sábado, 14 de septiembre de 2013

ILUSTRES DE FUENTE ÁLAMO. LUIS CANO NIETO. “LUISILLO”


    “Luisillo” es un fuentealameño de siempre, nacido y criado en la aldea. Vivió en la calle Escuela, donde también nació;  actualmente vive en la calle Las Escalerillas, zona cercana a la mina. Es una persona afable, amable, cumplida, educada y sobretodo, responsable con sus obligaciones; tanto jóvenes, como mayores han tenido su apoyo y su consejo. Ha educado en estos valores y principios, junto con su mujer, Consuelo, a sus cuatro hijos, quienes han seguido sus consejos y han heredado su carácter y su compromiso con la aldea. Se podían decir muchas cosas más y todas buenas, pero todos los que le conocéis, estaréis  de acuerdo conmigo, que ha sido y es una persona que no ha hecho mal a nadie, sino al contrario, siempre que se le ha pedido su colaboración, ahí ha estado, ayudando a vecinos y familiares. Es un hombre que ha hecho mucho por la aldea, pues cuando eran necesarios pequeños arreglos de albañilería, allí estaba Luis, con su artesa y palustre. Con él se terminó el retejo, o las nuevas tejas, terminaron con su labor. Retejó e hizo pequeñas reformas en numerosas ocasiones a la Iglesia de San Antonio de Padua, a la Escuela y a casi todas las antiguas casas particulares de Fuente Álamo. Su verdadera historia es la que sigue:
 Nació en Fuente Álamo el 21 de febrero de 1928, en la casa que hay debajo de la Escuela, donde su padre tenía una taberna. En esa casa vivió hasta que se casó en 1955. Recuerda que había tres casillas, una de su tío Pepe, otra de su tío Adolfo, y otra de su padre.
La Guerra Civil le cogió entre los 8 y 11 años. Se acuerda que se refugiaba en la Mina, para protegerse de los bombardeos; otros niños y mujeres lo hacían en la cueva de Amor. La mina en aquellos años tendría una longitud que revolvía y se introducía más de 10 metros, a él le contaron que antes se comunicaba con la Torre.
Con su padre estuvo trabajando en la taberna hasta que se fue a la mili, donde despachaba vino, cerveza y aguardiente, que por entonces se gastaba mucho.
Trabajó como todos los niños de su época: desde siempre, y ya cuando tenía unos 14 años, ajustaron a Don Paco Serrano, para segar la Haza de Granada, junto con Marcelino Ramírez Zuheros, y con “Matacán”, que era de Las Caserías y se vino a vivir a la casilla de la Patrocinio.
De mozuelo pretendió, entre otras, a la Pili “de la Bocabierta”, que era muy guapa, y que para hablar con ella por la ventana, se subió en un parral que tenía unos palos podridos, que se quebraron y se “dejaron venir”, pegando de pies en un pesebre y “esollandose” un brazo.
Cuando tenía 20 años (es de la quinta del 49), se fue a la mili, haciendo 3 meses de campamento en Seu d’Urgell (Lérida) y después en Ribes de Freser (Gerona); estando en la mili un total  22 meses. Sirvió con Santiago Cano, “El Alcalde”. De su quinta son también entre otros, Antonio Aguilera Valverde, Juan Ibáñez Sánchez, Antonio Anguita Montañez, Juan Jiménez Pérez, Francisco Expósito Nieto, Manolito González Palomino, Emilio Malagón Ochoa.
Antes y después de la mili se iba a segar a la Campiña (Porcuna, Valenzuela y Lopera) y cuando terminaban allí, se iban a los Montes (Iznalloz.  