Nació en Fuente Álamo un 26 de
febrero de 1932, hijo de Marcelino Pérez Mesa y Dolores Aguilera Sánchez, era
el mayor de nueve hermanos, casado con Mariana Pérez Pérez y padre de cinco
hijos: María Dolores, Rafaela, Antonio, Mercedes y Domingo. 
El
estallido de la Guerra Civil le cogió a la temprana edad de los cuatro años,
pasando grandes dificultades y hambres propias de la época de posguerra.
Contaba como recuerdo de aquellos malos tiempos, que cuando guardaba cochinos a
la edad de siete u ocho años en la zona de la Cornicabra, pinchaba en la tierra
con la vara de guardarlos, y como ésta salía humedecida de los cadáveres que
había allí enterrados, por lo que las secuelas de la Guerra aún estaban
frescas.
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De pequeño vivió en un cortijo La Dehesilla,
junto al de su tío Juan, quien se había marchado a La Campiña de manera temporal. En su juventud a
partir del año 1948 vivió en el Cortijo Reventones, propiedad de su abuelo
Manuel, que la misma familia había construido en lo alto de aquel cerro. Desde
niño era muy aficionado a la crianza de pájaros, y supo amaestrar a mochuelos y
otras aves. Siempre presumió de que sabía leer, escribir y las cuatro reglas,
pese a que nunca había ido a la escuela, y sólo recibió clases esporádicas de los llamados “maestros garroteros”, que iban por los cortijos enseñando. Como cualquier niño de su época no tuvo ni
infancia, ni juventud, nació hombre, pues nacido en el seno de una familia numerosa,
humilde y pobre, no había otra salida que trabajar de sol a sol desde niño y
como un hombre y además obligado, por ser el mayor de nueve hermanos.

A los
veintiún años “se llevó a la novia”, cosa corriente en la época. Después,
cuando un misionero que llegó a Fuente Álamo, junto con una docena de parejas,
“se echaron las bendiciones”; al poco tiempo tuvo que incorporarse a filas,
siendo padre por primera vez a los veintidós años, cuando prestaba el Servicio
Militar. Durante el periodo militar sirvió en el Cuerpo Caballería en Sevilla,
donde ejerció de peluquero y barbero, con los pelados y afeitados que hacía a
la tropa y mandos pudo ahorrar dinero para comprar una parcela en los Eriales
que destinada a la siembra de grano, siendo el principal sustento de la
familia.
Jornalero
del campo y manigero, barbero, fontanero, lampista, herrero, transportista,
hasta tendero, es decir, un hombre para todo, si bien, él siempre reconoció que
la albañilería, no era lo suyo. Su titulación oficial era la de fontanero,
obtenida en los curso de formación PPO en 1973.
Su
tozudez le hizo ser autodidacta en muchos los aspectos de la vida, o más bien,
fue un autodidacta que aprendía las cosas a base de tesón y "cabezonería".
Como
jornalero del campo, estuvo segando en la Campiña Cordobesa, a base de sopas de
pan en aceite y gazpacho aguado y en los “cortes” de Fuente Álamo, donde
recordaba que en la posguerra había dos cántaros para beber agua, uno para los nacionales y
otros para los rojos. Trabajo en la recogida de aceituna en los “destajos” de
Paquito Sierra, La Casilla, Los Curas, y como manigero con Paquito Sierra.
Además labraba su tierra propia, que fue adquiriendo con la ayuda de la familia y
la heredada por parte de su esposa.
Como
barbero, por sus tijeras, maquinilla de pelar y navaja de afeitar pasaron
durante más de cuarenta años las cabelleras y barbas de los fuentealameños y de
las aldeas cercanas. En su barbería era cotidiano la reunión durante las tardes
y noches de un grupo de aldeanos, que acudían para su rasurado, pelado o
simplemente para intercambiar opiniones.
También con su maletín en mano se desplazaba a los cortijos para pelar o
afeitar a los cortijeros mayores que no podían desplazarse hasta la aldea. La
llegada de la moda de las melenas largas en los años setenta le hizo perder
clientela, pues los jóvenes fuentealameños preferían aires modernos, y pese a
que intentó reciclarse, no pudo competir
con peluqueros de Alcalá la Real, si bien su clientela de gente mayor siguió
siendo fiel y algún que otro joven no tan a la moda.
