Emigró, pero dejó enterrada una raíz bien profunda en su Fuente Álamo natal, a donde cada vez que puede, regresa para regarla y hacer que brote savia nueva, recargándose de energía y vida. Para ello se construyó una casa en el solar que fuera antaño la vivienda familiar. Disfrutando cada día, cada hora y cada momento de su estancia aldeana, “andurreando” por aquellos caminos y veredas, cerros y llanos que tantos recuerdos le traen de su infancia y madurez; se le puede ver, también, ataviado con traje de gala para disfrutar de las fiestas populares. Le tira mucho su pueblo dónde ha vivido media vida y le cuesta despegarse, aunque las circunstancias han hecho que no pueda regresar definitivamente, y estas no son otras que, sus hijos, sus nietos y ahora su pequeña biznieta.
Es
conocido entre nosotros por “Arevalillo”, haciendo honor al apellido paterno y distinguiéndolo como
el menor de la saga. Representa al emigrante fuentealameño, trabajador, que ha
recorrido media España y parte del extranjero; toda una vida de sacrificio y
lucha, que ahora se ve recompensada, con la merecida jubilación. Es una persona
cordial, flaca, risueña al golpes; si bien su rostro y su bigote refleja cierta seriedad,
es amable al trato y siempre abierto a cualquier pregunta que se le formule,
para contestarla sin tapujos y sin los miedos que reinaban en otras épocas
vividas por él, así me contó, la triste historia de la familia Gálvez de Fuente
Álamo y de otras historia ocurridas injustamente en la época de la Posguerra,
ect. Se encuentra totalmente integrado en cualquier círculo de amigos,
andaluces, catalanes, pues para él es igual. Lo mismo tiene jugar una brisca de
compañeros en el bar de Fuente Álamo, o a lo que él llama “la butifarra” en el
centro social de Villafranca del Penedés, en andaluz o en catalán, como se
quiera o com tu vulguis.
Es
el menor de una familia que formaron entre su padre Vicente Arévalo Moya y su madre Benigna Díaz Serrano, ambos
viudos. Su madre aportó a la nueva unión dos hijos: Antonio y Gregoria, y su
padre llevó a María y Vicente. Luego nacieron tres hijos: Ventura, María y él. Su padre era 20 años mayor que su madre, por
lo que la Guerra Civil le sorprendió con una edad avanzada y no tuvo que
incorporarse. Se quedó en la Dehesa de Fuente Álamo, lo que dio lugar a que
naciera él, el 16 de agosto de 1938, en plena Guerra Civil. Antes sus padres habían
vivido en Cañahonda, y después de la Dehesa se vinieron a Fuente Álamo. Siguiendo con los antecedentes
familiares, su hermano paterno tuvo que refugiarse, como más de 500.000
españoles republicanos, en Francia, dónde le esperaba un campo de prisioneros. Su
nombre era Vicente Arévalo Castillo. Recuerda que le contó que una noche hubo
un bombardeo y pudo escapar. El destino quiso, posiblemente, que no fuese deportado
a los campos de exterminio nazi como ocurrió a otros muchos españoles. Francia
le acogió y se quedó allí, residiendo en Chateau Ban. Cayó herido o enfermo y,
durante su convalecencia en el hospital, conoció a quien sería su mujer, con la
que tuvo un hijo. Su hermano materno Antonio estuvo sirviendo en San Roque
(Cádiz) tres años y regresó enfermo del pulmón, muriendo joven. Murió en la
Dehesa. Esto fue después de la Guerra, cuando el tendría 10 ó 12 años, pues
recuerda que estuvo yendo cada día andando 24 kilómetros para llevarle un
trocico de pan al hospital de Alcalá la Real.
Cuando
él nació, su familia vivía en la Dehesa. Sus vecinos eran Paco, apodado “Verraco”,
con sus hijos: Isidro, Antonio, Felisa e Isidora. A 200 metros vivían Los Torres,
que se fueron a la Campiña y se quedó con la casa Luis Gomarín. También era
vecino Domingo Vera... Un poco más alejado, en la Casilla de Sierra, vivía
Saturno “El Guardilla”, Antoñillo del Llano, Antonio Ortega “Cojo Rayo”, Zoilo y Custodio.
Nunca
fue a la escuela, se lo prohibió una piara de cochinos que tenía que guardar, de
la ganadería de Ángel Custodio “Costo de la Dehesa”. El maestro que le enseñó
lo básico se llamaba Francisco Perálvarez “Pericanas”, que era de los llamados
“maestros garroteros”, que iban enseñando por los cortijos, a quien le pagaban
muy poco porque no había ni para ellos. No hizo la Primera Comunión, porque
entonces no se hacía. Vivió en la Dehesa hasta que tuvo unos 15 años, época en
la que se vinieron a Fuente Álamo.
