Este trabajo está dedicado a mi primo Antonio Pérez
Rueda,(anónimo) recientemente fallecido, gran seguidor de ese blog, que con sus
acertados comentarios me dio tanto ánimo para seguir contando la historia del pueblo
de sus ascendientes y con el que tan identificado se encontraba. Echaré de
menos sus comentarios críticos y sobre todo su apoyo, aunque espero que allí
donde esté me siga, como yo le seguiré recordando. Entre otras muchas cosas, echaremos de menos
sus comentarios escritos, pues a partir de ahora seguirá enviándome mensajes pero
estos solo yo podré leerlos, sabiendo que en cada uno de los artículos que
escriba, allí estará su sabio consejo. Un abrazo Tiarrón.
Dejo aquí dos de sus muchos comentarios:
“Hola Domingo:
mentiría si dijese que no soy un lector avezado (tómese en el contexto de
persona que gusta disfrutar de la lengua cervantina, pero también alejado de
pedanterías como "traga libros" para demostrar lo que jamás
conseguiré; escribir de forma tan solvente y didáctica como la que tu plasmas
en cada episodio que nace del teclado, con la innegable ayudada de esas
personas de las que emanan los recuerdos y vivencias que narras; luego, las
plasmas magistralmente en el blog.
He entrado en varias ocasiones en
tus "annales" y no había noticias. Imaginaba que estarías tejiendo
una alfombra para así volar y adentrarnos en esos relatos agrios en ocasiones,
e irónicos-sarcásticos en otros. Huelga decir que no conozco a los personajes
que nos muestras, pero intento colarme en sus interiores y recrear esas
vivencias que les llevaron a contar sus realidades para que más tarde tu no las
mostraras de forma hilvanada y cronológica.
Estaba esta noche sentado en el
sofá, junto a un libro de poesía escrito por un amigo. La tecnología que nos
atrae como un imán llamó y abrí el terminal móvil. Con un simple dedo apareció
Fuente Álamo. Solemne, con una Torre incitándome a otear lo que deseaba
mostrarme. No pude resistirme y heme aquí, en lo alto de ella. Me encontré una
historia sobre un sombrero valiente y altivo, pero al mismo tiempo humilde y
comprensivo: la lectura no tenía ni rastro de aspavientos (creo que alguna vez
he usado el término "estilo Pérez Galdós"); me adentré cada vez más
hasta llegar al final. No podía desengancharme de JIPIJAPA y la forma de narrar
esa historia: Encaramado como si a un árbol estuviese, era imposible bajar o
subir, extraño, algo inaudito que solo se consigue con el sombrero de Paco el
Sargento: El Miliciano Mágico como cuando lo lucia en el Frente de Jaén (igual
que mi abuelo materno) y el biógrafo que lo recogió cuando un remolino de aire
frío intentó llevárselo para siempre después de la tragedia fratricida y jamás
hubiéramos conocido sus hazañas si no existiera este blog tan chivato . Un
cordial Saludo. Antonio”.
“Admirado Domingo: si nada más adentrarnos en
este capítulo, la imaginación, madre de musas y luces nos llevan a imitar al
valiente Dédalo, para desde el cielo
poder contemplar esos árboles, plantas y frutas a las que los poetas
cantaron desde tiempos remotos, tú, cantor de historias de Fuente Álamo, nos
dejas disfrutad de ellos con un lirismo y realismo que una vez acabado el
viaje, sólo nos queda dejarnos caer como el hijo de Icaro, con el corazón
palpitante y compungido. Gracias por seguir creyendo que la belleza pura
existió en otros tiempos en Fuente Álamo. Un abrazo.”
El
padrón municipal de vecinos (presentes y ausentes) y transeúntes que se
inscribieron a día 31 de diciembre de 1950 en Fuente Álamo, comienza la
relación por orden alfabético, a diferencia del padrón del año 1960, que lo
haría por barridas y cortijadas. El primero de la lista es Sinforiano Aguayo Ruiz, continuando con su
esposa Pastora Pérez Jiménez y sus 5 hijos hasta el momento: Julio, Francisco,
Feliciana, María y Josefa, todos ellos habitantes del Cortijo de las Pozuelas.
Finaliza con la inscripción de Araceli Zuheros junto con su hijo Marcelino
Ramírez, quienes habitaban una casa de la zona de los Huertos, en el barrio de
la Fuente.
