El comercio en una economía rural
como la de Fuente Álamo apenas prosperó. El autoconsumo era, y en parte
sigue siendo, la base fundamental de su economía; y cuando no era posible el
autoconsumo, entraba en juego el trueque como práctica comercial. En la
panadería se entregaban vales intercambiables por pan previo depósito de trigo.
Se intercambiaban productos del campo, animales de corral o de carga “a los
pelos”, y cualquier prestación de servicios o trabajos se hacían “a las tornas”.
Por poner algún ejemplo, Marcelino Pérez, a principios
de los años 60, cambió al apodado “Don Din”, taxista que alquiló la vivienda de
Mateo Pérez Lizana, dos cochinos y una cabra por una moto vieja marca Lambretta,
con sus correspondientes multas. Finalmente el trato no acabó siendo redondo pues
le duró la Lambretta menos que los cochinos a “Don Din”.
No
han sido los fuentealameños, salvo excepciones, muy avispados o espabilados para
el comercio, y prueba de ello lo tenemos en Modesto González, que según se
cuenta, vendía a peseta cadejos de hilo que le costaban a él cinco reales;
aunque perdía, decía que lo hacía para que el trapicheo no parase. Antonio
Anguita “Braguetas”, que en competencia con otro pescadero que vino de Alcalá
la Real, llegaron a regalar, no sólo el pescado, sino también la harina para freírlo.
Antonio Pérez “Nono”, cuando era niño, fue a hacer negocio con Brígido por
medio de la venta de almendras rebuscadas, quien las compraba el kilo a duro,
negándose Antonio rotundamente a vendérsela a menos de 18 reales.
Nuestro
querido Pedro Cervera Ortega, quien era conocido entre nosotros con el
sobrenombre de “Pedro Trasperlista”, intentó ya en los años setenta y ochenta,
haciendo gala a su apodo, establecer una línea de comercio por encargo desde
Ceuta. Muchos de los radiocasetes que sonaban en Fuente Álamo, relojes y mi
primera máquina de escribir “Olimpetti”, vinieron en su hatillo. Ganar no ganaba mucho,
pero de paso visitaba a su hermano Próspero que vivía en Algeciras, en donde
hacía escala.
La
venta de vinagre que en los años cuarenta había establecida en la actual casa
de Mercedes Ramírez por parte de Leonardo Zamora, se fue a pique, pues se le murió
el burro que lo acarreaba, y los niños aprovecharon la canción popular para
cantársela:
Ya se murió el borrico
que acarreaba vinagre,
ya se lo llevó Dios
de esta vida miserable.
La
tranquilidad para los negocios la representaba en Fuente Álamo, Francisco Pérez
González, pues si le iba mal algún negocio, decía: “A mí, que me pasa con eso, vendo una cabra y ya está”. Eso sí, de
broma.
La
prestación de servicios y ventas
ambulantes eran los pilares del comercio, así tenemos que llegaban a Fuente
Álamo: el lañador, para arreglar cántaros o lebrillos con la técnica de las
lañas y reparar los paraguas; el “afilador azurronado” de Alcaudete, con su puro
en la boca, que sólo dejaba de chupar para soplar la armónica con la que
reclamaba a la clientela, y aceptando como pago al arreglo un puro de las bodas;
los pescaderos Antonio Anguita, el pescadero de San José, llamado Julico con su
Renault furgón y otros como Matías Pérez; el chatarrero Arcadio “La Parrala”
con su burro y perro, intercambiaba pellejos de conejo, trapos viejos, hierros
viejos y cartones, por porrones y alcancías de
barro. Cuentan que Manolillo Fuentes “Huertas” le gastó la broma de
echarle a la burra moscas de mulo, reaccionando el asno con pingos y saltos, lo
que provocó que se rompieran los cantaros y alcancías que llevaba para intercambiar
y sin saber el chatarrero el motivo de la extraña reacción del animal.
