Consideramos turismo externo las salidas de los fuentealameños a otros lugares y con ocasión de cualquier motivo o evento festivo.
Las
romerías
La
concurrencia a la romería celebrada en honor a San Isidro, alrededor de su
ermita rodeada de olivos en el término de las Caserías (que toman el nombre del
referido Santo), así como a las romerías del Cerro de la Mesa en la Hoya de Salobral
y la del Cerro del Cabezo, ambas en honor a la Virgen de la Cabeza, han sido y son citas tradicionales en
los meses de abril y mayo para los fuentealameños.
La
llegada a la aldea de los primeros vehículos a motor hizo que los más devotos y
los más romeros se desplazasen tantos kilómetros para celebrar el “Día del Cerro”, en honor de la Virgen de la Cabeza. En los años 70, se
acudía en grupos de jóvenes montados en el remolque del camión de Juani
Aguilera; también en alguna ocasión, en aquel camión que Antonio Anguita compró
para explotar la cantera de arena; o en mi caso, en el año 1974 en aquel Seat
850 color rojo de mi padre, junto con mi madre, mi abuela Antonia y Grigo (un
vecino que vivía en el Cerro de Fuente Álamo). Recuerdo un día y una noche de
lluvia y frío; los cinco metidos en aquel “utilitario”, nunca mejor dicho;
“durmiendo”, eso sí, cuando el vecino del Cerro, dejaba de toser. Al día
siguiente, procesional, mi padre me colgó sobre los hombros una manta ruana y
todo el mundo me miraba creyendo que estaba de penitencia o que había hecho
alguna promesa. Grigo se despidió lamentándose de que ya no podría volver más,
yo no me despedí, pero no he vuelto. ¿Volveré? En la mañana del día siguiente,
la caña de azúcar y los pitos de Sierra Morena se saboreaban y se pitaban por
los niños en todo el pueblo.
La romería
a la Hoya de Frailes era otra alternativa, más cercana, para la celebración
del día de la Virgen de la Cabeza o para visitar al Santo Custodio, o en mi
caso para recaudar fondos para el viaje de estudios de 8º de EGB, en 1977. Aquel
año, los estudiantes del Colegio Nacional Comarcal nº 3 “El Coto” instalamos un chiringuito en plena Hoya y a
pleno sol, que sin sombraje alguno, hizo que cogiera la insolación más grande
de mi vida. La segunda y última vez, sería en el año 1980 con un grupo de
fuentealameños en el Land Rover de mi vecino Jesús; recuerdo que “colaboré” en
el chiringuito con venta de bebidas que había instalado el grupo de viaje de
estudios de 3º de BUP del Instituto “Alfonso XI” de Alcalá la Real, pero yo no
fui al viaje.
La
participación en el concurso de carrozas de la Romería de San Isidro desde finales de los años 80 continúa hasta
el día de hoy, y en cada una de las ediciones que se han celebrado, siempre se
ha obtenido algún premio. Aún recordamos a Juan Antonio Ávila Serrano “El
Zorrero” y su Paula, participando sin la necesidad de ataviarse con el traje de
época, pues en los años 80, todavía calzaba albarcas y se cinchaba con cinturón
de tomiza.
En otro día de romería se convertía el
Día del Señor, entorno al Santo Manuel en los Chopos. Tenía bastantes fieles
seguidores en Fuente Álamo. Mi abuela Antonia dejó de serlo al impactarle en la
frente un caramelo “bendecido”, que arrojó el Santo Manuel desde su balcón a la
multitud de fieles que esperaban para verle. Los más “afortunados” conseguían
empaparse en agua lanzada en bolsas que explotaban en un tejadillo. Mi abuela,
con una brecha en la frente, sólo dijo las siguientes palabras cariñosas:
“¡Chad, el egollante, que me ha escalabrao!”. No sé si volvió más.
