miércoles, 24 de junio de 2015

LA MINERIA, LAS CANTERAS, INDUSTRIA TRANSFORMADORA Y ELABORACION DE PRODUCTOS EN FUENTE ÁLAMO.



LA MINERIA Y LAS CANTERAS.

Tenemos constancia de que la minería fue una de las actividades económicas en la Villa romana de Fuente Álamo, en concreto la explotación minera de hierro, y ello lo atestigua la existencia de algunos nódulos de limonita en el asentamiento romano, y lo corrobora la existencia de una mina en sus inmediaciones con una veta metalífera de limonita.
En la misma Villa romana, se han encontrado piedras de molino, lo que nos indica que otra actividad que se realizaba en torno a la villa era la agraria.
En la zona de la Mina todavía se pueden observar escarpes sobre el terreno, hechos por el hombre, donde existieron canteras de piedra para la extracción de la sillería y de la arenisca que sirvieron para construir la Villa Romana y la Torre medieval. http://historiadefuentealamo-jaen.blogspot.com.es/2012/04/la-abandonada-mina-y-cantera-de-fuente.html
En los tiempos modernos, con la imposición de nuevos materiales de construcción, se volvieron a utilizar esas mismas canteras de piedra para producir en pequeñas cantidades arenas para la elaboración del mortero. También a finales de los setenta, Antonio Anguita explotó en la zona del Cortijillo una pequeña cantera para la extracción de arena con la que se construyó, entre otras viviendas, su propia “Cabaña”.
 Las canteras de yesos fueron explotadas antes que el hormigón se convirtiera en el material básico para la construcción de casas en Fuente Álamo. Existían importantes canteras de yeso sobre todo en la zona de Los Eriales, donde se produjeron accidentes con la utilización de barrenos, caso del hijo de Rafael Moreno Ibáñez apodado “Perote”, que perdió unos dedos de la mano. Hasta tiempos recientes se podían observar restos de hornos de yesos, como el existente en las cercanías de la casa de Luis Montes “Pacheque”. Además de estos hornos, todavía se pueden ver, como elementos decorativos, aquellos rulos de piedra utilizados para moler el yeso.
Hasta finales de los años 70, en el rincón de cada chimenea de Fuente Álamo se colocaba un anafe de barro. La extracción de tierra blanca del Terrero para la elaboración de los anafes y para el blanqueo de sábanas, se convertía en una actividad furtiva o clandestina, pues hasta el propietario de los terrenos, Luis Montes “Pacheque”, tenía que hacer guardia para evitar que extrajese y le sustrajese la preciada tierra.
También, para quitar los humeros o el negro hollín de la chimenea, se pintaba con tierra color amarillento extraída de la zona del Tajo Grajo, cerca de Rajuña.

INDUSTRIA TRANSFORMADORA



La industria transformadora se inició con el molino de aceite que explotaba D. Francisco Serrano del Mármol “Don Paco”. Mantuvo la actividad desde antes de la Guerra Civil (con el paréntesis de los tres años que duró el conflicto, siendo  incautada),  hasta principios de los años sesenta en que fue adquirida por D. Rafael Jiménez, quien continuaría con la explotación hasta mediados los años setenta. Mientras tanto, para la cosecha de 1947, en la zona de lo que anteriormente se denominada “El Cortijo”, cerca de la fuente, se había instalado un pequeño molino de aceite, con su prensa, empiedro, vasijas y demás accesorios, dentro de casa cubierta de teja formada de dos cuerpos, plata baja y piso alto, con 15 metros de fachada  y 20 metros de fondo, propiedad una mitad indivisa del matrimonio formado por Antonio Ramírez Sánchez y María del Carmen González Palomino, y otra mitad indivisa del matrimonio formado por Pedro González Ruiz, “Cañuelos y Francisca Ventura Palomino Jiménez, adquirido por compra el 9 de octubre de 1947 a Dª María Luisa Díaz Molina. Posteriormente, tras la muerte de Ventura, una cuarta parte indivisa sería de su marido Pedro y una veintiochoava parte indivisa, de cada uno de sus hijos: de María del Carmen, Patrocinio, Francisco, Pedro, Miguel, Manuel y José González Palomino, quienes vendieron tanto el molino como el inmueble en escritura pública el 10 de diciembre de 1959, para constituir la actual Cooperativa Ntra. Sra. del Rosario,  por el precio total de un millón veinticinco mil pesetas.
 A dicha Cooperativa, al aceite de oliva y a su elaboración mediante el prensado, ya hemos dedicado otras entradas, dejando aquí las direcciones. http://historiadefuentealamo-jaen.blogspot.com.es/2013/04/constitucion-de-la-cooperativa-ntra-sra_28.html  
En sus intalaciones, también había ubicado un molino de grano para el cevo de animales que dio servicio a los cooperativistas hasta finales los años 70. http://historiadefuentealamo-jaen.blogspot.com.es/2013/07/reformas-y-estado-actual-de-la.html
            En torno a la primera mitad del siglo XX, entró en funcionamiento un molino de trigo, y contiguo a él, un horno para cocción del pan y dulces, “Panadería Chanflique”. Estaba situada en la parte baja de la explanada de la iglesia, y muy próxima a la fuente, de donde se abastecía de agua para la elaboración del pan. En dicho molino no solo se molía trigo para hacer harina, sino que también los agricultores llevaban el grano a moler para elaborar pienso “salvao” con el que engordaban los cochinos que cada familia criaba. La panadería de Faustino Fuentes, que continuó tradicionalmente su hijo Antonio Fuentes, estuvo en funcionamiento, junto con el molino de trigo, tres cuartos de siglo; creando el afamado “Pan de Fuente Álamo” y siendo este, objeto de estudio en otra entrada. http://historiadefuentealamo-jaen.blogspot.com.es/2012/04/el-restaurado-molino-de-fuente-alamo.html

