miércoles, 30 de junio de 2021

CRESCENCIO ARANDA AGUILERA “EL CHOFER DE FUENTE ÁLAMO”. PRIMER FUENTEALAMEÑO VACUNADO DE LA COVID-19.


        En este mundo globalizado donde las distancias no existen y los medios de  comunicación nos acercan a cualquier lugar del mundo, ha
sido posible reencontrarnos con un fuentealameño, que como otros muchos estaba en un recóndito rincón de la geografía española. Este encuentro, casi fortuito, se ha producido a raíz de una noticia publicada en un diario local de Ibiza: “NouDiari” de 4 de enero de este año, y que me había facilitado un colaborador. Hacía referencia a un tal Crescencio Aranda Aguilera, de 88 años, con la gratísima noticia de que había sido la primera persona en recibir la vacuna contra el Covid-19 en la Isla de Ibiza. La crónica decía que era natural de Jaén, de profesión conductor y que residía en la isla desde los años 70, habiendo trabajado 28 años como profesor de autoescuela, por lo que lo conocía mucha gente de la Isla. Con todas estas pistas, me lo pusieron fácil y pronto asocié su nombre a los Aranda de Fuente Álamo. Me puse a investigar, y al momento conseguí identificarlo plenamente, comprobando que se trataba de Crescencio, conocido por entre nosotros como “El Chofer”.


Crescencio no solo ha tenido el honor de ser el primer fuentealameño en ponerse la vacuna del Covid en Ibiza, sino que ya tenía el honor de ser el primero que había llevado el coche a motor a Fuente Álamo,  además de prestar con él un servicio público y servicio de correos, en aquellos años tan necesitados de medios de transporte. Sería finales de los años 50 cuando Crescencio adquirió en Priego de Córdoba un coche de segunda mano que había hecho durante algún tiempo la ruta Priego de Córdoba a Córdoba capital y que ya le quedaban pocos años de vida.

Aunque Crescencio tiene su origen en las Albarizas, partido de Las Caserías de San Isidro, su gran contribución hace que se le considere como fuentealameño relevante. Aparte de  habitar más de un lustro en la Aldea,  siempre mantuvo comunicación con los fuentealameños  y sus raíces familiares siempre le tuvieron vinculado a nuestra aldea, pues ya desde jovenzuelos fue Hermano Mayor de las fiestas, trasladándose como hemos dicho para vivir poco después de finalizar el servicio militar sobre finales del año 1958 ó principios de 1959, estableciéndose en una casa de las Escalerillas.

….

    Los inicios de Crescencio fueron difíciles, como los de cualquier otro niño de la guerra. Nacido el 1 de julio de 1932, nunca pudo ir a la escuela, porque su padre había sido considerado socialista antes de la Guerra y por eso su madre no pudo apuntarlo a la escuela de las Caserías de San Isidro. Su padre, al casarse con Dionisia, se estableció en el Cortijo de las Albarizas de las Caserías, lugar donde más fuerte impactó la guerra propiamente dicha. Triste acontecimiento que le quiso arrebatar a su padre, si no es porque pudo huir y llegar hasta Alcalá la Real, a donde poco después de algunos avatares pudo trasladar a toda la familia. Después de la Guerra,  en 1942, su padre construyó una casa al lado de la carretera dirección de Fuente Álamo, donde se estableció la familia. Pero el destino le tenía reservado el tener que hacerse cargo de la familia siendo un niño, pues su padre murió a los 38 años de edad cuando él tan solo contaba con 13 años.

A finales de los años 40 o principios de los 50 del siglo XX fue Hermano Mayor de la Hermandad de San Antonio de Padua junto a su amigo Antonio Anguita Montañés. Al principio  no estaba muy convencido al ser muy joven, pues  tenía tan solo 16 ó 17 años y entendía que aquello era cosa de hombres, pero su madre le dijo que lo hiciera por su padre, que lo había dejado dicho, y entonces no pudo negarse. Le preparó para el acontecimiento  y  lo fue organizando su tío abuelo Matías Aguilera, hermano de su abuelo Crescencio. Su madre y Experta Montañés adornaron la iglesia con la ayuda de Eugenia “La Sacristana”. Aquel año, que pudo ser de 1949.

