lunes, 24 de agosto de 2015

EL CASO DE ANTONIO ARENAS AGUILERA “EL PORRUO” DE FUENTE ÁLAMO.


Foto donada por José Luis Arenas
       Una de las noticias que más impactó y golpeó a la aldea fue el asesinato de Antonio Arenas Aguilera, nuestro querido “Porruo”. Fue una madrugada del día 23 de julio de 1985 sobre las 3 y media. En estos días hará hecho 35 años de su pérdida. La mala noticia me sorprendió en la Costa Brava-Playa de Aro, donde aquel verano estaba trabajando en la hostelería, al igual que sus sobrinos, y creo recordar que alguno de sus hijos también. Al llegarnos la “notitia criminis” desde tan lejos, no pude tener información detallada de cómo había sucedido, pues sólo nos decían desde el pueblo, que habían matado al “Porruo”, y que los autores eran también de Fuente Álamo, o remanecían de allí. De tal forma que los hechos me llegaron un tanto difusos y por sorpresa, a lo que había que sumarle el no poder acompañar a su familia en aquel momento tan duro, especialmente a su hijo José Luis, con quien pasé gran parte de la infancia.
Hace poco tiempo, leyendo la página Web del historiador jiennense Luis Miguel Sánchez Tostado encontré que con el nº 20: “El crimen de la Fuente Pozuelo” (Alcalá la Real, 1985), editada en el Diario de Jaén el 22 de abril de 2001, se hacía mención a un taxista del Alcalá la Real, por lo que inmediatamente relacioné el año con el taxista. Después, pude comprobar que el caso también fue recogido en su libro “Crónicas del Crimen”. Con la ayuda de esta magnífica publicación, datos judiciales, con los conocimientos propios y con información obtenida de la gente de Fuente Álamo, no pretendo descifrar el caso, pues ya está todo descifrado, pero sí dar a conocer el gesto solidario de un fuentealameño, que le costó la vida.
            Todos aquellos que conocimos a Antonio, sabemos lo extrovertido y bromista que era. Siempre estaba sonriendo y preparado para gastar bromas, algunas tan disparatadas que incluso llegaron a ocasionar alguna desgracia, como fue la gastada a Luisito, que, con ánimo de asustarle, le echó encima el Renault 4L, causándole lesiones, y por la que también pagó.
Foto donada por José Luis Arenas
Era bastante emprendedor, y Fuente Álamo en aquellos años 60, solo te daba la opción de montar una tienda o un bar, emigrar o trabajar en el campo. Él optó por montar en la Piquera un bar-tienda y un salón de baile, “Salón Porruo”, donde con la ayuda de su esposa Rafaela, que era quien realmente la regentaba, se organizaron bastantes verbenas en los años 60, hasta que a mediados los 70, cerró el negocio y se marchó a Alcalá la Real, donde continuó con la actividad. Pero su verdadera profesión era la de taxista, no solo de trayectos cortos, sino también largos. En el 4L y después con su DKV llevaba 8 ó 9 trabajadores emigrantes fuentealameños al Norte o a cualquier parte de España.
Ya hemos comentado en varios artículos, las fiestas que se formaban en su salón. Recuerdo perfectamente aquella taberna, con forma rectangular alargada, el mostrador situado a la izquierda de la entrada, el salón entero ocupado por mesas, en las que se jugaba al dominó y al juego de cartas; a la derecha de la entrada y al fondo cuando llegaron los televisores, instaló uno en blanco y negro. También, en aquella parte, cuando había música en directo, se instalaba el conjunto musical en un pequeño escenario a ras de suelo. Pero todo esto es irrelevante al tema que nos ocupa hoy, su desgraciada pérdida. Como dije, en aquel verano del 85 fue el tema de conversación, junto con otra pérdida también sonada, pues nuestro “Correo” de toda la vida, Matías Bailón, también nos dejó a temprana edad, éste por causas naturales.