De
aquellos años de la dura Posguerra, recuerda como la Plaza de la Fuente se
convertía cada mañana en un comercio de los trabajadores, donde acudían los
dueños de los cortijos, y elegían: “tú, tú y tú y a tanto”, por lo que tenían que “reventar”
trabajando para que el día siguiente le llamasen otra vez. Estuvo escardando en
el Cortijo del Sapillo. Siendo un niño estuvo también en la Campiña Cordobesa guardando cochinos con
Juan “Torres”, donde le atacó, según piensa, el paludismo, pues recuerda las
fiebres muy altas, el constante tiritar, que le hacía revolcarse hasta que caer
al suelo. Resume aquellos años como: “Mucho trabajo y comida poquita”.
Emigró
por primera vez cuando tenía unos 17 años, correría el año 1955. Se fue con un grupo de fuentealameños a la
provincia de Burgos para reforestar el monte mediante la plantación de pinos. Trabajaban
a destajo o al jornal, ganando 9 duros
cada día. También trabajó en el cultivo de patatas, en una sierra de Burgos. En
la provincia de Santander trabajó en la construcción y acondicionamiento de
carreteras, también estuvo un poco tiempo trabajando en el Túnel de Engaña. Recuerda
que por allí había mucho loco y estaban asustados. Se marchaban de Fuente Álamo
en abril y volvían entre septiembre y octubre. Durante
todos estos años coincidió en estos trabajos con muchos fuentealameños: los
hijos de Joaquín de la Sancha, los hijos de Juanele, los hermanos Perotes, los
de Mateo “Cigarrica”, los de Matías “Borracho”, los hermanos Manolo, Custodio y
Antonio Jiménez, los de Antonio Castillo “Caejos”, Marce “el Mixto”, su cuñado
Domingo Martín, Antonio “Moyano”, Juan “Cascorro”, José Pasadas, José
“Macarrón”, los hermanos Feliciano, Alberto y Juan “ Los Lores”… casi todo el
pueblo en edad laboral.
También
emigró a Alemania, cerca de Colonia, donde estuvo tan solo unos 3 meses, pues
le afectó el cambio de clima y cayó enfermo con una pulmonía.
Pero
su peor experiencia fue cuando emigró a La Almoraima-San Roque (Cádiz). Sería
por el mes septiembre, cuando Pedro Ortega “Trasperlista” preparó una cuadrilla
de fuentealameños, entre los que iban los hijos de Antonio Castillo “Caejo”,
para ir a recolectar algodón. Pero las lluvias impedían el trabajo en la
plantación, pues no se podía recoger el algodón mojado. El poco dinero que
llevaban tenían que guardarlo para poder regresar, así que estuvieron comiendo
membrillos unos quince días. Intentaron coger unos tomates, pero el dueño de la
tomatera les tiraba piedras con una honda. Al final se tuvieron que venir en
tren hasta Alcaudete y desde allí andando hasta Fuente Álamo, porque no tenían
más dinero. Cuando llegó, tenían en su casa unas cortecillas de tocino, que se
las comió con tantas ganas, que más bien se las tragó. Llegó muerto de hambre y
con el estómago raído por el ácido de los membrillos.
En
aquellos años no todo era trabajar, también había tiempo para las “diversiones”.
Recuerda que en una Navidad hicieron una comparsa formada entre otros por Antonio
Anguita “Braguetas”, Amador “Cigarrica”, Costo “Remendao” y los hijos de Cefe.
Cuando se encontraban cantando en la casa de Pedro “Catorce”, los hijos del Zapaterillo,
que era por aquel tiempo el guarda de las tierras de Don Paco, echaron por
debajo de la puerta una cubeta de agua, al tiempo que se apagó la luz, por los
que las hijas de Pedro salieron corriendo y se subieron a las cámaras, entonces
como Antonio “Braguetas” había estado en la legión, empezaron a zarpazos, Costo
“Remendao” con la carrañaca y los Zapaterillos con una carabina, así que se lió
una buena gresca. Después se fueron cada uno a sus casas y, al día siguiente,
cuando estaba trabajando en la aceituna en Cuatrovientos, se presentó la
Guardia Civil y le preguntaron si había participado en la murga, conduciéndole
luego al cuartel. Tuvieron que presentarse cada noche durante quince días en el
cuartel de la guardia civil de San José de la Rábita.
