domingo, 5 de abril de 2015

SEMANA SANTA EN FUENTE ÁLAMO



        La Semana Santa en el Fuente Álamo de los años 60 y 70 era muy similar y se reproducía en serie año tras año, con la misma austeridad. Pese a que comentaban muchos en la aldea que el que pagaba bula, podía comer carne, yo nunca conocí a nadie que lo hiciese o que la pagase, entre otras cosas porque si no había dinero para comprar carne, para qué se iba a pagar la bula. Cuentan que en casas más adineradas se hacía.                                            La Semana Santa consistía sobre todo en ayunar el Viernes Santo, pues esto estaba al alcance de ricos y pobres; tampoco se podía mostrar ningún tipo de alegría o júbilo, ni se podía cantar, lo que provocaba a su vez que el soniquete de una canción se metiera aún más en la cabeza. Tampoco se podía escuchar música en la radio, y la tele solo emitía misa. Los niños no nos podíamos pelear ni insultar y menos aún cometer pecados, por lo que la semana se nos hacía un verdadero calvario; y en cuanto a lo gastronómico, que era lo mejor, los platos típicos del Viernes Santo eran: el potaje de garbanzos y habichuelas, tortilla de espárragos trigueros o de collejas, bacalao rebozado, y flan o arroz con leche de cabra. Pero lo que era la pasión cada uno llevaba su penitencia como podía.
 También era tradicional que las vecinas se invitasen a tomar una copilla de Arresoli de café, que Pilar Cabello hacía tan rico, acompañado de una magdalenas cocidas en la panadería de Antonio Fuentes o de unos pestiños caseros. De esta manera, unas 10 ó 15 mujeres hacían el vía crucis de casa en casa, mientras que los hombres en el bar jugaban a la brisca, porque al subastado o al tute no se podía “cantar las cuarenta”. Eso sí, el Viernes Santo era el único día respetado para el trabajo. Repito que con ello no quiero decir que no existiera una verdadera fe católica, pero al no estar representada en procesiones, cada uno la llevaba a su manera.
Aquella tranquilidad incitaba a reflexionar, entre los jóvenes esto se traducía en la realización de largos paseos por la zona de la Torre o hasta la Era de Clavijo, en participar o presenciar el tradicional partido de fútbol, en jugar a juegos como el quemao o matao en la carretera de la Torre o en las Eras, que aunque estaba prohibido ese día “matar”, era el momento de apuntar con la pelota al niño o niña que te caía mal. También se podía pasear en bicicleta o después  montar en motos y recorrer las aldeas vecinas.
  En los años 80 y 90, con los nuevos aires liberales,  lo que hasta entonces era una semana luctuosa y de reflexión por la muerte de Jesús, se convirtió en una fiesta más, donde se podía ir a discotecas a bailar. Recuerdo que algunas discotecas todavía no abrían, por lo menos en Viernes Santo, pero el “Agujero” comenzó abrirse esos días en la década de los 80; aunque muchos jóvenes preferían salir de la aldea y hacer el vía crucis en el Land Rover largo color blanco de Jesús Aguilera, recorriendo desde Almedinilla, Fuente Grande, Alcaudete, Castillo de Locubín y Alcalá la Real. Pero en lo religioso, la participación era más bien escasa y se reducía a una misa. Una vez fuimos a Priego de Cordoba sobre el año 1981, Eduardo, Rafalín, que en paz descase y un servidor a tomar algo, pero dado que los bares permanecían cerrados, nos vimos atrapados en las calles por una procesión, en un día lluvioso y de barro, que hacía que los costaleros no pudieran mantener la imagen equilibrada. Nuestra colaboración no hizo otra cosa que desestabilizar más el paso, por lo que nuestra buena voluntad, junto a otros muchos, no era necesaria. Se oía decir que normalmente la imagen las podían llevar 8 ó 10 personas y allí estaríamos 40 ó 50  mal avenidos.
 En la aldea, durante la Semana Santa, se veían en la calle y en los campos, espárragos y flores silvestres (jaramagos, amapolas, avena…), olía a hierbas, y las lacenas de las casas a pestiños y magdalenas recién hechas guardadas en una canasta de varetas. También se sentía que algo trágico había pasado o podía pasar,  mi madre decía: “siempre tiene que pasar algo malo en estos días señalaos”. Por contar algunos, más fruto de la casualidad que del día en sí, recuerdo un viernes santo de aquellos años setenta, en el que Juan José Carrillo o Antonio Jiménez lanzó una piedra, o más bien un pequeño trozo de ladrillo con filos cortantes, que impactó sobre la ceja de Julito La Rosa, que le convirtió en mártir aquel Viernes Santo, más bien parecía el Ecce Homo, por la cantidad de sangre que surtía desde la ceja, pero fue duro y no derramó ni una sola lágrima, ni incluso cuando le daban los puntos sin ningún tipo de anestesia,  como si se tratase del mismo Jesucristo. Aquello que mi madre auguraba de manera tan fatalista, no tenía por qué ser así, pero en mi caso, otro Jueves Santo del año de 1980, en concreto el 3 de abril, lo recuerdo especialmente por la lesión que sufrí en un tobillo jugando al tradicional partido de fútbol en la era de Clavijo. El lugar estaba lleno de piedras por lo que se lo puse muy fácil a la providencia divina. Del esguince fui curado por el Cabrero de los Chopos, tras lo cual, fui llevado en aquel Land Rover de la familia conducido por mi hermano Antonio y mi amigo José Aguilera “Cholo”. Sigo pensando que me hubiese ocurrido igualmente cualquier otro día.
La Semana Santa, es una buena época para buscar espárragos trigueros, y recuerdo bien otro Viernes Santo, sería el de 1971, porque mi madre guardaba luto de mi abuelo Matías recién fallecido, y para “salir de aquel luto”, nos dispersamos toda la familia por los cerros del Peñón y Cornicabra en busca del espárrago perdido. Un Viernes Santo más.
Durante la Semana Santa del año de 1980, estando en la recolección de la aceitunas en la zona de Lucena, la cuadrilla fuentealameña formada por Silverio Salazar, Antonio Pérez “Nono”, Juan Aguilera “Agüelajo”, y yo mismo, coincidimos con una cuadrilla de Puente Genil, bastante atea. El mayor de ellos decía: “La Semana Santa en Puente Genil, era muy pesada, pues todo el día estaban con los muñecos para arriba y con los muñecos para abajo”. A mí aquella expresión me chocó bastante, no concebía que se pudieran comparar a la Imágenes con muñecos. Todavía no lo concibo, porque el respeto a las tradiciones, cultura y sobre todo religiosidad debe existir, así como el respeto al ateísmo y al descanso que ese hombre necesitaba para ir al otro día a trepar aceitunas.