            Intentaré contar el suceso de una forma sencilla, sin entrar en detalles, pues como he dicho, la trágica historia está muy bien detallada y recogida en el libro “Crónicas del Crimen” de Luis Miguel Sánchez Tostado.
Para comenzar, y como de todos es sabido, el autor principal de los hechos también era conocido entre nosotros, y además paisano, pues había nacido y se había criado en el Cortijo de Amelio en la Setilla. Un joven introvertido, un poco raro, con aquella voz grave que daba incluso mala espina, y al que pronto perdimos la pista, pues marchaba a “trabajar” los veranos a Palma de Mallorca, volviendo los inviernos. Recuerdo la última vez que le vi, en una fiesta de fin de año en el Salón del Trompero, cruzando tan solo escasas palabras. J. A. V. T. no solo tuvo el castigo de la justicia, sino también el repudio de su propia familia, puesto que ya ha fallecido, descanse en paz, al igual que sus padres, una familia honrada y trabajadora, a quien tanto daño le hizo.
 El destino quiso que dos fuentealameños se encontrasen en aquella calurosa noche de julio, y que ese mismo hecho de ser conocidos entre ellos fuera la causa principal de la muerte de uno de ellos.
 Antonio regresaba de Madrid tras haber llevado a una familia de Torredonjimeno, y a unos 300 metros de la Venta de San Juan, a pocos kilómetros de Las Ventas del Carrizal, en concreto la Fuente Pozuelo, vio como un camión que estaba embarrancado con las ruedas trasera hundidas en el terraplén y las delanteras al aire, se encontraba con las luces encendidas y el motor en marcha. Antonio, de momento conoció el camión de una empresa familiar de Alcalá la Real, por lo que decidió en un acto de solidaridad pararse para ver lo que le había ocurrido, llevándose la desagradable sorpresa de que los conductores, no eran quienes imaginaba, pues se encontraba allí el también conocido por él, hijo de sus amigos de la Setilla, a los que tantas veces había llevado en su taxi desde dicho  Cortijo hasta Alcalá la Real. Seguramente, teniendo conocimiento de los antecedentes que ya se rumoreaban sobre J. A. y sus peripecias por Palma de Mallorca, no fue lo suficientemente precavido, pues como todos sabemos, Antonio era “un echaopalante”, lo cual pudo ser otra de sus cualidades que lo traicionara. Pues la primera actitud que tomó el homicida al reconocer a su paisano, mientras se ocultaba en la cabina de camión, fue el decirle a su acompañante: “Dile que siga”, pero Antonio no entendió muy bien por qué no querían ayuda, así que dio marcha atrás al taxi y se bajó, reaccionando rápidamente J. A. al sentirse descubierto. Se bajó del camión y apuntándole con una escopeta recortada, le dijo que levantara las manos, pero Antonio seguía sin entender nada y pidió explicaciones, a lo que J.A. le decía que caminara y callase, y que tirase por ahí, y acto seguido le disparó por la espalda a unos 3 metros de distancia, impactándole la plomada en el hombro derecho, cayendo al suelo dando grandes alaridos. Antonio intentó protegerse en el tronco de un olivo, pero el asesino se aproximó de nuevo y le disparó en la cabeza a pocos centímetros de distancia, pues ya no estaba dispuesto a que le delatase. Antonio murió agazapado sobre el tronco de un olivo con la cabeza destrozada y haciendo con el dedo índice y pulgar la señal de la cruz, acto que se ha interpretado de diferentes maneras.
 Los dos jóvenes continuaron su marcha hasta Martos, pero cambiando de vehículo, ahora sería el propio Citroën CX del difunto, que fue abandonado bajo un olivo a la entrada de Martos, con importantes daños en la carrocería y con las huellas borradas del volante. En la zona cercana se halló enterrada la escopeta con culatín y cañones recortados calibre 12, una cinta de cassette, un paquete de tabaco, una pistola de fogueo calibre 8, un talonario de recibos del taxi y una toalla. El asesino durmió plácidamente en la casa de los abuelos de  su compañero de viaje, donde lavaron los pantalones ensangrentados y al día siguiente volvieron en autobús a Alcalá la Real.
