Tenemos constancia de que
la minería fue una de las
actividades económicas en la Villa romana de Fuente Álamo, en concreto la
explotación minera de hierro, y ello lo atestigua la existencia de algunos
nódulos de limonita en el asentamiento romano, y lo corrobora la existencia de
una mina en sus inmediaciones con una veta metalífera de limonita.
En la misma Villa romana,
se han encontrado piedras de molino, lo que nos indica que otra actividad que se
realizaba en torno a la villa era la agraria.
En la zona de la Mina
todavía se pueden observar escarpes sobre el terreno, hechos por el hombre,
donde existieron canteras de piedra para
la extracción de la sillería y de la arenisca que sirvieron para construir la
Villa Romana y la Torre medieval. http://historiadefuentealamo-jaen.blogspot.com.es/2012/04/la-abandonada-mina-y-cantera-de-fuente.html
En los tiempos modernos,
con la imposición de nuevos materiales de construcción, se volvieron a utilizar
esas mismas canteras de piedra para producir en pequeñas cantidades arenas para
la elaboración del mortero. También a finales de los setenta, Antonio Anguita explotó
en la zona del Cortijillo una pequeña cantera para la extracción de arena con
la que se construyó, entre otras viviendas, su propia “Cabaña”.
Las canteras
de yesos fueron explotadas antes que el hormigón se convirtiera en el
material básico para la construcción de casas en Fuente Álamo. Existían
importantes canteras de yeso sobre todo en la zona de Los Eriales, donde se
produjeron accidentes con la utilización de barrenos, caso del hijo de Rafael
Moreno Ibáñez apodado “Perote”, que perdió unos dedos de la mano. Hasta tiempos
recientes se podían observar restos de hornos de yesos, como el existente en
las cercanías de la casa de Luis Montes “Pacheque”. Además de estos hornos,
todavía se pueden ver, como elementos decorativos, aquellos rulos de piedra
utilizados para moler el yeso.
Hasta finales de los años
70, en el rincón de cada chimenea de Fuente Álamo se colocaba un anafe de barro.
La extracción de tierra blanca del Terrero
para la elaboración de los anafes y para el blanqueo de sábanas, se convertía
en una actividad furtiva o clandestina, pues hasta el propietario de los
terrenos, Luis Montes “Pacheque”, tenía que hacer guardia para evitar que
extrajese y le sustrajese la preciada tierra.
También, para quitar los
humeros o el negro hollín de la chimenea, se pintaba con tierra color amarillento extraída de la zona del Tajo Grajo, cerca
de Rajuña.
La industria
transformadora se inició con el molino de aceite que explotaba D. Francisco
Serrano del Mármol “Don Paco”. Mantuvo la actividad desde antes de la Guerra
Civil (con el paréntesis de los tres años que duró el conflicto, siendo incautada), hasta principios de los años sesenta en que
fue adquirida por D. Rafael Jiménez, quien continuaría con la explotación hasta
mediados los años setenta. Mientras tanto, para la cosecha de 1947, en la zona
de lo que anteriormente se denominada “El Cortijo”, cerca de la fuente, se
había instalado un pequeño molino de aceite, con su prensa, empiedro, vasijas y
demás accesorios, dentro de casa cubierta de teja formada de dos cuerpos, plata
baja y piso alto, con 15 metros de fachada
y 20 metros de fondo, propiedad una mitad indivisa del matrimonio
formado por Antonio Ramírez Sánchez y María del Carmen González Palomino, y
otra mitad indivisa del matrimonio formado por Pedro González Ruiz, “Cañuelos y
Francisca Ventura Palomino Jiménez, adquirido por compra el 9 de octubre de
1947 a Dª María Luisa Díaz Molina. Posteriormente, tras la muerte de Ventura, una
cuarta parte indivisa sería de su marido Pedro y una veintiochoava parte
indivisa, de cada uno de sus hijos: de María del Carmen, Patrocinio, Francisco,
Pedro, Miguel, Manuel y José González Palomino, quienes vendieron tanto el
molino como el inmueble en escritura pública el 10 de diciembre de 1959, para
constituir la actual Cooperativa Ntra. Sra. del Rosario, por el precio total de un millón veinticinco
mil pesetas.
