sábado, 24 de noviembre de 2012

HOMENAJE A LA MUJER DE FUENTE ÁLAMO. I PARTE (edición revisada el 8 de marzo de 2016)



            En esta entrada intentaré hacer un homenaje a la mujer fuentealameña, reflejar la evolución que ha experimentado, desde aquella mujer propia de un mundo rural machista, en donde su papel en la vida social era escaso, hasta la mujer de hoy, en torno a la cual se desarrolla prácticamente toda la actividad social y cultural de la aldea.
Dividiremos el trabajo en dos partes atendiendo fundamentalmente a la amplitud de miras, en el sentido amplio de la palabra y a los cambios que en ella produjo la emigración de los años setenta a las zonas costeras catalanas, y terminaremos reflejando ejemplos personales de mujeres fuentealameñas en entrada posteriores.

PRIMERA PARTE

Como introducción aportaremos algunos datos relativos al siglo XIX, que evidencian el escaso papel social que tenían las mujeres casadas,  pues ni siquiera aparecían los padrones vecinales. Así, en el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, escrito por Pascual Madoz en el  Volumen I,  de la Edición  de 1845 en su segunda edición 1846 (página 384) contabiliza en Fuente Álamo a 64 vecinos y 252 almas. Vecino era el cabeza de familia, por eso, cuando se hablaba de habitantes, generalizando, se hacía con la expresión de “almas” que incluía a las mujeres casadas. Así, en el año 1845, Fuente Álamo tenía 64 vecinos, pero una población total aproximada a las 252 almas, ya que en los padrones de vecinales no aparecían las mujeres casadas ni los hijos no emancipados.
Otros datos de mediados de siglo XIX, nos dicen que las mujeres eran más asiduas que los hombres a los Baños de Ardales, si tomamos como referencia el año 1.866. Observando los cuadros estadísticos relativos a la condición social de los bañistas y a las enfermedades propias de las que eran tratadas, tenemos:


Condición social de los bañistas
  
Ricos
Hombres
5
Mujeres
7

Acomodados
Hombres
20
Mujeres
149

Pobres
Hombres
6
Mujeres
26


Total
209

Nombre de la enfermedad
Núm. Enfermas
     Curadas
Aliviadas
Sin resultado
Leucorrea
41
12
25
4
Metrorragia
13
4
8
1
Dismenorrea
23
3
18
2
Prolapso de la matriz
5


5

* Estos datos se refieren en general a las mujeres que visitaron los baños, incluidas las de otras poblaciones.