El autor de los hechos fue desenmascarado en 4 días tras una buena actuación de la Guardia Civil de Alcalá la Real y la Brigada de Investigación Criminal de la Comandancia de Jaén, quienes en el volante del camión pudieron detectar una huella latente, que fue comparada con las de los delincuentes habituales de Alcalá la Real, al principio sin mucho éxito. Finalmente, un policía local de Alcalá puso a la Guardia Civil tras la pista al informar que aquella noche un joven de 18 años rompió una farola a la entrada de la discoteca “Belle Epoque”, por lo que aportaron los datos del joven, coincidiendo las huellas con una coincidencia exacta de hasta 35 puntos característicos, por lo que no dejaba lugar a dudas. J. A.V.T. fue detenido cuando ya iniciaba su huida y en los interrogatorios después de contradicciones y evasivas, reconoció los hechos, si bien su compañero de viaje y encubridor, ya los había grabado detalladamente en una cinta de cassette, diciendo que se había dejado llevar por J. A., pidiendo perdón a sus padres. Pero ya era tarde, y había encubierto el delito en el que tuvo escasa participación, llegando incluso en un momento a temer por su vida, pues escondió fuera del alcance de J. A. un tercer cartucho que quedó sin percutir.
 Sin entrar en demasiados detalles de la noche de autos, y para que no nos perdamos, los dos jóvenes se encontraron en la Discoteca “La Belle Epoque”. J. A. le propuso dar aquella noche varios golpes, uno de ellos sería simular haber tenido un accidente, de modo que su compañero se tumbase en la calzada, para que él encañonara y atracara a los que parasen para socorrerle. Para ello, previamente cogieron una escopeta que tenía guardada J. A. en un Seat 850 abandonado y que había sustraído días antes de una furgoneta de un cazador de Alcalá la Real. Pero al pasar por la puerta de Talleres Hermanos Navarro, encontraron allí un camión estacionado para ser reparado de tubo escape y de radiador y con las llaves en la guantera, por lo que cambiaron el plan y sin tener claro a dónde ir, decidieron ir a casa de los abuelos del compañero de la noche, que vivían en Martos. A unos 3 kms. hicieron su primera parada para llevarse unas cervezas del chalet “La Vistilla”, hasta que llegaron al lugar de los hechos donde pararon para beber agua, pero con la mala suerte para todos de que el camión embarrancó.

J.A.V.T. fue condenado a 26 años, 8 meses y 1 día de reclusión por un delito asesinato; a 2 años, 4 meses y 1 día por otro delito de tenencia ilícita de armas; a 6 meses de arresto mayor por utilización ilegítima de vehículos a motor; 2 años de privación de la facultad de obtener el permiso de conducir y a 30.000 pesetas de multa por imprudencia temeraria. Una vez en prisión se dedicó al tráfico con heroína y fue sorprendido con numerosas dosis y condenado a 2 años, 4 meses y 1 día. En total fueron más 32 años de cárcel de lo que cumplió menos de 12 años, pues en abril de 1997 fue puesto en libertad. Su compañero de aquella noche fue condenado a 6 años y 1 día por encubrimiento, a los 5 años se le concedió la condena condicional. Los dos murieron al poco tiempo de salir de prisión, J. A. fue hallado muerto en una bañera de su casa y su encubridor se suicidó ahorcándose en un olivo.

Las copias de fotografías has sido tomadas del libro “Crónicas del Crimen” de Luis Miguel Sánchez Tostado, que fueron obtenidas del Sumario que se siguió en la Audiencia Provincial de Jaén y del Cementerio Municipal de Alcalá la Real.

