viernes, 6 de enero de 2012

LA TORRE ALMENARA ATALAYA DE FUENTE ÁLAMO. (Edición revisada 11/07/2015)


         

       
Fue declarada Bien de Interés Cultural como consecuencia de la disposición adicional 2.ª de la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español, al considerar declarados los bienes incluidos en el Decreto de 22 de abril de 1949, sobre protección de castillos; por lo que el Ministerio de Cultura procedió a la asignación del código de registro R-I-51-0007862 del Registro General de Bienes de Interés Cultural.
 Por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía en Resolución de 19 de marzo de 2001, de la Dirección General de Bienes Culturales, se inicia el procedimiento para la inscripción específica en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz de la Zona Arqueológica de Fuente Álamo (Alcalá la Real, Jaén). Mediante Orden de 10 de marzo de 2003,  se resuelve inscribir, con carácter específico, el yacimiento de Fuente Álamo en Alcalá la Real (Jaén), como Zona Arqueológica, e incluir la torre almenara atalaya ubicada en dicha zona, declarada Bien de Interés Cultural, con la categoría de Monumento, en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz.
            Se llamaba almenara al fuego que se encendía sucesivamente en lugares altos para dar algún aviso en toda la zona. Tenía la misma función, aunque con menos exactitud, que nuestros actuales sistemas de comunicación. Una atalaya es un tipo de fortificación cuyo uso primario era militar, y, por lo general, se trata de una estructura aislada. Su objetivo principal es proporcionar un lugar alto y seguro desde el cual poder hacer observaciones militares.
Según la Resolución de 19 de marzo de 2001 y  Orden de 10 de marzo de 2003 de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, el monumento se encuentra emplazado en una loma elevada 80 metros sobre el Arroyo del Rodeo, que la bordea por el Sur. Al Norte y al Este, se observa un pequeño escarpe calcarenítico cercano a dicha loma. La torre forma parte de la segunda línea de control del territorio de Alcalá durante la Edad Media, y por su tipología, se adscribiría a los siglos XIII y XIV (época bajomedieval). Es de planta circular, consta de dos cuerpos y tiene una altura de 9 m. La primera planta está cubierta por una bóveda de 3 m de diámetro y 3,81 m de altura. El vano de entrada tiene una luz de 2,38 m y presenta una moldura en su parte exterior, construida con arenisca y de aparejo irregular. La fábrica de la torre es de sillería. Existen saeteras a nivel de la primera planta. La torre está desmochada y en un lamentable estado de deterioro, sirviendo durante bastante tiempo de palomar y almacén de leña. Se encuentra  integrada en un cortijo propiedad de la SAFA (de ahí que se la conozca como “La Torre”), y está rodeada de una tapia en forma cuadrangular, derrumbado por alguno de sus laterales. Levantada a 670 metros de altitud, domina parte del cauce del arroyo Saladillo y la Villa romana.
Sería durante reinado de al-Hakam II (961-976) cuando se iniciase la construcción de una importante red de atalayas para defender el territorio de las devastaciones de los normandos, que incluso dejaron sentir sus efectos en esta zona. Hoy día, todavía subsisten 12  de las 15  atalayas originales, las cuales establecían un cinturón defensivo en torno a la atalaya principal de La Mota.
Es una de las torres de vigilancia, construidas en puntos estratégicos, que permitían la comunicación e información rápida desde lugares alejados, con la fortaleza de la Mota. En Alcalá la Real, el conjunto de las atalayas forma un cinturón alrededor de la Mota, que permitía alertar y descubrir cualquier incursión del enemigo mediante ahumadas de día y fuego de noche, producidas por las almenaras que se encendían con esparto en las plataformas de las torres. Cuando la Alcalá la Real fue conquistada por los cristianos, éstos remodelaron las atalayas del flanco fronterizo con Granada; sin embargo, la Torre de Fuente Álamo no lo fue, al no ser necesaria la protección por ese flanco. De esta manera, en la actualidad se presentan dos tipos constructivos: musulmana y cristiana. Las atalayas cristianas tienen un aparejo más regular, son de mayor tamaño y presentan una base troncocónica. Las musulmanas, con aparejo de mampuesto, son cilíndricas en todo su alzado, como es el caso de la Torre de Fuente Álamo. Unas y otras tienen su acceso a media altura, de tal modo que, en caso de emboscada, no sorprendan a los centinelas.