               ELABORACION DE PRODUCTOS O MANUFACTURAS

               Una carpintería de madera fue instalada en la casa que después sería de Mariana Pérez, y que fue regentada a mediados de los años cincuenta por un carpintero de La Rábita, llamado Antonio Atienza, el cual, tras unos años de actividad, se marchó de nuevo a La Rábita. En el mismo local reformado, Marcelino Pérez instaló en las décadas de los ochenta y noventa otra carpintería, pero ahora, metálica.
               También había en Fuente Álamo una zapatería, que el padre de Miguel y de Juan La Rosa Rodríguez tenía en La Camarilla (actual Centro Social) y ellos mismos continuaron con la tradición, haciendo botas a medida, cosiendo y reparando los zapatos de los fuentealameños. Después se instaló Juanillo, en la Casilla de su hermano Miguel donde continuó con la actividad que su hermano ya había dejado. Recuerdo que Juanillo se rascaba la cabeza con la lezna, mientras que cantaba una versión de “La mosca, la araña”:
Estaba la rana sentada cantando debajo del agua,
cuando la rana salió a cantar
vino la mosca y le hizo callar;

la mosca a la rana,
que estaba cantando debajo del agua,
cuando la mosca salió a cantar
vino la araña y la hizo callar;

la araña a la mosca, la mosca a la rana
que estaba sentada cantando debajo del agua,
cuando la araña salió a cantar,
vino el ratón y la hizo callar;

               La elaboración manual de objetos y utensilios hechos de esparto era la función de los esparteros, a través de la pleita. Una actividad que realizaban casi todos los hombres para su propio autoconsumo. Pero si debemos resaltar a alguien por excelencia, ese sería Antonio Castillo Padilla, apodado “Caejo”, quien enseñó  e hizo que  continuara con la profesión su hijo Manuel “Manes”, y que de alguna forma se dedicara más profesionalmente, pues hacía y vendía por encargo: espuertas, serones, capachas ect… En las casas de Fuente Álamo de los años 60, se veían una gran cantidad de objetos elaborados de esparto: esterillos, sopladores, fundas para botellas de agua, sogas, pleita para hacer quesos, ondas, cuerdas para somieres, ect…  A los objetos y utensilios de esparto había que unir los elaborados de forma casera de madera como: astiles, cantareras, tapas para el queso…
Cada familia criaba uno, un par o más de cochinos según el poder adquisitivo y el número de miembros que la formaba, con lo que las grasas necesarias para la recolección de la aceituna y poder pasar el duro invierno, estaban garantizadas. La matanza solía celebrarse por el día de la Pura, cuando el frío ayudaba a la conservación de jamones y demás embutidos. Las hojas de tocino y los jamones eran extendidos en el saladero, que estaba situado en las cámaras altas y ventiladas de la propia vivienda, que servían de dormitorios. La carne para el chorizo y el salchichón; la sangre para la morcilla; las partes del hocico, orejas, ternillas ect… para la salchicha; el hígado, corazón, pajarillas, para los chicharrones. En todas estas tareas eran las mujeres las que participaban de forma activa desde el limpiado de tripa, hasta la elaboración de los embutidos. http://historiadefuentealamo-jaen.blogspot.com.es/2013/12/la-ganaderia-ii-parte-las-matanzas-y.html 
Crescencio Funes en el aderezo de aceitunas. Foto familiar
Los mantecados, los pestiños, los roscos caseros, las aceitunas aderezadas, resoli, el jabón de sosa cáustica, o las famosas papuecas que cada martes se degustan en el Centro Social  ect… Podríamos elaborar una lista amplia de productos artesanales y caseros elaborados en Fuente Álamo, y que actualmente todos los martes en el Centro Social, las mujeres fuentealameñas se encargan de recordarlo, de pero vamos a tratar especialmente:

   El picón o carbón de olivo de producción propia, se elaboraba una vez talados los olivos y separados los palos de las ramas; éstas se juntaban en lugares estratégicos formando montones que eran bien aplastados. Luego se prendían fuego de forma controlada, para lo cual se preparaban garrafas y cubos de agua alrededor de cada montón, y cuando la llama se elevaba, se apagaba con agua vertida con una regadera, y a así sucesivamente hasta que hojas y ramas quedaban carbonizabas. Después, con un palo se desmenuzaba o picaba el carbón. Una vez totalmente apagado, se introducía en sacos de plástico del abono o de papel de la harina, bien atados para evitar la combustión. Con este producto se evitaba el consumo de gas o electricidad y se mantenían las casas calientes en el frío invierno de Fuente Álamo.

sábado, 6 de junio de 2015

RINCONES O LUGARES ESPECIALES EN FUENTE ÁLAMO. V



EL RUEDO Y LA VILLA ROMANA

Mucho tiempo antes de que a finales de los noventa fuese descubierta la Villa Romana, ya para nosotros, los fuentealameños, era un lugar misterioso y con cierto gusto a prohibición. En mis notas que conservo del 29 de agosto de 1979 y como una especie de anticipo al gran descubrimiento que se produciría dos décadas después, reseñaba: “Parece ser que el pueblo estuvo asentado anteriormente en el lugar denominado Ruedo, pues son numerosos los restos de tejas partidas, yesos, ect… También son numerosas las monedas antiguas encontradas en esta zona, concretamente en un olivo denominado por ello, El Olivo del Tesoro”. Todos los fuentealameños intuíamos que allí había habido algo, pensando siempre en los “moros”, por las monedas y objetos que iban apareciendo sobre todo en los alrededores del referido olivo, pero sin sospechar para nada de los romanos.
 Era un lugar especial, por el agua tan fresca que emanaba en aquel estanque, por su llanura y por su cercanía a la Torre y a la Mina. Era para jóvenes y niños un lugar prohibido, por la tentación de comer las frutas de temporada que se criaban alrededor de aquel estanque y por los baños a “escondidillas”. Quizás era esa prohibición la que provocaba entre nosotros una mayor curiosidad en conocer y visitar el lugar, y eludir la vigilancia de su guarda Juan Aguilera “Gazpacho”, cuando la zona era propiedad de D. Francisco Serrano del Mármol y posteriormente José Pedro “El Alcalde”, cuando fue adquirido por un tal Domingo “El del Ruedo”. Su estanque de aguas frías y escasas agarraderas ocasionó algún susto o disgusto, entre otros a Juan Pérez Vera, “Capullo de la Sancha”, que estuvo a punto de ahogarse. Sus guardas lograron “pillar” a algún niño, guardarle la ropa y crujirle el “ato”, mientras se intentaba escabullir enganchándose en las escurridizas agarraderas que había en los bordes; entre ellos, según cuenta de propia voz, Quisco Pérez “Cantares”.
Lo histórico del lugar se iba a descubrir casualmente como consecuencia de las obras de intersección de la carretera A-339 con la aldea de Fuente Álamo, como hemos dicho en los años noventa del siglo pasado y que supuso la paralización de las obras. Se descubriría un asentamiento romano de gran entidad, así como otras estructuras anejas como una mina explotada en época romana, una necrópolis asociada al asentamiento romano y otro asentamiento bajomedieval con su correspondiente necrópolis.
El asentamiento romano correspondería a una villa de grandes dimensiones, que entre sus actividades económicas incluía la explotación minera (según parece atestiguar la existencia de algunos nódulos de limonita y el abundante carbón de encina detectado) y un importante complejo productivo rural, centrado en la producción agrícola y metalúrgica. La organización espacial de esta villa es desconocida, no obstante se sabe por evidencias superficiales que se trata de una entidad compleja con una extensión aproximada entre 3 y 5 ha (incluyendo la mina). Se han observado estructuras de gran porte y calidad constructiva (grandes muros de sillares procedentes probablemente de las canteras próximas, columnas, etcétera), junto a otras de usos directamente productivos (balsas, cisternas, almacenes, etcétera), apreciándose una superposición y reutilización de elementos ya desde el siglo I de nuestra Era. Relativamente cercana a la zona de hábitat romana se localiza una necrópolis asociada a ésta que se inicia en el período republicano. En las excavaciones realizadas en la parte romana se han documentado elementos que indican la actividad que en ellos se realizaba, como balsas y piletas de decantación, piedras de molino, “doliae” y la presencia de nódulos de limonita junto a abundante carbón de encina, como ya hemos señalado. También se han registrado diferentes pavimentos que indican diversos niveles de ocupación. Junto al material altoimperial romano se han detectado artefactos de época bajoimperial, visigoda y califal.
De época bajomedieval, de los siglos XIII y XIV, pertenece una torre medieval. Igualmente la necrópolis musulmana fue objeto de las excavaciones arqueológicas, hallándose 70 enterramientos depositados en posición de decúbito lateral derecho, con los brazos y las piernas ligeramente flexionados. Se encontraban sin ajuar, orientados norte-sur, pero mirando hacia el este. Se fechan en torno a los siglos X y XI d. C.

