En este mundo globalizado donde las distancias no existen y los medios de comunicación nos acercan a cualquier lugar del mundo, ha sido posible reencontrarnos con un fuentealameño, que como otros muchos estaba en un recóndito rincón de la geografía española. Este encuentro, casi fortuito, se ha producido a raíz de una noticia publicada en un diario local de Ibiza: “NouDiari” de 4 de enero de este año, y que me había facilitado un colaborador. Hacía referencia a un tal Crescencio Aranda Aguilera, de 88 años, con la gratísima noticia de que había sido la primera persona en recibir la vacuna contra el Covid-19 en la Isla de Ibiza. La crónica decía que era natural de Jaén, de profesión conductor y que residía en la isla desde los años 70, habiendo trabajado 28 años como profesor de autoescuela, por lo que lo conocía mucha gente de la Isla. Con todas estas pistas, me lo pusieron fácil y pronto asocié su nombre a los Aranda de Fuente Álamo. Me puse a investigar, y al momento conseguí identificarlo plenamente, comprobando que se trataba de Crescencio, conocido por entre nosotros como “El Chofer”.
Crescencio
no solo ha tenido el honor de ser el primer fuentealameño en ponerse la vacuna
del Covid en Ibiza, sino que ya tenía el honor de ser el primero que había
llevado el coche a motor a Fuente Álamo,
además de prestar con él un servicio público y servicio de correos, en
aquellos años tan necesitados de medios de transporte. Sería finales de los
años 50 cuando Crescencio adquirió en Priego de Córdoba un coche de segunda
mano que había hecho durante algún tiempo la ruta Priego de Córdoba a Córdoba
capital y que ya le quedaban pocos años de vida.
Aunque
Crescencio tiene su origen en las Albarizas, partido de Las Caserías de San
Isidro, su gran contribución hace que se le considere como fuentealameño
relevante. Aparte de habitar más de un
lustro en la Aldea, siempre mantuvo
comunicación con los fuentealameños y
sus raíces familiares siempre le tuvieron vinculado a nuestra aldea, pues ya
desde jovenzuelos fue Hermano Mayor de las fiestas, trasladándose como hemos
dicho para vivir poco después de finalizar el servicio militar sobre finales del
año 1958 ó principios de 1959, estableciéndose en una casa de las Escalerillas.
….
A
finales de los años 40 o principios de los 50 del siglo XX fue Hermano Mayor de
la Hermandad de San Antonio de Padua junto a su amigo Antonio Anguita Montañés. Al principio no estaba muy convencido al ser muy joven, pues
tenía tan solo 16 ó 17 años y entendía que aquello era cosa de hombres,
pero su madre le dijo que lo hiciera por su padre, que lo había dejado dicho, y
entonces no pudo negarse. Le preparó para el acontecimiento y lo
fue organizando su tío abuelo Matías Aguilera, hermano de su abuelo Crescencio.
Su madre y Experta Montañés adornaron la iglesia con la ayuda de Eugenia “La
Sacristana”. Aquel año, que pudo ser de 1949.
La fiesta comenzó con un pasacalle por la aldea a cargo de un grupo de la Banda Municipal de Alcalá la Real. Tocaron en la casa del Alcalde, del Organizador de la fiesta Matías Candio, en la Taberna de Domingo Aguilera… La misa en honor a San Antonio de Padua se celebró poco antes del medio día, presidida por los dos hermanos mayores, Crescencio y Antonio Anguita, acompañados de las Hermanas Mayores de Las Flores, que aquel año eran las hijas de Matías. La misa fue oficiada por D. Manuel Armenteros y la procesión presidida por las autoridades, en aquel año el alcalde y el párroco. Como ya hemos comentado, fue acompañada por el grupo de la Banda Municipal de Alcalá la Real, que se le permitió, con la autorización del Párroco, que en el acto de la misa se interpretase la Marcha Real en el alzamiento de banderas en un arco. Posteriormente, el grupo de la Banda Municipal pasó a acomodarse en las cercanías de la Fuente y del Bar de Gregorio Aguilera “Goro”, que una década después regentaría el propio Crescencio.
La gente bebía y bailaba en los alrededores de
la fuente y debajo del parral que había a la entrada de la taberna, y conforme
la noche caía se introducían en el interior de la taberna y continuaban
la verbena hasta bien pasada la media noche.
Los
Hermanos mayores comieron en el Cortijillo de Experta y tuvieron la deferencia
de llevarle la comida al cura, quien paraba en casa de los sacristanes. El
párroco, al ver que le habían llevado plátanos de postre, exclamó: ¡Qué buena
atención, esto es postre de cura!