Ni la declaración de Bien de Interés Cultural  por el Ministerio de Cultura  con la asignación del código de registro R-I-51-0007862 del Registro General de Bienes de Interés Cultural, ni la inclusión en la categoría de Monumento en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz  por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía mediante Orden de 10 de marzo de 2003, ni la actuación por omisión del Ayuntamiento de Alcalá la Real, han servido para que se le dedique ni un solo real, peseta o euro, y sin saber si se dedicaron algún  dirham, maravedí, doblas (oro), reales (plata) o las diversas monedas de vellón de cada época, a parte de los estrictamente necesarios para su construcción, pues como hemos visto ni tan siguiera fue remodelada por los cristianos.
            Nadie recuerda en la Aldea que para mantenimiento, rehabilitación o restauración se hayan destinado recursos materiales o humano. La única “conservación” es la mano de cal, que se aplicó de forma no muy adecuada por los inquilinos del cortijo, llegando a  encalar hasta la altura poco más de las saeteras, sirviéndoles el monumento de almacén de leña o palomar.
              Al estar separada por un recinto, no ha sido realmente un lugar de acceso y de contacto directo, por lo que los recuerdos que nos trae nos han quedado poco grabados y un tanto alejados. La propiedad privada impidió que se disfrutara, a la vez que se cuidara por los organismos públicos como es debido. Algunos privilegiados, entre los que me encuentro, pudimos en su día encaramarnos en la parte alta de la atalaya y disfrutar de un amplio campo de visión. Ahora sería imposible por el estado de deterioro en que se encuentra y el peligro que ello supone. El hecho de estar rodeada por un recinto privado propiedad de la SAFA, quizás haya favorecido su conservación, pero como hemos dicho, no es motivo suficiente para que se esté dejando en el olvido y permitiendo su desmoronamiento.
Pero, si llegamos a la conclusión de que ni la actuación negligente de las personas, ni el paso de tiempo  (más de nueve siglos), han podido con ella, por qué no esperar otros tantos siglos y dejamos pasar el tiempo, de manera  que sea éste quien decida. Las administraciones sólo gastan dinero y recursos humanos en el “Monumento de la Mota”, sin tener en cuenta que las torres atalayas forman parte de dicho monumento, y sin ellas no se podría entender el Conjunto Monumental de la Mota, en torno al cual  formaban un cinturón protector y favorecían su salvaguarda.
La Torre es el símbolo de identidad de Fuente Álamo, que si bien, en otros tiempos era un baluarte defensivo para avisar de la entrada de intrusos, ahora ha quedado para dar la bienvenida a las gentes que llegan a la aldea y el adiós a los que se marchan. Una especie de saludo sin reverencia, pues ya dejó de cumplir la misión para la que fue construida, limitándose a observar, a través de sus saeteras o desde su atalaya, como testigo mudo, a todo ser vivo que se mueve alrededor de sus cuatro puntos cardinales.
Todavía me pregunto para qué sirve la declaración de  Bien de Interés Cultural  por el Ministerio de Cultura  con la asignación del código de registro R-I-51-0007862 del Registro General de Bienes de Interés Cultural, o la inclusión con la categoría de Monumento, en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía mediante Orden de 10 de marzo de 2003.
Como nota complementaria hay que tener en cuenta que entre los alcaides de la Torre de Fuente Álamo tenemos nada más y nada menos que a D. Fernando de Tapia y Castilla,  quien se jubiló en 1834 conservando todas las prerrogativas de su oficio, cuando contaba la edad de 84 años y 45 años de servicio. Murió en 1841, a la edad de 92 años.
Último sitio donde se mantuvo el cargo del alcaide y éste recibía  remuneración por su desempeño.
            Fernando de Tapia y Castilla, nació en Alcalá la Real, el 25 de julio de 1749, y fue bautizado en la iglesia de Santo Domingo de Silos.  Se casó con Margarita Gutiérrez, y tras su boda vivieron fuera de Alcalá, quizá viajando por el extranjero. Probablemente fuese durante estos viajes cuando adquirió la cultura del verdadero ilustrado que fue y los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para la construcción de los relojes.
    Desarrolló una importante labor en la vida política y fue designado por el rey regidor perpetuo de Alcalá la Real a la edad de 39 años. Fue uno de los ediles que durante más tiempo permaneció en su cargo.   Vivió una etapa importante de la historia de España, la comprendida entre los reinados de Carlos III e Isabel II, con algunos de los cuales se relacionó a través de sus relojes. Durante la invasión francesa fue corregidor interino del gobierno francés.
    Don Fernando murió en 1841, a la edad de 92 años. Su fallecimiento aparece registrado en las últimas páginas del libro VI de defunciones de la parroquia de Santo Domingo de Silos.

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