sábado, 8 de agosto de 2020

NIÑOS DE FUENTE ÁLAMO EN LOS AÑOS 60 Y 70. SUS JUEGOS

Foto: Jesús Aguilera

Intentaremos conocer, fundamentalmente a través de sus juegos, cómo eran los niños y niñas fuentealameños en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado. Anteriormente a estas décadas e incluso en ellas, no existieron niños, sino que nacieron ya hombres. En todo caso, los juegos y las diversiones propios de los niños quedaban para los “ratos libres” que pudieran dejarles las faenas de la casa o del campo. La escuela era algo secundario, las tareas escolares no existían, y solamente podían estudiar los hijos de las  familias “más acomodadas”, dígase los González, los Ramírez, los Ruiz, etc., salvo que algún niño de las familias pobres destacase e iniciase los estudios de teología, que eran sufragados por la familia Serrano-Sierra, y que evidentemente algunos con el tiempo abandonarían. Antes de los años sesenta, incluso a primeros de estos, la mayoría de  los niños y niñas servían en las casas o cortijos de familias más pudientes: trabajaban en sus campos, se dedicaban a cuidar de hermanos menores, a carear los mulos, las cabras, los cochinos o los pavos... Se trataba de un trabajo remunerado por la comida, a la vez que les servía de distracción y, en algún caso que otro, de diversión. Se entretenían luchando para ver quién era el más valiente, quien tenía el mulo más veloz, la cabra que mejor trompaba y ganaba a las otras, el perro más valiente para las peleas, etc.  El tener una pequeña navaja o trinchete en el bolsillo, suponía tanto disponer de un utensilio como de un juguete. Era una situación propia de la posguerra aquella que para engancharse, no había que tener otro motivo que el pintar dos rayas en el suelo representando al padre de cada uno; el ser más atrevido y pisar la raya del otro, ya era motivo suficiente para liar la pelea. 

En los años sesenta había que diferenciar muy mucho los juegos de los niños y de las niñas, sobre todo porque no se podía participar en los juegos de ellas, de lo contrario te podían tildar de “mariquita” o cosas así, y si eran  las niñas las que se mezclaban en los juegos de los niños, las calificaban de “marimandona”.

Las niñas jugaban en grupos de 3 ó 4 a la rayuela, que se pintaba con tiza en el pequeño patio de entrada a la escuela, a la comba, a la cinta elástica, a los cromos o en algunos casos a las muñecas, aunque menos, porque no se tenían, a menos que vistiesen un palo con cuatro trapos. Alguna afortunada como Paqui Malagón, con mucho sacrificio de sus padres, pudo disfrutar a los 10 años de una muñeca de cartón, que aún conserva después de más de 50 años. El juego favorito de las niñas era saltar a la comba con la soga de esparto que servía para  cinchar los mulos, a la vez que cantaban canciones populares.

Foto: Paqui Malagón

Los niños se agrupaban en pandillas, con un cabecilla al frente, y se formaban por barrios: Cerro, Piquera, Fuente, Cortijos…, A veces necesitaban asociarse para poder jugar a juegos colectivos, eran grupos de 5, 6 o más niños. Cada grupo jugaba al juego elegido entre todos y el hecho de que se cambiase de juego dependía del cansancio o el gusto de los perdedores.

La conducción de aros de llanta de bicicletas, guiados por un gancho de alambre o por una vareta de olivo, el clavo, el trompo, la tita, los cartones o registros, el escondite, policías y ladrones, la lata, el lápiz corrido, el burro mondado, etc.  y sobre todo los pistoleros, intentando imitar a los héroes valientes americanos de las series que se emitían por la tele, como Bonanza, Cimarrón, Daniel Boone y demás Western, formaban un amplio elenco donde elegir.

Foto: Jesús Aguilera

 Las ganas de emular a los héroes americanos nos llevó a tener un día a la feliz y fugaz idea, (aunque no sé de quién fue), de asaltar la tienda de juguetes que Antonio Anguita “Braguetas” tenía en la casa que actualmente es de Mariana. Entramos por la piquerilla que tenía por el cerro, de tal suerte que mientras yo vigilaba sentado en la puertecilla de entrada, los niños mayores daban el atraco llevándose pistolas y espadas de pasta o plástico duro, sombreros de pistoleros y de soldados de plástico. El disfrute fue corto, apenas unas horas, pues la operación estuvo siendo vigilada en todo momento por Bonifacia Escribano, la vecina de arriba, quien dio la voz de alerta y fuimos identificados uno a uno, teniendo que deponer las armas y entregarnos al propietario de las mismas como viles delincuentes y con el consiguiente castigo paterno. ¿Te acuerdas, Jesús Aguilera?

Foto: Jesús Aguilera

La falta de juguetes hacía que el ingenio trabajase y se construyesen carretillas con dos palos, cuatro tablas que se unían a los dos palos, un clavo o cualquier barra metálica que servía de eje y una rueda de hierro, incluso las dentadas de un trillo. Se hacían tómbolas formadas con un trozo de viga colocada verticalmente, un clavo que sujetaba una ruleta de cartón dividido en varias porciones pintadas con diversos colores y un alambre fijo. Se hacían instrumentos musicales como una batería o tambor, con dos cajas de cartón, dos latas de aceite de motor y unas tapaderas de cocina metálicas. Las guitarras se hacían con una tabla, cuatro puntillas y cuatro hilos de plástico, y a cantar aquello de “Porque no engraso los ejes me llaman abandonao…”

Nuestros columpios eran una soga atada por sus dos extremos a una rama fuerte de una higuera,  olivo, tablón o viga con un punto de apoyo elevado en el centro, así era nuestro balancín; el novamás de nuestro ingenio y las ganas de diversión, nos llevó a doblar unos álamos en el barranco de la Erilla, para ello hubo que atar una soga a la copa del álamo y tirar hasta que doblegase poco a poco sin partirse, de forma que la comba que se produjo en ellos, hizo que con nuestro peso, subiesen y bajasen como el  mejor columpio de la feria de Alcalá la Real.

