domingo, 5 de diciembre de 2021

FIESTAS NO APTA PARA PERROS EN FUENTE ÁLAMO

 

                                                                                                                                                           Al estar prohibidos los festejos, este año de pandemia ha sido bueno para perros y afines, a diferencia de otros años, especialmente aquel día de fiesta en Fuente Álamo de los años sesenta:

Al detonar el primer cohete, que a su vez provocó los aullidos y los rasquidos de las garras de los perros callejeros al salir en estampida, mezclado con pitos y tambores,  Pingui se dio cuenta, aún dormitando, del día especial que le esperaba. Eran tan fuertes las sensaciones que seguramente le ocasionaría la frustración de no haber disfrutado de un día que tardaría un año en volver a repetirse...

            Para “Moreno” su amigo fiel y sus convecinos canes, sería un día inolvidable. Comenzó mal, con el sobresalto tempranero, continuó con la estampida, el no saber dónde meterse ni por dónde venían los tiros sin escopeta pues no era día de caza. Las pulsaciones aceleradas, el tiritar en el cuerpo, el rabo entre las patas, el lomo encrespado, y para colmo el no poder degustar la vianda ósea que se precocinaba.

            El chucho no estaba para festejos sonoros, lo que contrastaba con el júbilo, música, baile, alegría, familiaridad, amistad, turrón, arroz con conejo, zapatos nuevos y ropa a estrenar que le esperaba a su dueño, todo ello si no hubiese sido por la decisión que había tomado su compañero fiel, de aguarle la fiesta. Era una ilusión contenida por la preocupación, pues sabía que “Moreno” seguía atormentado escuchando el ramillete de cohetes a la salida y recogida de la Virgen, por lo que no estaría dispuesto a regresar.

            Durante la misa rogó para que regresase “el niño perdido”, coincidencia o presagio del salmo que se estaba leyendo en el acto religioso. El puestecillo de turrón se había establecido en la entrada de la iglesia. Dos pesetas y media, ya estaban endulzadas y las migajas desperdiciadas. Después de la eucaristía el arroz con conejo y el flan casero esperaban a la familia, pero huesos del conejo se quedarían sin roer o sin guardar para otra ocasión.

            La Procesión le aburría y prefería buscar varillas de cohetes. Era un buen momento para despreocuparse ahora que todos estaban procesionando. Se fue a la zona de la Mina y se fumó un cigarro Piper mentolado, algo diferente y como prohibido, más tentador, al tiempo que el sabor a menta difuminaba el olor a tabaco, lo que le evitaría reprimendas paternas.


            La verbena era amenizada por el conjunto musical “Los Canutos”, aquellos que para finalizar las piezas se pisaban unos a otros, y si se cortaba la luz por la tormenta, podían seguir tocando. Pasodobles, canciones de época no dejaban de sonar hasta altas horas de la madrugada, entre ellas aquella de Lolita Garrido: “Que bichito será”, que le traería recuerdos. Se metió la mano en el bolsillo, aún le quedaba para una Fanta. Pero pensó que no estaba el día para fiestas, se marchó a su casa y se encontró aún sin perrito que le ladrase.

    Este es mi pequeño homenaje a los perros fuentealameños, y siempre en contra del maltrato animal.







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