Quini de la Sancha, (Joaquín, su padre, tenía unas ovejillas) estaban con su abuelo con las cabras, y le ayudaban a saltar los barranquillos, montándolo a “acuestas”… Se acuerda que estando él, chicuelo, y aún lloviendo bastante, su abuelo tenía que sacar a las cabras para comer, pues no tenía paja en el invierno, las llevaba al barranco de la Callejama y a veces tenía que meterlas de olivo en olivo y en un ratillo las hartaba, y estaba tranquilo que la Guardia Civil no le denunciaba, pues ya les había dado los correspondientes quesos. Tres o cuatro años antes de morirse su abuelo, se harto y las vendió a Manuel Palomino, pero él siguió los pasos de las cabras y se puso a trabajar con Manuel, pero al poco tiempo preparó unas cuantas cabras y las cuidaba a la vez que las de Manuel. Recuerda que antes de irse a trabajar a la hostelería mediados los años 70, ya tenía unas 15 ó 20 cabras, que se las dejaba a Manuel. Tendría 18 ó 20 años cuando se hizo ganadero independiente.
 Lleva más de 50 años en el mundo de las cabras y actualmente tiene unas 200 cabezas, 3 machos y un perro. Ha contribuido al mantenimiento del medio ambiente, pues todos los “pechos” que van desde las Lagunillas de las Grajeras al Barranco Muriano están abonados con materia orgánica y preservados de la erosión. Dice, que ahora ya no se puede entrar al Barranco del Salado, pues hay unos barrancos muy grandes, ni a las Amoladeras. Actualmente es socio de una cooperativa de Carcabuey, donde le retiran diariamente la leche. Manifiesta que: “ahora la leche vale algo más, pero los quesos no han subido.”
Actualmente por la zona sólo queda otro cabrero en La Rábita.

            También hubo otros cabreros temporales, como Antonio Cano “Carrillo”, que casi siempre ha mantenido la actividad pero a pequeña escala y para el autoconsumo y hoy en día produce unos quesos de cabra de muy buena calidad.

Hubo una etapa de los años setenta, en la que Antonio Fuentes Nieto alternó la panadería, con la crianza de cerdos, que después vendía a los vecinos de Fuente Álamo. Anteriormente su padre, Faustino Fuentes, también criaba cochinos, pero se careaban por los campos de Fuente Álamo, y a cuyo cuidado estuvieron empleados jovenes fuentealameños.

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