Para los que no hayáis podido leer el artículo en la Revista Cultural Panselínos, aquí os dejamos el enlace:
https://drive.google.com/file/d/19KeUSW8FIxWveSLoJ_U6S4Y7Qoi6Ni_P/view
Cantar villancicos y coplillas en la Navidad ha sido una tradición de fuerte arraigo en Fuente Álamo y en las aldeas vecinas, fundamentalmente a finales de los años 40, 50 y 60 del siglo pasado. Durante esas décadas tuvieron gran protagonismo por unos días las murgas o comparsas formadas espontáneamente, aunque con semanas de ensayos, por los vecinos que no necesariamente tenían que estar dotados de cualidades musicales, pero sí de cierto atrevimiento. Semanas previas a la Navidad, se reunían en algún cortijo, incluso ya abandonado, para ensayar el repertorio de canciones navideñas que ellos mismos habían compuesto. Aunque las letras de los “villancicos” debían estar dedicadas a un solo acontecimiento o protagonista y no debían salirse de ciertas normas, salvo si lo eran con “animus iocandi” o lo que es lo mismo, con ánimo de bromear y con fines humorísticos, sarcásticos o irónicos. Así se podían resaltaban los defectos de los componentes de la murga, en este caso los de la “Murga de la Colonia de Fuente Álamo”:
lo
mismo canta que aúlla,
pero
se menea más
que
un amolanchín con bulla.
También
existe su hermano
con
nosotros en la murga
y
en el bigote que tiene
le
habitan hasta las pulgas.
El
que toca el clarinete
es
Rafaelillo Florío,
no
tiene falta ninguna
pero
le gusta ir subío.
El
que toca la zambomba
es
un muchacho formal,
si
fuese él más sencillo
sabría
mejor tocar.
También les cantaban a las
jovenzuelas, con cierta ironía, que hoy casi
sería impensable:
feas
no existen ninguna,
mientras
existan las cremas,
coloretes
y pinturas.
Con
vestidos de muchos brillos,
y
las medias de cristal,
aunque
no haya dos reales
las
niñas suelen llevar.
Muchas
se ponen de bien
pues
que les parta un rayo,
con
el peinado tan liso
y
la cola de caballo.
Cuando
se pintan las uñas,
los
labios y los lunares,
y
se peinan a lo loco,
el
demonio las ampare.
Otras
coplillas se improvisaban sobre la marcha, aunque el tema tenía poco que ver
con el nacimiento del niño, iba dirigido a mofarse de algún vecino o componente
de la murga:
ya
no pasa más fatigas
le
han hecho labrador
de
una yunta lagartijas.
El
pobre de Eulogio
ya
no tiene trabajos
le
han hecho labrador
de
una yunta de escarabajos.
El villancico de entrada que se le cantaba a las familias cuando no
abrían la puerta a los murguistas:
sus ventanas de alambre,
la gente
que hay dentro
están muriéndose de hambre.
Aquellas que se salían de tono navideño, pero apropiado a esas fechas en
que era costumbre de freír el chorizo de la matanza:
lo que he
visto esta mañana
un chorizo en la sartén,
bailando
sevillanas.
Más popular y conocida por todas
las aldeas cercanas a Fuente Álamo para
ironizar la dificultad de San José para proteger a María durante el embarazo y
el parto, pero que no debía conocerse el trasfondo de la letra, pues la censura
era implacable y se quedaba en una simple rima:
cómo te apañaste.
Para pillarte el pito
con los alicates.
…
Pero siempre se ha dicho que es mejor una imagen para describir aquellos
tiempos navideños, que todas estas palabras, en este caso hemos tenido la
suerte de que Piedad Sánchez nos haya facilitado esa instantánea o ese momento
que tanta alegría contenida recoge.
La foto representa la actuación de una murga
navideña en la casa de la familia materna de Piedad, en Las Grajeras. Sus tías Julia
y Francisca Vico aparecen en la imagen, junto a otros familiares y amigos.
Se pueden ver los miembros de la murga grajereña, ataviados con gorros
de cartón, que eran adornados con cintas de papel de colores. Solía estar
compuesta de unos diez instrumentistas y un maestro de la murga. En la foto resaltan
las zambombas y algunas carañacas o como la llaman en Las Grajeras, “racacañas”, no se aprecian las
panderetas, pero seguro que los que no se ven las tocaban. En el centro de
ellos está el maestro con sombrero, para ser distinguido de los demás
componentes.
Al lado derecho de la foto los espectadores que eran los moradores de la
vivienda y amigos, niños incluidos, que estaban más pendientes del fotógrafo
que de la actuación musical, como casi todos, incluida la Benemérita.
Pero el centro de la imagen y de toda la sociedad aldeana de la época era
la pareja de la Guardia Civil de San José de la Rábita. Que eran los encargados
de aplicar la censura, de la que hemos hablado al principio, hasta sus últimas
consecuencias, que podía ser salvada con el vaso de vino que hay sobre la mesa.
En principio, con su presencia todo estaba comedido y controlado y los
murguista no eran los protagonistas de acto, sino la representación de la
Benemérita, compuesta de un mando y un guardia protegido de su capa y ambos calentitos
en la mesa camilla. Al tener esos espectadores de lujo los murguistas debían
hacer un sobre esfuerzo para impresionarles, pero sin salirse del guión, no fuera ser que
le pasasen como aquella anécdota ya contada en otra ocasión, hoy quizás
graciosa, en aquel momento no tanto, cuando Juan Antonio, músico fuentealameño,
al notar la presencia en el acto de la Guardia Civil, arreció su cántico y su rasqueo sobre la guitarra,
queriendo impresionarles, cuando la verdadera intención de la presencia de la Autoridad
era que parase de tocar, por lo que procedieron a darle dos bofetadas y así
pararon la actuación y la ilusión de Juan Antonio “El Zorrero”.
El anfitrión es Marcos Sánchez Torres, cuya historia durante la guerra y
la posguerra es digna de contar y que en ello está su hija Piedad. Mi
agradecimiento a ella.
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Me ha encantado conocer esta historia. No me suena de nada, pero me imagino a mi madre por ahí en medio 🥹
ResponderEliminarMuchas gracias, María, me alegro que te haya gustado. Por supuesto que hubiese estado tu madre por ahí tocando algún instrumento navideño. En las murgas navideñas participaba toda la comunidad fuentealameña.
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