miércoles, 27 de enero de 2016

LA TALA DEL OLIVO. LOS TALADORES DE FUENTE ÁLAMO.



 
       Un día de los años 70, estando yo escamujando en el Barranco Muriano, apareció Antonio Aguilera y me dio una lección teórica de tala, aunque puse empeño, no entendí mucho, así que mis conocimientos sobre el oficio no van muy allá, por ello solo pretendo con este trabajo contar unas cuantas historias sobre la tala en Fuente Álamo, sin profundizar en su técnica.

Antes de que llegaran las tecnologías, el corte de las ramas de olivos se realizaba mediante hacha y ello requería no solo saber bien el oficio, sino también disponer de la precisión y fuerza necesaria para hacer grandes cortes a troncos de olivos centenarios, así como buenas herramientas afiladas. La profesión de talador de olivos, hasta que llegaron a Fuente Álamo las motosierras, era un oficio muy especializado, y que se había transmitido de padres a hijos o entre familiares directos (incluso al nombre de pila en algunos casos se le añadía “El talaor”). No todos tenían esa técnica y esa sabiduría, a las que había que añadir ciertas cualidades físicas, pues los olivos eran muy grandes y el rejuvenecimiento era más lento. Cuando llegaron los abonos y el cultivo intensivo, así como la mecanización del campo, fue necesario hacer los olivos más pequeños, o como se llama en el argot: “rebajarlos”, a lo que sin duda alguna ayudó el empleo de maquinarias, entre ellas las motosierras. En Fuente Álamo, el oficio de la tala se ha ido transmitiendo de generación en generación, así tenemos sagas completas, como la de Romualdo Vera que, aunque natural de Las Grajeras, gran parte de sus trabajos los realizaba en Fuente Álamo. Este enseñó el oficio a su hijo José Vera Torres, quien a su vez formó a su hijo Romualdo Vera y a su yerno Vicente Padilla, quien a sus vez le trasmitió sus conocimientos a su hijo José Carlos Padilla; estos últimos con motosierra en mano ect… Otros como Juan Pareja Anguita, quien también al principio usaba el hacha y después la motosierra, fueron pioneros en el talado “al estilo de Martos”, y consistía en quitarle mucha leña al olivo y rebajarlo.  Santiago Cano Muñoz, otro talador de toda la vida, utilizaba una técnica más tradicional y también transmitió sus conocimientos a su hijo Antonio Cano. Daniel Vera Fuentes también ha dedicado buena parte de su vida profesional a la tala. Cabe destacar también a otros muchos que sin trabajar para la calle, hacían la tala de sus propias fincas, caso de José Aguilera “Pepín” ect…
Foto familia Padilla
Cuando a mediados de los 70 llegaron a Fuente Álamo la tecnología de las maquinas motosierra, algunos no quisieron aceptarlo, entre ellos José Vera Torres, quien siempre quiso continuar como talador de hacha, siendo muy reacio a la  máquina de talar, a la que sin duda se tuvo que adaptar pero con resignación. Dice que “el ruido de la máquina le jodió bien el oído”, y le cortó un tendón de la mano de la que presenta cierta discapacidad en alguno de sus dedos. Pero esa desconfianza a la maquinaria también estaba presente en los encargados de los patrones, así Ceferino Aguilera le quiso negar el pago del jornal a José, pues decía que tardaba mucho en arrancarla y ponerla en marcha, y ese tiempo no podía pagarlo, pues la máquina hacía rum, rum, rum… y no arrancaba, o al poco tiempo se volvía a parar, pensando que el hacha empezaba a trabajar desde el minuto uno. Eran unas máquinas muy pesadas y con muchas deficiencias en los motores.
José Vera siempre estuvo vinculado a dicha profesión, con la excepción del periodo militar, pues recuerda que estando trabajando de mozuelo con Pablo Carrillo “Terreras”, donde le había mandado su padre a talar por la comida, le llamaron para incorporarse a filas. También recuerda que siendo un niño le mandaba su madre a llevarle la ropa a su padre que estaba talando en el Cortijo del Coscojar, pues no iban a dormir a sus casas, “era la madrugá por la comida”. Venía desde las Grajeras pero él no sabía dónde estaba ese cortijo, así que su madre le dijo que fuera en busca de Lorenzo “Florío”, quien le fue orientando.  Recuerda que fue atacado por dos gansos, siendo salvado por el tal Lorenzo. Ellos siempre talaban en Fuente Álamo, y también siempre le talaban a Lorenzo. Éste cuando ya estaba todo  preparado para la tala desde la Loma el Virote, por la Piedra del Agua se asomaba y llamaba a voces a su madre apodada “Palota”. Le han talado a los “Córdobas”, de los que su abuelo le decía que: “lo que tienen los Córdoba, con un caballo se veía uno negro para recorrerlo en un día”. Recuerda muchas anécdotas así, como cuando estando con su padre por encima de La Solana, llegó Paquillo Córdoba, y al poco rato su sobrino Baldomero. Su padre estaba talando en lo alto de un olivo y le dijo que bajase; le preguntó a Baldomero qué quería y éste le dijo que tomara un cigarro; entonces quiso saber cuántas veces le había dado su tío Paquito, tabaco. Su padre respondió que él no fumaba, y Baldomero le respondió que él tampoco, pero que tenía tabaco para sus amigos. Tras esto le dijo a su tío: “has hecho con éste lo que has hecho conmigo, tú nunca me has regalado nada, hoy me vas a regalar la yegua”. Tuvo que irse Paquito a la Vega, y dijo que lo que quería era quitarle el talador, y se tuvo que ir  su padre con Baldomero.