Refleja una población de derecho de 1.145 habitantes
(564 varones y 581 hembras) y una población de hecho de 1.070 habitantes, o lo
que es mismo, 202 cabezas de familia, que pudiera equivaler a casas o cortijos
habitados. Hay que de decir que hemos encontrado un par de inscripciones
duplicadas como la de Bonifacio Aguilera y su esposa Bibiana Ramírez, que
pueden ser compensadas por algunas omisiones. Incluso podemos decir hoy, que un
varón quedó sin contabilizar: Anastasio Mesa Cano, quien se encontraba
todavía oculto en un zulo en el Cortijo
de la Encina Baja, si bien sí consta inscrita su esposa Adoración González Cano
y sus dos hijos Anastasio y José. También hemos encontrado numerosos errores en
los nombres y apellidos, por ejemplo: a
Matías Cándido Aguilera le reseñan como Antonio, a Cipriano García Zamora por Ceferino, a
Cipriano Ávila García le llama Sinforiano, a Sancha se le concibe como
Concepción, a Encarnación Jiménez por
error se le pone el apellido de Anguita…
En
la década de los años 40 se produjo un aumento considerable de población (en el
Padrón de 1940 habían inscritos 876
habitantes), alcanzándose el punto
demográfico más alto de toda la historia de Fuente Álamo, tendencia que no continuaría, produciéndose
un descenso durante la década siguiente de los años 50 debido fundamentalmente
a la emigración. Así, comenzaría a
disminuir la población hasta el punto de que en seis años disminuirían 69
habitantes (padrón de 1956) y en una década, unos 218 habitantes (padrón de
1960), descenso que ya no pararía hasta
nuestros días.
Sin
hacer un estudio profundo sobre las causas que produjeron aquel aumento demográfico,
pienso, que una vez salvado el llamado y mal recordado año de hambre (1945), se
reactivó la producción agraria, lo que produjo la entrada en funcionamiento de
tres panaderías a plena actividad: la de Faustino y sus dos hijos Rafael y
Antonio, la de Valeriano Muñoz Ramírez, y la de
Valerio Osuna Medina; y dos molinos aceiteros: el de D. Francisco
Serrano y el de Pedro González - Antonio Ramírez. El hambre se fue paliando con
la ayuda del racionamiento de queso americano y la leche en polvo, al tiempo
que se mejoraba la asistencia sanitaria, logrando disminuir la mortalidad,
aunque todavía se daban numerosos casos de mortalidad infantil como el niño
Demetrio González Ibáñez, algún otro.
Es
incremento poblacional se debió también
a que durante esta década de los 40 regresaron los que se salvaron de la
Guerra, los presos republicanos (incluido
el alcalde pedáneo que volvió del destierro) y los exiliados en 1936 del
bando nacional. Todo ello produjo la activación del proceso reproductivo, de
hecho, es fácil comprobar cómo familias que durante cuatro años habían
paralizado la natalidad por motivos obvios, la reaunudan con nuevos hijos en
esta década de los cuarenta. Pero también hemos comprobado a muchas familias,
llegadas quizás temporalmente en busca del trabajo que ofrecían los campos
fuentealameños, y que no consolidarían su asiento en la década posterior. Así,
a título de ejemplo tenemos los cabezas de familia como Valeriano Vico Zamora,
Ramón Ruiz López, Eduardo Rey Aguilera, Rafael Rodríguez Aguilera, José Pérez
Armenteros, Pablo López García, Valeriano García Muñoz, Casimiro García Pérez,
Francisco Cantero Guardia, Antonio García García, José González Pérez, Manuel
Pérez Bermúdez, Antonio Expósito López, José Cano Fuentes, Juliana Cano
Fuentes, José Cano Nieto… Son nombres
que no los encontramos inscritos en Fuente Álamo en la década anterior ni
posterior. Hasta algunos señoritos fijaron su residencia en sus cortijos de
Fuente Álamo, como D. Francisco Sánchez-Cañete y su esposa Dª Julia Sánchez
Salazar con sus hijos Vicente, Francisco, Mercedes, Julia, Josefa y otra hija
más. También llegaron familias de otras profesiones como el carpintero Antonio
Atienza Moya y su esposa Dominga González Serrano con su hija Francisca, llegados
desde La Rábita. Por lo aquí visto, no siempre los fuentealameños fuimos emigrantes, también
fuimos receptores. Llegaron obreros del campo desde el término de Almedinilla,
Montefrío e incluso de Valenzuela (Córdoba) como Luis Gomarín Ucles, al casarse
con la fuentealameña Ana Pérez, que se establecieron en la Dehesilla. Gregorio
Martín Moyano y Amalia Pérez, pudieron también llegar de la Campiña Cordobesa,
estableciéndose en la zona de la Fuente de la Encina.