La Feria de Alcalá la Real
La Feria de Alcalá la Real
Otra cita obligatoria para los
fuentealameños era y es la feria de Alcalá la Real, tanto la de verano en honor
de San Antonio de Padua, como la Feria de San Mateo (fundamentalmente el día 22
de septiembre que según los alcalaínos era el día de los cortijeros, y que a
los niños nos solían recibir con aquello de: “Cortijero, huevo duro, vete a
tomar por…”). Se estaba todo el año esperando que llegase para comprar ropa
nueva y, según las épocas y el dinero disponible, era de obligado cumplimiento
el fotografiarse en el caballo de cartón, ir al teatro Martínez Montañés para
ver la nueva película de Manolo Escobar, subirse en los caballicos y, como
segundo plato, comerse entre toda la familia un pollo asado o invitarse a unos
refrescos y unas raciones en el “Bar Pireo”.
Menos usual y sólo para algunos
privilegiados era el acudir a algún espectáculo de teatro de Manolita Che,
alguna actuación musical, o alguna corrida de toros. Esto último con
anterioridad a 1957, cuando tuvo lugar el trágico suceso de la plaza de toros
portátil situada en la Magdalena, junto a la Carretera de Granada, que en
cuestión de segundos se abrió como un abanico atrapando a cientos de alcalaínos
en su interior, con el resultado de seis muertos y un centenar de heridos. Entre
ellos resultó gravemente lesionado el fuentealameño Antonio Pérez López, “El Compaíllo”.
Otras
fiestas o ferias de concurrencia
general son la feria de la Almedinilla, la de Priego de Córdoba, o la de Alcaudete,
y las fiestas de Sileras (lo del mulo cargado de melones, es un mito), San José
de la Rábita, La Rábita, Las Grajeras, (lo de Cali que me ahogo, es otro mito)
ect… Otra fiesta no tan señalada por su concurrencia habitual, pero sí
excepcionalmente por los efectos producidos y la repercusión que tuvo en aquel
verano año 1979, fue la fiesta en Las Maquinas o Monte Lope Álvarez, en la aldea
de Martos. A ella acudió una representación de jóvenes fuentealameños a bordo
de un “Simca 1000”, y su no regreso al día siguiente debido a “problemas
mecánicos” desató las alarmas en la Aldea, provocando la búsqueda por parte de
familiares e incluso por el alcalde pedáneo, que por aquel entonces era Antonio
Pérez Pérez, “Nono”. Todo quedó en anécdota y susto para los familiares, y en defensa
de los “perdidos” hay que decir que no se habían inventado todavía los
teléfonos móviles. Yo no pude ir, pese a que aquella noche estaba invitado,
pero fueron en representación de la aldea: Antonio Luis Aguilera, Juanillo
Valverde, Juan Rafael Aguilera, Francisco Ángel Aguilera, Antonio Expósito y algún
otro que ahora no recuerdo, y que estaba aquella noche en el “Bar Charraga”.
Viajes de placer
Viajes de placer
Sería la incorporación a filas y la
obligada emigración la que proporcionaría a los fuentealameños el conocimiento
de otras partes de España y del extranjero, si bien, esto no se puede
considerar precisamente viajes de placer.
El viaje de novios entre los años 60 y 70
se solía realizar mediante una visita a la Alhambra, a las costas andaluzas o a
algún familiar que viviese en la geografía andaluza. Sin embargo, hay bastantes
fuentealameños que nunca han visitado el Castillo de la Mota de Alcalá la Real.
Muchos viajaron por primera vez en los
años 80 a las Costas Catalanas para
hacer una visita a los hijos que se encontraban trabajando en la hostelería.
Actualmente, gracias a las asociaciones y
al Imserso se están organizando muchos viajes tanto culturales (visita a la
Mezquita, a la Alhambra, etc) como de tipo lúdico recreativo, por las costas
andaluzas.
Pese a que tenemos en Fuente Álamo el
dicho “Viajas más que Amalia”, no se
debió precisamente a viajes de placer, sino todo lo contrario y arriesgando
mucho su vida. Cada día, Amalia caminaba varios kilómetros, como enlace, para
llevar a su marido, que se encontraba huido en la sierra, los alimentos y ropas
necesarias para la supervivencia.