Como
fontanero arregló muchos grifos, cisternas y calentadores, instaló muchos
cuartos de baños en la aldea y fue el encargado de cobrar recibos del agua
hasta que su gestión pasó al Ayuntamiento de Alcalá; muchas las ollas se repararon en su taller, lo que supuso un
gran ahorro para las familias de Fuente Álamo, pues como casi todos los "apaños" que hacía tanto de fontanería, estaño, herrería, peluquería, no solía cobrar
más que la voluntad, no tenía lista de precios establecidos, a la pregunta de cuánto es
esto Marce, respondía: "déjalo, otra vez será".
Como
herrero hizo muchas puertas, ventanas y balcones que todavía se pueden ver en
la aldea, así mismo hizo las barandas y bancos que rodean la plaza de la
fuente, y las barandas que protegen de la caída al vacío en las calles
elevadas, que durante décadas estuvieron sin protección. Inventó o
reacondicionó una maquinilla para extraer los huesos de las aceitunas.
Como
transportista sus coches Seat 850, Citröen AK, Land Rover, estuvieron a
disposición de mucha gente del pueblo, no solo para el traslado hasta Alcalá la
Real para visita al médico o para cualquier mandado, sino que su Land Rover
sirvió para el transporte de aceitunas o para el traslado al tajo, cobrando lo
mínimo o en ocasiones a familiares o amigos, nada.
Anteriormente
tuvo una bicicleta, una Guzzi y una moto Ducati 165.
Como
tendero mantuvo el corto tiempo de dos años una tienda de ultramarinos, en la
calle que sube al cerro, y donde anteriormente estuvo establecido el negocio
por Mariana Cobo. Emigrante pero en menor escala que la mayoría de los vecinos
del pueblo, pues solamente estuvo en la Costa Catalana en Pineda de Mar, donde
trabajó como pinche en la cocina de un hotel y en Francia en Perigueux en la
recolección de la fresa, sin contar las campañas de siega que de joven hizo en
la Campiña de Córdoba.
Formó
parte durante un gran periodo de tiempo de la Junta Rectora de la Cooperativa
Ntra. Sra. del Rosario de Fuente Álamo.
Políticamente
nunca se definió si bien en los inicios de la Transición militó en la UCD, sin
presentarse a ningún cargo político, sus tendencias eran de izquierdas, si bien
nunca se definió, era lo que se llama un hombre políticamente correcto, buen
amigo de sus amigos y partidario del que la hiciese que lo pagase y siempre
tuvo buenas relaciones con sus vecinos. Todo esto hizo que fuese admirado por
sus conciudadanos y no mantuviese diferencias con casi nadie.
Su barbería fue
casa temporal de misioneros, pobres o vagabundos como Juan Rico Rosa, que
pasaban como transeúntes por la aldea.
Gran aficionado a la caza menor, en su
casa siempre hubo un par de escopetas de caza y carne de conejo de campo,
liebre, perdiz o palomas, también como hemos dicho antes desde niño le gustaba
la crianza de animales de compañía, sobre todo pájaros, perdices y perros.
Quiso
aprender a tocar el laúd, y de hecho le arrancó algunas notas, si bien como un
aficionado más. Sus cantantes favoritos eran Pepe Pinto y El Niño de la Huerta.
Ni
la caída de una mula en las Amoladeras, que le produjo traumatismos múltiples,
ni la neumonía que cogió practicando el reclamo del pájaro perdiz, ni el
disparo fortuito mientras limpiaba una escopeta de caza, que abrió un agujero
en el techo de su casa, ni el vuelco del Seat 850 en Las Albarizas, sería un
cáncer a los 65 años de edad el que se lo llevara, sin enterarse él y sin haber
visitado antes a ningún médico, aunque ya había sufrido lo suyo, la muerte le
llegó cuando gozaba ya de cierta estabilidad económica y se disponía a
disfrutar de su jubilación. Aquel 23 de mayo de 1997 fue despedido por una
multitud de familiares y amigos. Una de las más grandes despedidas del pueblo.