La fiesta comenzó con un pasacalle por la aldea a cargo de un grupo de la  Banda Municipal de Alcalá la Real. Tocaron en la casa del Alcalde, del Organizador de la fiesta Matías Candio, en la Taberna de Domingo Aguilera… La misa en honor a San Antonio de Padua se celebró poco antes del medio día, presidida por los dos hermanos mayores, Crescencio y Antonio Anguita, acompañados de las Hermanas Mayores de Las Flores, que aquel año eran las hijas de Matías. La misa fue oficiada por D. Manuel Armenteros  y la procesión presidida por las autoridades, en aquel año el alcalde y el párroco. Como ya hemos comentado, fue acompañada por el grupo de la Banda Municipal de Alcalá la Real, que se le permitió, con la autorización del Párroco, que en el acto de la misa se interpretase la Marcha Real en el alzamiento de banderas en un arco. Posteriormente, el grupo de la Banda Municipal pasó  a acomodarse en las cercanías de la Fuente y del Bar de Gregorio Aguilera “Goro”, que una década después regentaría el propio Crescencio.

 La gente bebía y bailaba en los alrededores de la fuente y debajo del parral que había a la entrada de la taberna, y conforme la noche caía se introducían en el interior de la taberna y continuaban la verbena hasta bien pasada la media noche.

Los Hermanos mayores comieron en el Cortijillo de Experta y tuvieron la deferencia de llevarle la comida al cura, quien paraba en casa de los sacristanes. El párroco, al ver que le habían llevado plátanos de postre, exclamó: ¡Qué buena atención, esto es postre de  cura!

Cuando aún era un jovenzuelo, “se llevó” a su mujer Eugenia Sánchez López que tenía 18 años, hija de “Lunares”. Él solo tenía 19 años y vivieron unos 6 años con su madre. Después se establecieron independientes  en la zona Cañahonda, donde hicieron unas pequeñas reformas a una casa, permaneciendo allí algo más de un año. Tuvo la suerte de ser su quinta la primera en aplicar la excedencia de cupo y él uno de los agraciados, sirviendo tan solo tres meses en infantería en San Fernando Cádiz, de la quinta del 1953. De su quinta son Marcelino Pérez Aguilera, José Ochoa Aguilera, José González Palomino “Cañuelos”, Juan Díaz Díaz “el Chato del Guardilla”, José García Moya “Pinea”.

    Tuvo  cuatro hijos: Enrique,  nacido 1954, Juan de la Cruz en 1958, quien murió a los 9 años de edad en Priego de Córdoba después de dos operaciones a causa de un tumor cerebral, acontecimiento que fue muy llorado entre los fuentealameños, porque era un niño muy gracioso. Antonio nació el 23 de agosto de 1963 en Fuente Álamo, pero a los 20 días de haber nacido se marcharon de Fuente  Álamo. Años después de morir su hijo Juan de la Cruz,  nació María del Carmen en 1969, y que fue la alegría que recompensó algunas de las tristezas, tanto a su mujer como a él. Recientemente, también ha fallecido su hijo Enrique, cerca de los 65 años. Esto supuso otro azote de la vida, que unido al fallecimiento de su esposa en 1983, también a edad temprana, le han ido dejando mella.

 Como hemos dicho, el acontecimiento más importante fue el hecho de llevar a Fuente Álamo el primer coche, aunque después o simultáneamente, coincidiera con el coche de Julio Aguayo “El de Sinforiano”, que tenía un Ford. Aunque no recuerda bien y solo puede pronunciar la marca del coche como “Rosner” o Rornes, o algo similar, sí recuerda que le costó 30.000 pesetas y que apenas con dos o tres años de servicio lo tuvo que vender para la chatarra por menos de la mitad; utiliza la expresión “el coche era malo, pero yo era mucho peor conductor, pues no sabía ni lo que era un cacharro, y por eso no sabía tratarlo muy bien”. Cree que era de fabricación francesa. Lo vendió para la chatarra al chatarrero que tenía un taller de motos en Alcalá la Real.

