domingo, 16 de noviembre de 2014

EL FINAL DE GUERRA CIVIL EN FUENTE ÁLAMO. LOS PRIMEROS MESES DE “PAZ”.



        A partir de abril de 1939, los nacionales que habían huido o se habían visto obligados a abandonar la aldea (unas 25 familias según la lista que entregó el concejal socialista del Ayuntamiento de Alcalá la Real, D. Salvador Frías Pino, al Alcalde pedáneo de Fuente Álamo, Vicente Aguilera Castillo), regresaron a ella, montados en mulos y agitando banderas al grito de: “Franco sí, Comunismo no”.
 El regreso fue paulatino, algunos volvieron hasta dos años después, pues tras tres años de exilio ya se habían adaptado a otro sistema de vida, (caso de la familia Ibáñez Castillo); regresaron desde Alcalá la Real, Almedinilla, El Cañuelo, Baena, Castro del Río, ect... Comenzaría una nueva convivencia difícil de llevar, relativamente pacífica, pero con ajustes de cuentas y denuncias, donde los perdedores fueron detenidos y represaliados en la misma aldea o algunos fueron encarcelados y llevados a campos de concentración (de Zamora) a espera de su imputación y posterior detención preventiva. Sus esposas y familias tuvieron que convivir con los que les habían denunciado, rogándoles día a día para que informasen bien o avalasen la “buena conducta” de sus maridos, siempre bajo determinados favores. Es el caso de Matías Pérez, el cual comunicó a su esposa, que bajo ningún concepto entregase dinero, ni otras prebendas al entonces Alcalde pedáneo de Fuente Álamo, Daniel Aranda, pues tarde o temprano saldría de prisión. En otros casos el objetivo no siempre se conseguía, pues anteriormente al inicio del llamado Movimiento Nacional habían sido humillados con las formaciones y revistas diarias (tres de ellos, incluso, detenidos durante 3 meses y uno asesinado) y una vez caída Alcalá la Real fueron obligados a abandonar la aldea y dejar sus posesiones en manos de los rojos, por lo que estaban bastante resentidos.
 En Fuente Álamo podemos hablar de dos grupos de fuentealameños: los que fueron vencidos al inicio y  resultaron vencedores al final (nacionales) y los dominadores al principio, que fueron vencidos (republicanos). En el primer grupo estarían los nacionales que tuvieron que huir y que volvieron vencedores y en el segundo los republicanos que durante toda la Guerra se quedaron en Fuente Álamo y que al final fueron vencidos, unos represaliados y otros encarcelados. Con esta entrada intentaremos que Fuente Álamo también tenga su propia memoria histórica, que todos debemos conocer, de la que debemos aprender, para que no vuelva a suceder.
En la primera celebración del Día de San Antonio después de la Guerra Civil, el 13 de Junio de 1939, se cuenta que aquellos que la ganaron, en concreto algunos de los que estuvieron a punto de morir en manos de los milicianos como Juan León Castillo, Juan Gutiérrez Pérez y su hijo Matías, detenidos 3 meses, organizaron la fiesta y le ofrecieron una misa al Santo, en agradecimiento a la suerte que corrieron.
