Fue declarada Bien de Interés Cultural como consecuencia de la disposición adicional 2.ª de la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español, al considerar declarados los bienes incluidos en el Decreto de 22 de abril de 1949, sobre protección de castillos; por lo que el Ministerio de Cultura procedió a la asignación del código de registro R-I-51-0007862 del Registro General de Bienes de Interés Cultural.
Por la Consejería de Cultura de la Junta de
Andalucía en Resolución de 19 de marzo de 2001, de la Dirección General de
Bienes Culturales, se inicia el procedimiento para la inscripción específica en
el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz de la Zona Arqueológica de
Fuente Álamo (Alcalá la Real, Jaén). Mediante Orden de 10 de marzo de
2003, se resuelve inscribir, con
carácter específico, el yacimiento de Fuente Álamo en Alcalá la Real (Jaén),
como Zona Arqueológica, e incluir la torre almenara atalaya ubicada en
dicha zona, declarada Bien de Interés Cultural, con la categoría de Monumento,
en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz.
Se
llamaba almenara al fuego que se encendía sucesivamente en lugares altos
para dar algún aviso en toda la zona. Tenía la misma función, aunque con menos
exactitud, que nuestros actuales sistemas de comunicación. Una atalaya
es un tipo de fortificación cuyo uso primario era militar, y, por lo general,
se trata de una estructura aislada. Su objetivo principal es proporcionar un
lugar alto y seguro desde el cual poder hacer observaciones militares.
Según la Resolución de 19
de marzo de 2001 y Orden de 10 de marzo
de 2003 de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, el monumento se
encuentra emplazado en una loma elevada 80 metros sobre el Arroyo
del Rodeo, que la bordea por el Sur. Al Norte y al Este, se observa un pequeño
escarpe calcarenítico cercano a dicha loma. La torre forma parte de la segunda
línea de control del territorio de Alcalá durante la Edad Media, y por su
tipología, se adscribiría a los siglos XIII y XIV (época bajomedieval). Es de
planta circular, consta de dos cuerpos y tiene una altura de 9 m . La primera planta está
cubierta por una bóveda de 3 m
de diámetro y 3,81 m
de altura. El vano de entrada tiene una luz de 2,38 m y presenta una moldura
en su parte exterior, construida con arenisca y de aparejo irregular. La
fábrica de la torre es de sillería. Existen saeteras a nivel de la primera
planta. La torre está desmochada y en un lamentable estado de deterioro,
sirviendo durante bastante tiempo de palomar y almacén de leña. Se
encuentra integrada en un cortijo
propiedad de la SAFA (de ahí que se la conozca como “La Torre”), y está rodeada
de una tapia en forma cuadrangular, derrumbado por alguno de sus laterales.
Levantada a 670 metros
de altitud, domina parte del cauce del arroyo Saladillo y la Villa romana.
Sería durante reinado de al-Hakam II (961-976) cuando se
iniciase la construcción de una importante red de atalayas para defender el
territorio de las devastaciones de los normandos, que incluso dejaron sentir
sus efectos en esta zona. Hoy día, todavía subsisten 12 de las 15 atalayas originales, las cuales establecían
un cinturón defensivo en torno a la atalaya principal de La Mota.
Es una
de las torres de vigilancia, construidas en puntos estratégicos, que permitían
la comunicación e información rápida desde lugares alejados, con la fortaleza
de la Mota. En Alcalá la Real, el conjunto de las atalayas forma un cinturón
alrededor de la Mota, que permitía alertar y descubrir cualquier incursión del
enemigo mediante ahumadas de día y fuego de noche, producidas por las almenaras
que se encendían con esparto en las plataformas de las torres. Cuando la Alcalá
la Real fue conquistada por los cristianos, éstos remodelaron las atalayas del
flanco fronterizo con Granada; sin embargo, la Torre de Fuente Álamo no lo fue,
al no ser necesaria la protección por ese flanco. De esta manera, en la
actualidad se presentan dos tipos constructivos: musulmana y cristiana. Las
atalayas cristianas tienen un aparejo más regular, son de mayor tamaño y
presentan una base troncocónica. Las musulmanas, con aparejo de mampuesto, son
cilíndricas en todo su alzado, como es el caso de la Torre de Fuente Álamo.
Unas y otras tienen su acceso a media altura, de tal modo que, en caso de
emboscada, no sorprendan a los centinelas.