La condición social de las mujeres fuentealameñas de principios del siglo XX, era la propia del mundo rural: atendía la casa y trabajaba en el campo, muchas jóvenes y algunas aún niñas, eran empleadas en las casas y cortijos de las familias más acomodadas o no tan acomodadas pues ya en los años 40, 50 ó 60, no tenían que ser tan ricas para disponer de criadas. Y es que prácticamente se trabajaba por la manutención; en Fuente Álamo podrían ser  más  de una veintena, las familias que disponía de criada. Las jóvenes de las familias más acomodadas, aparte de ser preparadas para ser casadas con un hombre de su misma condición económica y educadas para ser buenas esposas, a algunas se les dio la oportunidad de estudiar e incluso terminar una carrera, como las hijas del maestro.
En los años treinta, los aires liberales de la II República apenas llegaron a las mujeres fuentealameñas, y prueba de ello es que en el Reglamento de la Sociedad Obrera de Agricultores “La Espiga Floreciente” creada el 13 de mayo de 1931 no se contempla la posibilidad de que las mujeres formasen parte como socios; de hecho solamente estaba constituida por hombres. 
               Después de la Guerra Civil, las mujeres vencidas no sólo tuvieron que pagar por los “pecados propios”,  sino por “los pecados” de los maridos, así, más de una decena de mujeres fueron peladas, suministradas aceite de resino y paseadas por la aldea, sólo porque sus maridos fueron declarados rojos, apresados y condenados, o desterrados. Así las esposas, madres o hermanas de los republicanos, fueron humilladas públicamente (como era frecuente en tantos otros lugares) y se les hacía tomar el potente purgante de aceite de ricino mientras, peladas, les hacían pasear por las calles del pueblo semidesnudas con la burla de una algarabía que les seguía. Entre ellas a Carmen Ortega Moyano (esposa de Vicente Vera Moreno y hermana de José Ortega Moyano), Josefa Moreno Ibáñez (“Tía Pepa” esposa de Eusebio Vera Castillo y madre de Vicente Vera Moreno), sus hijas Josefa Vera Moreno, “Pepilla” y Sancha Vera Moreno (esposa de Joaquín Pérez González), Dolores Cano Ruiz (esposa del alcalde pedáneo Vicente Aguilera), Antonia Pérez Vera (esposa de Matías Pérez, presidente del Comité), Florentina Nieto Peinado (esposa de Antonio Cano Ruíz, tesorero del Comité), Encarna Martos “Perejila” (esposa de Rafael Moreno Ibáñez “Perote” presidente de la sociedad, antes del inicio de la Guerra), Francisca Padilla García, (Antonio Castillo Padilla, “Caejo”, vocal). Como anécdota o gracia, si es que la tiene, cuentan los más viejos de la aldea que la más lista, fue la Paula (esposa de Juan Antonio Ávila Serrano “Zorrero”), pues guardó la melena cortada y se la puso después. Las demás tuvieron que taparse la cabeza con pañuelos negros. Seguramente la lista fue más grande, pero no poseo más datos respecto a las mujeres, pues sólo se han obtenido de oídas, aunque seguramente fueron algunas más y sirva este recordatorio para hacerle su homenaje  por tan grave humillación.
               También hay que hacer homenaje a aquellas mujeres que sus maridos se vieron obligados a salir de la aldea y tuvieron sacar adelante sus hijos menores, convivir con las dificultades y con los contrarios, entre ellas Ana Anguita Ibáñez esposa de Juan Pareja Vega y alguna otra que no pudo salir junto a su marido.
               La Sección Femenina del partido Falange Española (luego durante el Franquismo, la FET de la JONS), se encargó sobre todo en las zonas rurales, como Fuente Álamo de adoctrinar a las jóvenes, e inculcarles los valores propios de la sociedad rural; tenían que ser católicas y encargarse de la educación de los niños y servir al marido. Todos recordamos como en las Eras de la Torre se practicaban los ejercicios físicos, actos lúdicos y espirituales. La Extensión Agraria, a través de Doña Concha, continuó con la labor educativa en el mundo rural durante los años 70, celebrando reuniones los fines de semana en la escuela y colaborando junto con el párroco D. Bernardo en la limpieza general de la pueblo, junto con todos los vecinos.