sábado, 1 de agosto de 2015

NOMBRAJOS O APODOS DEL PASADO, DEL PRESENTE Y PARA EL FUTURO EN FUENTE ALAMO.- I PARTE



         Antes de nada, decir que “Los Pernacos” son oriundos de Las Grajeras y nunca lo fueron de Fuente Álamo. Pues, pese a que nuestros vecinos grajereños, con mucha habilidad han querido atribuirnos dicho gentilicio, ellos bien saben que Percano existió y vivió en Las Grajeras.
En Fuente Álamo como en otros muchos pueblos rurales, los apodos, motes, alías, nombrajos, seudónimo o sobrenombres se utilizaron y utilizan con mucha frecuencia. Nuestro querido Antonio Anguita Montañés, siempre prefirió el de alias y que su nombre de pila y apellidos fuesen seguidos de alias: “Braguetas”. El alias se utilizó mucho en los expedientes iniciados después de la Guerra Civil donde aparece el nombre seguido de su alias: “Pistolas”, “Tabolo”, “Pescuezo”, “Alameas”, “Pipo”, ect…
 La mayoría de las veces los apodos son utilizados para distinguir a las personas, y las menos con carácter ofensivo o despectivo. Normalmente suelen ser sobrenombres heredados, pero su origen primitivo viene dado por muchos y variados factores que vamos a intentar descifrar o analizar.
 Antes de nada con este trabajo no quiero que nadie se sienta ofendido o menospreciado en su persona, ni en la de su familia y si alguien se sintiera como tal, con el simple hecho de comunicármelo inmediatamente, se rectificaría la publicación. Quiero insistir que todas las personas que se reflejan en esta publicación tienen para mí el máximo respeto y el hecho que se le llame por el apodo a alguien, es para mí un trato de cariño y no de ofensa. Quien me conoce sabe que no me gusta utilizar este recurso y cuando lo he hecho ha sido con la sana intención de distinguir. Los apodos son nuestras sombras, forman parte de nuestra historia y nuestra identidad, perdurando incluso después de nuestra muerte, pues también se heredan. Llevan intrínseco las características o cualidades generales de una estirpe, así como los prejuicios y los estereotipos de ella, como sí todos los que se apodan “Torres” o “Borrachos” fueran iguales, para lo bueno y para lo malo.
Como no sería de otra manera comenzaré por los propios, así por herencia familiar materna me viene el de “Borracho”. Matías Pérez Lizana, mi abuelo, fue “bautizado” con este apodo, sin embargo según cuentan solamente se embriagó una vez pero seguramente de aquella manera y fue la noche anterior de marchare a la mili, bebió tanto que no quería o no podía ni “incorporarse al llamamiento”, lo que fue tema de comidilla en la Aldea, y se lo puso fácil al bautizador. Por línea paterna heredé “Torres”, que desconozco el origen, pero que seguramente por su estatura no le vendría; mi bisabuelo Manuel Pérez Pérez “Torres”, ya lo llevaba, sin embargo como se puede ver, tampoco tiene que ver con su apellido doble, que se ha repetido en varias generaciones. Mi primo Antonio, me dice: “Eres un Torres legítimo”, pero yo no sé si eso es bueno o malo, pues el apodo como hemos dicho nos encasilla y nos hace que los demás nos vean como una representación del mismo. Ahora todo el mundo comprenderá mi interés por la Torre de Fuente Álamo y los lazos que me unen a ella. Por lo que si te interesa esta publicación y deseas seguir leyéndola, firma la petición.
 Continuamos con mi bisabuela paterna, la madre de mi abuela Dolores, llamada María Sánchez Cano, apodada “Pocarrisa”, creo que se puede entender fácilmente el origen del apodo. Por parte de mi padre Marcelino, apodado “Manino” nos viene lo de “Maninillos”, apodo que mi padre nunca supo su origen, pero seguramente fue una derivación familiar de Marcelino. En mi casa, entre mis hermanos, de pequeños y con el fin de hacernos rabiar nos moteábamos: “Papueca” “Pasta” “Pepino”, y yo me quedé con: “Capitines”, “Quevedo”, “Profe”, “Peque”, “Trapecio”, “Rollito Mingri”, “Pericanas” y alguno otro que no me habré enterado. “Capitines”, por mi abuela Lola, “Quevedo”, por mis hermanos, “Profe”, por mis alumnos de la escuela de verano, “Peque”, por los panaderos, “Trapecio” por el “Cali”, “Rollito Mingri”, por el “Whisky”, y “Pericanas”, de pequeñillo, por derivación de Pérez, y de parte de mis tíos.