Domingo Pérez, Dehesas Viejas, Benalúa de la Villas). Hizo una cuadrilla con los Bañeros (Isidoro, Pedro, ect…) y se fueron a la Campiña, con un burro que tenía él (que era muy alto), con Antonio “El Bañero” y con Fernando “El de la Pozuelas”. Estando en Porcuna, recuerda, que se encontraron con José “El Ratón”, el hijo Blas Zamora, que estaba allí de cura,  y les reconoció. El le llamaba José y no D. José, pese a ser sacerdote. Recuerda al cura con su sotana negra y el “duro” en la cabeza. Les llevó a un bar y no les dejó que pagasen, por ser la primera vez que había ido por allí a buscar trabajo. Les encontró trabajo con los hermanos Morente, (Benito y Luis), que tenían tierras también en Valenzuela y en Lopera. Estaban  35 ó 40 días y ganaban unas 300 pesetas al ajuste, pero de sol a sol. Esto sería ya entre el año 1957 a 1960. Después, es cuando se iban a los Montes: Domingo Pérez, Dehesas Viejas, Benalua de la Villas, Campotéjar. En la Campiña se mantenían ellos, pero en Los Montes le daban la comida. En Los Montes eran las cuerdas y en la Campiña, las fanegas. Le pagaban la cuerda a 1.000 ó 1.500 pesetas cada una. Iban desde Fuente Álamo andando, con un burro que él tenía para llevar el ato, la ropa y las hoces. Salían por la mañana y llegaban por la noche.
   Se casó con 27 años, con Consuelo Carrillo Pérez, el 22 de Octubre de 1955, en la Iglesia de San Antonio de Padua.  No recuerda como se llamaba el cura que les casó. Después de la ceremonia en la iglesia se fueron a celebrarlo al cortijo de la Sangraera. En la puerta del cortijo, pusieron unas mesas y sirvieron unos pollos asados, la tarta y también café. Los invitados eran toda la familia, excepto el abuelo José Carrillo pues ya había fallecido. Juntó 6.000 pesetas en regalos. Cuando se casó se fue a vivir a Los Canales, al cortijo de Pepe Villén, que era camionero y tenía un pastor con 300 ovejas. Después se vino y compró la casa de la Escalerilla a un tal Domingo Martín, hermano de Pedro Tangarín.
Cuando partió su suegro, heredó algunas tierras, dedicándose principalmente al campo. Labraba Las Terreras y lo de su padre, con los peones que daba en las aceitunas en los destajos de Fuente Álamo y sobretodo con la obra menor, echaba la “temporá”. No emigró mucho porque su verdadera profesión y vocación era la albañilería; tenía peón casi todos los días en Fuente Álamo. Aprendió el oficio con un tal Andrés de la Rabita y su hermano “El Manquillo”; y después, se puso por su cuenta. Se fue cuatro temporadas a trabajar a la vendimia a Francia y en los años ochenta a La Mancha (La Puebla de Almuradiel),  donde ejerció de padre, tío y tutor de jóvenes (entre ellos del que les relata), quedándose encargado de ajustar y cobrar mi cuenta.
 Siempre tuvo un mulo, que lo juntaba con el de su cuñado Juan Carrillo, para formar una yunta. Después se quedó sólo con su mulo y una ganga, donde el mulo iba enganchado en medio de dos raberos; aunque ya se araba poco y sólo sembraba un poco de verde, pues se puso todo de olivos.
Nunca le interesó la política, pese a que se quedó con un apodo, que el nunca reconoció. El sólo reconoce el sobrenombre heredado de su padre como Ranaco, que por cierto, le venía a su padre de un panadero muy bueno de la Rábita, y fue porque su padre le puso “El Cabo” a Juanico (el padre de Mateo el Guarda), y aquel le puso a su padre Ranaco, pues su padre fue panadero en la casa que vivía Librada. La panadería se la vendió a Francisco El “Pelón”, un hijo de Amor.
Después de tanto trabajar le llegó la jubilación y le dieron una pequeña compensación de Francia que prefirió cogerla de una vez, como dice el refrán de “Sardina que pille el gato, tarde vuelve al plato”. Le dieron treinta mil duros, y de nuevo utilizó el refrán: “Mas vale pájaro en mano que ver un ciento volar”.

            Ha tenido sus enfermedades, como una trombosis, que le hace llevar la “cayá”, pues le dio una parálisis en una parte del cuerpo. Tuvieron que operarle dos veces por problemas de tripas pues se le hicieron nudos; después le salieron hernias. Ahora a sus 85 años está bien, le falla un poco la vista, pero su mente sigue lo suficientemente fresca, como para acordarse de todo lo relatado.

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