A finales del Siglo XIX Fuente Álamo contaba con una población cercana a los 300 habitantes (según padrón de 1892 eran 289 habitantes) y con una población activa dedicada casi exclusivamente al campo; en donde el mayor terrateniente por entonces era D. Francisco Javier de Córdoba Baquero.
Como
antecedentes previos a su construcción, según consta en escritura pública de
1868, Juan Bermúdez González[1] había vendido a su cuñado
José Julio Jiménez Cuenca la denominada Haza Castillo, que bien podría tratarse
de la finca donde se ubicaría el molino de aceite, dada su proximidad entre
esta haza y la posterior ubicación de la fábrica. Así mismo consta, que por
escritura pública de compraventa de 13 de noviembre de 1869, José Julio Jiménez
Cuenca (nacido en 1829 Sileras, natural de Almedinilla) y su consorte María
Mercedes Bermúdez González[2] venden a D. Francisco de Córdoba y
Torres una casa cortijo y tres pedazos de un total de 10 fanegas y 11
celemines. La casa-cortijo está situada en uno de los pedazos de dos fanegas
que linda al Levante con el camino, a Mediodía tierras de Don José Oria, con
quien también linda por Poniente, y a Norte el camino de la Rábita.
A la muerte de Francisco de Córdoba Torres en 1891, deja en herencia a su sobrino Francisco Javier de Córdoba Baquero tres pedazos de tierra de un total de 5 fanegas y 3 celemines (la casa cortijo y tierras de Fuente Álamo). La casa cortijo está ubicada en un terreno con tres fanegas 9 celemines, divididas en dos pedazos. El primero, donde se halla enclavada la dicha casa, consta de dos fanegas iguales a 71 aéreas 32 ca, linda D. José Oria, hoy sus herederos, al norte Guillermina Villuendas; y el segundo pedazo en el ruedo es de tres fanegas y 3 celemines, linda tierras de Gregorio Abril, hoy de Cristobalina Abril, al poniente huerto de Guillermina Villuendas, al mediodía al norte Vicente Calvo[3] , hoy su hija Elena Calvo[4].
Francisco
Javier de Córdoba Baquero había nacido el 4 de diciembre de 1843 en Alcalá la
Real. Era el único hijo varón fruto del matrimonio entre Manuel de Córdoba y
Torres y María Francisca Baquero
Fernández.
Francisco
Javier, a la muerte de su padre en 1855, y siendo aún un adolescente, heredaría
los Baños de Ardales y demás propiedades, conjuntamente con sus dos hermanas.
Se casó a los
21 años de edad, el 10 de septiembre de 1864, con Dª María del Carmen
Villuendas Arjona, instalándose el matrimonio en una casona situada en la calle Espinosa, según nos informa su nieto
Tomás.
Francisco Javier, al fallecimiento de su tío Francisco en 1891, se había convertido, gracias a los bienes heredados o transmitidos en venta real, en un gran terrateniente con numerosas yuntas de labranza y con tierras en el término de Alcalá la Real, en concreto en la zona de la Mata con 100 fanegas aproximadamente, en el Cortijo del Rosalejo con otras 100 fanegas, Fuente de la Encina Baja de 353 fanegas (su hermana Manuela lo había comprado el 21 mayo 1864 a D. José Albarracín Pérez de Vargas y D. José María Valenzuela y Lassús, Marques de Puente de la Virgen), las tierras de Ardales de unas 400 fanegas, además de las tierras en la Pontanilla, las Peñón de los Empiristas, San Bartolomé... En Fuente Álamo, sus propiedades abarcaban desde la salida de la aldea dirección al Balneario, incluido el molino de aceite, la Torre y los Baños de Ardales, hasta los límites con la Colonia.
Falleció el 27 de febrero de 1902 y, según testamento que había otorgado el 25 septiembre 1895, los hijos de Francisco Javier y María del Carmen (ya fallecida) heredarían sus tierras: Manuel, Francisca, Eulalia, María del Carmen, María Teresa (fallecida al momento de abrir testamento y casada con Adolfo Carrillo Luque), Asunción (Monja dominica), Tomás (sin descendencia) y Francisco (Paquito de Córdoba).
En
su testamento ordena que su cuerpo, vestido con ropa y colocado en una caja de
madera, sea sepultado en el cementerio público de esta Ciudad.
Una vez adquirida la propiedad por herencia de las tierras y de la casa-cortijo, Francisco Javier inició las obras para la construcción del molino aceitero anexo al cortijo. Sin que tengamos constancia exacta de la fecha de su inauguración que rezaba en una placa que había a la entrada del molino. Sí constan los permisos previos para tomar agua para la molienda, aprobados por el Ayuntamiento de Alcalá la Real, que no dejan duda que su puesta en funcionamiento fue en la temporada de 1895, pues en la sesión celebrada en el Ayuntamiento de Alcalá la Real del día 13 de noviembre de 1895, se da cuenta de la instancia que presentó D. Francisco Javier de Córdoba Baquero, para que se le permitiese tomar de la arquilla, o desde el depósito de la misma fuente, agua suficiente para surtir a un grifo, de manera temporal pero continua, la caldera del molino aceitero que había construido. Catorce días más tarde, se le concede el agua para la caldera del molino aceitero, ya que se considera que no hay perjuicio para los intereses municipales; pero si en algún momento es necesaria para el surtido del vecindario, quedará suspendida la concesión.[5]
También
consta documentalmente que el 14 de agosto de 1895 se le envía a D. Francisco de Córdoba
Baquero el Proyecto de Reglamento de la Asociación Andaluza de Cosecheros de
Aceite, cuyo presidente era el Marqués de Villalta y el Secretario Feliciano
del Río. Con fecha del mismo día se le envía también una circular invitándole a
que se constituya en la localidad el Comité de Defensa Olivarera ante el estado
de insoportable decadencia en que se encuentra la riqueza olivarera. Reflejado en último término en la falta de precio
remunerador de los aceites, se proponen cinco puntos principales para gestionar
la situación insostenible:
1º.- Que se graven todos los aceites y grasas distintas del de oliva, con los derechos que proceda, al efecto de que los 100 kilogramos de ellos, resulte un 25 por 100 más caro que los 100 kilogramos de aceite de oliva, calculado su valor en 90 pesetas.