 De ahí le viene el sobrenombre de “El Chofer” y a su mujer por afinidad “La Chofa”. El coche de nueve plazas prestó un gran servicio público, pues trasladaba a enfermos; a parturientas en el interior de su coche. Alguna durante el trayecto de casi una hora por aquella carretera de baches y piedra desde Fuente Álamo a Alcalá la Real, dio tiempo y lugar a aligerar el parto, pues cuando llegaron al hospital sobre las 11 de la noche, solo tuvieron las Hermanitas de la Caridad que cortar el cordón umbilical y sacar por separado del coche a la madre e hijo; en otra ocasión transportó a la matrona  Dª Prudencia desde Alcalá la Real para asistir a parturientas como Paquita Capilla. También llevó a espectáculos taurinos a Priego de Córdoba, como a Marcelino Pérez, a su esposa Mariana Pérez, y a Dolores Ávila, con la mala suerte de que no pudo subir la carretera de las Amoladeras y los pasajeros se tuvieron que apear en el cruce del Arroyo del Salado y subir a pie. Llevó a ver los toros al Corpus de Granada a Brígido Ruiz y su esposa Ventura Aguilera, acompañados de su hija Josefa. Fue en 1960 hasta Fuente Vaqueros con un grupo de amigos de Antonio Anguita para la pedida de mano de Paquita. Trasladó a trabajadores a la recolección de aceituna a la Campiña Cordobesa, que como no podía ser de otra manera el coche le dejó casi tirado, y tuvo que hacer noche en el cortijo con los aceituneros. Al día siguiente aunque renqueando llegó al taller más próximo, que estaba en Andújar, de tal manera que su  familia y la aldea estuvieron 48 horas sin saber nada de él, temiéndose un grave accidente.

El coche lo estacionaba al lado de la Cruz, cerca  los niños jugaban a las cajetas con las cajetillas de cerillas. Su generosidad hacia los niños le costó una gran reprimenda por parte de sus madres. Un día estaba un grupo de niños muy ilusionados alrededor del coche, entre los que se encontraba su hijo Enrique y Juan Aguilera, hijo de Cascorro, y decidió darles un paseo en el coche, llevándolos hasta Alcalá la Real. Allí, les compró un helado o chupachús que valían una gorda o dos y marcharon de vuelta a Fuente Álamo. Pero aquello que fue un simple gesto de generosidad (o de locura visto después) hacía los pobres niños ilusionados, se convirtió a su regreso en una reprimenda por parte de sus madres.  Y es que al regreso vio como unas madres estaban llorando, otras gritaban de alegría,  incluso su mujer, le echó una regañina. Ante todo el follón o lío que se montó, Crescencio pensó después que el disgusto que hizo pasar a las madres quedó compensado con la alegría e ilusión con la que volvieron los niños. No paró aquel día  ni a ver a su madre que vivía en las Albarizas al lado de la carretera. Los niños siempre estaban alrededor del coche y a veces temía que pudiera pillar alguno y hacerle daño. De hecho,  había un comentario de algunos conductores, que decía: “lo malo de los coches es cuando se paraban para luego echarlos andar”; pero él respondió: “que peor es cuando andan y no se pueden paran”, quedando esto en el anecdotario y como gracia entre sus compañeros. 

Cuando se quedó sin coche compró una moto de la marca Sadrían por 16.000 pesetas, en el año 1963.