Todos
los cortijos estaban superpoblados: Los Floríos, Las Pozuelas, El Salao con la familia
Arenas Pérez y la familia Expósito Nieto. En zonas amplias como La Colonia, La
Dehesa o El Peñón no había ni un solo cortijo por habitar.
Las necesidades de convivencia y supervivencia
hacían que se produjeran refundiciones familiares, es decir, que se juntaran
viudos con viudas con sus respectivas familias, y con la posibilidad de ir
incrementando la natalidad, pese a que tuvieran que soportar el temido
“cencerraje” dado.
En
la nueva escuela que se había construido en 1948 impartiría clases en el curso
inaugural 1949-50 Don Manuel López Martín en un aula unitaria y multigrado,
repleta de alumnos y alumnas. El maestro, con el alcalde pedáneo, que debió ser
Daniel Aranda Villén y el párroco D. Manuel Armenteros Guerrero, constituían la
Autoridad aldeana. La familia Aguilera Calvo formaban una unidad influyente,
constituida por el padre Antonio y
Francisca, con sus todavía hijos solteros Domingo y Rafael y sus otros hijos
emancipados Antonio Aguilera Calvo, casado con Ángeles Ibáñez, José Pedro en
segundas nupcias con Fermina Castillo, Juan Manuel con Crescencia Pérez y Luis con Aurora Frías. Todos vivían aún en la
Aldea hasta que en años venideros algunos decidieran buscar otros aires.
Mientras que otras familias, entre ellas los Pérez Lizana con Matías, casado
Antonia Pérez, José casado con Bernarda
López y Mateo casado con Josefa Bolívar
con sus 8, 7 y 7 miembros
respectivamente aun sin emancipar, formaban uno de los clanes más necesitados,
que tenían que buscar el día a día, hasta que la emigración le fue abriendo
caminos, al igual que a otras muchas familias.
Se
trataba de una sociedad con más del 99 por ciento de los varones activos
dedicados a las tareas propias del campo y el cien por cien de las mujeres a
sus labores y además a las del campo. Solo quedaban unos cuantos que, como
complemento, tenían otras actividades, así
Antonio Cano Ruiz también regentaba una taberna, Modesto González Arjona
o Pedro Perálvarez Pimentel “Pericanas” se dedicaban con su burra a vender por
los cortijos cualquier tipo de producto necesario en aquella época. Julio La Rosa Talavera era el zapatero, José Puche Ramírez, mecánico de radios y
televisiones, otros como Luis y Juan Díaz Díaz “Los Guardillas” o Antonio
Castillo Padilla “Caejo” amenizaban con sus instrumentos los bailes populares,
mientras que Pedro Casillo Palomino y Eugenia Bailón Serrano ejercían de
sacristanes. Incluso teníamos a un militar en Marruecos: Cayetano Nieto Aguayo.
De la quinta del 50 estaba Juan Aguilera Cano “Cascorro”, José Jiménez Pérez,
Antonio Montes López, entre otros.
La
familia más numerosa la formaba Ceferino Aguilera Castillo y Urbana Cano con 12
miembros, si bien faltaba todavía por
venir algún hijo más. Le seguía Marcelino Pérez Mesa “Torres” y Dolores
Aguilera con 11 miembros, al igual que Joaquín Pérez González y Sancha Vera con
otros 11 miembros, incluidos los progenitores.
En
ese año de 1950 y finales del anterior, debieron nacer entre otros: José Aguayo
Cano, Juan Pérez Hinojosa, Juan Gomarín Pérez (1949), Luis Aguilera Pérez,
Vicente Padilla Pérez, Ceferino Aguilera Cano, Arturo Aguilera Castillo, (1949)
Custodio Vera Pérez (1949) Juan Muñoz Nieto, Mercedes Vera Pérez, Rafael Aguilera Castillo, Mercedes Vera
Pérez, Custodia García Peña, Dominga Pérez Vera, María Josefa Aguilera Fuentes,
Custodio Aranda Fuentes, María del Carmen López González (*)…
….
