martes, 15 de diciembre de 2015

MATIAS PEREZ PEREZ. UNO MÁS DE FUENTE ÁLAMO.




Hace unos años, nos dejó uno de nuestros queridos paisanos, que pasó su niñez, adolescencia y juventud en Fuente Álamo. Vivió allí casi 30 años, salvo los paréntesis producidos por la emigración y el servicio militar. Dejaría Fuente Álamo y se iría a vivir con su familia a Albolote, pero siempre tenía en mente a los familiares y amigos que dejó en el pueblo, y cuando podía se escapaba para hacer una visita, sobre todo a su madre, para quien era su ojo derecho y de quien heredó el gusto por el azúcar, (entiéndase diabetes). Cada vez que nos veíamos, siempre preguntaba por unos y por otros, pues  era muy familiar y muy amigo de sus amigos de infancia y  juventud, pero la cosa no quedaba ahí, ya que pese a la distancia fue conociendo conforme venía al pueblo a los niños que se iban haciendo mayores y los reconocía a cada uno por su nombre: ¿Felix, qué tal estás? Tenía un trato especial para toda su familia y amigos, pero su debilidad eran los niños, para los que siempre tenía una moneda en el bolsillo y una broma que gastar.
 Pero como era tan campechano y necesitaba tener amigos y el contacto del día a día, pronto se adaptó a su nuevo pueblo de acogida y se hizo un alboloteño de primera. Era conocido y querido en su nuevo pueblo grande, aunque creo, que se le hizo más grande de lo normal, pues él necesitaba entablar relaciones, meta que alcanzó en la escuela de adultos, siendo un alumno ejemplar, sobre todo en temas informáticos, aunque la vista le ponía trabas. Fue ejemplo en muchas cosas de la vida, como ser el mejor padre, el mejor abuelo, y el mejor bisabuelo que podía haber tenido una familia, pues para él no fueron necesarios los lazos de sangre para conseguir ser querido como tal. Podría estar así mucho tiempo, diciendo cosas de él y todas buenas; con esta publicación intentaré hacerle su homenaje que quedará para siempre, pues siempre tuve en mente hacérselo en vida, pero su repentina muerte nos pilló por sorpresa y nos traicionó a ambos.
Matías Pérez Pérez, nació el 1 de diciembre de 1945, en el seno de una familia pobre, marcada por los avatares de la Guerra Civil y sus repercusiones. Hijo de Matías y de Antonia, era el cuarto de los seis hermanos. Le toco nacer en el llamado “año del hambre”, el cual padeció, sufriendo las restricciones generales, a las que se le sumaron las restricciones preventivas o cautelares impuesta por el cabeza de familia, quien les obligaba cuando subían a la cámara donde se guardaban las viandas, a bajar cantando para así evitar la tentación de degustar alguna de ellas. Todo ello hizo que “tuviera una infancia” como cualquiera de los muchos niños del Fuente Álamo de la posguerra, en la escuela con Don Manuel, eso sí cuando no tenía otros deberes, como cuidar cochinos, aves de corral y otros animales. Recordaba como el día de su Primera Comunión estaba guardando cochinos y tuvo que ser relevado por uno de sus hermanos para ir a tomarla. Siendo un niño, tuvo que presenciar, más bien  oír, como su padre recibía una paliza de la Guardia Civil en la taberna del pueblo, en la parte alta de la vivienda, acusado de  que sus cochinos se habían metido en heredad privada, de tal forma que le dijeron a Matías que saliera fuera; y hasta que no confesó su padre, tuvo que estar oyendo los golpes y los gritos. Esto le marcaría para el resto de su vida, y así lo contaba con resignación: “Hay que ver que injusticias había antes”.
 Siendo un niño de 14 ó 15 años comenzó a emigrar y se marchó junto con su hermano mayor, José, a trabajar en una vaquería en La Coronela-Burgos segando  pastizales, donde estuvo una temporada, en 1960. Allí estaba  con su amigo Santiago Cervera, al que llamaba “Tufos” y otros fuentealameños. Cambiaría de provincia y se marcharía a Seu d’Urgell (Lérida) a limpiar montes de pinos, trabajando en la serrería “Formesa” cortando madera de los pinos limpiados, y  donde también el dueño tenía una vaquería, estando entre los años 1961 y 1965 con su otro amigo de infancia Pedro Aguilera “Pedrillo”, su otro hermano Antonio y algunos fuentealameños más.
