En
la ciudad de la Alhambra, morando en un ático con vistas al Hotel Palace, al
Carmen de los Mártires, al Auditorio Manuel de Falla, a la Fundación Rodríguez
Acosta, a alguna Torre de la Alhambra…y vista lateral a Sierra Nevada, en el
conjunto del Barrio del Realejo, nos aguardaba sentado en su butacón nuestro
anfitrión. Después de un saludo directo, pronto me sentí acogido por toda la
familia, lo cual me facilitó mucho el trabajo. Estaba rodeado de pinturas,
grabados, esculturas de creación familiar y objetos arqueológicos, pues es estudioso y gran aficionado a esta materia;
así como de libros, entre los cuales
tuvimos el gusto de ojear y hojear, además de palpar sus tapas de piel
de libre, al que considera el más apreciado de la biblioteca: “Constituciones
Synodales de la Abadía de Alcalá la Real” hechas por D. Pedro de Moya, impreso
por Heylan en la Real Chancillería. Granada de 1626. Pero a la vez le pillamos coqueteando y
navegando con las nuevas tecnologías, pues al lado tenía una tableta
electrónica. Aún ha llegado a tiempo para manipular estos aparatos, y los que
quedan por venir, pues su curiosidad por la cultura le lleva a querer seguir
avanzando con estas herramientas. El arte, la cultura, la música… forman parte
de la unidad familiar, representada por su esposa: la pintora y escritora
Dolores Montijano y sus hijos. También se enorgullece de tener entre sus amigos
al poeta Rafael Guillén y otros artistas granadinos.
Nos
transmite gran fortaleza a través de su enfática voz, aunque con algún escape
de aire producido por la falta provisional de los dos incisivos
superiores. Al “cuerparrón” que no
aparenta más de 70 años, solo le pone el achaque de las piernas, en algún
momento de la conversación. Su calva brillante está conjuntada con una memoria
y lucidez, que más de uno quisiéramos
tener a su edad nonagenaria, si es que acaso llegásemos. El complemento de la
calva está en su perilla blanca, que le hace más interesante y a la vez
conserva parte de la herencia familiar de su abuelo. Quizás lo delate su elocuencia, pues quiere
contarnos tantas cosas, que hace que en alguna ocasión se vea traicionado y no
le venga el recuerdo inmediato o la instantaneidad de las palabras, lo que produce que nos lo vuelva a repetir
para hacer énfasis.
Su
memoria trasladada unas cuantas décadas atrás nos ayudará al estudio que aquí
abordamos, y para lo cual concertamos
una cita en la referida vivienda familiar. Así, con la serenidad que le ha dado
el tiempo, pero a la vez con la ligereza mental conservada, me fue contando y
proporcionando documentación y fotografías referentes al Balneario de Ardales
de Fuente Álamo, como último de los De Córdoba que aún posee su propiedad.
Tomás
nació en Alcalá la Real un 22 de febrero de 1929; hijo de Francisco y de María
de las Mercedes Ruiz Belbel, ambos
vecinos y naturales de Alcalá la Real.
Su padre era conocido en Fuente Álamo como “Paquito de Córdoba”.
Criado
en el seno de la familia acomodada de los De Córdoba, fue educado en el Colegio
de Cristo Rey de Alcalá la Real, donde en mayo de 1936 hizo la Primera Comunión
con las monjas de dicha congregación. Prosiguió sus estudios en escuelas
nacionales, siendo su tutor D. Francisco Berbel Ramírez y D. Tiburcio Rodríguez
Nebreda, quienes le impartieron la enseñanza antes, durante y después de la
Guerra Civil. Recuerda como profesor de latín a D. Emilio Gondra Cigorraga
conocido como “Emilín”, quien según le contaron llegó a jugar en el Real Oviedo; era de origen vasco
y llegó a Alcalá la Real en la Guerra
Civil como capellán de los batallones que se establecieron en la ciudad de la
Mota, y estuvo de párroco de Fuente Álamo. Continuó su formación en las Escuelas de la Sagrada
Familia con el maestro D. Pascual Baca
hasta segundo curso de bachiller, momento en el que le mandó su padre al
Colegio de Teólogos y Juristas en la Abadía del Sacromonte, siendo por entonces
el Rector Don José Jiménez Casquet.
La
Guerra Civil le sorprendió con tan sólo 7 años de edad. Tuvo que presenciar
escenas duras, como cuando José Poblador Colás “Pacho Villa”, junto con tres
milicianos de la FAI, le pusieron las bayonetas a su padre sobre la barriga y
se lo llevaron a la cárcel. Fue detenido junto con su hermano Jerónimo, quien
quedó preso, a diferencia de su padre, que fue liberado. Recuerda que cuando se
lo llevaron sólo le pudo preguntar: “¿Papá, dónde vas?”.
Etapa
que le dejó muy marcado, y aunque no era el tema de estudio a tratar, le escuchamos
diferentes testimonio que nos fue contando al respecto. Continuó relatando un
bombardeo sobre Alcalá la Real que le cogió en la puerta del Casino junto a su
amigo Manuel Garrido, a quien le impactó un trozo de teja en la frente y lo
evacuaron al hospital. El salió corriendo y se refugió en la casa que la familia León tenía en el Llanillo. Dicho
bombardeo derribó la casa de quien después sería su suegro; allá en la Calle
Marines, justo en frente del Casino, a donde al parecer iba dirigida la bomba.