 Cuando volvieron a Fuente Álamo recuperaron las tierras que habían sido colectivizadas durante la Guerra Civil, pero perdieron las trojes que habían dejado llenas de trigo después del verano de 1936, así como los mulos (alguno apareció en Alcaudete, adonde se llevó el grano y el aceite de Fuente Álamo para abastecer a las tropas, unas 16.000 arrobas de aceite del molino de Francisco Serrano), los aperos de labranza y demás objetos, así como ganado de carne y las cabras guardadas en el corral-leñera de Faustino. Antonio “Marineta”, quien antes de marcharse tenía pollos y pavos y cuando se inició la Guerra “los repartió” y se marchó, comenzó a reclamar sus aves al volver tres años después. En casa de Matías Aguilera Anguita “Matías Candio” se identificaban los objetos y se devolvían a sus propietarios. Se juntaron todos los objetos y enseres apropiados por los rojos,  como camas, colchones, sillas, e incluso una bicicleta, que Joseillo Carrillo se la quiso dar a Juan Sánchez Ibáñez siendo un niño, pero su padre no le dejó que la cogiera porque no era suya. A los pocos días, cuenta, que se la quedó el tal Matías. No hubo pocos casos de nacionales que reclamaban los objetos como suyos, y acababan por quedárselos y llevarlos a sus casas. Según Juan Ibáñez: “En el patio de La Torre se encontraban arados, maquinillas, gradas y demás aperos de labor utilizados por la “Colectivización”, y para repartírselos después, los nacionales se liaron a tirones de los ubios, diciendo cada uno que le pertenecían”. También se repartieron los mulos reclamados por sus supuestos propietarios, pues se habían requisado más de siete yuntas, que eran cuidados en el molino de Pedro González “Cañuelos”, donde había unos pesebres. El cuidador era un tal Cerrillo, que era de Cuesta Blanca. En los corrales-leñeras de Faustino Fuente se guardaban cabras, Blas Zamora quiso llevarse alguna cabra que se encontraba encerrada allí, y se lo impidió la esposa del ex-alcalde republicano, diciendo que no era suya. Varios objetos y enseres  fueron sustraídos de los cortijos y casas, como el robo de una cama del Cortijo de la Cornicabra, que Félix Carrillo quiso atribuir a Antonia Pérez Vera, que lo negó rotundamente. Mateo Pérez Lizana, una vez detenido, reconoce que se había llevado una máquina de coser de la casa de Antonio Aguilera, que luego devolvió a su propietario, o Fernando González Arjona reconoce que unos milicianos rojos le entregaron una cuna, cuatro sillas y una tinaja, que devolvió al dueño del cortijo de Clavijo; Vicente Ramírez Valverde dice que “se marchó a Alcalá la Real, pero que una vez liberado por los nacionales,  encontró su casa saqueada a la vuelta, sin saber expresamente quienes fueron”. También está el caso del molino de aceite de Francisco Serrano del Mármol, o el molino de harina de Faustino Fuentes, quienes una vez terminada la Guerra se apresuraron para recupéralos. Así, el 12 de abril de 1936, presenta denuncia Don Paco, quien manifiesta que a mediados de Agosto de 1936 le fue incautada la fábrica de aceite y sus tierras. También se recuperaron otras tierras incautadas, dos fincas de Don Juan Díaz Aguilera denominadas los Cortijos Alto y el Coscojal, otra de Don Francisco Córdoba denominada el Baño y la Vega de de la Fuente de la Encina y de un Cortijo Clavijo, propiedad de la beneficencia municipal de Alcalá la Real, en los cuales se colocaba unos banderines rojos para indicar que estaban incautadas.
Los republicanos fueron sometidos a procedimientos sumarísimos de urgencia, comenzando por el Alcalde Pedáneo, Vicente Aguilera Castillo, quien fue detenido el 8 de abril de 1939 en Alcaudete, pocos días después de finalizar la Guerra y enjuiciado en el procedimiento Sumarísimo de Urgencia nº 44723. El 20 de Agosto de 1940, se le recibe declaración en calidad de imputado, manifestando tener 40 años de edad, casado, de profesión ganadero, reconociendo que desde el año 1931 estaba afiliado a la U.G.T. y que el año 1932 fue tesorero; ocupando el cargo de Alcalde de la Aldea de Fuente Álamo desde el año treinta y dos, hasta el treinta y cuatro y después desde las elecciones del 25 de febrero de 1936 al apoderarse las masas del Frente Popular, el cargo lo desempeñaría hasta la terminación de la Guerra en abril de 1939. Fue condenado por un delito de Auxilio a la Rebelión Militar en Sentencia de 29 de mayo de 1943 a la pena de 20 años de prisión, de la que cumplió 6 años en prisión y 6 años de destierro en Lora del Río.


