domingo, 8 de mayo de 2016

MERCEDES RAMÍREZ VERA. MUJER MULTIUSO DE FUENTE ÁLAMO




      El servicio doméstico en Fuente Álamo en la Posguerra y hasta finales de los años 50 era gratuito y de 24 horas. Estaba formado por niñas y mozuelas que trabajaban por la comida y por los cuatro harapos o trapos que les daban sus amos como vestido. Eso sí, con derecho a pernoctar encima de la paja  o en cualquier apartado anexo a la cuadra destinada para los mulos.  Las niñas de las familias pobres desde corta edad, 8 ó 10 años, comenzaban con esas tareas, mientras que los niños guardaban cochinos, pavos o cualquier otro animal que necesitara de cuidado. La escuela era algo secundario o inexistente. Son numerosos los casos de niñas, ahora octogenarias, que nos cuentan sus experiencias en aquellos menesteres, coincidiendo todas en lo básico: el sueldo era un trozo de pan y algo de matanza, que tenían que compartir a veces con el resto de su  familia y otras, tenían que comer a hurtadillas. Pero no solo se trataba de servicio doméstico propiamente dicho, sino que a veces tenían que colaborar en las labores agrícolas, o como recaderas, costureras, cuidadoras de niños o enfermos; mostrando en general una disposición total y absoluta. Muchas jóvenes fuentealameñas y algunas aún niñas, eran empleadas en las casas y cortijos de las familias más acomodadas, o quizás no tanto, pues ya en los años 40, 50 ó 60, no tenían que ser tan ricas para disponer de criadas. En Fuente Álamo podrían ser  más  de una veintena, las familias que disponían de criada, moza, o empleada del hogar. Eran las llamadas “mozas”, que además cogían el nombre de la casa donde trabajaban, “la moza de...” Un buen ejemplo de “moza” multiuso es la protagonista de esta historia. 
De Mercedes “la de Paulos Román” se podrían destacar muchas virtudes, pero una resalta sobre las demás, la de ser servicial. Su vida la ha dedicado a servir, a cuidar, a ayudar y satisfacer a los demás, y especialmente a toda su familia. Desde que era una niña estuvo al servicio doméstico ajeno, sin remuneración alguna, a excepción quizás de un trozo de pan o algo que llevarse a la boca. Al propio tiempo hacía las tareas domésticas de su casa. Cuidó de su hermana mayor que estaba enferma hasta sus últimos días, después de sus padres, de sus hijos hasta que se hicieron mayores, y hasta hace poco de sus nietas; pero como estaba predestinada para ello, estos últimos años, el destino le reservó otro servicio más, el cuidado de su marido, impedido de movilidad. Su continua preocupación por las cosas y por los demás ha hecho que se olvide de vivir su propia vida, y como ella misma reconoce nunca tuvo grandes aficiones. Siempre estuvo pendiente de los problemas de los demás, y lo que es más importante, anteponiéndolos a los suyos propios. Mercedes siempre tiene tendida una mano para ayudar y la otra escondida para evitar que alguien se la pueda coger para ayudarle. Hasta tal punto la extendió en una ocasión, que en una disputa de niños entre mi hermana y yo, evitó que una china impactara sobre la frente de mi hermana, haciéndolo en sus dedos.
 Como veremos sus miedos y sus temores le han acompañado y perseguido toda su vida, condicionando su forma de ser, lo que ha provocado en ella, sacar el valor de donde no lo había para poder enfrentarse a ellos.

Nació en Fuente Álamo el 8 de mayo de 1938, pocos meses después de la Batalla de la Cornicabra y durante los esporádicos bombardeos sobre la aldea. La guerra impidió que su nacimiento fuese inscrito en el Registro Civil, acto que no se produciría hasta 1958, mediante expediente promovido por su padre. Cuando ella nació, sus padres vivían en la casa que había en el lugar que ocupa actualmente el Centro Social de Fuente Álamo, propiedad de la familia Ramírez. Después, sus padres se fueron a vivir a una casa cercana a la Escuela, que después sería de Pepe y de Genara.  Sus primeros recuerdos son de cuando vivían en la actual casa de Eulalia, con unos 8 ó 10 años. Siempre vivieron de alquiler.
Su padre Pablo Ramírez, hijo de Román, de ahí el sobrenombre de “Román”, era natural de Sileras, y conoció a principio de los años 30 a su madre Juliana, ella fuentealameña, formando pareja hecho, hasta que se casaron en Las Grajeras ya en los años 50, por lo que cuando Mercedes nació no estaban casados, al igual que sus otros dos hermanos Irene y Juan. Los padrinos de sus padres fueron el maestro D. Manuel López y su esposa Patrocinio González.