Mientras que el hombre estaba dedicado a las faenas propias del campo y como en la canción de Serrat, de la siega a la siembra se vivía en la taberna, la mujer estaba dedicada al cuidado de la casa y de los hijos, y en sus “ratos libres” al  bordado como labor más importante, junto con el encaje de bolillos, a la vez que cuando el campo le reclamaba, allí tenía que estar. Se bordaban velos que después se entregaban al precio pactado al proveedor. Preparaban el ajuar, con el bordado de sábanas y mantelería, pues antes de los veinte años ya se preparaban para el casamiento. Si al joven fuentealameño era la emigración o la mili lo que le obligaba a salir de la aldea, la mujer no salía hasta que emigraba definitivamente en los años sesenta junto con el marido o con toda la familia.
 La concurrencia a las tabernas les estuvo vetado hasta finales de los setenta, al igual que el consumo de tabaco. No estaba bien visto por la sociedad machista y rural que la mujer entrase al bar, ni en busca de su marido para preguntarle algo o pedirle dinero para las compras, ni menos aún para tomar algo o alternar. Alguna que quiso pedir un “Calisay” para aparentar aires modernos, le costó una buena reprimenda por parte del marido. Si el bar era el lugar de reunión de los hombres, el lavadero, la puerta de la casa al fresco del verano, era el de las mujeres. Acudían con sus canastas de varetas de olivo o de mimbre o barreños niquelados al lavadero que había debajo de la fuente, y cada una contaba mientras lavaba, sus cosas. Era el lugar donde se sentían más libres puesto que allí no iban a encontrar ningún hombre. En el verano mientras que los hombres estaban en la taberna, las mujeres se reunían para tomar el fresco en las puertas de las casas, y por grupos de vecinos situados en distintos lugares.
En el campo fuentealameño la mujer segaba a la par que el hombre y en época de aceitunas el trabajo era doble: no solo tenía que hacer las tareas propias de la casa, sino también trabajar recogiendo las aceitunas del suelo; además de acarrear con toda la familia. La mujer cobraba menos que el hombre, pues hasta la Constitución de 1978 declaró la igualdad de derechos había dos bases laborares diferentes, incluso otra para menores. Discriminación que aún existe de alguna manera.  Sufriendo discriminación no solo en el sueldo, sino en lo penoso de recoger del suelo las aceitunas con las heladas y los fríos, y si algún día avanzaban en la recogida al otro día el señorito las mandaba que se quedarán “cociendo la olla”.  Como hemos dicho la madre era la encargada de criar a  los hijos y tenerlos aseados, de preparar a las niñas para el casamiento, mientras que los padres eran los encargados de enseñar a trabajar a los hijos. 
Han sido y todavía lo son, las encargadas de mantener limpias las calles con su escoba en mano. Cada vecina se encargaba de limpiar su trozo de calle que correspondía a su puerta y así se entrelazaban hasta su limpieza total, y se ahorró al Ayuntamiento de Alcalá la Real de pagar a un barrendero.
También eran las encargadas de limpiar el pilar y encalar en el lavadero, yendo posteriormente de casa en casa solicitando una pequeña recompensa.
               En los bailes y verbenas populares hasta los años 60, si las jóvenes que acudían y que todavía no estaban comprometidas,  les negaban el baile a algún joven que se lo había pedido, éste podía “sentarla”, en el sentido de que esa velada o en algunas piezas, no podía bailar con nadie y tenía que permanecer sentada en una silla, hasta que el joven soltero, se lo permitiese, o la joven le explicara convincentemente la causa que se lo impedía, como pudiera ser, el futuro compromiso con otro joven. Era una forma de mostrar la mujer su compromiso con otro hombre, o por el contrario se interpretaba que el rechazo o negativa a la concesión del baile no tenía fundamentos. En muchos casos tenía que ir el padre y llevarse a la joven a casa para evitar peleas entre los jóvenes por las mozuelas. En el baile el intercambio de la parte masculina de la pareja era habitual y se solicitaba cortésmente, teniendo que responder el hombre saliente con su consentimiento. A estas verbenas las jóvenes siempre eran acompañadas de las madres, que a veces se subían en las sillas para vigilar a su hija y evitar que el novio “se  aprovechase”.