 En el Consejo de Guerra seguido en el Procedimiento Sumarísimo de Urgencia bajo Causa núm. 44.636 del Juzgado Militar núm. 1 de Jaén, fueron procesando conjuntamente Matías Pérez Lizana, Mateo Pérez Lizana y Fernando González Arjona, por el delito de Auxilio a la Rebelión y condenados por Sentencia dictada el 11 de mayo de 1940, a la pena de doce años y un día de reclusión temporal, como autores responsables de un delito de auxilio a la rebelión militar, sin circunstancias. Matías Pérez Lizana, afiliado a la U.G.T. de cuya organización al principio de la Guerra fue Presidente, unos  diez y seis meses; Mateo Pérez Lizana, afiliado a la U.G.T. de cuya organización fue Secretario y Fernando González Arjona, afiliado a la UGT de cuya organización fue Vicepresidente en 1938,  los tres encartados, fueron directivos de le Casa del Pueblo de Fuente Álamo, que funcionaba como Frente Popular.
               José Pérez Lizana en el Procedimiento Sumarísimo de Urgencia nº 59228/1939 fue sentenciado el 8 de Septiembre de 1943, a la pena de seis años y un día de prisión mayor, por un delito de excitación a la rebelión militar, acusado por estar afiliado a U.G.T antes del 18 de julio, ser familia de un dirigente rojo de la Aldea y hacer propaganda de ideales rojos. Pero no se demostró que realizara ningún hecho específicamente delictivo a parte de la reseñada propaganda. Pese a que  el Ministerio Fiscal solicitó pena de reclusión perpetua a muerte por haber servido de interprete del  sordomudo Leocadio Anguita López, “Parraco” y que fue asesinado por un jefe de una unidad militar republicana, instalada en fábrica de Don Paco, no se llegó a demostrar tal hecho y tampoco fue condenado por ello.
            En el Procedimiento Sumarísimo de Urgencia nº 15. 839 por rebelión militar son enjuiciados Antonio Moreno Vera, Guillermo García Zamora, José Pérez López,  Marcelino Ramírez Zuheros, Antonio Cano Ruiz, José Pérez Roldán, y José Fuentes García, fundamentalmente por ser los últimos dirigentes del Comité del Frente Popular pertenecientes a la U.G.T a través de la Sociedad Obrera de Trabajadores de la Tierra «La Espiga Floreciente» de Fuente Álamo, afiliada a la  FNTT-UGT, en concreto, Antonio Moreno Vera, Secretario; Guillermo García Zamora, Vocal, aunque dice que no llegó a tomar posesión del cargo, José Pérez López, Vocal, le pusieron porque los dirigentes se marcharon al frente, Marcelino Ramírez Zuheros, afiliado a la U.G .T. desde que se inició la Guerra, llegando a ocupar el cargo de Vice-secretario, en su declaración no lo reconoce; Antonio Cano Ruiz, después del Movimiento se afilió, ocupando el cargo de Tesorero, en su declaración manifiesta que no llegó a tomar posesión del cargo; José Pérez Roldán, afiliado después de iniciarse el movimiento, ocupando en cargo de Vicepresidente;  y José Fuentes García, natural de la Grajeras y vecino de Las Grajeras, con posterioridad al Alzamiento se afilió a la U.G,T. desempeñando el cargo de vocal en el sindicato de colectivización de tierra de Fuente Álamo. Todos ellos estuvieron en prisión preventiva desde 25 de mayo de 1939 y finalmente absueltos y puestos en libertad el 20 de diciembre de 1939, pero obligados a permanecer en un Batallón Disciplinario de Trabajadores.
               Francisco Alba Serrano, es enjuiciado en el procedimiento Sumarísimo de Urgencia nº 16.509. Se procesa conjuntamente con Juan Funes Mesa, iniciándose la instrucción de la causa el 9 de mayo de 1939. No se enjuician a Victoriano Expósito Romero (a) Rana; Justo Gutiérrez Vera (a) Pipo; Teodoro Pérez Sáez (a) Pavillo, encartados en la misma causa, pero no en todos los hechos, por estar encuadrados en el Ejército Rojo y no habiendo regresado todavía. El 21 de julio de 1937  Manuel López de la Rosa,  de 43 años de edad, labrador, natural de Alcaudete, fue asesinado en el lugar llamado Carril de Santa Casilda. Los presuntos partícipes, aunque no quedó demostrado que fueran autores materiales, fueron: Francisco Alba Serrano, Vicente Vera Moreno  y Valentín Olmo del Sabariego. El 1 de marzo de 1940 se dicta sentencia en la  que se condena a Francisco Alba Serrano a la pena de muerte, como autor responsable de un delito de adhesión a la rebelión militar, con las agravantes apreciadas.