Después de más de dos años de conductor y al quedarse sin coche, alquiló, o más bien se le traspasó por la cantidad de 15.000 pesetas, la Taberna de Brígido, que regentó durante unos tres años. Fue tabernero en unos años de posguerra avanzada, todavía quedaban algunos resquicios de las diferencias, que él intentó que a consecuencia de alguna mala bebida pudieran aflorar

. Siempre dejó claro que en su taberna no se trataban  asuntos políticos y se respetaba a todos, así se lo hizo saber a sus familiares Aranda como Vicente Aguilera el ex-alcalde republicano, quien fue un gran amigo y le enseñó a jugar al dominó. No recuerda ningún altercado en su taberna. Sin embargo su taberna era el lugar de descanso de la Guardia Civil, y en alguna ocasión también se convirtió en “oficina” de declaraciones, pero sin consentir ningún mal trato, al menos en su presencia. La taberna era también habitáculo, pues al lado del mostradorcillo tenía el dormitorio, y los propietarios vivían en la parte superior del edificio. En ella no solo vendía bebidas, sino también productos para la casa como lejía, jabón, azafrán… lo que era una tienda de campo. Lo que más vendía era el vino, a 6 gordas o céntimos el vaso. Solía vender botellas de vino de medio litro en las mesas. También cerveza, que como no había neveras las refrescaba en el pilar que tenía en frente de la taberna. Organizaba bodas, entre otras la de Antonio Anguita y Paquita Capilla en 1960. Durante el tiempo que estuvo como tabernero recuerda que fiaba, pero no tiene mal recuerdo de que le dejaran mucho a deber. Recuerda que los días que llovía la gente no iba al campo y se le llenaba el pequeño local, con 5 ó 6 mesas jugando a las cartas. Aún recuerda algunos de sus clientes y el más gracioso y el que tenía mejor bebida era Mateo Pérez. No tenía tele y sí tenía una radio, que apenas se escuchaba.

Son muchos los recuerdos que aún guarda de aquella época, en donde no solo estuvo de tabernero, de cochero oficial, sino que también trabajaba en el campo en tiempos de aceituna cuando José Pedro era encargado de Cortijo de Coscojar. También era albañil, y entre otras viviendas, construyó la casa de su amigo Marcelino Pérez. Fue una vida muy intensa y como él dice de muchas fatigas y calamidades.

    En septiembre

de 1963 decide buscar nuevos rumbos en la Aldea del Esparragal de Priego de Córdoba, atraído por un primo segundo, llamado Pepe, hijo de Claudio su tío abuelo. En esta aldea prieguense regentó una tienda como la de Fuente Álamo, donde recuerda que Antonio Puche le mandaba pequeños electrodomésticos para su venta, también trabajó en el campo y como conductor de autobuses de una empresa de su primo.  De allí se fueron a vivir a  Priego de Córdoba y se  colocó en la misma autoescuela que se había sacado el carnet, como profesor de autoescuela, aunque aquello todavía no estaba legalizado, era la Autoescuela Rosales, que tenía oficinas en Alcalá la Real y en Priego de Córdoba. Es un hecho que no se explica, pues apenas sabía leer y escribir y ni tan siquiera tenía el certificado de escolaridad. Se había sacado el carnet de primera y después por su cuenta el carnet especial para conducir autocares, sin que incluso lo supiera el propietario de la autoescuela. Este carnet especial le habilitaba para darse de alta en Industria y así lo hizo su jefe sin consultarle, aunque primeramente solo tenía una especie de permiso para dar clases sin ser un título oficial, pero aprovechando la nueva regularización que transfirió la competencia de Industria a la Dirección General de Tráfico, tuvo que realizar en 1968 un curso de reciclaje y obtuvo el Título Oficial de Profesor de Autoescuela. Después siguió trabajando como conductor de autobuses que hacían la “línea pirata” desde Priego de Córdoba hasta Barcelona, en aquellos años de tanta emigración.