Entre la familia de mi abuelo Matías, sus dos hermanos fueron apodados, José Pérez Lizana como “Tabolo”, alias que se reflejó en la causa seguida contra él después de la Guerra Civil, desconozco su origen, pero seguramente viene de la fusión entre el verbo “estar” y el sustantivo “bolo”. Mateo Pérez Lizana “Cigarrica”, siempre se buscaba que el mote fuera en consonancia con la persona en sí, Mateo, a diferencia de sus hermanos que eran hormiguitas, siempre representó el papel de cigarra, sin preocuparse muchas veces del invierno, pero ello no quiere decir que fuera mejor, ni peor, fue incluso más generoso y vivió la vida de otra manera. A los hijos de estos le llegaron otros apodos, unos heredados y otros adquiridos: “Tamarón”, “Cantares”, “Mangui”, “Cabezas” “Canalla” “Grillo”, que curiosamente este último no le viene del insecto, sino de su primer aparato audífono, que le pitaba como un grillo.
Hechas estas consideraciones, comenzaremos diciendo que por lo general las mujeres no suelen ser apodadas, sino que solían heredar los del marido, pero en femenino: “Manina”, “Borracha”, “Caeja”, “Pacheca” “Baguetosa”, “Tamarona”, “Maturrona”, “Galla”, “Carpintera”, “Mista”, ect… otras sí tenían los propios como “Perejila”, “Berejena” “Pincha” “Bocaabierta”, “Chata”, “Paquera”, “Romera”, “Olivia”, “Bollolla”, “Tijereta”, “Malita”, “Ramalilla”, “Churrimpla” ect…
Los hijos suelen heredar el del padre pero en diminutivo, así de “Caniles” le viene a José Pareja el de “Canilillos” Algunos no solo heredaron el apodo, sino que adquirieron uno propio y se juntaron con dos, así Antonio Aguilera Valverde “Chopo” ya poseía por herencia “Gazpachillo”. Es curioso que otros fueron heredados sin tener nada que ver las familias, simplemente por similitud o parecido es el caso de Ángel Moreno “Perote” y Carlos Anguita, “Chochetas” quien heredó de aquel el apodo de “Kubala”.
Algunos fuimos rebautizados varias veces, acumulando varios apodos: “Aniti” y “Boliche”, Cagachín” y “Cabecinegro”, “Periquín y Follones” o “Nenillo” y “Quince”, que le viene a Antonio Expósito, por su generosidad: “¡Cómo te voy a dar un cigarro, si me quedan menos de quince!” Otros acumularon hasta tres o cuatro: “Granaino”, “Coscuo” y  “Agüelica” o “Titaníos”, “Gordito” y Chato, o “Seco”, “Cañuelos” y “Raboardiendo” o “Bombi”, “Apargatilla”, “Botija” y “Coneja” tal y como es conocido por sus amigos, nuestro buen vecino Vicente Padilla. De José Antonio Serrano casi nadie sabe que antes de ser “Chivani” fue “Sony Pruit”, que le vino por su afición a aquella serie de camioneros. Por cierto, lo de “Chivani”, le viene como anillo al dedo, un tío echao pa lante, como el torero, dicho sea de paso a quien tanto aprecio tengo.
En alguna ocasión se utilizaron los motes para hacer dichos populares y que ha quedado para la historia “Jamás hubieron en Fuente Álamo otros niños tan traviesos como Capullo el de Sancha, Charraga y Macarrón”, que pudo ser debido a la veracidad del hecho o a  la resonancia acústicas de la elle y la erre y al juego de palabras.