A dicha Cooperativa, al aceite de oliva y a su
elaboración mediante el prensado, ya hemos dedicado otras entradas, dejando
aquí las direcciones. http://historiadefuentealamo-jaen.blogspot.com.es/2013/04/constitucion-de-la-cooperativa-ntra-sra_28.html
En sus
intalaciones, también había ubicado un molino de grano para el cevo de animales
que dio servicio a los cooperativistas hasta finales los años 70. http://historiadefuentealamo-jaen.blogspot.com.es/2013/07/reformas-y-estado-actual-de-la.html
En torno a
la primera mitad del siglo XX, entró en funcionamiento un molino de trigo, y
contiguo a él, un horno para cocción del pan y dulces, “Panadería Chanflique”. Estaba
situada en la parte baja de la explanada de la iglesia, y muy próxima a la
fuente, de donde se abastecía de agua para la elaboración del pan. En dicho molino no
solo se molía trigo para hacer harina, sino que también los agricultores
llevaban el grano a moler para elaborar pienso “salvao” con el que engordaban
los cochinos que cada familia criaba. La panadería
de Faustino Fuentes, que continuó tradicionalmente su hijo Antonio Fuentes, estuvo
en funcionamiento, junto con el molino de trigo, tres cuartos de siglo; creando
el afamado “Pan de Fuente Álamo” y siendo este, objeto de estudio en otra
entrada. http://historiadefuentealamo-jaen.blogspot.com.es/2012/04/el-restaurado-molino-de-fuente-alamo.html
Una
carpintería de madera fue instalada
en la casa que después sería de Mariana Pérez, y que fue regentada a mediados
de los años cincuenta por un carpintero de La Rábita, llamado Antonio Atienza, el
cual, tras unos años de actividad, se marchó de nuevo a La Rábita. En el mismo
local reformado, Marcelino Pérez instaló en las décadas de los ochenta y noventa
otra carpintería, pero ahora, metálica.
También
había en Fuente Álamo una zapatería,
que el padre de Miguel y de Juan La Rosa Rodríguez tenía en La Camarilla
(actual Centro Social) y ellos mismos continuaron con la tradición, haciendo
botas a medida, cosiendo y reparando los zapatos de los fuentealameños. Después
se instaló Juanillo, en la Casilla de su hermano Miguel donde continuó con la
actividad que su hermano ya había dejado. Recuerdo que Juanillo se rascaba la
cabeza con la lezna, mientras que cantaba una versión de “La mosca, la araña”:
Estaba la rana sentada cantando debajo del agua,
cuando la rana salió a cantar
vino la mosca y le hizo callar;
la mosca a la rana,
que estaba cantando debajo del agua,
cuando la mosca salió a cantar
vino la araña y la hizo callar;
la araña a la mosca, la mosca a la rana
que estaba sentada cantando debajo del agua,
cuando la araña salió a cantar,
vino el ratón y la hizo callar;
cuando la rana salió a cantar
vino la mosca y le hizo callar;
la mosca a la rana,
que estaba cantando debajo del agua,
cuando la mosca salió a cantar
vino la araña y la hizo callar;
la araña a la mosca, la mosca a la rana
que estaba sentada cantando debajo del agua,
cuando la araña salió a cantar,
vino el ratón y la hizo callar;
La
elaboración manual de objetos y utensilios hechos de esparto era la función de los esparteros, a través de la pleita.
Una actividad que realizaban casi todos los hombres para su propio autoconsumo.
Pero si debemos resaltar a alguien por excelencia, ese sería Antonio Castillo
Padilla, apodado “Caejo”, quien enseñó e
hizo que continuara con la profesión su
hijo Manuel “Manes”, y que de alguna forma se dedicara más profesionalmente, pues
hacía y vendía por encargo: espuertas, serones, capachas ect… En las casas de
Fuente Álamo de los años 60, se veían una gran cantidad de objetos elaborados
de esparto: esterillos, sopladores, fundas para botellas de agua, sogas, pleita
para hacer quesos, ondas, cuerdas para somieres, ect… A los objetos y utensilios de esparto había
que unir los elaborados de forma casera de madera como: astiles, cantareras,
tapas para el queso…
Cada familia criaba uno,
un par o más de cochinos según el poder adquisitivo y el número de miembros que
la formaba, con lo que las grasas necesarias para la recolección de la aceituna
y poder pasar el duro invierno, estaban garantizadas. La matanza solía celebrarse por el día de la Pura, cuando el frío ayudaba
a la conservación de jamones y demás embutidos. Las hojas de tocino y los
jamones eran extendidos en el saladero, que estaba situado en las cámaras altas
y ventiladas de la propia vivienda, que servían de dormitorios. La carne para
el chorizo y el salchichón; la sangre para la morcilla; las partes del hocico,
orejas, ternillas ect… para la salchicha; el hígado, corazón, pajarillas, para
los chicharrones. En todas estas tareas eran las mujeres las que participaban
de forma activa desde el limpiado de tripa, hasta la elaboración de los
embutidos. http://historiadefuentealamo-jaen.blogspot.com.es/2013/12/la-ganaderia-ii-parte-las-matanzas-y.html
Crescencio Funes en el aderezo de aceitunas. Foto familiar |
El picón o carbón de olivo de producción propia, se elaboraba una vez
talados los olivos y separados los palos de las ramas; éstas se juntaban en
lugares estratégicos formando montones que eran bien aplastados. Luego se
prendían fuego de forma controlada, para lo cual se preparaban garrafas y cubos
de agua alrededor de cada montón, y cuando la llama se elevaba, se apagaba con
agua vertida con una regadera, y a así sucesivamente hasta que hojas y ramas
quedaban carbonizabas. Después, con un palo se desmenuzaba o picaba el carbón. Una
vez totalmente apagado, se introducía en sacos de plástico del abono o de papel
de la harina, bien atados para evitar la combustión. Con este producto se
evitaba el consumo de gas o electricidad y se mantenían las casas calientes en
el frío invierno de Fuente Álamo.