    En Priego estaría viviendo unos 5 ó 6 años hasta que según él: “me echó el hambre y las faltas”. En 1969 cogió rumbo a las Islas Baleares, no antes de sufrir una de las varías pérdidas prematuras que le golpearon durante su vida: la muerte de su hijo Juan de la Cruz, a quien durante más de 6 meses le dedicaron tanto su mujer como él todo el tiempo necesario para su cuidado.
     Se desplazaron por muchos hospitales de Córdoba, Sevilla y Granada,  donde un día sí y otro no, hacía compañía a su mujer, lo cual hizo que incluso descuidase el trabajo, aunque siempre tuvo el apoyo de su jefe. Una vez que se marchó a Palma de Mallorca estuvo sin regresar 18 meses, pues se había colocado de conductor de autobuses de la “Empresa Tranvía”. Ahorró para pagar a todos los que le debía, pues según él le debía a “los que estaban en misa, y a los que se quedaban fuera”. Su mujer ahorró 50.000 pesetas y pagó todas las deudas. En Palma de Mallorca estaría unos tres años. En 1972  en uno  de sus regresos de vacaciones quiso conocer la isla de Ibiza, de la que tanto se hablaba en aquellos tiempos de los hippies, y le gustó tanto que allí se quedó hasta estos días.  Poco a poco se fue llevando a la familia, primero se aventuró su hijo Enrique siendo un adolescente y posteriormente a toda la familia. En Ibiza se asentaron y allí han hecho sus vidas. Comenzó como conductor de autocares en la empresa “Viajes Anibal”, donde estuvo seis años hasta que ejerció definitivamente la profesión que le habilitaba el título que había obtenido, como Profesor de Autoescuela. Fueron casi treinta años de experiencia profesional: seis meses en Autoescuela Ibiza, otros siete meses en Autoescuela Peña Arriaga y 28 años en Autoescuela Botella, así que  sería imposible saber la vueltas que le dio a la Isla de Ibiza como copiloto.

 Ahora vive con sus dos hijos (tiene 6 nietos y 2 biznietos) y como residente en un hogar de ancianos, donde reconoce que no lo han pasado muy bien con el virus, pero afortunadamente tuvo el honor de ser el primero en ser vacunado en la isla de Ibiza.

Sin conocerlo físicamente, pues apenas contaba yo con un año de edad cuando la familia decidió marcharse del pueblo, me parece que le conozco desde siempre, en mi casa y entre los vecinos, siempre he oído hablar del "Chofer", lo que me hace que sea un persona cercana y así me lo ha demostrado en los tres meses que llevamos charlando. Como él me dice: “cuando se acuerdan de mí, no sería tan malo”

     Se siente ahora a gusto con la vida que lleva, después de tantos palos que le dio. La memoria la conserva casi intacta, pero reconoce que ya va teniendo algunos fallos y sus recuerdos son “a trompiscones”. No le interesa la televisión, aunque sí la radio, y  la política nunca le ha interesado. Detrás de este hombre solo he visto: amabilidad, respeto, colaboración, educación, agradecimiento, trasparencia, serenidad… y con respecto a los que fueron sus vecinos y paisanos en Fuente Álamo solo guarda muy buenos recuerdos, de los que se acuerda de todos o casi todos los que le fuimos nombrando.

 ¡¡¡GRACIAS POR TODO, “CHOFER”!!! ¡AMIGO CONDUCTOR…! 


2 comentarios:

  1. Es un lujo saber de este paisano fuentealameño, el ,,chófer,,. Gracias a ti Domíngo por traernos estos recuerdos de una historia que, a más de uno nos da de lleno.
    Pero hoy vamos a llenar de oles, está hoja para desearle a este optogenario un feliz cumpleaños y, desearle toda la felicidad del mundo junto a sus seres queridos. QUE CUMPLAS MUCHOS MAS. CHOFER🥂🍾

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    1. Muchas gracias por tu comentario. El lujo ha sido mío por haber tenido la suerte de contactar con esta extraordinaria persona. Gracia a tí por seguir estas historias. Efectivamente hoy cumple Crescencio 89 años, es más bien nonagenario. Ayer tuve el gusto de felicitarle anticipadamente a través de comunicación telefónica y hoy lo hacemos a través de esta publicación y que seguramente le será transmitida a través de algún familiar. ¡QUÉ SEAN MUCHOS MÁS Y MUCHAS GRACIAS POR TODO, QUERIDO CHÓFER!!!!

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