De ahí le viene el sobrenombre de “El Chofer”
y a su mujer por afinidad “La Chofa”. El coche de nueve plazas prestó un gran
servicio público, pues trasladaba a enfermos; a parturientas en el interior de
su coche. Alguna durante el trayecto de casi una hora por aquella carretera de
baches y piedra desde Fuente Álamo a Alcalá la Real, dio tiempo y lugar a
aligerar el parto, pues cuando llegaron al hospital sobre las 11 de la noche,
solo tuvieron las Hermanitas de la Caridad que cortar el cordón umbilical y
sacar por separado del coche a la madre e hijo; en otra ocasión transportó a la
matrona Dª Prudencia desde Alcalá la
Real para asistir a parturientas como Paquita Capilla. También llevó a
espectáculos taurinos a Priego de Córdoba, como a Marcelino Pérez, a su esposa
Mariana Pérez, y a Dolores Ávila, con la mala suerte de que no pudo subir la
carretera de las Amoladeras y los pasajeros se tuvieron que apear en el cruce
del Arroyo del Salado y subir a pie. Llevó a ver los toros al Corpus de Granada
a Brígido Ruiz y su esposa Ventura Aguilera, acompañados de su hija Josefa. Fue
en 1960 hasta Fuente Vaqueros con un grupo de amigos de Antonio Anguita para la
pedida de mano de Paquita. Trasladó a trabajadores a la recolección de aceituna
a la Campiña Cordobesa, que como no podía ser de otra manera el coche le dejó
casi tirado, y tuvo que hacer noche en el cortijo con los aceituneros. Al día
siguiente aunque renqueando llegó al taller más próximo, que estaba en Andújar,
de tal manera que su familia y la aldea
estuvieron 48 horas sin saber nada de él, temiéndose un grave accidente.
El
coche lo estacionaba al lado de la Cruz, cerca
los niños jugaban a las cajetas con las cajetillas de cerillas. Su
generosidad hacia los niños le costó una gran reprimenda por parte de sus
madres. Un día estaba un grupo de niños muy ilusionados alrededor del coche, entre
los que se encontraba su hijo Enrique y Juan Aguilera, hijo de Cascorro, y
decidió darles un paseo en el coche, llevándolos hasta Alcalá la Real. Allí, les compró un helado o chupachús que valían una gorda o dos y
marcharon de vuelta a Fuente Álamo. Pero aquello que fue un simple gesto de
generosidad (o de locura visto después) hacía los pobres niños ilusionados, se
convirtió a su regreso en una reprimenda por parte de sus madres. Y es que al
regreso vio como unas madres estaban llorando, otras gritaban de alegría, incluso su mujer, le echó una regañina. Ante
todo el follón o lío que se montó, Crescencio pensó después que el disgusto que
hizo pasar a las madres quedó compensado con
la alegría e ilusión con la que volvieron los niños. No paró aquel día ni a ver a su madre que vivía en las Albarizas
al lado de la carretera. Los niños siempre estaban alrededor del coche y a
veces temía que pudiera pillar alguno y hacerle daño. De hecho, había un comentario
de algunos conductores, que decía: “lo malo de los coches es cuando se paraban
para luego echarlos andar”; pero él respondió: “que peor es cuando
andan y no se pueden paran”, quedando esto en el anecdotario y como gracia entre sus compañeros.
Cuando
se quedó sin coche compró una moto de la marca Sadrían por 16.000 pesetas, en
el año 1963.
Después de más de dos años de conductor y al quedarse sin coche, alquiló, o más bien se le traspasó por la cantidad de 15.000 pesetas, la Taberna de Brígido, que regentó durante unos tres años. Fue tabernero en unos años de posguerra avanzada, todavía quedaban algunos resquicios de las diferencias, que él intentó que a consecuencia de alguna mala bebida pudieran aflorar
Son
muchos los recuerdos que aún guarda de aquella época, en donde no solo estuvo
de tabernero, de cochero oficial, sino que también trabajaba en el campo en
tiempos de aceituna cuando José Pedro era encargado de Cortijo de Coscojar. También era albañil, y entre otras viviendas, construyó la
casa de su amigo Marcelino Pérez. Fue una vida muy intensa y como él dice de
muchas fatigas y calamidades.
En septiembre
Ahora vive con sus dos hijos (tiene 6 nietos y 2 biznietos) y como residente en un hogar de ancianos, donde reconoce que no lo han pasado muy bien con el virus, pero afortunadamente tuvo el honor de ser el primero en ser vacunado en la isla de Ibiza.
Sin
conocerlo físicamente, pues apenas contaba yo con un año de edad cuando la
familia decidió marcharse del pueblo, me parece que le conozco desde siempre,
en mi casa y entre los vecinos, siempre he oído hablar del "Chofer",
lo que me hace que sea un persona cercana y así me lo ha demostrado en los tres
meses que llevamos charlando. Como él me dice: “cuando se acuerdan de mí, no sería tan
malo”.
¡¡¡GRACIAS POR TODO, “CHOFER”!!! ¡AMIGO CONDUCTOR…!