                   En cuanto a las esposas, madres o hermanas de los republicanos, fueron humilladas públicamente (como era frecuente en tantos otros lugares) y se les hacía tomar el potente purgante de aceite de ricino mientras, peladas, les hacían pasear por las calles del pueblo semidesnudas con la burla de una algarabía que les seguía. Entre ellas a Tía Pepa Moreno (esposa de Eusebio Vera Castillo por los hechos cometidos por su hijo Vicente Vera Moreno, quien murió en el frente de Teruel y presuntamente partícipe en el mismo caso de Francisco Alba Serrano), y sus hijas Josefa Vera Moreno, “La Pepilla” y Sancha Vera Moreno (esposa de Joaquín Pérez González), Dolores Cano Ruiz (esposa del alcalde Vicente Aguilera), Antonia Pérez Vera (esposa de Matías Pérez, presidente del Comité), Florentina Nieto Peinado (esposa de Antonio Cano Ruíz, tesorero), Encarna Martos “La Perejila” (esposa de Rafael Moreno Ibáñez “Perote” presidente antes del inicio de la Guerra), Francisca Padilla, (Antonio Castillo Padilla, “Caejo”, vocal y a quien se señala que fue a la tienda de Casimiro Vázquez). Como anécdota o gracia, si es que la tiene, cuentan los más viejos de la aldea que la más lista, fue la Paula (esposa de Juan Antonio Ávila Serrano “el Zorrero”), pues guardó la melena cortada y se la puso después. Las demás tuvieron que taparse la cabeza con pañuelos negros. Seguramente la lista fue más grande, pero no poseo más datos respecto a las mujeres, pues sólo se han obtenido de oídas, aunque seguramente fueron algunas más y sirva este recordatorio para hacerle su homenaje  por tan grave humillación.
               Los republicanos, conforme iban siendo detenidos, eran llevados a campos de concentración en Zamora. Aunque en la documentación consta así, la verdad es que no está totalmente contrastado, si bien la denuncia de un paisano se hace desde allí, y se indica que en dicho campo se encuentran los detenidos a espera de juicio: Vicente Aguilera Castillo, Matías Pérez Lizana, Mateo Pérez Lizana, José Pérez Lizana, Fernando González Arjona, y otros son detenidos y llevados Alcaudete desde donde son trasladados a la prisión provincial de Jaén:  Antonio Cano Ruiz, Antonio Moreno Vera, Guillermo García Zamora, José Pérez López, Marcelino Ramírez Zuheros, José Pérez Roldán, y José Fuentes García. Otros aparecen declarando o más bien denunciando desde el Campo de Concentración de Zamora: , que después estuvo preso en Alcalá, pero no consta su enjuiciamiento, al igual que Rafael Moreno Ibáñez, Joaquín Pérez González, Domingo Vera Viana, quien consta que estuvo preso en la cárcel de Alcalá la Real,  Vicente Vera Moreno, pues falleció en el frente en la Batalla de Teruel, Antonio Castillo Padilla, “Caejo”, (a quien se señala que fue a la tienda de Casimiro Vázquez). Justo Gutiérrez Vera, fue encausado en la Causa núm. 1.009/39 y condenado a muerte, cuyo nombre consta en el monolito del Cementerio de Alcalá la Real y cuya causa está pendiente de consulta en los archivos.
Otros huyeron a Francia como un hijo de Arévalo, o Marcos Moreno, quien perteneció, según cuentan en el pueblo, a la Guardia Personal de Juan Negrín.
Con los encarcelamientos durante la posguerra, también se produjeron abusos sexuales (o al menos intentos) sobre las mujeres de los condenados mientras estaban sus maridos presos, con promesas falsas de liberarlos. O en otros casos la prepotencia de los nacionales hacía más fácil el acceso carnal sobre las mujeres. Son muchos los casos conocidos en Fuente Álamo, o al menos las sospechas fundadas, pero en base a preservar el “honor” de las personas no se hará mención a ello.