LA PANORÁMICA DE LA ERA DE LORE.


 ¿Quién no se ha sentado en el borde de la era de Lore? Mirador natural de Fuente Álamo, modelado por el hombre, para cubrir sus necesidades.  Era un lugar que te hacía sentir más libre y más alto, porque el campo visual era tan amplio, que no sólo abarca Las Escalerillas, La Torre, el molino de aceite, la Fuente, el tejado de la Iglesia, la Panadería, la Escuela… sino que se perdía por las Sierras de la Hortichuela, la Sierra de Vizcantar, tras suya la Tiñosa y las Sierras de las aldeas de Priego (El Poleo, La Higuera, Castil de Campos…), y la Sierra de San Pedro dirección a la Rábita, etc… Proporcionaba la sensación de no tener límites, por no tener ninguna barrera como impedimento visual ni físico, que te protegiese de la caída al vacío. El hecho de situarte al borde de la era ya suponía una subida de adrenalina, pues la caída al precipicio se sentía cuando se estaba erguido, y te bajaba progresivamente en el momento que se bajaba el centro de gravedad al sentarse en el mismo borde.
Desde la Fuente, mirando de abajo a arriba, se podía observar un semicilindro, erigido de mampostería de piedra irregular, rodeado de chumberas, higueras y almendros salvajes “fuertes” y de pitas con sus esbeltos tallos centrales que aumentan la sensación de altura.
 Se sacaron muchas cosechas de cereales y legumbres en ella, pues su orientación era ideal para las embestidas del viento. El altillo que había en su parte superior servía para guardar los utensilios de la trilla. Su difícil acceso hizo que su utilización en el tiempo no fuera prolongada. Solo se tenía acceso a través estrechas y serpenteantes veredas polvorientas en verano y embarradas en invierno, bordeadas de hierbas secas o verdes según la estación, y por donde sólo pasaban los animales de carga y los paseantes en fila india. Era uno de los pasos obligados para acceder a la Mina o a los Cerros y a las Cuevas.
 Por su parte izquierda o parte norte estaba flanqueada por un tronco de almendro que yo nunca vi verdecer, ni florecer, aunque alguna vez le brotaron unas cuantas varetas en su parte baja. En la base de su borde sur habían unos pequeños huecos entre las piedras que la conformaban, que sirvieron de nido para gallinas, que huyendo de los corrales cercanos de los Ibáñez, Consuelo, Pilar, María del Carmen, Pedro Vega “El Bañero” o Manuel Carrillo, ponían en aquellas oquedades para proteger sus futuros polluelos. En una ocasión encontramos los niños un huevo más grande de lo normal, y los mayores nos decían que era de serpiente, yo creo que era de pava, y lo que intentaban era infundirnos miedo y alejarnos de los nidos.
A finales de los años 70 sus inmediaciones sufrieron un incendio que provocó una alarma general en el pueblo, acudiendo en masa a la llamada del repique de la campana de la iglesia. Se intentó sofocar con agua que se subía  en cubos transportados manualmente desde la fuente, con tierra, y con cualquier ramaje. Siempre se le atribuyó a un juego con cerillas que Paco Anguita, “Huesa”, siendo un niño, experimentó.

Actualmente se ha convertido en un recinto cerrado y privado.