También
recuerda que compró una bicicleta Orbea modelo 88 en Cañahonda, y cuando fue a
por ella, le acompañó Isidoro Vega Ávila. Desde el Bermejo venían los dos
montados, pero al llegar a la alcantarilla, Navarro ya no frenaba, y en la
curva antes del cruce de la Revoltillas, saltaron el terraplén, cayendo en los
olivos de la Rectura. Cuando él se recuperó, lo primero que hizo fue
preguntarle a Isidoro si le había pasado algo, a lo que Isidoro con aquel
tartamudeo característico le respondió: “me
parece que…, me se han roto los dientes”. Isidoro por entonces estaba en la
mili, pero tuvo suerte y sólo se le movían algunas piezas. Cogieron la
bicicleta y se fueron andando hasta Fuente Álamo.
Después,
sobre el año 1960 ó 1961 se compró por 20.000 pesetas una moto marca Ossa
modelo 160. En ella se subían sus dos hijos, su mujer y una canasta llena de
trapos, desde el lavadero de Fuente álamo hasta la Dehesa. Luego se sacó todos
carnets de conducir en las Conejeras-Granada.
No
hizo la mili, se libró al estar a cargo de la familia. Para ello, como sus
padres no estaban casados, tuvieron que casarse.
Se casó con 24 años, el 9 de octubre de 1961
con Gertrudis Pérez Vera, la cual ha formado felizmente parte de su vida desde
entonces. No hicieron boda. Se juntaron y después se echaron las bendiciones.
Emigraría
temporalmente unas 15 temporadas. La primera vez que se fue a Barcelona trabajó
en la construcción con Juan Ramírez “Mandurria”, en el año 1960. Después estuvo
trabajando en el aire acondicionado. En el año 1974 hizo un curso de fontanería
por la PPO junto con su amigo Marcelino Pérez.
Hizo
un paréntesis en la emigración de 5 años, en los que estuvo de encargado de las
tierras de Francisco Sierra. Vivían en la Casilla de Sierra, en la Dehesa,
hasta que en 1974 emigró con toda la familia definitivamente a Barcelona. Los
llevó Antonio Arenas “Porruo”, sus tres hijos tenían edades de 12, 9 y 6 años
respectivamente. Buscó trabajo en una empresa de autobuses, compañía Tranvía
del Ayuntamiento de Barcelona. Después estuvo tres años conduciendo los
autobuses de la capital, pero no le gustaba y le dijeron que había una plaza de
camionero en Villafranca del Penedés. En una noche pintaron la casa y al día
siguiente se llevaron a los niños, que estaban en Torre Baró, en casa de su hermana Gregoria, a Torrelles de Foix. Comenzó ganando 45.000
pesetas, pero trabajaba noche y día. Ha estado en la misma empresa casi 40
años, hasta que con 64 años se ha jubilado.
Sus
tres hijos se casaron y se quedaron a vivir por la zona; el mayor se colocó de mecánico
en la misma empresa que trabajaba él, el
menor ha seguido con la profesión de camionero, Antonio, en una se colocó en empresa.
Tiene 6 nietos y una biznieta.
En
cuanto al tema de Cataluña, cree que el
problema recae en los gobiernos, que se han llevado el dinero. Considera que están
encalabrinados, sobre todo los jóvenes, pues casi todos quieren la
independencia. En Villafranca, como en otros pueblos catalanes hay muchos
andaluces, y ahora también de todas las nacionalidades: africanos, peruanos,
árabes... pero nadie de Fuente Álamo. Villafranca está entre Tarragona y Barcelona,
a 50 km de cada una, en la comarca del Penedés.
Era
muy aficionado a la caza, afición que ahora no puede practicar. Recuerda cómo
en sus inicios compraron entre un grupo de fuentealameños una máquina para
montar cartuchos. En aquellos años hasta mediados los años 70 no había cotos en
Fuente Álamo, todo era libre. Afirma con cierta añoranza: “Entonces sí que
había caza”. Compró su primera escopeta de un cañón de martillo, que echaba
lumbre cuando disparaba, a Custodio Jiménez “Remendao”, pues éste tenía que
entregarla en el cuartel de la Guardia Civil.
Ahora
sus aficiones son el salir a caminar hasta el mediodía y jugar a la butifarra
en el hogar a las cuatro. Sus compañeros de partida son catalanes y andaluces,
con los que habla en uno u otro idioma, pues aprendió catalán cuando trabajaba
de conductor de autobuses en Barcelona. Ve la tele en catalán o en castellano. Sus
3 hijos y sus nietos hablan perfectamente el catalán.
Ahora
solo espera pacientemente su próximo regreso… ya está aquí.
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