Algunos
probaron suerte con muchos negocios, como es el caso de Antonio Anguita, pescadero, tendero, tabernero
y taxista. Llegó incluso a explotar una cantera de arena, demostrando
firmemente un buen carácter emprendedor.
Hubo
casos del tabernero o tendero listillo, que hizo “negocio”, bien añadiéndole un
poco de agua al vino, bien manipulando el peso, alzando una de las patas a la
balanza de aguja que hacía que ésta estuviese un poco avanzada y pesase unos
gramos de menos. También se hizo negocio con la retirada de productos a cuenta
o al fiado, pues en los años 50 y 60, el tendero iba apuntando todos productos
retirados de su establecimiento y una vez que los familiares volvían de la
emigración y traían dinero fresco, se liquidaba, pero el control de esa
liquidación la tenía en tendero, que en la mayoría de los casos sería la real,
pero en otros había grandes divergencias.
En
los años 70, con una población de cerca de 500 habitantes, había en Fuente
Álamo: tres bares, tres o cuatro tiendas, una panadería, dos molinos de aceite,
una barbería, una zapatería, una fontanería y algunos maestros en albañilería.
A
los locales de ocio y bares ya
dedicamos un amplio estudio, solo recodaremos: Bar Royal, propiedad de unos
vecinos de La Rabita, hermano de Capitines, situado en la parte alta de la fuente,
bajando las Escalerillas, también era tienda; Antonio Cano “Taberna La Arenca”; la taberna y hospedería Francisco Jiménez “El
Pelón”, de Brígido Ruiz, que después alquiló Crescencio “El Chofer”, y la taberna de Domingo Aguilera; local
provisional de los años 50 y 60 para fiestas y bar, Irene del Guardilla,
situado en la subida hacia el Cerro, en la casa que actualmente es de Feliciano
Ibáñez, en donde se celebraban bailes amenizados por Los Guardillas y otros
amigos, o casa de Encarnación Martos “La Perejila” amenizado por sus hijos
Mateo al Clarinete y Angel a la batería; Antonio Arenas “Taberna El Porruo”, Antonio
Anguita alquiló a Puche “Bar Braguetas”
que mantuvo el negocio en tres lugares diferentes, en la Casa de la Galla, y en
la zona de la Cantera, José Ramírez “Bar-discoteca Charraga”, Bar Paco, y el
“Agujero”, Bar Chivani, el Bar Paco, fue vendido a una familia
anglosajona: “Mauricio”. En el Centro Social, se ha establecido actualmente el
“Bar Padi” y en 2015 se ha producido la reapertura del antiguo Bar Paco por una
familia anglosajona.
http://historiadefuentealamo-jaen.blogspot.com.es/2013/11/ocios-y-diversiones-en-fuente-alamo-i.html
Tiendas de comestibles y ultramarinos. La venta de vinagre y otros productos de
Leonardo Zamora; Domingo Aguilera, con productos hortofrutícolas frescos del
Higuerón; Antonio Montes, de ropa y mercería que después continuaría Mariana
Cobo, Antonio Anguita, Antonia Aguilera, Marcelino Pérez, José Ramírez y después
su hija Manuela Ramírez; y por último, la tienda de Antonia Aguilera regentada
por la referida familia inglesa. Actualmente no existe ninguna tienda abierta
al público y ha vuelto a ser la venta ambulante de pan y otros productos
alimenticios el comercio principal, volviendo a los
inicios.
Dicen
que José Ramírez compró unas pinzas para coger las tortas y entregar a los
clientes, pero una vez que ya las tenía pinzadas, volvía a coger las tortas con
la otra mano para entregarlas al comprador. Como ya he dicho al principio, no hemos sido muy finos en Fuente Álamo para
los negocios.
Nota
importante: Todos los comentarios que aparecen en este artículo están escritos
en clave de humor, nunca de manera despectiva, por lo que nadie se debería
sentir ofendido. Con total seguridad, también hubo buenos comerciantes en el
pueblo, tal vez sus herederos, en otros lugares del mundo mundial.
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