Ni la declaración de Bien
de Interés Cultural por el Ministerio de
Cultura con la asignación del código de
registro R-I-51-0007862 del Registro General de Bienes de Interés Cultural, ni
la inclusión en la categoría de Monumento en el Catálogo General del Patrimonio
Histórico Andaluz por la Consejería de
Cultura de la Junta de Andalucía mediante Orden de 10 de marzo de 2003, ni la
actuación por omisión del Ayuntamiento de Alcalá la Real, han servido para que
se le dedique ni un solo real, peseta o euro, y sin saber si se dedicaron
algún dirham, maravedí, doblas (oro),
reales (plata) o las diversas monedas de vellón de cada época, a parte de los
estrictamente necesarios para su construcción, pues como hemos visto ni tan
siguiera fue remodelada por los cristianos.
Nadie
recuerda en la Aldea que para mantenimiento, rehabilitación o restauración se
hayan destinado recursos materiales o humano. La única “conservación” es la
mano de cal, que se aplicó de forma no muy adecuada por los inquilinos del
cortijo, llegando a encalar hasta la
altura poco más de las saeteras, sirviéndoles el monumento de almacén de leña o
palomar.
Al estar separada
por un recinto, no ha sido realmente un lugar de acceso y de contacto directo,
por lo que los recuerdos que nos trae nos han quedado poco grabados y un tanto
alejados. La propiedad privada impidió que se disfrutara, a la vez que se
cuidara por los organismos públicos como es debido. Algunos privilegiados,
entre los que me encuentro, pudimos en su día encaramarnos en la parte alta de
la atalaya y disfrutar de un amplio campo de visión. Ahora sería imposible por
el estado de deterioro en que se encuentra y el peligro que ello supone. El
hecho de estar rodeada por un recinto privado propiedad de la SAFA, quizás haya
favorecido su conservación, pero como hemos dicho, no es motivo suficiente para
que se esté dejando en el olvido y permitiendo su desmoronamiento.
Pero,
si llegamos a la conclusión de que ni la actuación negligente de las personas,
ni el paso de tiempo (más de nueve
siglos), han podido con ella, por qué no esperar otros tantos siglos y dejamos
pasar el tiempo, de manera que sea éste
quien decida. Las administraciones sólo gastan dinero y recursos humanos en el
“Monumento de la Mota”, sin tener en cuenta que las torres atalayas forman
parte de dicho monumento, y sin ellas no se podría entender el Conjunto
Monumental de la Mota, en torno al cual
formaban un cinturón protector y favorecían su salvaguarda.
La Torre es el símbolo de
identidad de Fuente Álamo, que si bien, en otros tiempos era un baluarte
defensivo para avisar de la entrada de intrusos, ahora ha quedado para dar la
bienvenida a las gentes que llegan a la aldea y el adiós a los que se marchan. Una
especie de saludo sin reverencia, pues ya dejó de cumplir la misión para la que
fue construida, limitándose a observar, a través de sus saeteras o desde su
atalaya, como testigo mudo, a todo ser vivo que se mueve alrededor de sus
cuatro puntos cardinales.
Todavía me pregunto para
qué sirve la declaración de Bien de
Interés Cultural por el Ministerio de
Cultura con la asignación del código de
registro R-I-51-0007862 del Registro General de Bienes de Interés Cultural, o
la inclusión con la categoría de Monumento, en el Catálogo General del
Patrimonio Histórico Andaluz por la Consejería de Cultura de la Junta de
Andalucía mediante Orden de 10 de marzo de 2003.
Como
nota complementaria hay que tener en cuenta que entre los alcaides de la Torre
de Fuente Álamo tenemos nada más y nada menos que a D. Fernando de Tapia y
Castilla, quien se jubiló en 1834
conservando todas las prerrogativas de su oficio, cuando contaba la edad de 84
años y 45 años de servicio. Murió en 1841, a la edad de 92 años.
Fernando de Tapia y
Castilla, nació en Alcalá la Real, el 25 de julio de 1749, y fue bautizado
en la iglesia de Santo Domingo de Silos. Se casó con Margarita
Gutiérrez, y tras su boda vivieron fuera de Alcalá, quizá viajando por el
extranjero. Probablemente fuese durante estos viajes cuando adquirió la cultura
del verdadero ilustrado que fue y los conocimientos teóricos y prácticos
necesarios para la construcción de los relojes.
Desarrolló una importante labor en la vida política y
fue designado por el rey regidor perpetuo de Alcalá la Real a la edad de 39
años. Fue uno de los ediles que durante más tiempo permaneció en su cargo.
Vivió una etapa importante de la historia de España, la comprendida
entre los reinados de Carlos III e Isabel II, con algunos de los cuales se
relacionó a través de sus relojes. Durante la invasión francesa fue corregidor
interino del gobierno francés.
Don Fernando murió en 1841, a la edad de 92 años.
Su fallecimiento aparece registrado en las últimas páginas del libro VI de
defunciones de la parroquia de Santo Domingo de Silos.
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