Pese al puritanismo de la época, eran muchos los casos en que la mujer se quedaba embarazada, dada la inexistencia de métodos anticonceptivos. Los casos de infidelidad eran numerosos y las relaciones no consentidas también se producían sobre todo en la época de posguerra.
               La imposición de limitaciones llegaba hasta el punto de que no podían hablar con los pretendientes cara a cara, y las noches se hacía ritual el tener los pretendientes que escalar hasta las ventanas para poder hablar con las mujeres. 

viernes, 9 de noviembre de 2012

HISTORIA DE LA MILI EN FUENTE ÁLAMO. I PARTE (1930-1960). (Edición revisada 19 de Agosto de 2015)



           En Fuente Álamo, como en las demás zonas rurales, la llamada a filas  para prestar el servicio militar era la primera salida de los fuentealameños de la aldea, no obstante, ya vimos en la entrada dedicada a la emigración, como en los años 50  y 60, muchos jóvenes salieron para trabajar antes de ser llamados a filas. Se decía, y algunos estaban totalmente convencidos de ello, que se iban para “hacerse hombres”, en este sentido se pueden ver las dedicatorias que Dorotea Lizana mandó a su hijo Matías en 1933 cuando estaba en Melilla, le dice “como hombre de vien” o la de Pedro Vega Ávila en 1958, dice: “un recluta echo un padre”.
Suponía salir del mundo rural y cambiar de aires, la posibilidad de aprender a leer y a escribir, y en algunos casos, obtener todos los permisos de conducir, hasta el del camión. Por poner algunos ejemplos, tenemos el de Matías Pérez Pérez, conductor de un camión militar R.E.O. y que después de licenciarse fue camionero. También suponía relacionarse con gente de otras culturas, ¡que grandes amigos, se hacían en la mili!
 En otros casos, sin embargo, suponía una auténtica tragedia. Sobre todo para los que ya eran padres y tenían que dejar esposa e hijos, caso de Matías Pérez Lizana, al cual dicho acontecimiento le provocó que se embriagara tanto el día anterior a su incorporación que casi no lo hace, o  Marcelino Pérez y salvando las distancias el mío propio. La incorporación a filas de los jóvenes de la casa, también suponía una merma en la economía familiar, pues se  dejaba de aportar ingresos durante un año o dos. Pero no solo afectaba a la economía familiar, sino a los inminentes reclutas, quienes días previos a su incorporación visitaban a familiares y algún que otro vecino para que le regalasen unas pesetillas, sobre todo para sufragar los gastos de viajes. Sin embargo, hubo fuentealameños que ahorraron algún dinerillo, caso de Marcelino Pérez (1954), con las propinas de los pelados. O el caso de Juan Rafael Aguilera (1978), que en unos años que era imposible ahorrar con la ínfima paga que se tenía, ahorró 1.000 pesetas, según él: “limpias de polvo y paga”.
Estas consideraciones abarcan desde principios de los años treinta hasta principios de los noventa, es decir, desde mis abuelos hasta mí, unos 60 años de mili en Fuente Álamo y que he dividido sistemáticamente en dos periodos de 30 años, que vienen a coincidir prácticamente con la desaparición del Mosquetón Mauser o “Chopo” (1958) y la entrada en combate del CETME.
Es muy difícil hacer un estudio sobre el tema, dada la complejidad para obtener datos reales, puesto que cada fuentealameño tiene su propia historia de la mili, y casi todos afirman haber estado muy bien, por lo que voy reflejar sólo algunos casos familiares y de amigos, acompañados de fotos y algunas  vivencias propias.
Para entender el tiempo que cada fuentealameño dedicó a la prestación del servicio militar, hay que decir que su duración durante este periodo fue variando. Así, a partir de 1930 - 1 año, 1943 - 2 años, 1968 - 18 meses, 1984 - 1 año y en 1991 - 9 meses.