Se acuerda, y nos lo cuenta, del nombre de algunos militares o falangistas que
entraron en Alcalá la Real con las tropas ocupacioncitas, como el Batallón
Pérez del Pulgar, que se integró en la 4.ª Bandera F.E.T. Granada, la centuria
falangista al frente de la cual estaba José Rosales “Pepiniqui”, hermano del
poeta Luis Rosales o el Capitán Funes de Alcaudete del 2º Batallón de Lepanto
nº 5, que tenía el cuartel en la Calle
Veracruz, en la Casa Núñez.
Después
de este paseo por aquella triste infancia, le quisimos reconducir por el tema
central del trabajo: su relación con la aldea de Fuente Álamo y el Balneario de
Ardales. Nos contó que sería en septiembre de 1939 a lomos de una yegua montada
por su padre, cuando se produjo su primera llegada al Balneario y, por ende, a
las tierras que la familia poseía en Fuente Álamo. Posteriormente, por temor a
los “hombres de las sierra”, en concreto a Juan Palomino Sáez “Hojarasquilla” y
a Cencerro, su padre no quiso llevarle más asiduamente. A los catorce años de
edad le compraron una bicicleta, pues pese a la riqueza de la familia no
poseían vehículo a motor. Su abuelo y
bisabuelo iban en coche de caballos y su padre a montura; él iba en
bicicleta a Fuente Álamo.
Con
18 ó 19 fue Delegado de Auxilio Social de Alcalá la Real, nombrado por el Gobernador Civil de Jaén, a propuesta del
alcalde D. Valeriano Castillo Benavides que vivía en calle Veracruz y era pariente de su padre. Recuerda que le
llamaban “Luis Candelas” por la capa que llevaba. Llevaba la contabilidad y
administración. Los comedores los llevaba María Lourdes Frías. Estaría allí
trabajando unos 10 años.
Estudió
una carrera de comercio, que comprendía contabilidad, caligrafía, mecanografía
y derecho mercantil. Trabajó para una empresa alemana de Hannover llamada Asela-Manussa,
que suministraba coches y plásticos en Barcelona y en el Levante. Dentro del
equipo marketing, recorrió toda España y Alemania haciendo estudios de mercado.
Fue, además, delegado para la zona de Andalucía Oriental, lo que hizo que agotase
unos cuantos vehículos: dos Seat 600, un
Renault-8, un R9 y un R12, al tiempo que tuvo dos accidentes en Lérida y
Barcelona, en uno de ellos perdió los dos dientes incisivos superiores. Después
trabajó para Intelhorce de Málaga unos 15 años
y para una empresa alemana, siendo delegado en cuatro provincias de Andalucía.
Las ganas de contarnos sus experiencias hacían
que volviésemos a divagar y que nos perdiésemos en la conversación, por lo que
de nuevo le insinué que se centrara en el tema principal y que
siguiera contándonos su relación con la aldea de Fuente Álamo y sus gentes. Nos
contó que cuando murió su padre en 1970 se tuvo que hacer cargo de las tierras
familiares, trasladándose a Fuente Álamo durante la campaña de la aceituna. Se
quedaba con la familia Rosales en la Vega de la Encina Baja (allí iba un
maestro de San José a darle clases a las hijas de los caseros), en la
Sangradera con la familia de Feliciano Carrillo, o también en el Baño con la
familia Vega. Por entonces los Rosales,
Antonio Vega “Bañero” o Feliciano Carrillo “Terreras” eran los encargados de
las tierras de la familia. También llevaba la labranza de las tierras de su
hermano José María, hasta que su sobrino Francisco cumplió los 18 años. Pero lo que mejor recuerda eran aquellos
arremates de aceituna en la Taberna de Domingo Aguilera.
Según
nos contó un miembro de la familia
Rosales, y lo corrobora nuestro entrevistado, en esos tiempos iba en una Moto
Vespa a Fuente Álamo. En el camino que conduce
a la Vega solo había una estrecha vereda, por lo que tuvieron que cargar
la moto (apenas sin caballos) a lomos de
los mulos en más de una ocasión. En otra ocasión había nevado mucho y como la
Vespa tampoco tenía cadenas, tuvieron
que subirla en bestia hasta el carril de la Solana.
En
alguna ocasión intentó solicitar subvenciones públicas para la nueva puesta en
funcionamiento del Balneario, pero no tuvo suerte y el tiempo se ha encargado
de todo lo demás: la pérdida de los pilares romanos, el edificio en ruinas y
unas aguas que pese a todo conservan sus propiedades. Quiere conservar la
propiedad del Balneario de Árdales porque se trata de una herencia familiar,
pero ahora solo puede tocar las antiguas escrituras públicas y la pila de agua
bendita, que sigue conservando en su vivienda familiar.
Los
recuerdos de aquel balneario en desuso y de recreo familiar de su
infancia, con su merendero, sus cuatro
columnas de piedra, sus pilas de agua “frescal” y la sulfurosa, sus
habitáculos…, los tiene intactos; estos le llevan también a una de las puertas
de entrada a las habitaciones, sobre la que colgaba una pintura al óleo del
famoso pintor prieguense Adolfo Lozano-Sidro.