No se haría justicia total sin nombrar aquellas veintitantas familias que al inicio de la Guerra, desposeídos de sus bienes se vieron obligadas a abandonar la Aldea: Lorenzo Ibáñez Jiménez (Castro del Río), Faustino Fuentes Aguilera (Almedinilla), Francisco Ibáñez Castillo (Baena) Pedro González Ruiz (El Cañuelo de Priego), Francisco Jiménez Calvo (Alcalá la Real), Matías Aguilera Anguita ( Alcalá la Real), Crescencio Aguilera Anguita (Alcalá la Real), Leocadio Anguita López, (Alcalá la Real), Antonio Aguilera Aguilera, (Almedinilla), Genaro Fuentes Moyano (Alcalá la Real), José Carrillo Rufián, (Alcalá la Real), Daniel Aranda Villén, (Alcalá la Real), Vicente Ramírez Valverde, (Alcalá la Real), Rafael Sánchez Arenas, José Sánchez Arenas, Ángel Pérez la Rosa, Juan Gutiérrez Pérez (Lucena), Matías Gutiérrez, Juan León Castillo, Blas Zamora, Antonio Ramírez, del Cortijo de la Cornicabra, (Alcalá la Real), seguramente se quedará alguna en el camino.

Las primeras cosechas recogidas por los nacionales traían el trigo al molino y repartían el pan sólo para ellos y el resto que sobraba para los rojos. Juan Ibáñez reconoce que ellos tuvieron suerte, pero que era una cosa mal hecha. El racionamiento en el pan, el aceite, ect…, no era igual para los vencidos que para los vencedores y si sobraba alguna ración de pan, iba a parar a boca de estos últimos, pasando hambre los vencidos, cuyas familias tenían que ir a comer a los dos centros de reparto: El Molino y la Solana. Las diferencias eran tales que, como ya hemos contado, en los cortes de siega había dos cántaros de agua: uno para los rojos y otro para los fascistas. 

martes, 4 de noviembre de 2014

UN DIA DE ESCUELA EN “EL COTO” EN LOS AÑOS 70. EL TRANSPORTE ESCOLAR EN FUENTE ÁLAMO.



          Sobre las ocho y media de la mañana, oíamos una voz, y digo una voz porque solamente necesitábamos en aquellos tiempos una llamada de nuestros padres, para dar un salto de la cama, levantarnos y vestirnos. Seguidamente nos lavábamos la cara como los gatos, nos tomábamos un tazón de leche de cabra con sopas de pan o de leche condensada, cuando la cabra carecía de ella. Recogíamos la “cartera” del mismo sitio que la habíamos dejado la tarde del día anterior, porque los deberes por entonces no existían o eran otros. Cuando desde nuestras casas escuchábamos el motor de “La Chacharreta”, calculábamos rápidamente, el tiempo que tardaba desde La Piquera hasta La Fuente, (que era desde donde daba la vuelta), para salir corriendo y cogerla en una de las dos paradas que había: La Piquera o La Fuente.