2º.-
Que se eleve el arancel del petróleo en bruto al tipo necesario para que su
diferencia con el arancel del refinado, no sea mayor de cinco pesetas.
3º.-
Que se obtenga del Gobierno, haga su pacto con el Banco de España, extendiendo
sus operaciones al crédito agrícola.
4º.-
Que se aumente el número de estaciones etnológicas en el extranjero, y éstas y
las existentes gestionen activamente mercados para nuestros aceites, como lo
hacen para los vinos.
5º.- Que se obtenga de las compañías ferroviarias la unificación de tarifas para los aceites por unidad de peso y recorrido, rebajando el 25 por 100 del término medio que hoy arrojan los existentes.
Tras
la muerte en 1902 de Francisco Javier de Córdoba Baquero consta en las
escrituras de herencia: “Casa Cortijo y Molino de aceitero y fincas de tierra
están inscritos a nombre del causante al tomo 174, folio 43 vto. Finca nº3.560,
duplicado inscripción 5ª”, que heredarán sus hijos: Manuel, Francisca, Eulalia,
María del Carmen, María Teresa (fallecida al momento de abrir testamento y
casada con Adolfo Carrillo Luque), Asunción (Monja dominica), Tomás y Francisco, quienes venderían al prieguense Francisco
Serrano del Mármol la casa cortijo, el molino aceitero y algunas fincas
colindantes a finales de los años 10 ó inicios de los años 20 de siglo pasado.
D.
Francisco Serrano explotaría el molino antes y después de la Guerra Civil.
Durante la Guerra Civil fue incautado y explotado por la Colectividad, y desde este molino se llevaron 6.000 arrobas
de aceite para abastecer a las tropas en
Alcaudete, sirviendo de aprisco para acuartelamiento de una brigada
roja. El 10 de enero de 1937 allí se
adopto la decisión que llevó al trágico desenlace de Leocadio Anguita López.
Don Paco, como era conocido entre los fuentealameños el Sr. Serrano, mantuvo la actividad aceitera con el paréntesis de los tres años que duró el conflicto, hasta su muerte en 1959. Después continuaría con la gerencia del molino durante unos años su sobrino político Don Luis Berbel. A principios de los años sesenta fue adquirida por D. Rafael Jiménez Funes, quien continuaría con la explotación hasta mediados los años setenta, y teniendo como encargado a Domingo Aguilera. Cagarraches fueron los hermanos Ibáñez Sánchez, los hermanos Juan Aguilera Cano (maestro prensa) y José Aguilera, Luis Aguilera “Calonge”… y de Alcalá la Real venía el Sr. Víboras, que era maestro molino. Después se convertiría en local de almacenamiento y pesaje de aceituna.
La
casa cortijo anexa al molino se convertía en la vivienda veraniega de Dª
Casilda Sierra y después de la familia Jiménez y Sánchez-Cañete.
Fueron
muchos sucesos y anécdotas ocurridas entre sus paredes, como la ya contada de
la Guerra Civil. Sonadas fueron las disputas entre “Pichichi” y Baldomero de Córdoba por los derrames de
alpechín, hasta el punto de llegar en
alguna ocasión a las manos, con la pérdida de la sortija de Don Paco en una de
ellas. Trágica fue la mutilación de dedos de la mano de Ascensión Jiménez
Funes, que siendo una niña sufrió la pérdida de varios dedos al querer coger un
poquito de aceite del molino de empiedro en funcionamiento, y que hasta que no
llegó la democracia no se le reconoció una pequeña indemnización.
Se cuenta también como Sandalio Pérez regalaba a D. Paco un par de pavos, para así evitar que fuera engañado en el peso de la aceituna y en la calidad del aceite que en dos cántaras le ofrecía por la molienda de sus aceitunas.
Actualmente ha sido rehabilitado y es la vivienda de la familia Aguilera-Cañadas.
[1] Según el padrón
de 1825, Juan Bermúdez estaba casado con
María González, hijos: María, Josefa, Antonio, 10, María Mercedes, Francisco,
4, Juan 2.
[2] En
el padrón de 1837, Juan Bermúdez, 56, labrador, casado con María González, 40,
h, María Josefa, 24, Mercedes, que
sabe escribir, 18, Francisca, 16, Juan, 14 y Micaela.
[3] Vicente Calvo Giménez 1824, pegujalero,
natural de Almedinilla, tiempo de residencia en Fuente Álamo desde 1848, casado
con Micaela Bermúdez González 1828. Hijos: Carmen 1849, Francisco 1849, Pablo
1855, Elena 1858 y Antonio 1860.
[4] Elena
Calvo Bermúdez 1858, casada con, José Carrillo Padilla 1858 hijos: Clemente
Carrillo Moya 1883, Dionisio Carrillo Calvo, 1891.
[5] Actas del Segundo Congreso Homenaje a Francisco Martín Rosales, Alcalá la Real Estudios. Núcleos Rurales. Fuente Álamo. El Agua que da vida. María Teresa Murcia Cano y Carlos Calvo Aguilar.
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