(*)
Respecto a esta última, por poner algún ejemplo de referencia, nació en Fuente
Álamo en este año de 1950 cuando por entonces su padre, Don Manuel, impartía
clases como maestro y mientras que su madre, Patrocinio, estaba dedicada a las tareas agrícolas de la
familia y al cuidado de sus hijos. Es la cuarta hija de los seis hermanos, quienes
gracias al sacrificio y a la ayuda familiar pudieron todos realizar unos
estudios y sacar respectivas sus carreras.
Recuerda
su infancia en aquella casa-escuela
donde repartía el necesitado queso americano, racionándolo y pesándolo en una
balanza, al igual que la leche en polvo; pues era en su casa, la escuela, donde
se almacenaba y repartía. Recuerda a sus vecinas mayores, Flora y Tía Pepa,
quien le enseñó a coser. Esta siempre andaba pensando en su hijo Vicente, que
murió en la Guerra Civil en el frente,
aunque estaba convencida de
que alguna vez volvería. En Fuente Álamo hizo sus estudios de primaria
tutelados por su padre, teniendo de compañera de pupitre a María Fuensanta
Ruíz, de quien recuerda como en una ocasión le negó la goma de borrar, diciéndole
que le comprara una su madre que era más rica. No entendiendo muy bien ella el
concepto de riqueza, tuvo que preguntarle a su madre si aquel calificativo era
verdadero. En el año 1958 tomó su Primera Comunión en la Iglesia de San Antonio
de Padua, junto a María Josefa Aguilera Fuentes, entre otras niñas. También
recuerda la sana competencia o algún tipo de relación más directa que existía
entre su familia y la familia Ruiz.
Cuando tenía unos 9 años de edad, en concreto en octubre de 1960,
su padre fue destinado a Maracena, marchándose la familia a vivir a Granada, y
prosiguiendo sus estudios primarios en el Colegio Calderón dirigido por las
Hermanas de la Caridad, donde estudiaban sus hermanas mayores. Estudió y
finalizó sus estudios de bachiller en el Instituto público “Ángel Ganivet” de
Granada.
De su adolescencia
recuerda que tanto los periodos vacacionales de Navidad como los de Verano,
regresaba al cortijo familiar del Peñón, colaborando en las tareas agrícolas a
la vez que impartía clases de verano a algunos niños de Fuente Álamo. En estos
periodos trabajaba en la recolección de la aceituna y en la siega, así nos cuenta como su madre le regañaba a
ella para dar ejemplo a los demás trabajadores, y de esta forma conseguía que
no se durmiesen en la elaboración de tareas. Pero también recuerda aquellos amores
de la adolescencia con un chico muy apuesto de Fuente Álamo, las verbenas y sus
mejores amigas María Josefa Aguilera Fuentes y Mercedes Vera Pérez.
Después
de finalizar sus estudios de enseñanzas medias, inició la carrera,
licenciándose en Medicina por la Universidad de Granada, y especializándose en
Anestesiología, Reanimación y Clínica del dolor. Allí conoció a su marido Juan
José, natural de Granada y descendiente de los Fernández de Córdoba “El Gran
Capitán”, quien hizo la misma especialidad. En 1980 iniciaron su actividad profesional,
consiguiendo ambos, después de algunos intentos, la plaza en propiedad en la
sanidad pública, ejerciéndola, su marido unos meses en Mahón y después ambos en
el mismo Hospital de Santa Bárbara en la ciudad de Puertollano (Ciudad Real), como Adjunta y Jefe de Sección durante más de
35 años. A estos hay que sumar 4 años de internista en el Clínico de Granada,
hasta su reciente jubilación, como Jefa de Sección. Tuvo alguna vez la
tentación de regresar a Andalucía, en concreto a Almería, pero fue descartada y
allí se asentó definitivamente.
Actualmente su vida transcurre en Madrid y, de
vez en cuando, hace un viaje a Granada. Es madre de dos hijos, a los que dedica
su tiempo completo. Sigue añorando desde la distancia a su Fuente Álamo natal,
a sus vecinos y amigas, que tanto aprecio tenían por su familia.