La Guerra Civil la pasaron en Fuente Álamo, aunque estando ella recién nacida, corrieron para refugiarse hacía la zona de Las Grajeras y a su abuelo materno Fernando Vera, que no quiso correr, se lo llevaron y lo mataron al parecer en Priego de Córdoba. Recuerda que su madre le contó como anécdota que en la Guerra los milicianos le traían gallinas para que se las guisara, y que en una ocasión apartó las mejores tajadas de carne para cuando su padre volviese, yendo entre esa carne las higadillas o “durillas” de las gallinas sin limpiar, pues se le había olvidado limpiarlas o se le habían escapado con la carne; así que cuando su padre comenzó a comer, vio cómo se habían abierto y toda la comida estaba llena de excrementos, por lo que pasó bastante miedo y vergüenza pensando o temiendo que los milicianos hubiesen creído que lo había hecho a propósito, por lo que al final se alegró de haberlas apartado para su padre. Esto ocurrió viviendo en una casa que ocupa actualmente el Centro Social.
Hizo la comunión vestida de corto, natural, es decir, sin vestido de comunión. Vivían por entonces en la casa que actualmente pertenece a  Eulalia, cuando tenía 7 años. Recuerda a esa edad que cuando no quería hacer algo que le mandaba su hermana mayor, llamada Irene, que estaba enferma, siempre le decía: “como no me hagas lo que te digo, cuando me muera vengo y te arrastro”, por lo que cuando murió, ella siempre arrastró ese mensaje y fue uno de sus muchos miedos. Su hermana nació en 1932. Murió con 21 años.
Siendo una niña guardaba el huerto que Matías “Candio” tenía en Los Callejones, casi todo el día. Recuerda que cuando bajaba por los Callejones iba tirando piedras para espantar los numerosos lagartos y serpientes que merodeaban por los alrededores. Un día, estaba sentada debajo de la higuera, donde había una poza para regar la huerta, cuando de pronto vio una bicha enroscada en su vestido que estaba extendido; al moverse del susto la serpiente afortunadamente se marchó.
Comenzó a servir en las casas a temprana edad, con unos 10 ó 12 años, después de morir su hermana, cuidando los niños de Ceferina Nieto. Después sirvió en casa del maestro D. Manuel y Patrocinio, para cuidar los niños, a la vez que estaba en la escuela. No solo cuidaba a los niños del maestro, sino que hacía todas las labores de la casa, recordando cómo Patrocinio le ponía un cajón para que se subiera al fregadero. Pese que su madre le decía al maestro que tenían que darle de leer, recuerda que cada poco tiempo iba la mujer del maestro, y decía: “Manolo, dile a Mercedes que se venga, que se han cagado los niños”, y recuerda que cada noche cuando se marchaba tenía que decir “Buenas noches, ¿me necesitan ustedes para algo?” y se despedía diciendo “Bueno, hasta mañana, buenas noches”.
 Nadie le pagó nunca nada, solo comida. La última casa en la que sirvió fue la de Frasquita. En casa de Hipólita, prima de su madre, no servía, sino que iba con las hijas de ella porque era familia. No se acuerda muy bien  del momento en que dejó de servir, pero sería ya mozuela, con 18 ó 20 años.
Después de mozuela, estuvo aprendiendo a coser con la llamada Casera de Sierra y en el Cortijo del Llano con una mujer llamada Enriqueta. Esta cosía ropa de mujer y de hombre, enseñándola a coser pantalones, chaquetas, chalecos, etc. Su madre habló con ella para que echara los hilillos, pero  no llegó  a aprender a cortar ropa de hombre o de mujer. Los encajes de bolillos los aprendió de la hermana de Mercedes Pareja,  llamada Vivi, en el Cortijo de los Bujeos donde iban con unas cuantas jóvenes para que le dejase los dibujos. Aprendió y hacía encajes para sus parientes de la Dehesa, quienes se lo compraban para el juego de ropa interior, saya, camisón y bragas. En total hacía 7 metros de encaje que era lo que se necesitaban para el ajuar. Su madre le compraba una sábana, una mantelería, y ella se hizo todo su ajuar, del que todavía tiene alguna saya con encaje. Después aprendió a bordar velos negros, por los que le pagaban algo por hacerlo, y por último los abrigos de lana, esto ya en los años 80 y 90.
 Su madre quiso que aprendiera a sembrar, escardar, “pintar”, y todas las labores del campo. Estuvo trabajando en las tierras de Cornicabras, Pacheque, Genaro, Frasquito…
 Al Cortijo de Ardales se fueron cuando ella era mozuela, en donde había una casa, y junto a la de ellos otras dos o tres más; donde vivían otras familias fuentealameñas. Siempre vivieron de alquiler, hasta que sus padres compraron su casa actual.
Se casó a los 29 años el 14 de octubre del 1967, con José Pérez, de cuya unión nacieron dos hijos. Su hija mayor María Josefa nació en 1968 y José Antonio, en 1971. Vivieron en el Cortijo del Praillo y en la casa que fuera de Joaquín de la Sancha, hasta que se asentaron en la casa que actualmente habitan, heredada de sus padres y que antes había sido de Blas Zamora y que en 1971 reformaron.

