En el Procedimiento Sumarísimo nº 3931/39 es enjuiciado por un delito de auxilio a la rebelión, acusado de la destrucción de la ermita de San Isidro de las Caserías y sus imágenes, así como de oponerse voluntariamente con armas cuando su pueblo (Las Caserías) fue tomado por los nacionales, huyendo a la zona roja. Acusaciones que, como todas las genéricas de la Falange Española y de la Guardia Civil, no estaban suficientemente probadas y tan solo se basaban en testigos que declararon por primera vez cinco años después de ocurridos los hechos y en una segunda declaración pasados ya quince años.
En alguna de las declaraciones
testificales se dice: “que no intervino
en saqueos ni en todo lo demás”, “no se portó malamente con ellos”. Anastasio
reconoce en su declaración que, una vez tomadas las Caserías de San Isidro, se marchó
al Cerro del Ayozo a hacer guardias y cuando le movilizaron forzosamente se
incorporó al ejército rojo, estando además afiliado al Partido Socialista desde
abril de 1936. Tampoco está probado fehacientemente que participase en la
destrucción de imágenes, ni en la detención de personas, solo basadas en la
declaración de un testigo que aparece testificando en muchos sumarios y que
seguramente tuvo alguna recompensa del Régimen.
Lo cierto es que fue detenido el día 13 de mayo de 1939 y, después de más de un año en prisión provisional, el 29 de julio de 1940 solicita su puesta en libertad provisional alegando que tiene tres hijos en abandono y miseria. El 7 de noviembre de 1940 se le concede su libertad provisional y regresa al referido cortijo de la Fuente de la Encina donde permanece durante nueve meses.
El día 30 de agosto de 1941, por
Orden superior, es llamado para
incorporarse al Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores nº 42 de
Gerona. Desde allí es trasladado a la localidad de San Pablo de Seguríes
prestando trabajos forzados en la 3ª Compañía. De aquel lugar logró escapar
el 17 de febrero de 1942. Huída que intentó justificar en el hecho de
que allí solo había catalanes condenados a más de 30 años y que le hacían la
vida imposible. Después de caminar a pie, casi desnudo y hambriento, durante
cinco meses, llegó a su aldea natal. Fue entonces cuando sus padres le dijeron que
se marchase, pues no querían problemas con la justicia, (según manifiestan
vecinos). Así que volvió y se ocultó en el referido cortijo donde estaba su
mujer, sus hijos y su suegro. Hizo un zulo en el pajar del cortijo, el cual era
medianero con otro cortijo, para así poder cambiarse de un lado a otro, donde
permaneció hasta 21 de febrero de 1952. Según declara el 14 de julio de 1952: “permaneciendo en su casa sin salir a la
calle, oculto en una cámara, y se entregó por hacérsele ya la vida imposible, y
con el fin de poder sostener a su familia, esposa y tres hijos, que ya estaban
en la miseria. Que no puede acreditarlo por ninguna persona, solo por sus
padres políticos, su esposa e hijos, por haber tenido que permanecer oculto a
todos los demás, por temor a ser detenido”.
Del estudio del expediente se deduce
que la autoridad judicial instructora conoce de su “deserción” cuando acuerda la
práctica de la diligencia de careo con otro imputado y para ello solicita su
traslado a Jaén el 19 de diciembre de 1942, recibiendo contestación el 15 de
febrero de 1943 en el sentido de que se encuentra declarado en rebeldía con
expediente de deserción. Es cuando se libran requisitorias el 15 de marzo de
1943. El 18 de mayo de 1943 se suspende el curso de las actuaciones hasta que
el encartado se presente o sea habido.
Por aquellos hechos ocurridos durante la Guerra Civil, en sentencia de 17 de octubre de 1952, es condenado a la pena de seis años y un día por un delito de auxilio a la rebelión militar, siéndole aplicado el tiempo de prisión provisional y además pudiendo acogerse al indulto general concedido en el Decreto 9 de octubre de 1945.