El año en que se cumplía los 19 años de edad los fuentealameños recibíamos una notificación para acudir a afiliarnos al Ayuntamiento de Alcalá la Real. Si superábamos la talla mínima, entre 1,50 m. y 1,60 m., según época, y no alegábamos impedimento físico, nos declaraban aptos para el servicio. No valía, como se decía de Esteban González, librarse porque le olían los pies, (esto es una broma que se le gastaba y que siempre llevó bien); sin embargo, Luis Aguilera Pérez, de la quinta del 71, dice que se hizo el sordo, y coló.
La incorporación, después del sorteo de reclutas, se hacía al año siguiente de entrar en la Caja de Reclutas de Jaén, donde acudían para tomar destino definitivo, caso (quinta del 55) de José Ibáñez y Pedro Pareja, el primero para San Fernando y el segundo para su casa andando, pues tuvo la suerte de salir excedente de cupo. Eran destinados casi siempre fuera de Jaén, salvo que alguno fuera voluntario, o lo que era peor, ir a servir a Alhucemas, Tetuán, Sidi Ifni, Sahara Occidental, Ceuta, Melilla o Canarias. Lo normal y después de la pérdida de Alhucemas (1956), Tetuán (1956), Sidi Ifni (1969) o el Sahara (1975) era que fuéramos destinados a campamentos de Cerro Muriano (Córdoba), Viator (Almería), Regulares (Ceuta o Melilla), o Brunete o Goloso (Madrid), ect, y después de la instrucción a los destinos definitivos, que podía ser el mismo Jaén, caso de Daniel Fuentes. Lo único cierto es que no podíamos ser destinados a la Marina, por no tener Jaén litoral, pero sí a infantería de marina. La Legión era un cuerpo voluntario donde sirvió Antonio Anguita, (quinta del 49). El hecho de servir en este cuerpo de élite, predisponía al grabado de un tatuaje, como el que él mismo llevaba o el de Silverio Salazar.
En Fuente Álamo, como en otros pueblos, se organizaba la "Fiesta de Quintos" con los jóvenes que ese año se incorporaban a la mili. Por poner algún ejemplo, la quinta del 54 hizo una gran fiesta en el local donde actualmente está ubicada la Cooperativa Ntra. Sra. del Rosario, en aquel año propiedad de la familia González Palomino.
La quinta servía como referencia para calcular la edad entre los fuentealameños, pues se decía que tal o cual era de la quinta tal, así por ejemplo, los de la quinta del 59 habían nacido en 1938, de tal forma que si se le restaban 21 años a la quinta, se averiguaba la edad.
            Durante la Guerra Civil se movilizaron quintas forzosas en ambos bandos. En concreto se movilizaron 27 reemplazos, desde el del año 1941 al del 1915, incluso se incorporó la "Quinta del Biberón" (16 a 18 años) que eran los fuentealameños nacidos entre 1920 y 1923. Sin embargo, después de la guerra, muchos tuvieron que volver a hacer el servicio militar, y los vencidos que estaban en campos de concentración y que no fueron a la cárcel, lo hacían en batallones disciplinarios durante 24 meses. Con esto enlazamos con el primer soldado de nuestro trabajo, que fue de los vencidos.
MATIAS PÉREZ LIZANA.  Prestó el servicio militar iniciando el periodo de instrucción el 19 de Noviembre de 1929, pasando el 1 de junio de 1930 a prestar servicio en el Regimiento de Infantería África nº 68 y formando parte del Ejercito de España en África (Marruecos) desde el 1 de julio de 1930 en  las Fuerzas Regulares Indígenas nº 5 Grupo de Alhucemas, hasta el 19 de noviembre de 1933 en que se licenció con el grado de cabo primero. En 1938 fue reincorporado, al ser movilizado su reemplazo de 1929, teniendo que combatir en el bando republicano. Después de la guerra fue condenado por un tribunal militar a la pena de doce años y un día, por el delito de Auxilio a la Rebelión.
FELICIANO IBAÑEZ SÁNCHEZ. Se incorporó en el año 1945, el año del hambre, sirviendo en Sevilla en la Unidad de Automovilismo durante treinta meses.
SANTIAGO CANO MUÑOZ. Prestó el servicio militar durante dieciocho meses, entre los años 1948 y 1949 en plena Posguerra, su quinta es la del 1949. Hizo el campamento durante tres meses en Seu d ‘Urgell y en Ribas de Freser, provincia de Gerona el resto de la prestación militar. De la misma quinta también son entre otros fuentealameños, Luis Cano Nieto, con quien coincidió en destino, Antonio Aguilera Valverde (Melilla-Cuartel Sanjurjo), Juan Ibáñez Sánchez, Antonio Anguita Montañez (la Legión), Juan Jiménez Pérez, (Remendao), Francisco Expósito Nieto, Manolito González Palomino (Cañuelos), Emilio Malagón Ochoa…