            Se incorporó a filas en enero de 1966 y se licenció en abril 1967, prestó el servicio militar en la Compañía Automovilista de Madrid en Retamares, División Acorazada Brunete, nº 1, como conductor de un REO. Durante tres meses, a la vez que prestaba el servicio militar, trabajó como extra en el rodaje de la película inglesa basada en la Segunda Guerra Mundial: “La Batalla de Inglaterra”, cobrando hasta 500 pesetas diarias. El azar quiso que la matrícula de su camión saliera afortunada en el sorteo, y fue elegido a primeros del 1967 para ser trasladado en tren, junto con otros 80 camiones, hasta un destacamento en Loyola. La película fue rodada en Zarautz, Pasajes y Fuenterrabía, se les obligaba a mover los labios y a no mirar a las cámaras, los camiones fueron pintados y decorados como los de la Alemania Nazi. Cuenta que en el transporte de ida en tren, se olvidaron los mandos de proporcionar la comida para los conductores. En el rodaje de la película querían que los extras trabajasen como militares a las órdenes de otros mandos que participaban en el rodaje, siendo llamados por su jefe de Madrid para que sólo realizaran las labores propias del rodaje y no sometidos a la disciplina militar de otros mandos.
A la Alemania de verdad y no de película, llegó en el año 1969; en concreto a Colonia, desde donde distribuyeron a todos los emigrantes a sus destinos. A él, junto con su hermano Pepe y otros compañeros, lo destinaron a una  fábrica de “uralita”  <<Vohwink>> en Vohwinkel, donde trabajó una temporada de 9 meses pues no consiguió adaptarse.
Después de su regreso de Alemania, y pese haber tenido anteriormente varias pretendientes, pues era un joven galán apuesto, fue Mariana, quien había quedado viuda y con dos hijos, la que le robo su corazón y consiguió atarle en los inicios de los años 70.
            Trabajó como camionero repartidor en “Bebidas López” de Alcalá la Real, hasta que se pudo comprar en 1970 uno de los primeros utilitarios que llegaron a Fuente Álamo, y nunca mejor dicho “utilitario” pues servía para todo: transporte de mercancías, transporte de personas, transporte de aceitunas, de animales, pues hasta “Moreno”, aquel perro de aquella historia, disfrutó de aquel Renault-4L matrícula J-48310.
 Continuó regentando un pequeño establecimiento comercial que su esposa Mariana ya tenía en funcionamiento y que mantuvieron unos 4 años, hasta que en 1974 decidieron marcharse de Fuente Álamo y emprender una nueva vida en el pueblo granadino de Albolote. Allí encontró su verdadera vocación que fue la de camionero hasta su jubilación, pues su maltrecho corazón no le permitía más esfuerzos; si hubiese sido por él todavía hubiese estado conduciéndolo. Fueron muchos años en la carretera, muchas anécdotas que contar, como la del vino, o la de aquel buen hombre que le estaba indicando con los dedos que se le iba a caer la carga, pensando Matías que le estaba haciendo gestos obscenos, parando el camión para recriminarle la actitud, quedando el pobre hombre totalmente sorprendido, pues solo intentaba hacer una buena acción, eso sí, Matías le pidió perdón, o la de aquella multa de la cual se salvó por haber reconocido pisar levemente la línea continua, mientras que otro camionero que lo negaba fue debidamente multado. La carretera conduciendo el camión no le deparó accidentes, serían unos jóvenes desaprensivos que se dieron a la fuga, los que malintencionadamente le tiraron a la cuneta cuando conducía un ciclomotor y que afortunadamente solo sufrió mucho miedo y leves heridas.

 Vivió durante 40 años en su Albolote de adopción, donde fue haciendo amigos y haciéndose querer entre sus vecinos; hasta el punto de pasar a ser uno más de los alboloteños. Su inquietud y sus ganas de aprender le ayudaron a interesarse por las nuevas tecnologías de la informática y a apuntarse a la escuela de adultos, donde estuvo hasta sus últimos días. Su corazón ya no resistió más, y a sus 69 años recién cumplidos nos dejó un 15 de diciembre de 2014.

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