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Pienso que, desde que se decretó el
indulto general en 1945, si hubiese salido seguramente se hubiese podido acoger al mismo, pero como su
fuga era tan reciente, quizás le hubiesen condenado por el delito de deserción.
En aquel zulo situado en el interior
del cortijo de la Fuente de la Encina Baja, permaneció oculto, en las horas de
día, durante diez años, sin que las autoridades supiesen de su paradero ni de
su destino, así en el censo de 1950 su esposa aparece con el estado civil “N”,
haciendo referencia a no consta.
Visto la proeza conseguida desde la perspectiva de nuestros días, todavía no nos podemos hacer a la idea de cómo pudo resistir aquella vida con la tensión, la incertidumbre y el miedo para él y para su familia, con la impotencia y la frustración de no poder trabajar y alimentar a sus hijos a quienes sí enseñó a leer y escribir, comiendo lo escasamente aportado por su suegro, quien fue sometido a las presiones por parte de la autoridad e incluso a torturas en alguna ocasión para que confesase, sin lograr el objetivo. Hay quien piensa que actuó como los Hombres de la Sierra, pero no ha quedado constancia de ningún golpe o actuación en la que hubiese estado implicado. También gozó de la complicidad de sus vecinos, quienes sospechaban e incluso algunos lo sabían pero no dijeron nada, entre ellos Romualdo Vera, casado con una prima hermana de su mujer.
Según nos cuenta José Vera: “Tenía una libreta donde fue anotando todas
las circunstancias, horas y personas que pasaban por el camino y eso fue lo que
le salvó de una segura condena, unido a la presentación voluntaria a las
autoridades”.
En aquella libreta, especie de diario, fue anotando todas las circunstancias, momentos, días y horas con detalle de los acontecimientos que ocurrían en su entorno, así como las personas que pasaban por el camino o llegaban al cortijo. Anotaciones que le sirvieron, junto a otras pruebas, para que no pudieran condenarle por algún “delito” de los cometidos por los “Maquis” o guerrilleros. Así nos comenta Juana Viana, hija de Julián Expósito y de Aurora “La Charola” que: “su madre iba vendiendo productos por los cortijos, entre ellos al Cortijo de la Fuente de la Encina, y por eso fue llamada a declarar como testigo, por si sabía algo o había visto a Anastasio, testificando al detalle las ocasiones que había estado por allí, coincidiendo su testifical con las anotaciones del escondido o encubierto”.
Según se cuenta otra de las causas
que le obligó a presentarse es que su mujer había quedado embaraza, por lo que
para evitar que las malas lenguas hablasen de que se había acostado con otro
vecino, ( tal y como llegó a rumorearse), salió del zulo y se entregó. Entonces
se le dijo a un vecino: “ya ha aparecido el hurón que mataba el
conejo”.
Se dice también que le sirvió de prueba a su favor el hecho de que cuando se presentó tenía buen aspecto y estaba bien nutrido, cosa que hubiese sido imposible de haber estado diez años refugiado en la sierra o echado al monte. En todo caso y sin la intención de quitarle valor a la proeza o bromear con ella, la expresión “aquí hay gato encerrado” que suele utilizarse cuando desconfiamos de alguna cosa o nos da en la nariz que hay algo turbio en algún asunto, también es posible acudir a ella, sobretodo en una ausencia tan prolongada en el tiempo.
El día que se presentó ante las
autoridades, fue acompañado entre otros por José Vera Torres.
Una vez indultado hizo una vida
normal, estableciéndose en la Tabernilla de la Setilla, donde regentó el
negocio, al mismo tiempo que enseñaba a leer a niños, como Custodio Pérez
Aguilera, Julio Aguayo Pérez, o Custodio
Padilla, impartiendo también clases para
formación de guardias civiles, a la vez que les contaba su proeza.