José Vera Torres, nació en Las Grajeras en la zona de la Salina en 1925. Hijo de Romualdo Vera Pérez y Laureana Torres Márquez “Palota”, apodo que le venía de su abuelo conocido por Juan Torres Márquez “Palotes”. Allí se crió, pasó su juventud y hasta  que cuando volvió de la mili y con 23 años se casó Purificación en 1948, y se vino a vivir a Fuente Álamo en concreto al Cortijo del Peñón, donde nacieron sus 6 hijos, hasta que  decidieron 1990 instalarse en Alcalá la Real. Le recuerdo siempre con su sombrerillo, lo que se llama un hombre flamenquete. A sus 90 años posee una memoria prodigiosa, un aplomo, un saber estar y el énfasis que pone hace que cada unas de las historias que te cuenta, las vivas como si hubieses estado en aquel momento allí. Muchos recuerdos de su infancia pasada por la Guerra Civil, muchos recuerdos de la mili en Badajoz y muchos recuerdos ya contados de su profesión como talador. Miembro de una saga de taladores, sería  quien enseñó el oficio a Antonio Aguilera, el personaje de nuestra próxima historia. Todo empezó aquel día estando trabajado como aceitunero en el Cortijo de la Cabrera, cuando José le pidió que se fuera con él de aprendiz. Estuvo durante 40 temporadas a golpe de hacha, haciendo cortes parejos y lavados a muchos olivos de Fuente Álamo.  Le tomó verdadera  afición al hacha,  para lo que no solo era necesario tener buenos conocimientos sobre las ramas a cortar, sino disponer de la destreza suficiente y unas buenas hachas afiladas. Su verdadera profesión y vocación ha sido la de talador, pues casi toda su vida profesional estuvo dedicada a ese oficio, en concreto 45 temporadas, 40 a hacha  y 5 con máquina de talar (motosierra).
Antonio Aguilera Valverde, “floreció” el 3 de febrero de 1928. Nació y se crió en el Cortijo de Los Florios, (le dio nombre su familia apellidada Flores) hasta que la Guerra Civil les obligó a abandonarlo temporalmente. Hijo de Antonio y Ana, es el 5º de  10 hermanos  de los que actualmente solo quedan 6: Inés (f), Adoración (f), Lorenzo (f), Francisco (f), Antonio (él),  Custodia, Clemencia, Benito, María y Carlos. Junto a ellos vivía la familia de su tío Rafael, casado con María, ambos eran respectivos hermanos de sus padres, que con sus primos formaban una gran familia o clan arropado por el sobrenombre de “Florios” que derivó del apellido Flores que llevaba su abuela paterna María. Otros tíos paternos, además del referido Rafael, eran Vicente, Benito, Margarita (casada con José Pérez López), Paula y María (hijos de Benito Aguilera Vera y María Flores López). Sus tíos maternos, además de María, eran María Luisa, Inés, Antonio, Lorenzo (hijos de Lorenzo Valverde Díaz y Luisa Pulido Torres).
Le recuerdo con su cántaro y con su talega del pan, cuando no con su burra de reata, camino de la fuente o de la panadería. Fue buen colaborador en las tareas domésticas, cosa que en aquella época de los años 60 y 70, en una sociedad rural y machista tenía aún más mérito, sin importarle  los prejuicios de la época. Aunque también tenía su tiempo para beberse un vaso de vino y jugarse una brisca con compañeros en la taberna. Buen esposo y padre (5 hijos y 7 nietos), al que siempre vi como un ejemplo en la sobreprotección de sus hijos; así lo recuerdo en aquella Nochebuena fría de principio de los años 70, siguiendo toda la noche por los cortijos la murga navideña, donde iban sus hijos Paco y Manolo de cortas edades, sin que nos percatásemos de su presencia hasta que ya de vuelta por la Rectura vimos aquel destello de luz de linterna, que al principio nos produjo cierto miedo y al final nos dio aquella tranquilidad. También lo vi aparecer en aquel comedor escolar del Colegio “El Coto”, momento en el que su hijo Paco no pudo contener unas lágrimas, llenándome a mí también de sentimiento.
  A los nueve años de edad, en plena Guerra Civil, refugiado con su familia en Alcalá la Real, lo que no le hicieron las bombas que caían,  se lo hicieron el sarampión y la escarlatina, atacándole al oído izquierdo; una deficiencia que tuvo que soportar durante toda su vida, y no solo esa sordera de la infancia, sino el sobre nombre de “Sordillo”, que siempre ha llevado como señal de identidad, al igual que el genérico de “Florío”.
  Bromista y siempre sonriente, con ese golpe de la carcajada de risa tan característico y con ese buen sentido del humor que hace que se atreva uno a gastarle bromas. Su memoria prodigiosa nos ayudará a recordar muchos hechos al detalle.

            CONTINUARÁ…

2 comentarios:

  1. Oooh, me encanta
    FELICIDADES por tu trabajo
    Y gracias

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    1. Muchas gracias Maria del Mar, a mí sí que me encantó el buen rato que pasé con ellos, la cantidad de historias que me contaron, de su infancia, de su juventud, de la mili, de la Guerra Civil... las que quisiera alguna vez compartirlas con todos.

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