Su marido en 1969 se fue a trabajar a Alemania. Ella como muchos fuentealameños también tuvo que emigrar, en concreto estuvo en Francia durante 4 ó 5 temporadas en la recolección de la fresa y de la manzana, donde recuerda que para pedir huevos al patrón tenía que ir cada día con un huevo en la mano. En la Mancha estuvo en la vendimia, en Gurrea de Gallegó, provincia de Huesca, recolectando espárragos, y en Lucena en la aceituna. En los cortes de Fuente Álamo ha estado en la recolección de aceitunas con los Curas, en los cortijos de la Cabrera y del Coscojal.
Pero no solo fueron el servicio doméstico, el campo o la costura las actividades que desarrolló Mercedes, sino que también, como algunos otros en el pueblo, hizo de practicante y ponía inyecciones como el/la mejor profesional. En alguna ocasión se le fue la mano a la hora de relajar el músculo del glúteo de la paciente, y en vez de dar una pequeña palmada, pegó un verdadero cachete, que hizo que su sobrina Loli Pérez, diera tal grito, que la enfermera se asustó y  no fue capaz de atinar con la aguja.
No ha tenido una vida fácil por lo aquí visto, pero dice que lo más malo, ha sido cuando su marido enfermó. También su hija de muy niña estuvo mala.  Recuerda que cuando estaba su marido en Alemania, la llevó al Santo Manuel, y éste le preguntó que si la había llevado al médico; ella le dijo que a los médicos de  Alcalá la Real, y el Santo le recomendó que la llevase a los de Granada, al tiempo que también la tranquilizó diciéndole que no tenía nada del corazón, que era lo que ella más temía. Ni cree, ni deja de creer, pero aquello la tranquilizó, pues en Granada fue donde la curaron. Por eso piensa que “el Santo” le ha hecho cosas para creer. Otra cosa que le hizo el Santo Manuel, fue cuando su marido se tenía que operar de un oído, del que apenas oía. Él no quiso ir al Santo  y ella fue con otras amigas, y le dijo el Santo Manuel que si se le había metido en la cabeza en operarse y él quería, que le dejase, pero que no iba a tener beneficio. Y efectivamente perdió el oído. Insiste en que no es creyente, pero “ha ido a la precisión”, tiene fe en Dios y a veces se enfada con él sobre todo ahora cuando ve lo que está pasando su marido, con esos ataques de tos.
Recuerda que no le gustó que le dijera su suegra que llamase a su marido que estaba en Alemania, diciéndole que como la niña se muera, incluso le dijo su suegra a la Venturilla de Brígido, “que la niña estaba muy mala y no quiere llamar su marido” y la Ventura le dio ánimos le dijo: “que va a estar mala la niña y tiene mejor cara que yo” y eso le dio muchos ánimos. Tampoco le gustó que le dijese su suegra que su marido estaba con otra mujer en Alemania, porque quería que lo llamase para que se viniese, estuvo dos años, ella estaba tranquila pues pensaba que con otra no podría estar porque el dinero de todas las mensualidades se lo mandaba íntegro.
Otro de los conocimientos que tiene, que se lo enseñó su pariente llamada Elisea y que antes practicaba era el decir El Rosario. Lo ha echado muchos años en Fuente Álamo. Dice que, por echar el Rosario no cree más en los Santos, o en la Virgen. Nunca tuvo creencias o aficiones fuertes. Recuerda que si no la dejaban sus padres ir a alguna fiesta, ella no se disgustaba. Eso sí, le hubiese gustado de mozuela estar más gordita, pues se llevaba en aquella época y ella siempre tuvo complejo de ser alta y delgada. Ha ido a la playa pero ya de mayor, le gusta ver el mar pero no tomar el sol; sobre todo a raíz de que una vez fue y se echó aceite en vez de protector solar y se quemó gravemente. Según ella se “achicharró”.
Como hemos dicho ha pasado muchos miedos, así recuerda que en una ocasión un coche conducido por su cuñado Marcelino dio una vuelta de campana, resultando ambos ilesos, también recientemente ha tenido otro percance similar.
Sus mejores amigas de mozuela eran Dorotea de José Pérez Lizana, Josefilla de Expecta, pero como esta era más baja, no se podía juntar con ella para formar pareja en los bailes. Dorotea, Encarnita, la Mercedes de la Genara, ect.. eran otras de sus amigas. Dice que tuvo muchos pretendientes, casi uno en cada baile. Pero novios formales tuvo a Amador Pérez, solo que por poco tiempo, pues se fue a Barcelona. Luego, por carta estuvieron más tiempo correspondiéndose. Después conoció a su actual marido, su “Nene”, con quien lleva felizmente casada 50 años.