SEGUNDA
PARTE
La
plantación de olivar de la variedad nevado o picual se fue introduciendo
paulatinamente, a la vez que se fue abandonando la siembra de cereal y
legumbres, debido a la bajada del precio del grano y la orografía del terreno
de Fuente Álamo, que elevaba los costes y dificultaba la mecanización, no
siendo rentable la obtención de la cosecha de forma manual, con hoz, trillo y
pala de madera.
La
constitución en los años sesenta de la
Cooperativa Ntra. Sra. del Rosario, tras desaparición de un pequeño molino de
aceite de la familia González Palomino (ésta vendió el local para su
construcción), cuya actividad principal era la extracción de aceite de oliva,
supuso la reordenación de pequeños agricultores frente al monopolio del molino
de aceinte de D. Francisco Serrano del Mármol “Don Paco”, que fue vendido
después a D. Rafael Jiménez. Supuso también, dar un impulso hacia la plantación
de olivar, que ya nunca se iba a detener hasta el punto, que hoy en día prácticamente
no queda en Fuente Álamo, ni una cuartilla de tierra sin olivos.
La parte baja de la aldea, el
Ruedo, que hasta los años setenta estaba destinada a la producción de grano, se
plantó de olivar y parte del Coscojar Alto, en concreto la Haza Granada, que
era de tierra calma se plantó de cerezos.
Posteriormente en los años ochenta con la parcelación de Clavijo, tierras
que habían sido de encina y destinadas a la siembra de cereales y legumbres, se
plantaron de olivos o de cerezos. Asimismo todas parcelas que pudieron adaptarse,
se plantaron de olivos, como El Ruedo, los llanos de Enfrente o Barrollal,
Rocastro, u otras pequeñas parcelas que
habían estado destinadas a producción de grano y que servían para cumplimentar
la economía familiar, como era el intercambio de trigo por pan, habas y yeros
para las cabras, habas para comerlas crudas o fritas, y que tantas hambres
quitaron en la posguerra y algunas palizas también dieron.
El
almendro se intentó plantar en alguna ocasión como alternativa y complemento
del olivo, o simplemente se dejó que continuara su supervivencia, eso sí,
siempre en zonas y tierras de mala calidad, de difícil acceso, o en lindes y
pedregales, como La Coronilla, donde dio nombre a un cortijo “El Almendro”, en
zonas de alrededor de La Mina, en el Barranco de Santi, también hubo verdaderas
plantaciones en la zona de las Eras de la Torre, en los Eriales, el Rocastro,
ect…, de tal forma que la variedad de racimal y marcona se fue injertando y comercializando,
pues coincidía con la temporada de finales del verano y no impedía que las
familias al completo se reunieran entorno a unos sacos, para proceder a mondarlas
manualmente. Fueron muchos los factores que hicieron que se abandonara el
cultivo del almendro, el principal la bajada de precios, el coste de la
recolección, las plagas, pues es un árbol que requiere muchos cuidados, su
adaptación al clima de Fuente Álamo, y en definitiva la plantación de olivar
que le fue sustituyendo.
Hasta
finales de los setenta los jóvenes y niños, en los almendros abandonados o
difíciles de recoger o “fuertes”, rebuscaban las almendras que quedaban atrás y
las vendían o cambiaban por chocolate, en la tiendas o puntos de compra, como
eran Casa Brígido, Antonio Anguita, José
Ramírez, ect… Cuentan que Antonio
Pérez “Nono” cuando era niño, fue a vender almendras “fuertes” a Brígido, quien
las compraba a duro el kilo, negándose “El Nono” a vendérsela a menos de 18
reales. Así que para rebuscar eran muy buenos, pero para los negocios no tanto.
En
esos años en el campo no quedaba nada, todo se recogía.
Además
de la mención hecha a la plantación de cerezos y la continuidad del almendro, hubo un intento en
los años noventa de un cultivo complementario, la plantación de lo que los
fuentealameños llamaron alcaparroneras, planta silvestre, que se plantó sobre
todo en las “tierras recias” de más baja calidad, en lindes o entremedio de olivos y almendros y se mantuvo
una década, perdiéndose debido a los costes de tiempo y mano de obra que se
empleaba en su recolección, a pesar de que se hacía con la familia y sobre todo
a la bajada de precios.
La
constitución a mediados de los noventa de dos comunidades de riego, apodadas “La
Cubetilla” o “ De la Muerte” que traen el agua de la Sierra de las Grajeras,
hizo que el sistema de riego por goteo se convirtiera en el sistema general de
cultivo, con unas 300 fanegas de olivos regados por este sistema.
Visto
los datos aportados podemos concluir que los fuentealameños han dependido
fundamentalmente del campo, bien como jornaleros, bien como pequeños propietarios
agrícolas, que explotaban las tierras que fueron heredando o adquiriendo tras
la parcelación de los latifundios y la enajenación de las tierras propiedad del
Ayuntamiento de Alcalá la Real.
La
dependencia del campo de los fuentealameños se podrían llevar a su extremo pues,
aparte de los ingresos procedentes de los jornales y la obtención de los
rendimientos de la actividades agrícolas, existió hasta los años ochenta una
microeconomía muy fuerte, y que ayudó muy mucho a las familias fuentealameñas,
y que en épocas de crisis como la actual, podría ponerse en funcionamiento y
ayudaría sin duda alguna a paliarla. Así
tenemos la “rebusca” de aceitunas una vez que se terminaba la recolección, las familias al completo, se desplegaban por
los olivares a recoger las pocas aceitunas que en aquellas épocas quedaban atrás;
y no sólo esto, sino que antes que llegara el “nuevo cultivo” se araba
profundamente, salían cantidades de raíces de olivo, que servían para calentar
las casas, que se lo digan a Emilio Malagón que le quedó el apodo cariñoso de “El Tórtolo”, por
rejuntar tantas raíces de olivo para calentarse en el invierno. Otras pequeñas
aportaciones a la economía familiar era la obtención del picón ó carbón de
olivo, o la leña después de la tala era aprovechada toda, el ramón para la
cabra y la “leña recia” para la lumbre de chimenea. El olivo no sólo daba
aceitunas para echar en agua o aceitunas para la obtención de aceite, de él, se
aprovechaba todo, desde la raíz hasta el ramón.
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