 Sobre las nueve de la mañana partía desde Fuente Álamo “el autobús” con unos 30 ó 40 niños y niñas para realizar un trayecto tortuoso y lento que duraría una hora para recorrer tan sólo 12 kilómetros y recoger otros 20 niños y niñas de los cortijos. Hay que decir que número de viajeros escolares disminuía considerablemente durante la campaña de la aceituna, por razones obvias. La primera parada la realizaba en la Casa de la Huerta, para recoger a la niña del Cortijo del Llano (Mercedes Pérez) y Domingo Ortega (de Rayo); la segunda en Las Revueltillas, donde algunos días, no todos, se recogía a Antonio Expósito y a las niñas de Andrés Vera, (que después se vinieron a vivir a Fuente Álamo). La siguiente era una verdadera parada, pues en El Peñón se incorporaba un grupo importante de colegiales: Inés, Romualdo, Josefa, María del Carmen, y algún año después Juan Carlos y alguno que otro que se me olvidará. Había una segunda parada en El Peñón a la altura de la casa de Esteban, dependiendo del autobús y el día, pues allí se incorporaban los nenes de Justo (Pepe, Justo, Elena…), Juan y María del Carmen Vera y Antonio Pérez (de Eugenio), quienes podían andar perfectamente de 2 a 3 kilómetros en subida hasta alcanzar la parada, que era provisional. Esto era para evitarle al autobús una parada-arranque y subida en brusco, de manera que el conductor buscaba una parada en un falso llano que había un poco más adelante del referido cortijo; pero a la vuelta como era cuesta abajo, sí se les podía dejar más abajo y más cerca de sus casas, “eran tiempos en los que se miraba por la salud de los niños, a la vez que por la vida de los motores de los autobuses”. Continuábamos la ruta sin parar durante 1 km aproximadamente por aquella quebradiza carretera, al principio de piedra con sus baches, que fue alquitranada sobre mediados los 70, hasta llegar al punto kilométrico 4, establecido en Las Pozuelas, donde ocasionalmente se bajaban o montaban unas niñas de Julio de Las Pilas. El recorrido ahora iba a ser más corto, pues tras unas curvas aparecía una recta, poco antes de llegar a La Setilla, donde los hijos de Marín y Trinidad (Juan Manuel y Merce) se incorporaban. A partir de aquí ya no iba a haber más paradas hasta lo más alto de Las Albarizas, y no porque no hubiese niños en las zonas, sino porque la carretera ascendía y el motor del autobús sufría por el esfuerzo, teniendo que subir los niños hasta donde se llaneaba la carretera, es decir en lo alto de Las Albarizas. Se hacían algunas excepciones los días de lluvia y barro. Allí se montaban las niñas de Juan Pulido, el del cortijos de los Reventones (María del Carmen y Mercedes), los niños de Lorenzo del Cortijo de los Cierzos (Lorenzo y Aurora), los del Cortijo de Amelio hijos de Felipe Valverde y Teófila, (Andrea, María del Carmen, Juan Antonio, Rosario), los niños mayores de José de la Tabernilla (José Luis), el hijo de Tomás Zurrón (Miguel Ángel), los hijos de Nazario (Marcelino y Dolores), del Cortijo del Coscojal Alto también venía andando hasta allí, José Luis (piano), con su buena cartera de cuero. Desde Cañada Honda, subían los hermanos Antonio y José. En el cortijo de Dionisia vivían los hermanos Cobo: Francis y Antonio. En el cortijo de las Albarizas vivió un poco tiempo Paquillo que también se incorporada en esa parada. Desde Las Albarizas Bajas bajaban los hijos de Galindo: José Antonio. Todos ellos tienen un gran mérito pues tenían dos horas más de clase de gimnasia, todos los días a primera y a última hora. Una vez que el autobús bajaba y cesaba de rugir, se dejaba caer hasta la altura del Cortijo del Toro, donde los hijos de Custodio y Dorotea (José y algún hermano menor) se montaban, pero ya casi con tres cuartos de hora de ventaja para dormir. El autobús seguía su ruta hasta el Bermejo, donde los Lara Peinado (Fernando, María José, Paquita y Antonio), las niñas de Custodio Peinado y los niños de su hermano Antonio (Visitación y los Rubios) serían los últimos en incorporarse y los primeros a la vuelta en bajarse, aunque la mayoría de las veces hacían el trayecto de pie. Sin embargo fueron más afortunados en aquel día de invierno de 1970 del que ahora hablaremos.
   Después de este tortuoso viaje en el que daba tiempo a estudiar dos o tres temas de Ciencias Sociales, el autobús desembocaba en la carretera de Priego y recorría unos 5 kilómetros ininterrumpidamente hasta llegar sobre las 10 de la mañana a los Colegios Nacionales Cormarcales “El Coto”. El viaje era agotador, fatigoso, al igual que la descripción que acabo de hacer, pero lo he hecho a propósito con el fin de hacer un pequeño homenaje a todos esos niños, y si me he olvidado de alguien, que me perdone y mediante los comentarios me lo puede hacer saber. No puedo dejar de hacer mención algunos de los niños que he nombrado que tristemente se han bajado del autobús de la vida, como Miguel Ángel Zurrón, Antonio Nieto, Juan Manuel, cuyos apellidos no recuerdo y que era hijo de Marín y Trinidad, Visitación Peinado y su prima hija de Custodio Peinado, Juan Carlos Carrillo, Juan Antonio Valverde, espero de no olvidarme de nadie.