Foto: Nuría Cervera

También había juegos que se practicaban en los trancos de las puertas de las casas y en la tierra de las calles, como era jugar con pequeños muñecos pistoleros o camiones de plástico, donde las carreteras se hacían sobre la tierra empolvada de la calle. Recuerdo que mi hermano “encontró” debajo de olivo un camión de plástico con bombonas de butano, con el que pude jugar unos minutos. Me lo dio al terminar la jornada de aceitunas sobre las cinco y media y a las siete, estaban los dueños en mi casa para recogerlo, pues adivinaron quien pudo tener tal suerte, al ser Los Cierzos, el lugar de paso y donde se encontraban recogiendo aceitunas. El camión resultó ser de Manolín, un primo de Enrique Zuheros.

            Durante los calurosos veranos de mediados los años sesenta,...CONTINUARÁ.. 

5 comentarios:

  1. Me acuerdo perfectamente de cuando asaltamos la tienda de los juguetes de Braguetas y como iban llegando nuestras madres a buscarnos y nos llevaron de la oreja hasta llegar a la casa, y de vez en cuando algún azote. Domingo, te acuerdas de que tuvimos que dejar la película del oeste a medias? 😂😂

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si. Me acuerdo. Son "hazañas" que no se olvidan en la vida. No por los hechos, sino por las consecuencias que tuvieron. A mí me presentó mi madre, casa de Antonio "Braguetas", casi esposado. Creo recordar que se interrumpió la película en el Cerro, en los olivos de Manolito "Cañuelos". Un saludo.

      Eliminar
  2. ¡Qué bonitos recuerdos de una niñez en zonas rurales durante aquellos tiempos grises, aún grises, pero que la infancia los adorna con la imaginación que no tiene fronteras!

    Domingo, te animo a recuperar aquellos recuerdos que forman parte de la etnografía de Fuente Álamo, que tan maravillosamente describiste en tu libro "Patrimonio cultura material de Fuente Álamo", vivencias de tu niñez y de tantos otros fuentealameños… Yo no pude vivirlos porque hasta la edad de nueve años ni niñez la pasé en el campo, a dos kilómetros de Andújar, junto con mis dos hermanos menores; los únicos juegos eran el del "escondite" entre las siembras del alfalfa, tomateras, maíz,...El cine sólo será durante las fiestas grandes y siempre que la censura de la cartelera te permitía entrar según la edad.

    Hablando de censura. Durante el mes de julio y primero de agosto todas tus entradas estaban invadidas por anuncios que tapaban incluso el texto. Siempre que visitaba tu blog, entraba en “Gestión de anuncios” y los denunciaba; veo que ha dado resultado.

    Finalmente, te animo a continuar con estas entradas de recuerdos que, según deduzco, animan a tus vecinos, que son míos, a participar con sus comentarios. Sin ellos para ti, como autor, es como ser "Ciego en Granada", con cuyo estribillo me despido:

    Dale limosna, mujer,
    que no verá nunca el agua
    por los jardines correr,
    la primavera en la Alhambra.
    Dale limosna, mujer,
    que no hay en la vida nada
    como la pena de ser
    ciego en Granada,
    ciego en Granada.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Siempre agradecido, querido Santiago, por tu sabia aportación y por los ánimos que me sigues dando. Quizás tus juegos y los de mi época difieran algo. Los tuyos me traen recuerdo cuando pasaba los veranos de primeros de los 70 en el Cortijo del Olivar, que cultivaba mi tío Nazario, entre animales, álamos, olivos… En cuanto a los recuerdos del cine, nosotros los fuentealameños, solo “cinefiloábamos” un día al año por la Feria de San Mateo de Alcalá la Real, eran ya los años setenta, y en la cartelera siempre nos esperaba Manolo Escobar.
      En cuanto a los anuncios, es verdad que blogger o el anunciador ha cambiado la política y a veces los colocaba solapando el texto, creo que ahora no y están colocados al margen o al inicio.
      Es verdad que en el blog se vierten pocos comentarios de nuestro paisanos, quizás porque no encuentran el lugar para ello, o no desean participar. Lo que si sigo son las visitas de cada publicación y las últimas están entre 400 ó 500 visitas, por lo que para una aldea que apenas sobrepasa los 100 habitantes, creo que debo estar contento. Ya sé que muchos seguidores los tengo fuera de la aldea, pero muy vinculados a ella. También tengo que decir que utilizo facebook como plataforma de anunciar la publicación y ahí si dejan caer más comentarios, aunque estoy contigo que debería ser aquí, como complemento de la historia publicada, pero eso es difícil de hacérselo ver, dejándome una sensación ciega y si me lo permites, algo de tristeza de que el trabajo no sea enriquecido con la aportación válida de tus vecinos y los míos.
      Un abrazo

      Eliminar
  3. Domingo, y tanto que difieren. Mis recuerdos eran 25 años antes que los tuyos y en una zona de huertas en el valle del Guadalquivir, que al otro lado, hacia el Sur se encontraban las lomas de la campiña donde, entre olivos y siembras de garbanzos, meloneras, se asentaban poblaciones como Lahiguera, Arjona, Arjonilla,...

    Mientras escribo estas líneas me ha saltado un aviso de tu correo. Así pues, corto y lo leo

    Un abrazo.

    ResponderEliminar