Lore no ha sido un hombre de mucha
palabrería y más bien de escuchar, sin embargo fueron muchas las charlas y
conferencias impartidas por él en la Plaza de la Fuente. Allí nos contó su llegada
a la Aldea, su boda con la fuentealameña Paquita Ramírez en aquellos año 60, y
como se salvó de hacer el curso
prematrimonial que se realizaba en la iglesia de Fuente Álamo. Para ello siguió
los consejos de Joseíllo Carrillo, quien le dijo que le dijera al cura que
trabajaba en Alcalá la Real con su hermano, (que fue su compadre) y que residía
allí. El cura no se le creyó y el mismo día de la boda le dijo: “¡Como me engañaste, pájaro!”. El
convite se celebró en el Bar de Crescencio “El Chofer”, (todavía no había
abierto Puche), y estuvo amenizado por el grupo de músicos de La Rábita
llamados “Los Capitines”. Se celebró en la parte baja de la taberna. Pensaron
en sacar mesas en la terraza, pero como se puso a llover, tuvieron que acomodar
a los invitados en la casa de Matías Candio y en la casa donde estuvo ubicado
el antiguo Bar Royal. Entre las dos casas y la taberna se celebró “el gasto”.
Recuerda que no se juntó mucha gente y sacarían en regalos unas 10 ó 12 mil
pesetas. El menú consistió en aperitivos, atún, queso, salchichón, jamón, vino
y cervezas.
De él aprendimos,
a la sombra de aquellos álamos, algo de las ferias de ganado, de los tratantes
que iban de feria en feria y “vivían” del negocio de los tratos de compra y
venta del ganado o de interceder en los mismos para llevarse la comisión, o un
buen convite. Los tratos de las bestias equinas fue una de la especialidad del Lore, la compra-venta o los intercambios
de yeguas, mulos, caballos... Siempre le gustó ese mundillo. Como tratante de
bestias tenía que entender si eran jóvenes o no, pero como él nos decía: “cuando pasan de 10 ó 12 años, era más
difícil y ya no se entiende bien, pues hasta que tienen 7 años sí, porque tienen que mudar los dientes hasta
que tiene 6 años, que ya se le queda la dentadura definitiva, en los dientes
antiguos cuando cierran ya no se le encuentra la mella. Después se podría saber
más o menos la edad que tiene por las cicatrices de las heridas”. Continuaba
diciéndonos que: “El precio no siempre va
en relación con la edad del animal, sino que pude depender de lo que haga, de
sus cualidades y que le guste al comprador, y a los niños del comprador,
pudiéndole sacar dos o tres mil duros más, también depende de que no se asuste
de los vehículos y más cosas. Pueden vivir 28 ó 30 años.”
Seguidor de
la fiesta del caballo de Fuente Álamo, nos decía hace unos que: “en las pasadas fiestas, había hasta una
docena de caballos, que “se morían”, o se tumbaban y el jinete se iba a tomar
cerveza y hasta que no volvía, el caballo no se levantaba. Estos sí que valen
dinero”. Nos confesaba que él no sabía lo que les dicen al caballo para que
hagan esas cosas, y eso que según él, tiene amigos, pero no les había
preguntado nunca. Para él: “Eso es una
eminencia, pero que valen tampoco o nada, para lo que debían valer”.
La última yegua que tuvo no fue la mejor de las que ha
tenido, no tenía ni nombre y estaba domada para estirar las manos hacia
adelante, bajando la altura del lomo, para poder montarse mejor. Tuvo otras que
se hincaban de rodillas. Nos decía con orgullo que: “En las carreras de doma, las suyas eran las campeonas. He tenido mulos
desde que tenía 16 ó 17 años, cuando vivía en el Carchalejo…” Se perdía en la conversación,
cuántas horas y horas de charla.
Teníamos un
pacto secreto, que no debería desvelarlo, yo como especialista en Derecho y él
como cómplice o cooperador necesario, para apropiarnos de fincas ajenas. Él se
iba metiendo poco a poco por los linderos cambiando mojones y como sabía tenía
buen respaldo en mí, no había ningún problema. Aquí está el tío…Y nos echábamos
a reír.
¡¡ Adiós
amigo!! Así seguiremos recordándote, con
tu sonrisa permanente.