En los noventa, los que no se quedaban en el pueblo, se iban procesionar a Alcalá la Real o a Priego de Córdoba. A principio de siglo XXI, con la llegada de aquellos jóvenes que se alojaban en la escuela, la Semana Santa tomó otro sentido para la gente mayor, y el salir en Vía Crucis por la calles de Fuente Álamo supuso el vivir la pasión de otra forma diferente, mucho más participativa, sobre todo por parte las mujeres. Los hombres, mientras tanto, esperaban la procesión en la puerta del Bar de Paco, diciendo que era la “Procesión del Silencio”, por el número de personas que iban en procesión, sin acompañamiento de  ningún tipo de instrumento de percusión o viento metal y menos aún de ellos. Algunos de aquellos jóvenes, recientemente,  recuerdan su paso por aquellos años por la aldea, aquí dejo un cometario en el blog de Alfredo Bueno: “Hola, me llamo Alfredo y estuve en Fuente Álamo en la Semana Santa de 2001 colaborando en las fiestas religiosas. Éramos un grupo de chicos y chicas que íbamos con un fraile que realizó las misas de la Semana Santa ya que según recuerdo el párroco llevaba varias iglesias de pueblos cercanos como La Rábita y en cada uno de ellos fuimos un grupo de gente. A mi me tocó Fuente Álamo y la verdad es que recuerdo con mucho cariño a la gente de allí por lo bien que nos trataron, alojándonos en el edificio de las escuelas, invitándonos a merendar y a desayunar... Tengo algunas fotos de aquellos días. Muchísimas gracias a todos los vecinos de Fuente Álamo”.


       LES DEJO CON UNOS DIVERTIDOS VÍDEOS, MUY ÚTILES PARA ESTOS DÍAS. 


         FASES EN LA RECOLECCIÓN DE ESPÁRRAGOS SILVESTRES:


OBSERVAR
APUNTAR


CORTAR
TRIUNFAR









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