LUIS CANO NIETO. Se fue a la mili cuando tenía 20 años, es también de la quinta de 1949, haciendo 3 meses de campamento en Seu d’Urgell (Lérida) y después en Ribes de Freser (Gerona); cumpliendo un servicio de un total  de 22 meses. Sirvió como hemos dicho con Santiago Cano, “El Alcalde”. De la misma quinta también son los nombrados anteriormente.
MARCELINO PÉREZ AGUILERA. Se incorporó en el año 1954, era de la  quinta del 53, casado y con una hija recién nacida. Durante el periodo militar sirvió en el Cuerpo Caballería en Sevilla, donde ejerció de peluquero y barbero. Con los pelados y afeitados que hacía a la tropa y mandos pudo ahorrar dinero para comprar una parcela en los Eriales. De su quinta son José González Palomino, Juan “el Chato del Guardilla”, Pepe “Pinea”.
JOSE AGUILERA CANO.  Son de la quinta del 54 (nacidos en 1933), José Ramírez González, “Cornicabras”, Feliciano Pérez Vera, Antonio Jiménez Pérez, Antonio Puche Ramírez, Juan Aguilera Cano “Juanito, el panadero”, Manuel Aguilera el marido de Urbana, otro de quien no recuerda el nombre del Cortijo del Allozo, que hicieron el gasto de los quintos en el molino de aceite de Cornicabras. Hizo la instrucción en Camposoto, San Fernando, y después la mili en Rota, en unos polvorines, donde estuvo 18 meses, pues se vino 2 meses antes con permiso limitado por haber sido instructor. Fue en el año en que estaba a punto de iniciarse la Guerra del Sidi Ifni, por lo que tenía que estar disponible.
JOSE IBAÑEZ NIETO. Es de la quinta del 55, compañero de Pedro Pareja Anguita, quien fue excedente de cupo y no se fue. Fueron los dos a Jaén, Pedro volvió y él se quedó allí. Le tocó a Jerez de la Frontera en  artillería antiaérea donde estuvo 16 meses desde el día 14 de marzo de 1956 y hasta que se licenció en julio del 1957. Recuerda que tres días después de incorporarse,  el día de San José, su santo, estuvo todo el día lloviendo, y él se lo tiró cosiendo botones de la ropa que le habían entregado. El campamento lo hizo en San Fernando, fue cabo instructor y volvió dos veces a dicho campamento como cabo instructor, cabo furriel, ordenando las imaginarias. El brigada Iborra, le animó a hacer el curso de cabo primero, pero si lo hacía tendría que renunciar al permiso de volver a casa, por lo que no quiso hacerlo. Confiesa que le tiraba el ejército y eso luego le influyó para su incorporación a la Guardia Civil.
Nazario Pérez Aguilera, Francisco Pérez González, “El Capitán”, quinta del 55, José Ibáñez Nieto, Pedro Pareja Anguita, Custodio Jiménez Pérez.
JOSÉ PÉREZ PÉREZ. Nacido en el año en que empezó la Guerra Civil. Es de la  quinta 57 siendo llamado a filas en 1958, año en que se declaró reglamentario en España el fusil de asalto CETME, pero el Mauser no se retiró del todo y de hecho lo utilizó para el desfile militar. Prestó servicio durante 17 meses en Madrid en la Base Militar “El Goloso”, infantería motorizada.  Trabajó como extra en el rodaje de la película “Salomón y la Reina de Saba (1959)”, donde le vistieron con una ropa roja ceñidas al cuerpo y tuvo que correr detrás de unos caballos. De su quinta era Pedro Vega Ávila.
Las quintas de Fuente Álamo en los años cincuenta solían ser de 10 ó 12 quintos, así, por poner un ejemplo, la quinta del 54 (nacidos en 1933) fueron José Ramírez González, “Cornicabras”, José Aguilera Cano “Macarrón”, Feliciano Pérez Vera, Antonio Jiménez Pérez, Antonio Puche Ramírez, Juan Aguilera Cano “Juanito, el panadero”, Manuel Aguilera, el marido de Urbana, otro joven del Cortijo del Allozo, ect… Posteriormente, durante unas cuantas quintas, se reduciría el número de quintos por las propias circunstancias de la Guerra Civil y primeros años de Posguerra, donde los nacimientos fueron menores.