En otras ocasiones se repetía la patente como el caso de “Mandurria” y para distinguirlos había que añadirle si era el nuestro o el otro, refiriéndose a Juan Vera Ramírez, “Calandría” que era de Fuente Álamo, como el nuestro y a Manuel Callejas “Guitarrón”, que vino de las Pilas de Fuente Soto, como el otro. O la de “Verraquete” con la del “Verraquete de la Dehesa” que nada tienen que ver.
Otros fueron muy hábiles y aprovecharon un descuido para atribuir a otro fuentealameño que le acompañaba, un apodo que estaba destinado para él, así Juan Aguilera Cano “Cascorro” atribuyó el de “Ciriaco” a su amigo Crescencio, diciendo a los cuatro viento: ¡Mira, mira, lo que le han dicho: Ciriaco! Siempre ha habido algunos aficionados a bautizar, y siempre que pueden llaman por el mote, los hay otros que no quiere que se les llame por el nombrajo, pero la gente es tan injusta, que basta que se te dé algo, para insistir sobre ello. Ha habido muy buenos “curas” en Fuente Álamo, ahora se me viene a la memoria el bueno de Pedro Pareja, “Periquín” quien siempre tenía uno adecuado para cada uno.
A veces los nombrajos van degenerando y de un cariñoso “Agüeito”, como Juan Aguilera llamaba a su abuelo Vicente, ha quedado en “Agüelajo”, o de Vicente a “Vizorras”, Matas a “Maturrones”, Támara a “Tamarón”, de Pepín a “Pepines”, Manolín a “Tirolín”, Feliciano a “Siano”, Manuel a “Manes”, Porras a “Porruo”, Vicentillo a “Tillo”, Ceferino a “Perino”, Pedro a “Pedraco”, Pedro a “Perete”, Pedro a “Periquín”, Pedro a “Perote”, Pedro a “Petri”, Gutiérrez a “Pierres”, Aurelio a “Macario”, Julio a “Braulio”, Valverde a “Chiverde”,  Juan  Rafael a “Juanrifle”, Manolín a “Lin” o “Lindo”, Terreras a “Terreriras”, Custodio a “Costorillo”, Cano a “Caniche”, de Pancho Villa a “Panchova”, o Padilla a “Pailla”, que curiosamente no viene por ser su apellido, sin embargo el de “Candio” si bien de Cándido que era el padre de Matías. Pero el de “Cali”, que tampoco le viene del cáliz de la misa, sino de una deformación de cabestro, cuando siendo un niño Antonio Jiménez, le pedía a Manolillo “Huertas”, el “calistro” en vez de cabestro del mulo. “Titaníos” viene de una deformación de quita nidos, cuando Daniel Fuentes, “Gordito”, que también lo era de pequeño, acusaba a un amigo suyo de que le había quitado un nido de pájaro. El de “Chempo”, se le atribuyó a José Pérez, al invertir el orden de las sílabas, cuando tenía la Tabernilla, si no querías ponche, te daba “Chempo”. “Todito” viene de una necesaria reforma de la cooperativa de todo, todito. Algunos hasta de doble degeneración, como Burrali, que debería de venir de burra, pero viene de ciclomotor lento. Aniti, de llamar de pequeño a su hermana Ana. Macarrón, no viene de la pasta, sino de travieso o macarra.
Si digo Juan Ibáñez Sánchez, seguro que casi nadie le conocería, pero si digo…       
CONTINUARÁ…. En la segunda parte creo que no quedará títere con cabeza, y la primera en caer, seguramente, será la mía, pero aprenderemos a llevar de una forma más divertida la convivencia. Por cierto ¿quién será el que canta? En la próxima entrega descifraremos su origen.
Posdata: Por fin he dado a conocer a todo el mundo de donde viene mi interés por La Torre de Fuente Álamo.