Creo que los niños de Fuente Álamo siempre fuimos más desafortunados que los de otras aldeas, y digo esto porque debido a la carretera estrecha de piedras y baches, la empresa de transportes siempre mandaba el peor de los autobuses, desde la Chacharreta, con aquel morro alargado, sus asientos-sofá de madera forrados de eskay donde nos sentábamos 4 niños  y sus ventanillas correderas, donde el privilegiado que la pillaba podía sacar la cabeza y brazos, aunque estaba prohibido.  Cuando falleció Chacharreta, fue sustituida por aquel autobús con la parte frontal y trasera redondeada, que conducía Manolo, el hermano de Miguel Contreras, y que ya sí tenía asientos individualizados y unos escondites peligrosos en la parte de atrás. Después apareció la Setra Seida, pero la pequeña.
Un invierno del año 1970, (curso70-71) el autobús que transportaba a los alumnos desde el colegio de Alcalá la Real quedó atrapado en la nieve en el cruce de Fuente Álamo con la carretera de Priego, y el conductor abandonó no sólo el autobús, sino a los niños y niñas de edades comprendidas entre 7 y 14 años, quienes tuvieron que andar siete kilómetros cubiertos de nieve. Los más pequeños, incluso estuvieron a punto de la congelación. Si bien para algunos niños mayores fue un motivo de alegría, llegando a jugar con la nieve, para los más pequeños, fue un día que tardaron en olvidar, y si bien hubo leves quejas por parte de los padres, ello no supuso ningún tipo de sanción al conductor, ni a la empresa  Autocares Contreras; eran años en los que el conformismo actuaba como una venda en los ojos de la gente, sólo los maestros señalaban y decían “esos eran los pobres niños que dejaron abandonados en la nieve”.

En definitiva fueron muchas horas, muchos días y muchos años, (en concreto, yo  7 cursos) viajando en aquellos autobuses. Muchas experiencias, que con el paso del tiempo las vemos con otra perspectiva, ahora inimaginables, pues no parábamos de hacer travesuras: no nos sentábamos, sacábamos los brazos y cabeza por las ventanilla, cogíamos las ramas de los almendros, olivos, retamas, gayumbas, ect… que se encontraban en las orillas de la carretera, comíamos chupachups, cosa prohibida por lo del palillo, masticábamos chicles que luego pegábamos debajo del asiento, nos peleábamos (sobre todo en el último asiento), cantábamos canciones de Camilo Sesto y otros, jugábamos a las cartas o cromos, guiñábamos a las niñas e incluso nos enamorábamos. Algunas de estas infracciones, de vez en cuando, el conductor las veía por el retrovisor interior y nos imponía un castigo, que era más peligroso todavía, y consistía en ponernos de rodillas cerca de él, al lado la palanca de las marchas, o en otras ocasiones, nos bajaba del autobús para que hiciéramos el trayecto andando, ¿eh Vicente, te cuerda? O aquel intento fallido del conductor llamado Isidro, que nos decía que éramos “más bajos que la escarihuela” y nos impuso de sanción el bajarnos del autobús en la Hoya Vásquez, muy cerca de Fuente Álamo, a lo que accedimos con mucho gusto, pero cuando vio que lo hacíamos realmente, salió corriendo detrás de nosotros para impedirlo. Aunque, es cierto que, no consiguió atraparnos a todos, pues alguno salió corriendo por los olivos. ¿Cuánto sufría aquel conductor, que no solo tenía que estar pendiente del tráfico, sino que también debía prestar atención a 40 ó 50 energúmenos? Cuando ya no podían con nosotros subía al autobús Miguelito y no daba un buen rapapolvo, que de poco servía.