            La lista queda abierta para que cada uno de los fuentealameños o sus hijos que lo deseen puedan a través de sus comentarios ampliarla y contar sus batallitas...

viernes, 2 de noviembre de 2012

UN DIA DE FAENA EN EL CAMPO EN LOS AÑOS SESENTA EN FUENTE ÁLAMO. II PARTE.

Un día de ablenta




            Una vez rejuntada la parva en forma de montículo con dos caras opuestas y orientada a buen viento, lo normal de poniente y si las condiciones del mismo lo permitía, es decir cuando se movía el viento favorable, si bien, podía cambiar de orientación, con lo que ello suponía, se colocaban dos ablentadores en cada extremo o uno encima de la parva con la bielga al principio, después con el bielgo y posteriormente con pala madera, comenzaban con la técnica requerida a lanzar paladas al aire, separando el grano, más pesado, de la paja que es más volátil.
            Si a consecuencia de la inexistencia de viento no se podía continuar con las labores y cuando el largo día de verano se dejaba caer, se solían acostar los cosechadores en la parva o debajo del olivo o higuera más cercana para evitar el robo de grano. Con botella de aguardiente debajo el aparejo, se levantaban temprano para trabajar con la fresca y siempre que el viento se lo permitiese.
            Comenzada la faena, de vez en cuando se hacía el barrido con el escobón para separar las granzas y espigas no trilladas, a esto se llamaba abaleado, formándose lo que se llamaba el pez de grano. Las leguminosas como el garbanzo, yeros, berza, habas, también se cribaban con el arnero. Una vez limpio el grano se introducía en el saco, con el cuartillo, que era  rasurado con un palillo llamado, raedor.
            En la era de Juan de Enfrente, había una higuera y en una ocasión durante la ablenta de la cosecha de Marcelino, un niño fuentealameño experimentó con la sabia blanca de la higuera, tal y como le habían contado otros niños mayores, para tener más vigorosidad, el efecto no fue el querido y sólo le salvó o alivió del picor, el agua del botijo, que Marcelino tenía a la sombra de la misma higuera y que generosamente destinó a otro fin, a la vez de que prestaba también el servicio de urgencias. ¿Te acuerdas, Paco?
            En la parte baja de la aldea habían tres eras, la de Pepe Aguilera,  Luis Montes, y la de Brígido Ruiz, lo que provocaba que todo el polvo y la paja procedente de la ablenta fuera a parar a las casas habitadas, con las consiguientes molestias para los vecinos, que tenía que cerrar ventanas y puertas a cal y canto. Siempre se dijo en Fuente Álamo, que el día de San Lorenzo ardía la parva.










 Un día “metiendo el agosto” 

            Con todas estas actividades agrarias “se hacía el agosto” que terminaba metiendo el grano en la troj y guardando a través de la piquera la paja en el pajal, que había sido transportada en el arpil o red por los mulos.
           La piquera dio nombre a un barrio de Fuente Álamo, pues a través de una pequeña obertura, que había en donde actualmente está situada la parada de autobús, se introducía la paja que iba a caer pajal que había en las casas situadas debajo, en concreto la de Manuel Aguilera.
            En el pajal se guardaba la paja de trigo y cebada, para ir alimentado durante todo el año a los mulos, mientras que la paja de habas, garbanzo, verza o yeros, se guardaba en sacos para servir de alimento a las cabras.
            El pajal servía también como conservante de frutas para el invierno, como manzanas, nisperos, peros, o acerolas, que eran enterrados en paja para su conservación.
            La troj servía no solo para guardar el grano sino en ocasiones para castigar o criar a niños. Dicen que Custodio Sánchez González, “Costorillo” fue criado por Cristino, su padre adoptivo, en una troj y era paseado por el pueblo atado a la burra y según  él le hacían cosas que ni los animales se les hace.
            Juan Rico Rosa fue un vagabundo asiduo de los veranos a la aldea en la época de meter la paja, pues trabajaba por la comida y por vino.
            El polvo que provocaba la ablenta y en general la obtención del grano, era para algunos fuentealameños alérgicos motivo de picores y reacciones cutáneas, en unos casos eran bastantes severas, pero eran épocas de que no pasaba nada y el tiempo todo lo curaba. En muchos casos como las trojes estaban en la misma cámara donde se dormía, cuando se guardaban las habas, a la mañana siguiente los moradores se levantaban con grandes ronchas (urticarias) por todo el cuerpo, sin que hubiese antídoto salvo el paso del tiempo. A las habas le solía atacar de los gorgojos.
            Con esto damos por  terminado las dos entradas dedicadas a un día de faena en el campo de Fuente Álamo en los años sesenta, y para concluir podemos decir que Francisco Pérez González fue uno de los pioneros en instalar una máquina de cosechar en las eras de la Torre y en otras eras y acabando con la siega, la trilla y la ablenta tradicional, a lo que hay unir el abandono del cultivo de cereales y leguminosas, debido a la baja rentabilidad del grano, la orografía del terreno de Fuente Álamo y la plantación progresiva de olivos.